Nuestro penúltimo día en Tokio lo destinamos a pasear por la zona Oeste de la ciudad. Decidimos no madrugar demasiado como los días anteriores, pero lo suficiente como para estar en la calle a las 9. Mientras desayunamos en la cafetería anexa al hotel (1000Y), decidimos que vamos a comprar un pase de 24 horas para el metro. Es muy probable que hagamos bastantes trayectos así que nos sale más a cuenta que comprarlos sueltos. El pase de metro para los dos sale 600Y.
Así pues, nuestro día comienza llegando al metro Meiji-Jimgumae. Desde la parada hasta el parque calculamos unos 6 minutos caminando. Una vez aquí, habremos llegado al santuario más importante de Tokio: El santuario sintoísta de Meiji. Es uno de los más populares de todo Japón, dedicado al primer emperador del Japón moderno, el emperador Meiji y su esposa, la emperatriz Shoken.
Al llegar, te da la bienvenida un enoooorme torii de madera. El paseo hasta el siguiente torii es muy solemne: A esas horas tempranas, aun hay sombra durante el recorrido sencillo de gravilla. Optamos por ir por la ladera, ya que dicen que es una forma de respetar a los Dioses, que van por el camino central.
Uno de los primeros puntos de interés es el enorme mural con barriles de saque. Se trata de una ofrenda que realizan anualmente una asociación de aficionados al saque para augurar buena cosecha. Justo enfrente también vemos unas barricas de vino francés, también en donación por los representantes del vino de Borgoña. Parece ser que al emperador le gustaba mucho este tipo de caldo. Es un gesto de las buenas relaciones del país nipón con los franceses.
Siguiendo nuestra visita, trás pasar por la caseta de abluciones, llegaremos al santuario Meiji. Para nuestra sorpresa, nos encontramos en mitad de celebración de una boda japonesa. Aunque en esa ocasión no vimos la ceremonia, fue muy interesante ser partícipes del paseo nupcial
Nos resultó especialmente interesante el vestuario tradicional de la novia, en el centro de la foto. Tenían todo un séquito de maquilladores y organizadores que iban guiando, tanto a los novios como a los familiares. Era todo un espectáculo.
Una de las cosas que nos llamó la atención del templo fue uno de los árboles que se encontraba dentro del recinto. Tenía una cuerda gruesa de la que colgaban unos papeles blancos en forma de rayo. Ya los habíamos visto en Nikko. Este símbolo indica que el árbol tiene más de 100 años de antiguedad, por lo que es sagrado y protege al santuario. A lo largo de nuestras visitas, será muy común encontrarlos.
El complejo del templo es bastante extenso. Tiene incluso campos de beisbol, recintos deportivos… Nosotros decidimos pasar a nuestro siguiente punto de interes: El parque Yoyogui.
Es una extensión arbolada junto al templo Meiji. Es una especie de parque del Retiro, es decir: es uno de los pulmones verdes de la ciudad, donde los ciudadanos pasean, hacen deporte y disfrutan de la tranquilidad. A nosotros nos sorprendió mucho la cantidad de cuervos negros tan bien nutridos que tiene este parque en especial.
Es un excelente punto para descansar, tomar algo de media mañana y zambullirte en un pequeño paseo, antes de volver al caos de los grandes edificios y avenidas.
Al salir del parque, decidimos visitar una de las calles comerciales que tanto me chiflan de Japón. En este caso le toca el turno a la Takeshita Dori.
Se encuentra en el barrio de Harajuku. Es conocida por albergar multitud de tiendas de accesorios y ropa de cultura idol y lolita. Se hace muy curioso ver a las japonesas con esos trajes tan elaborados, paseando mientras disfrutan de un cono-gofre. Nosotros no pudimos ser menos. Los dos crepes nos costaron 1000Y. Estaban riquiiiisimos! Para ayudarte a elegir, en los kioskos principales, tienen las réplicas en plástico de los sabores que tienen en una vitrina.
Esta calle bien merece pararse en cada local. Tienes desde tiendas repletas de merchandising oficial de grupos idol japoneses, como tiendas de patatas fritas con toppings extraños (calbee, la que sale en la foto de abajo). Vas a estar tratando de no entrar en cada rincón que te llame por el olor a comida rica que sale de cada esquina.
