Máncora, Perú ✏️ Travel Journeys of Peru

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Máncora - Perú

Nuestro viaje tenía como destino Máncora en el norte de Perú; para eso debíamos hacer una combinación en Guayaquil que estaba a 4 hs. de Puerto López. El pasaje nos costó U$S 3,50 a cada uno y viajamos en un colectivo impresentable, con asientos vencidos, ventanillas trabadas, etc. El italiano del bar de Puerto López nos recomendó no tomar taxis fuera de la terminal porque hay muchos casos de secuestros exprés donde te retienen llevándote a los cajeros a retirar

dinero y a veces lo mantienen hasta después de medianoche para aprovechar los retiros del día siguiente. A su esposa, colombiana, la secuestraron dos veces.

Por precaución nos quedamos en la terminal que, por suerte, está integrada a un mall o shopping donde hay más cosas que hacer que una terminal común. Dejamos los bultos en un depósito carísimo (U$S 4 por bulto) y recorrimos de todo un poco incluido bares y sectores con internet.

Llegamos a Máncora poco después de las 7 de la mañana y desayunamos (s/ 5 - $25 arg) frente al mar. La moneda peruana es el sol y se expresa s/ . Para llevar esos valores a nuestro peso argentino hay que multiplicar por 4,85 (en la práctica 5). Nos alojamos en el hostal Killary con baño privado, pileta y ventilador de techo a 5 cuadras del centro y 2 de la playa.

Es un lugar seco con barrancas cercanas, muchos hippies/artesanos y muchos surfers. Las playas son lindas pero al subir la marea se nota la inexistencia de un código de edificación o su poco cumplimiento ya que el mar llega a los patios de las casas u hoteles sin dejar lugar a los turistas para caminar fuera del agua. Pese a que continuaba el aguaje (mar violento) era apacible para bañarse y muy amplio.
Una tarde apareció un perro labrador (dorado) que tenía ganas de jugar y le tiré un palo grueso; lo trajo y empezó a provocarme con ladridos desde una distancia en la que no podía agarrarlo, después se acercaba sin el palo y me golpeaba el brazo sin dejarse agarrar y volvía al palo y más tarde empezó a cavar salpicando tierra a la gente de alrededor que cambió la sonrisa del comportamiento por otros gestos. Para tratar de serenarlo me fui al mar y cuando estaba con el agua a la altura del pecho lo encontré nadando a mi lado y no pude hacerlo volver hasta que salimos juntos. Otra vez los ladridos y el resto hasta que volví al mar y nuevamente me siguió. Al volver pasó un hombre que ofrecía masajes y le pregunté si conocía al dueño del perro ya que a las personas de la playa que les pregunté ninguna sabía. Me dijo que pertenecía al dueño de un hotel que estaba en la otra punta de la playa y que siempre recorría y jugaba con la gente; incluso había entrado a nadar lejos con él algunas veces y lo hacía sin problemas. Le pregunté qué hacer si me iba y nos seguía y me dijo que no me preocupara. Al rato lo llamó desde 30 mt. y se fue con él tocándole la cabeza.

Quisimos hacer una excursión para visitar otras playas cercanas pero la honestidad de un conductor de taxi moto nos evitó gastos inútiles ya que nos pusimos a conversar para hacer el paseo y nos llevaría él mismo pero a la noche vino al hotel y nos dijo que con el mar en ese estado no veríamos nada buceando y menos las tortugas que era nuestro objetivo.

El hostal nos costó s/90 soles por noche y quisimos tomar medio día más para usar la pileta y una ducha antes de viajar a la noche pero nos dijeron que no era posible. A cambio nos permitió usar la pileta y ducharnos en un baño exterior luego de la playa y ocupar la sala de estar hasta el horario de salida.

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