Hoy el día se ha despertado más triste que ayer. De momento vamos a desayunar, que el buffet del hotel no está nada mal: variedad de quesos, salmón ahumado, varios tipos de salchichas,… ¡Esto es el paraíso!
Ya en la calle, descartamos subir a la Rheinturn, no vale la pena gastar el dinero si no se va a ver nada desde arriba.
Llega el momento de ir de tiendas, o mejor dicho, de mirar tiendas por la Königsallee, aunque todos la conocen simplemente como Kö. Esta avenida tiene alrededor de un kilómetro de longitud. Se construyó entre 1802 y 1804, siguiendo la línea de las antiguas fortificaciones. En la parte central hay un canal que está alimentado por las aguas del Düssel. Aquí se suceden palacios modernos, restaurantes, bancos, oficinas, cafés y establecimientos de lujo como Bulgari, Chanel, Cartier, Gucci, Louis Vuitton, etc.

La verdad es que el origen de su nombre es un poco escatológico. A lo largo de esta avenida se plantaron castaños, por lo que el bulevar recibió el nombre de Kastanienallee. Pero su nombre cambiaría después del incidente acaecido aquí en 1848, cuando la gente le lanzó una lluvia de estiércol de caballo al rey Federico Guillermo IV, por lo que pasó a llamarse, como gesto de reconciliación, Köningsallee, es decir, avenida del rey.
Tres puentes cruzan este canal y está ornamentado por esculturas y fuentes. Destaca la Tritonenbrunnen o fuente del Tritón, que es la única que no se alimenta del Düssel, sino del río Rhin.


Atravesando la calle se encuentra el “Slim Matilda”, un reloj que ha sido el punto de encuentro de la ciudad desde hace generaciones (me recuerda mis tiempos de adolescencia, cuando todos quedábamos en la puerta de El Corte Inglés) y que, actualmente, está tapado por un plástico para evitar que las obras cercanas lo dañen.

Desde la Königsallee se puede ver la fachada de la Johanneskirche o iglesia de San Juan, que es la iglesia luterana más grande de la ciudad. Durante la II Guerra Mundial fue muy dañada, a pesar de lo cual se salvó de la destrucción definitiva.

Y desde aquí entramos al Hofgarten, el antiguo parque del castillo del siglo XVI que fue abierto al público a primeros del siglo XIX y que, debido a su diversidad y contrastes, es uno de los lugares favoritos de los habitantes de la ciudad.

Atravesamos Maximilian Weyhe-Allee y dejamos a un lado la antigua entrada principal al parque, la Ratinger Tor, puerta formada por dos edificios clásicos con columnas dóricas. Buscamos el Tonhalle que fue construido para albergar un planetario que debería haber sido el más grande del mundo, pero que ha acabado siendo una sala de conciertos, añadiéndole una cúpula y relieves de terracota. Y desde aquí llegamos a Rheinuferpromenade, el paseo por la orilla del Rhin, que discurre entre Burgplatz y la zona de la Rheinturm. Es un lugar tranquilo para pasear disfrutando del río y donde tomar algo. Se inauguró en 1902 para contener el agua del río cuando estaba de crecida.

St. Lambertuskirche es el edificio más emblemático de la ciudad. Construido entre los siglos XIII y XIV, gótico, se caracteriza por la torre, levemente inclinada y con la forma rizada, debido a la madera fresca que se usó en su reconstrucción en 1815 y que al secarse se retorció. Según la leyenda, la torre se enderezará el día en que una doncella virgen nacida en Düsseldorf dé el “sí quiero” a su prometido ante el altar de la iglesia. Algo me dice que la torre seguirá así durante mucho tiempo.
Al lado hay una de las figuras de Christoph Pöggeler, que representan las posiciones que diferentes personas adoptan cuando llegan al lugar donde se encuentran. La ciudad está llena de estas figuras.


En la parte noroeste se encuentra el Kalvarienberg, grupo escultórico que representa la crucifixión. Y en Stiftsplatz está la Fischerjungen-Brunnen, fuente en el que un chico mantiene en una mano un pez y en la otra una red, recordando de esta manera que el pescado fue uno de los principales productos que se vendía en el mercado.