Tenemos un pequeño problema cuando viajamos y es que nos encanta probar de todo. No solo nos planteamos el viaje como una inmersión cultural sino también gastronómica, jaja! Así que, como se acercaba la hora de la comida, decidimos buscar uno de los bares más famosos de Gyozas de la zona: El Harajuku Gyoza Lou. Puedes elegir entre las tradicionales hervidas o las fritas. Como nos era imposible decidir, pedimos una ración de cada. Eso y unas bebidas nos salieron por 1166Y. Tiradísimo! Y creo que fueron las mejores del viaje, así que están totalmente recomendables!
Teníamos que bajar toda esa cantidad de exquisiteces así que decidimos ponernos en marcha hasta llegar a una zona también muy concurrida como es la calle comercial de Omotesando.
Podría ser otra de las millas de oro de las compras en Tokio. Tiene un montón de tiendas muy chic y te va a sorprender la de cochazos que hay aparcados en segunda fila con el chófer esperando. Nosotros vimos hasta una asistenta enchaquetada cuidando de unos perritos pijísimos, mientras probablemente su dueña estaba gastándose sus fortunas en las carísimas tiendas de la zona. Lo bueno es que también tiene tiendas más asequibles. No somos mucho de comprar ropa en los viajes. Pero a lo que no pudimos resistirnos fue a entrar en una tienda mítica de juguetes para comprar regalitos. A la que entramos se llama Kiddy Land. recuerdo que tenía como 5 plantas temáticas, según los dibujos que buscases. Era impresionante ver tanto merchandising de Snoopy, Totoro, Kitty, Bola de Dragón… Se nos hizo un poco complicado, para nuestra sorpresa, encontrar cosas de Super Mario. Teníamos un encargo especial y no fue tan fácil como esperamos.
Continuamos de visita por la zona, pero esta vez usamos el transporte público para alejarnos un poco más al Oeste. Cogimos la línea F naranja, una parada (desde Meiji-jingumae hasta Shibuya) para hacer trasbordo alli hasta llegar a la estación de Hamamatsucho. La situación de los metros en la zona en la que nos estaríamos moviendo todo el día era un poco limitada. Por otra parte, queríamos visitar un mirador de día y por la noche otro, por lo que modificamos el recorrido de esta manera:
Nos acercamos a una visita rápida al Templo Zojo-ji. Desde esta localización, vemos perfectamente la Torre de Tokio, nuestro siguiente destino.
Desde los tiempos de Edo, muchos creyentes visitan el templo cada año para rezar por su suerte y para protegerse de la mala fortuna. Se consideraba el templo familiar de los Shogunes Tokugawa. Este es uno de los templos que se pudieron reconstruir trás la Segunda Guerra Mundial, cuando la mayor parte de los edificios del área fueron destruidos por los bombardeos. Antiguamente albergaba alrededor de 120 edificios y subtemplos (con unos 3.000 sacerdotes) de los que hoy quedan y se pueden visitar solo un puñado de ellos. Los actuales edificios son reconstrucciones modernas, como por ejemplo, el mausoleo de los Shogunes Tokugawa. Los cuerpos fueron re-enterrados en este lugar tras su reconstrucción.
La campana de la torre del templo, que data de 1673, fue una de las tres más grandes durante el periodo Edo. Pero, lo que sin duda atrae más la atención, es la puerta Sangedatsumon. Pasar a través de ella simboliza la liberación de tres pecados: la insensatez, la avaricia y el odio. Es una pena que a nosotros nos pillase en reformas.
Yo soy más de fijarme en detalles pequeños. Lo que recuerdo con más cariño de este templo fueron las filas de interminables estatuas Jizo que se encontraban en uno de los laterales del recinto. Son figuritas que simbolizan los niños perdidos, fallecidos o no nacidos. Los japoneses acuden a estos templos para vestir con gorritos rojos estas figuras, para pedir por sus almas y/o por un nuevo hijo. Se te sobrecoge el corazón de ver cuántos padres han pasado por esto y aunque no seas creyente, es inevitable pensar en el dolor de las familias.
En la actualidad, el templo continúa siendo un popular centro religioso y lugar de celebración de actividades culturales.
Nos acercamos, ahora sí, a la Torre de Tokio. Pagamos las dos entradas por 1.800Y aunque tienes entradas más caras que te llevan hasta arriba por 2.900Y.
Se accede a través de un hall con locales comerciales en los que puedes hacerte fotos con una Kitty muy japo
No hacía un día especialmente despejado, por lo que decidimos subir únicamente al observatorio principal para echar unas fotitos.
Como tenemos el paseo de 24 horas de metro, decidimos hacer una paradita desde Kamiyacho hasta Roppongi en la línea H Gris de metro.
