Comenzamos la ruta cogiendo fuerzas frente a nuestro hotel. Habíamos picado algo en la habitación pero decidimos llevarnos un café para el camino. Un par de ellos nos salen 820Y. Tras hacer cálculos sobre los trayectos en metro que vamos a hacer durante el día, optamos por comprar los viajes sueltos. Desde el hotel hasta Otemachi nos sale 170Y por persona. Allí visitaremos el Palacio Imperial de Tokio (Kokyo Higashi Gyoen).
Nos hace un día de sol radiante así que nos dedicamos a pasear por la zona de los Jardines orientales del Palacio. Esta es la zona abierta al público de forma gratuita. Cuando vayáis a realizar la planificación de la visita por el centro de Tokio, tened en cuenta que el Palacio no abre ni los lunes ni los viernes, al menos cuando nosotros fuimos a visitarlo en septiembre del 2017.
La extensión del Palacio es acorde a su importancia, por lo que tiene varias entradas, pero la gratuita es desde la Otemon. Si vais a desplazaros en metro, es conveniente que estudiéis las salidas ya que la estación Otemachi es enooorme. Nosotros íbamos un poco desorientados y cogimos una salida que nos dejó super lejos de la entrada, por lo que nos tocó un paseazo hasta dar con la entrada.
El Palacio Imperial está ubicado en los terrenos del antiguo Castillo de Edo, que fue habitado por los shogun Tokugawa durante el periodo Edo. Cuando el shogunato llegó a su fin, la residencia imperial de la familia se fijó en Tokio. Aprovecharon los infranqueables muros y los extensos terrenos para construir aquí el Palacio Imperial. Obviamente, como en todos los edificios históricos de Japón, vemos que hay historias sobre incendios que destruyeron parte de las edificaciones. En este caso, la torre del castillo nunca se llegó a reconstruir tras la Segunda Guerra Mundial.
Los jardines de Palacio no me impresionaron demasiado. Me los imaginaba más ostentosos pero resultaron ser todo lo contrario. Extensiones amplias, eso sí, pero de césped verde bien cuidado o setos perfilados a la perfección. Cuando ya nos marchábamos, empezamos a escuchar un rumor de gente que provenía de una de las zonas vetadas al público. Imaginamos que sería la guardia imperial. Tenían las ventanas abiertas, por lo que se dejaban ver a lo lejos algunos movimientos sincronizados con picas, propias de entrenamientos milenarios.
Dentro del recinto hay algunas otras zonas visitables de acceso gratuito, aunque son escasas. Nos resultó curioso que en muchísimos edificios con vistas, te señalan el punto donde se podría ver el Monte Fuji. Nosotros, a pesar de que el día estaba bastante claro, no pudimos verlo desde el Palacio. Creo recordar que se encontraba detrás de unas edificaciones posteriores. Aún así te lo marcan como punto de referencia.
Quizá, lo que más me gustó del recinto de Palacio fue que estás en un ambiente de total tranquilidad, prácticamente en silencio mientras paseas. Y aún así, te encuentras a tiro de piedra de una ciudad repleta de edificios altos cercanos y tráfico, que incluso te transportaría a Nueva York. Sin duda, fueron estos choques constantes los que hacen que me enamorase de esta ciudad.
Y hablando de grandes ciudades, salimos de Palacio para adentrarnos en la Tokyo Central Station. Menuuuuda ciudad que tienen montada bajo las vías de trenes. Necesitas, una vez más, orientarte a la perfección para moverte a través de los túneles de la estación porque no es nada sencillo. Nos costó bastante entender cómo te ponen los planos para situarte ya que te los mueven según hacia donde estés mirando. Es decir, no te ponen el plano siempre igual, con el norte hacia arriba de la imagen, sino que dependiendo de hacia donde mires, te giran el mapa. A nosotros nos resultó una locura hasta que le encontramos la lógica. Y más difícil aún, cuando estás bajo tierra y no tienes puntos reconocibles visuales para orientarte.
Después de andar desorientados un buen rato, encontramos nuestro objetivo: la calle del ramen. Dentro de ese laberinto que finalmente me acabó por gustar, dedican una calle solo para locales de restauración: la Tokyo Ramen Street.
Es muy fácil elegir dónde comer porque en la puerta te ponen sus platos ficticios de plástico para que sepas lo que puedes comer en sus restaurantes. Así que decidimos entrar en un bar repleto que anunciaban Gyozas o empanadillas rellenas. Riiiiquíisimas!
Además de eso, pedimos carne y unas cervezas Saporo (2959 Yenes). Otro detalle curioso (más) es que en algunos restaurantes te dan una ficha para que cuando termines de comer, se la entregues al señor que te cobra junto a la puerta.
