Pues ya ha llegado el día 16 de mayo, fecha en la que embarcamos en nuestro crucero por el Rhin.
Pero hasta que lleguen las 18:00, tenemos un largo día por delante. Así que vamos a desayunar, que el bufet tiene una pinta extraordinaria.
El tiempo está cambiante: tan pronto hace un sol espectacular, como, a los cinco minutos, el cielo se llena de nubes.
Y para empezar, la Catedral de Colonia o Kölner Dom o Hehe Domkirche St. Peter und Maria. La Catedral es el corazón de la ciudad. Se trata de la gran obra maestra del gótico del Rhin. Al parecer antes de la Catedral había una iglesia construida en el año 870, pero con la llegada en 1164 de las famosas reliquias de los Reyes Mayos desde Milán, y el gran número de peregrinos que atrajeron, la iglesia se quedó pequeña, y en 1248 se decide su ampliación, con un proyecto que superaba en sus dimensiones a todas las construcciones eclesiásticas de su época. La Catedral estuvo incompleta casi 300 años y tuvo que esperar a ser finalizada hasta el siglo XIX. Por suerte, casi salió indemne de los bombardeos de la II guerra Mundial. En 1996 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.


En el interior hay una sensación de ligereza. Tiene una planta de cinco naves, entre las que destaca la central por su altura y estrechez, lo que hace que la sensación de verticalidad sea mayor. La iluminación es sorprendente, no sólo por la claridad, sino por el colorido que consiguen sus enormes vidrieras.


Hoy es Pascua de Pentecostés y es festivo en Colonia. Según la tradición cristina, 50 días después de la Resurrección de Jesús, estando los apóstoles reunidos con la Virgen María para celebrar el Shabuot, festividad judía que conmemora la subida de Moisés al Monte Sinaí y la entrega de las Tablas de la Ley, en la que la gente se reunía y acudía en masa al Templo de Jerusalén, sintieron un fuerte viento y aparecieron lenguas de fuero sobre sus cabezas: el Espíritu Santo los había inundado. La consecuencia de esta celebración es que se está celebrando misa y, aunque, no impiden la visita, no nos gusta estar dando vueltas. Así que nos sentamos hasta que finalice la celebración.

Cuando acaba, es el momento de disfrutar de las vidrieras. En la nave del Evangelio (lateral izquierda), hay cinco vidrieras del siglo XVI, que representan escenas de la pasión (primera), la leyenda de san Pedro y el árbol de Jesé (segunda), la adoración de los pastores (tercera), la adoración de los Reyes Magos (cuarta) y la coronación de la Virgen (quinta).





Enseguida encontramos un altar dedicado a la veneración de santa Clara y la Virgen de la Misericordia, también es conocida como la Virgen de la Joyas.

En la entrada a la girola hay un mosaico en el pavimento, que muestra al arzobispo Hildeboldo, portando el modelo de construcción de la catedral anterior al actual.

En la girola está la capilla de los tres Reyes Magos, que es la capilla mayor, y en ella se encuentra la vidriera más antigua de la catedral, de 1265. En otra capilla está el Crucifijo de Gero, que está considerado como el crucifijo más grande y antiguo que se conserva en occidente.

Detrás del altar se encuentra el Sepulcro de los Reyes Magos, un relicario de plata dorada con incrustaciones de joyas, que fue regalado por el emperador Otón IV, a finales del siglo XI, para guardar las reliquias de los Reyes Magos. Tiene esculturas de oro elaboradas de los profetas y apóstoles, así como escenas de la vida de Jesús, como la Adoración de los Magos, María entronizada con el Niño, el Bautismo de Cristo,…

Casi al final de la girola está la capilla de la Virgen María, con un altar dedicado a los patronos de la ciudad de Colonia. La siguiente capilla es la de la Virgen Milanesa, que se llama así porque fue traída desde Milán. Se venera como Virgen milagrosa porque es uno de los tres objetos sagrados más importantes de la catedral.


Ya en la nave de la Epístola, en la nave derecha, encontramos el altar de Agilolphus, construido en Amberes en 1520. Se trata de una de las obras más importantes de la época por su extraordinaria riqueza en las figuras y los trajes. Y a su lado, en una de las columnas, está la imagen de San Cristóbal, cuyos ojos se dirigen hacia el lugar en que se accedía al templo cuando éste se encontraba inconcluso.