Una vez allí, nos topamos con una miniciudad futurista repleta de apartamentos, oficinas, un museo, unos cines… Todo ello comprimido en varios rascacielos. Nos dio la bienvenida una araña gigante (como la de Bilbao). Tras dar varios paseos, llegamos a un plató de televisión donde estaban entrevistando a un luchador de boxeo, o eso pensamos al verle sujetando un super cinturón, como el de los ganadores de los combates. Aprovechamos para comer gratis en un food truck del programa que te invitaba a arroz con algo más y alga nori.
Se empezaba a hacer de noche, por lo que decidimos recortar tiempo en metro desde Roppongi hasta Shinjuku-Sanchome. Una vez allí, paseamos por la Golden Gai, pero nos llamó poco la atención. Se trata de unos 6 callejones estrechos y oscuros donde encontramos como unos 200 locales minúsculos donde los japoneses de todas las esferas se reúnen aquí para tomar algo y pasar el rato. Como todo muy auténtico, se supone.
Quizá nosotros llegásemos demasiado pronto. Estaba bastante vacío y en la puerta de los bares colgaban carteles con precios de entrada a los locales para beber. Es como ir a una discoteca en España y pagar entrada. Pues eso pero para tomarte un par de copas en un sitio de 5 metros de largo por 2 de ancho.
Continuamos nuestro paseo por la zona de Kabukicho, cotilleando entre carteles de Love hotels y perdiéndonos entre calles de neones. Además del conocido Robot restaurant (el restaurante temático con espectáculo incluido), encontramos una zona bien repleta de restaurantes especializados en Yakitoris o pinchitos de carne: la Shinjuku Yakitori Yokocho. Terminamos entrando en un sitio lleno de japoneses en mesas estrechísimas, llenas de platos, así que después de estudiar un poco la carta, pedimos varias cosas (entre ellas, brochetas de higado!!!). En España, jamás se me hubiese ocurrido probar aquello, jajaja! Pagamos por 3 platos y dos cervezas 2.600Y.
Después de descansar un rato flipando en el bar por su decoración, disfrutando de ver a los japoneses hablando entre ellos, decidimos poner rumbo a nuestro último destino: El gobierno metropolitano de Tokio.
Por el camino, vas sintiendo un poco de claustrofobia entre tanto rascacielos, pero se te pasa al llegar a la Estatua Love de color rojo chillón, que podemos encontrar en un montón de países.
Estábamos cerca del edificio del gobierno, pero os diré que no nos fue nada fácil llegar hasta la puerta de entrada que nos llevase al mirador. Llegamos a la puerta principal y se encontraba todo oscuro y cerrado con varios carteles en japonés e inglés. Básicamente decía que el edificio se encontraba cerrado. No indicaba en ningún lugar que pudiese existir otra puerta por donde acceder al mirador. Una vez allí, tratando de buscar más información en nuestra guía de viaje, vino una pareja japonesa y se quedó con la misma cara que nosotros. Les preguntamos en inglés si sabían si había otra forma de acceder y me estuvo traduciendo los carteles del japones al inglés pero aún así, el chico no le encontraba sentido a por qué no se indicaba nada del mirador. Los cuatro nos quedamos bastante tristes pensando que por algún motivo, se habrían cancelado las visitas nocturnas sin previo aviso. Mientras nos alejábamos del edificio, vimos a la chica llorando así que, en mi faceta de cabezona, decidí buscar otra entrada lateral aunque fuese más alejada. HASTA QUE LA ENCONTRÉ! Lo primero que se me ocurrió fue ir corriendo a buscar a la pareja, que por suerte aún seguía en las escaleras principales del edificio. Así que allí fuimos los cuatro al observatorio. Final feliz para un día muuuy largo
La visita del mirador es gratuita, por lo que nos encontramos a bastante gente esperando una vez dentro. La zona en sí, es bastante pequeña y disponen de pocos ascensores para llegar hasta allí, por lo que se forman colas para subir y bajar. Armaros de paciencia. De todas formas, yo disfruté bastante de las vistas. Supongo que la guardo con especial cariño por lo que nos costó llegar hasta el sitio correcto y por la cara de ilusión que puso la chica al ver que había otra entrada al edificio para subir, jaja!
Ya solo nos quedaba volver al hotel en metro desde Nishi-shinjuku y así descansar de este día tan largo. Hicimos parada en un 7 eleven para coger provisiones ya que nuestro próximo día iba a ser de visita por Kamakura. Debí encargarme de coger millones de bollitos y patatillas fritas porque nos gastamos unos 800Y. Ir a un país tan lejano y no probar sus cosas es un crimen, verdad??
Pues eso, nos vemos en el siguiente día.