No me pude resistir tampoco a comprar unos kitkat de fresa (1032Y, nada baratos) para llevar en el bolso mientras nos recorríamos la ciudad. Y una última parada antes de salir de la estación: Tenía que comprar algo de Totoro, así que me traje conmigo un peluche de Gatoautobús por 1405Y. Por supuesto, también tienen una calle dedicada solo a tiendas de personajes tan conocidos como Shin-chan, Hello Kitty o Miffy. Se llama la Tokyo Character Street.
Al salir a la superficie, fuimos paseando hasta el Tokyo International Forum. Son edificios de impresionante arquitectura moderna que te absorben y te hacen pequeña. Por suerte, tienes a pie de calle detalles como Food Trucks donde ver transcurrir el día a día de los business men de Japón.
Casi sin querer, llegamos a los laterales de las vías de tren, que han aprovechado para hacer más barecitos pequeños donde comer. Una pena que hubiésemos comido ya porque olía super rico. Esta zona se la conoce como Yurakucho.
A escasos 10 minutos de allí, llegamos al barrio de Ginza (echa un ojo a nuestro resumen de lo que llevábamos recorrido aquí).
Ginza es una especie de milla de oro de las compras más Chic no apta para bolsillos de mochileros, jaja! Aún así, entramos en una conocida tienda de zapatos en la que estuve trabajando hace años en España y nos sorprendieron increíblemente. Los dos somos usuarios de esa marca y de hecho, los llevábamos puestos. Al entrar, se fijaron en nuestro calzado y al saludarnos, nos lo señalaron dándonos las gracias por ser clientes de la marca. Son alucinantes o no???
Continuaba nuestra ruta a pie hacia la lonja de pescado Tsukiji. Nos encontramos uno de los teatros más importantes de Kabuki en Tokio: El Teatro Kabukiza de Ginza. El kabuki es un tipo de teatro que se realiza con máscaras y con espectaculares maquillajes. Al hacer zapping en la tele, puedes encontrarte algún canal con obras de teatro Kabuki, que reconocerás al instante por sus gestos exagerados y la entonanción de voz que usan al contar su historia. Por supuesto, no entendíamos nada pero era curioso de ver.
Hicimos una parada previa en un Family Market (una de las cadenas más conocidas de supermercados) para comprar una botella de agua por 134 Yenes. Y justo enfrente del mercado, otra parada más a por unos helados de Té verde y Tiramisú (una estafa, por cierto. 500Y cada uno). Era la primera vez que veíamos helados de este sabor así que no pudimos resistirnos, pero ya os adelanto que os los encontraréis a lo largo de todo el viaje así que no piquéis.
Por si no estuviésemos llenos de probar comida por todas partes, al llegar al mercado, encontramos un pequeño local con una indicación de recomendación en Trypadvisor: se llamaba Sushizanmai. Nos asomamos y era el típico bar japonés con cinta transportadora donde los cocineros trabajaban en el centro para que vieses cómo preparan el pescado. No pudimos resistirnos. El salmón nos estaba llamando desde fuera. Allí no es tan común como aquí encontrar sushi de atún, así que con nuestras dotes básicas de japones (chuleta en mano con vocabulario, jaja), les preguntamos y nos hicieron para nosotros unos cortes del mejor tataki que hayamos probado. Si no era atún, se le parecía bastante. Y lo mejor de este lugar, su precio. Comimos dos platitos solo pero nos costó 544 Yenes. Como para haber venido con hambre y arrasar, jajaja!
También nos pareció curioso que tenían a tu disposición un grifo de agua caliente y un tarrito con te en polvo por si quieres hacerte tu té verde. Sin duda, fue todo una experiencia (te la cuento aquí en video).
Al salir de la lonja, fuimos caminando hasta los jardines Hama Rikyu. La entrada eran 300Y por persona y merecen bien la pena después de pasear todo el día. Creo recordar que fue uno de los jardines que más me gustaron de Tokio.
Se trata de otra gran extensión de zona verde que te va llevando a través de unos caminos por antiguas edificaciones de casas de té, estanques y puentecitos. Los jardines están perfectamente cuidados, por lo que no es extraño encontrarte a los trabajadores quitando a mano las malas hierbas del parque. Con toda la tranquilidad que aquí se respira, se hace increíble pensar que estás en la ciudad más poblada del mundo.
Si tienes tiempo para pasear, relájate entre miradores (pasea con nosotros por los jardines viendo este video), caminos de tierra e incluso refugios antiquísimos para cazadores de patos. Como lo oyes. Antiguamente, el parque tenía entre sus atracciones, la caza de aves. La familia Tokugawa, los señores de la época Edo que hablábamos antes, se dedicaban a venir a descansar a este enorme parque. Y de paso, a llevarse de vuelta algún manjar para desplumar.
Nuestro encuentro con la fauna de Japón empezó a hacerse latente en este parque. Recuerdo que empezamos a ver unas arañas del tamaño de Londres. Al principio nos sorprendieron bastante pero al final de nuestro viaje, ya eran parte del decorado. A la vuelta, no pudimos hacer otra cosa que buscar información de por qué hay tantas arañas en Japón y tan grandes. Uno de los deportes de este país consiste en capturar arañas y entrenarlas para que combatan con arañas silvestres. Así que, no te asustes porque allá donde mires, tendrás una amiga mirándote, jajaja!