Y de nuevo nos encontramos con una serie de vidrieras, que se llaman bávaras porque fueron donadas por el rey Luis I de Baviera. La primera representa el sermón de San Juan Bautista y personajes como Carlomagno, Federico Barbarroja, Elena y Constantino. En la siguiente se representa la Adoración de los Pastores y de los Reyes Magos. En la tercera vidriera se representa el descendimiento de la Cruz y los cuatro evangelistas. En la siguiente vidriera se representa Pentecostés y los cuatro santos Padres y, en la última vidriera se representa el martirio por lapidación de San Esteban.





La verdad es que podríamos quedarnos toda la mañana disfrutando de esta maravilla, pero nos quedan muchas cosas que ver de esta ciudad. Y para hacer tiempo hasta la hora de comer, nada como un paseíto hasta llegar a la orilla del Rhin. Junto a Alter Markt encontramos la Heumarkt que, en época romana, era un pantano. Durante la Edad Media se drenó y se convirtió en un centro importante de comercio, ya que aquí estaba la balanza del grano. También se vendían telas, cueros, sal, carne y queso. En el centro de la plaza está la estatua ecuestre de Federico Guillermo II de Prusia.
Durante el siglo XIX se abrieron diferentes bares donde se dispensaba la cerveza, como la actual Gilden im Zims, descrita por primera vez en el año 1163 con el nombre de Minnefuchshaus. El edificio que vemos en hoy en día data de 1563 si bien se incendió en uno de los ataques de la II Guerra Mundial. En 1946 la casa fue reconstruida añadiendo en sus bajos el restaurante-cervecería.



Y regresamos a Fischmarkt o Mercado del pescado, que ya se ha convertido en uno de nuestros rincones favoritos de Colonia. En 1259 Colonia obtuvo unos derechos por lo que las mercancías transportadas por el Rhin tenían la obligación de anclar en la ciudad durante al menos tres días para ser ofrecidas a los comerciantes. Así, en aquellos años, en esta plaza se realizaba la venta del pescado fresco procedente en su mayor parte de Holanda, mientras que en las cercanías se comerciaba con arenque, salmón ahumado y otras salazones. En la plaza hay un fuente en cuya pila se colocaba el pescado fresco.
Las casitas de colores, Stapelhäuschen, se caracterizan por el sistema de polea de la parte superior de la fachada que servía para que los productos pudieran ascender al último piso que servía de almacén.

Seguimos hacia el Deutzer Brücke desde donde se ven unas bellas vistas de la orilla del Rhin y del Hohenzollernbrücke. Por el otro lado se ven las Kranhäuser o Casas-Grúa con forma de L invertida, uno de los símbolos modernos de la ciudad.


Y paseando por la orilla llegamos hasta donde se encuentra atracado nuestro barco, el Swiss Pearl. Esta tarde volveremos.

De momento regresamos hasta Alter Markt para comer en LyLy Café Bar, un restaurante de comida árabe, con un decorado de las mil y una noches. Dos platos combinados súper completos y dos cervezas nos cuentan 32,40€. No está nada mal.


Y tras recoger nuestras maletas y atravesar la estación Central y sus puestos de salchichas, regresamos al muelle donde nos espera el Swiss Pearl: ha llegado el momento de embarcar.
En recepción hacemos el Check in y Giovanni, nuestro botones-camarero-asistente y no sé cuantas cosas más, nos lleva el equipaje, perfectamente identificado con las tarjetas que nos entregaron en la agencia de viajes, al camarote 224, en la cubierta principal. ¡No nos merecemos menos!.


Y ahora, a explorar a fondo el barco. Visitar la cubierta y descubrir la campana, ver el jacuzzi al aire libre y la piscina climatizada que nunca utilizaremos, la biblioteca y sala de juegos y, sobretodo, ese Salón Panorámico donde disfrutamos de nuestra primera consumición: agua de grifo con palitos de sal. Todavía resuena la carcajada del camarero cuando quisimos pagar la cuenta. ¡Qué pardillos que somos!


Antes de ir a cenar encontramos sobre nuestra cama el primer programa para lo que queda del día. Ya en la cena, conocemos a dos de nuestros compañeros de mesa, de Brasil, una pareja encantadora, descubrimos que nuestro grupo para las excursiones es el amarillo y que nuestro turno de comidas es el B.
Y de regreso a nuestro camarote, el programa para el día siguiente. Todo está muy bien organizado: cada día mientras cenábamos, las camareras nos preparaban la cama y dejaban sobre ella el programa para el día siguiente, donde se detalla la hora del desayuno, la hora de salida de la visitas, la hora de las comidas, las actividades y sobre todo el “todos a bordo”, última hora para acceder al barco, ya que 15 minutos después zarpará y no es muy agradable quedarte en tierra.