Ya en el Rheinuferpromenade, pasada la Burgplatz, nos encontramos con una torre reloj, que data de principios del siglo XX, y que sirvió y sirve de indicador del nivel de las aguas del Rhin. Para ver los niveles de las aguas hay que descender por unas escaleras y esquivar las mesas de los restaurantes y, sobretodo, a los camareros insistentes que, a las 11:00 de la mañana, ya buscan clientes para comer.

Más o menos frente a esta torre, se abre Zollstrasse, una callejuela que une el Rhin con Markplatz. Esta calle está llena de vida, con letreros colgantes y el Haus des Karnevals. Los Carnavales de Düsseldorf son los segundos más importantes de Alemania, después de los de Colonia, y al parecer están llenos de actos: de hecho, el pistoletazo de salida de los mismos es el 11 de noviembre con el Despertar de Hoppeditz, una especie de bufón. Desde ese momento hay una sucesión de actos, que culminan el Miércoles de Ceniza.


En Zollstrasse también está la Gänsebrunnen, una fuente con tres gansos que lanzan agua y que ocupa el lugar donde discurría una calle donde se encontraba la aduana y donde se cobraba una comisión o peaje.

En la esquina con Marktplatz está la Giesserjunge, una estatua en bronce que conmemora la leyenda de un niño que recaudaba dinero de los habitantes de la zona para luego donársela a Gabriel de Grupello, el autor de la estatua ecuestre de Elector Jan Wellem que ocupa el centro de la Markplatz, a fin de que este pudiese acabar su obra.

Una última vuelta por Markplatz... Ya se va acercando la hora de partir hacia Colonia. De regreso al hotel, en la Maxplatz se encuentra la Heimatbrunnen, una original fuente, que representa escenas históricas de la ciudad, como una escena de la guerra con Napoleón o la reconstrucción después de la II Guerra Mundial, alternándose con los rostros de personajes históricos.

Y muy cerca, junto a la Orangerie Am Speeschen Palais, que no podemos visitar porque los domingos está cerrada, en el centro de la plaza se encuentra la Mariensäule, una columna sobre la que se encuentra la Virgen María, que sobrevivió milagrosamente a la destrucción generalizada de la guerra. Y, a su vera, varias familias de patos. Y es que la primavera ya está por aquí, ¡quién lo diría!

Ya cerca del hotel abandonamos la idea de comernos un bocadillo durante el traslado en tren. El trayecto dura una media hora y nuestro hotel de Colonia se encuentra también muy cerca de la estación. Por cierto, para consultar horarios y tarifas de los ferrocarriles alemanes, aquí está el enlace. Ferrocarriles Alemanes
En Colonia nos alojamos en el CityClass Hotel Residence am Dom, en Alter Markt 55, en pleno centro de la ciudad antigua. Lo hemos reservado a través de Booking, por 94,50€ noche, en alojamiento y desayuno.
Tan en el centro estamos que desde la ventana de nuestra habitación se ve la Catedral.
Colonia tiene 2000 años de historia. Su origen se remonta al año 57 a.C. cuando Julio César consigue conquistar el territorio hasta el Rhin, que hacía de frontera entre el Imperio Romano y los pueblos germánicos. De ahí su nombre: era una colonia romana. En la Edad Media, con la presencia de la Universidad, el comercio abierto y ciudadanos educados, permitió incluir a la ciudad de Colonia en la lista de los centros más ricos e influyentes de Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial, el 90% del centro de la ciudad fue destruido por las bombas.
Como he comentado, nuestro hotel está situado en el Altstadt, en la Ciudad Vieja, que es el barrio más antiguo de Colonia y se caracteriza por las callecitas estrechas, pavimentos de guijarros. Y en estas callecitas y en las plazas, hay muchos restaurantes, cafeterías y cervecerías tradicionales. Y, aunque el gusanillo empieza a hacer de las suyas, nos decidimos por dar una vuelta antes de comer: vamos a aprovechar que hace sol, porque las previsiones para la tarde anuncian lluvia.
Lo primero que hacemos es dirigirnos hacia la Catedral, impresionante. La verdad es que cuando sales de la estación de ferrocarril, ya te quedas con la boca abierta: la Catedral es lo primero que se ve cuando llegas a la ciudad. Ahora únicamente vamos a hacer una toma de contacto y mañana ya la visitaremos.