Al salir del parque, estuvimos paseando por los barrios contiguos de Shiodome y Shinbashi, pero no nos sorprendieron demasiado. Empezamos a caminar y nos olvidamos de buscar el reloj de Miyazaki (lo tuvimos justo al lado). Estábamos más pendientes de encontrar una boca de metro que nos llevase a uno de los puntos más chulos de Tokio (metro a Shibuya 170Y por persona). Le pedimos indicaciones a un trabajador recién salido de su oficina y gustosamente nos acompañó hasta allí. Él iba también hacia el metro, así que aprovechó a practicar ingles con nosotros y de paso nos estuvo preguntando cosas de nuestro país. Fue super agradable, contándonos cosas que no debíamos perdernos en Japón. Lo cierto es que a cualquier persona que le preguntases algo, iba a intentar ayudarte de la manera más cordial posible. Es un gustazo viajar a ciudades con esta educación y modales.
¿Qué punto entrañable de Tokio queríamos visitar antes de terminar el día? No nos podía faltar ver a Hachiko: El perrito más conocido de la televisión. Parece que transmite una vibración especial. Tanto es así que, a pesar del bullicio de gente esperando a fotografiarse con él, los gatos callejeros aprovechan para descansar junto a su estatua.
De aquí a otro punto super reconocible de Tokio, nos llevaba un paso. Fuimos a cruzar por la famosa Shibuya intersection o Scramble Kousaten. Este espectacular paso de peatones te obliga a cruzarlo varias veces. No puedes resistirte a hacerlo solo una vez. Te encuentras inmerso entre la gente grabándose con el móvil para no olvidar ese momento. Igual que nosotros, claro. Era un poco la sensación de estar en Picadilly Circus, entre tantos carteles luminosos. Pero luego pasaban desapercibidos por la marea humana cruzando por sus pasos de peatones, una y otra vez.
Me encantaría preguntarle a Starbucks cuánto factura su cafetería de la esquina. Es impresionante la cola que tenía cada vez que íbamos por la zona. Y sobre todo, porque en la primera planta tienen una cristalera que te permite tomarte un café mientras ves cruzar a toda esa gente. ¡Eso si tienes suerte de encontrar un hueco! Doy fe que no es nada sencillo.
Un detalle especialmente interesante para este paseo: Los semáforos tienen unas rayitas horizontales junto a los muñequitos verdes y rojos. Indican el tiempo que te queda para cruzar, o para que se ponga en verde. Así, sabes si te da tiempo a cruzarlo entero o es mejor esperar a que se vuelva a cambiar de color. Es que son tannn listos…!!! Me encanta todo!
Si continuamos paseando, podemos ver que se anuncian un montón de Love Hotels, donde se dice que mueve tanto o más dinero que en la industria del anime. No es difícil ver precios de habitaciones temáticas para “disfrutar” de ese lado oscuro de Tokio. Esta zona se le conoce como Dogenzaka.
Una de las calles principales del barrio de Shibuya que no debes perderte, no tiene nombre en google maps, jajaja! De ahí, la tremenda importancia de llevarte impresos planos con bastante zoom para evitar perderte. Para que te ubiques, es una calle llena de pequeños bares y tiendas de ropa que se encuentra junto a un Bershka. En esa calle también encontrarás un pequeño Mc Donalds, por si te sirve como punto de referencia. Esta calle está repleta de gente al caer la noche y es preciosa por la de letreros luminosos que te abarrotan la mente. Es especialmente bulliciosa porque por aquí pasea mucha gente joven y turistas. Mira aquí qué te parece.
Aprovechamos la ocasión para cenar aquí y así de paso probar cómo nos desenvolvíamos con las maquinitas expendedoras de tickets de restaurantes. Sí, son un clásico que tienes que probar. Es como comprar tu comida en una máquina de tabaco. Todas las teclas vienen con la foto del plato así que seleccionas lo que quieres pedir y luego metes las monedas. La máquina va a sacarte unos tickets que tienes que entregar dentro del restaurante y esperas a que te lo sirvan. Curioso, verdad? Nosotros comimos por algo menos de 1.000Y unas gyozas también espectaculares y carne de cerdo en lonchas parecida a los chicharrones gaditanos. Creo recordar que también pedimos cocacola.
La vuelta en metro hasta el hotel también fueron 170Y por persona. Antes de descansar, hicimos una paradita en un ultramarino local para hacer acopio de cosas como pringles de sabores raros o patatas fritas extrañas, jajaja! Por cierto, volvimos a cruzar por el paso de peatones. Es una droga!
Mañana nos quedaba un día largo por delante así que tocaba descansar!