Frente a la portada principal, en Kardinal-Höffner-Platz hay un arco, la llamada Puerta Norte, resto de la muralla romana que delimitaba la ciudad, Colonia Claudia Ara Agrippinensium. Frente a ella, el Kreuzblume, una reproducción exacta y a tamaño real de uno de los pináculos de la Catedral. La turista japonesa nos sirve de referencia para apreciar sus dimensiones.

Para comer, regresamos a Alter Markt, junto a nuestro hotel. Durante la época romana parece que aquí había un puerto situado sobre un afluente del Rhin que, con el paso del tiempo, se fue sedimentanto hasta que, en el siglo X, el afluente fue completamente rellenado y se construyó encima la plaza del mercado central de la ciudad.
Y aquí se encuentra la cervecería donde saciamos nuestro apetito: Gaffel-Haus. Además de buena comida, está animada por unos autómatas. La comida está riquísima: dos sopas, dos segundos y dos cervezas nos han costado 34,00€, que para ser Alemania no está nada mal.



Después de comer, iniciamos la toma de contacto con la ciudad. Alter Markt y Heumarkt, la plaza contigua, al principio estaban conectadas, formando hasta el siglo XIII, una única plaza. En la Edad Media, aquí se realizaban las ejecuciones públicas y los torneos.
El lado este de Alter Markt está dominada por casa renacentistas, como la Zur Brezel y la Zum Dorn, que actualmente forman una misma casa. En la casa del número 24, en la parte superior de su fachada, hay una escultura de bronce que representa un hombre con los pantalones bajados, conocido como Kallendresser, algo así como el cagón de la cuneta. El origen no está claro pero algunos afirman que se trata de una especie de declaración política hacia el alcalde, ya que la torre del Ayuntamiento se encuentra frente a la casa.


En el centro de la plaza está el Monumento de Jan von Werth, un general que salió victorioso durante la Guerra de los Treinta años. En lo alto del pedestal está el orgulloso general, mientras que en su base se encuentran unas esculturas alegóricas que representan el valor y la pureza. En los relieves se muestra la historia de Jan von Werth y Griet, que ya explicaré más adelante.

En la fachada de la Rathausturm o torre del Ayuntamiento, debajo del reloj hay una curiosa cabeza tallada que saca la lengua cada hora: el personaje es conocido como Platzjabbeck y ya había constancia de su existencia en el siglo XV.


Ahora nos dirigimos a la Rathausplatz, en cuyo centro hay unas excavaciones donde se puede ver los cimientos del Mirkwe o baño ritual de los judíos del siglo XII. En el futuro, aquí se levantará el Museo Judío.
Al Altes Rathaus o viejo Ayuntamiento es el más antiguo de Alemania, con una historia documentada que abarca unos 900 años. Su torre o Rathausturm se construyó a principios del siglo XV en estilo gótico. Fue totalmente reconstruida después de la II guerra Mundial y tiene la peculiaridad de que en su exterior posee una serie de esculturas que la ornamentan y que representan a personajes insignes que han nacido o vivido en Colonia, como Juan María Farina, creador del Agua de Colonia.



Muy cerca está Gross St. Martin, cuyo conjunto de cuatro torreones agrupados alrededor de una aguja central se eleva sobre Fischmarkt o Mercado del Pescado, una de las plazas más bellas de la ciudad. La Segunda Guerra Mundial dejó prácticamente destruido el centro histórico que Colonia y esta pequeña plaza es un pequeño oasis que se salvó milagrosamente de la destrucción.


Atravesamos el Rhin por el Hohenzollernbrücke, construido en 1907 en sustitución de uno anterior que fue demolido, al no poder soportar el creciente tráfico. Este puente está lleno de “candados del amor”, que cubren prácticamente toda la verja que separa la acera y las vías del tren. Todo un negocio, ya que al inicio del puente hay unos puestos de venta ambulante de candados de todos los tamaños, formas y colores.


Siguiendo por la orilla del río se llega a la Molokoffturn, que formaba parte de las instalaciones portuarias. Muy cerca está uno de los lugares más dulces de la ciudad: el Imhoff-Schokoladenmuseum o Museo del chocolate, patrocinado por Lindt, de Suiza, cuyo conejito está por todas partes.

Y nos retiramos. Pasaremos por la estación a buscar la cena: una ensalada y un poco de pechuga de pavo y a dormir.