Jueves 12 de abril de 2018: Keukenhof + Begijnhof + Mercado de las Flores + Mercado de Waterlooplein + the Waag + Tour Sandemans Barrio Rojo
Nos levantamos y bajamos a desayunar. Lo que nos llamó la atención del hotel fue que no tenían un salón apartado que funcionara como comedor, sino que el comedor estaba en el hall de entrada, pasando la recepción, donde también había un bar. El desayuno buffet era variado (café, yogur, jugo, cereales, panes, fiambres, quesos, frutas) y muy rico, y era preferible ir lo más temprano posible para evitar que se llenara de gente.
Cuando salimos, el día estaba nublado, frío, y húmedo porque había llovido. De todos modos, teníamos pensado dedicar la mañana a visitar el parque Keukenhof, que este año estaba abierto desde el 22 de marzo hasta el 13 de mayo. Estaba ubicado en la localidad holandesa de Lisse, entre Ámsterdam y la Haya, así que a partir de hoy empezaríamos a usar el Amsterdam & Region Travel Ticket de 3 días que habíamos comprado el día anterior. Para llegar a Keukenhof desde nuestro hotel, primero fuimos hasta la estación RAI, donde tomamos el tren Sprinter, que en 10 minutos nos dejó en el Aeropuerto Schiphol. Una vez llegamos al aeropuerto, buscamos la parada del bus “Keukenhof Express” 858. Habíamos leído que estaba cerca del Starbucks, pero no sabíamos que había dos locales en el aeropuerto… En concreto, lo más fácil para encontrar la parada era salir por la puerta de la terminal de llegadas 4 (Arrivals Hall 4), cerca del Starbucks grande.
El bus salió a las 8:29 am, tal como figuraba en el cronograma de horarios que habíamos visto en Internet. Después de 20 minutos de viaje, se detuvo a metros de la entrada al parque, donde había baños gratuitos y un guardarropas. Llevamos impresa la entrada (18 EUR) que habíamos comprado en el sitio web del parque con algunas semanas de anticipación y no fue necesario hacer colas; se la mostramos a un empleado del lugar, quien nos escaneó el código de barras, y pasamos directamente. Vale aclarar que las entradas se adquieren por toda la temporada y no para un día específico.
Cerca de las taquillas había mapas; agarramos uno y empezamos a recorrer el enorme recinto. Lamentablemente no todo el parque estaba florecido para esa época, pero igualmente el paisaje era imperdible. Cada rincón era digno de una foto.
Entramos a un pabellón lleno de tulipanes y flores, muy colorido.
La temática de este año era el romanticismo, así que otro de los pabellones contenía una exposición de rosas de todo tipo, una más linda que la otra.
Hicimos una pausa para tomar dos chocolates calientes (5,20 EUR), que acompañamos con los dulces que habíamos comprado en el supermercado.
Pasamos por un jardín muy pintoresco, inspirado en la porcelana de Delft, donde no faltó la famosa pareja holandesa.
Subimos a un molino para contemplar las vistas del parque desde lo alto. Al lado del molino había una taquilla donde ofrecían un paseo en bote; hacía tanto frío que entre el clima y la escasez de flores que se veían en el recorrido decidimos no aventurarnos.
Nos fuimos pasadas las 12:00 del mediodía, no sin antes comprar un tulipán de madera en una tienda que estaba cerca de la entrada, donde había macetas gigantes con algunos productos exhibidos en forma original. Por tratarse de un sitio turístico, los precios de los souvenirs que vimos no eran tan descabellados.
Si deciden visitar el parque, es preferible que lo hagan temprano a la mañana para estar más tranquilos, porque cerca del mediodía se llena de gente. Y ni hablar los fines de semana, seguramente habrá una multitud.
El bus 858 salió 12:15 pm hacia el Aeropuerto, y desde allí tomamos un tren Intercity hasta la Estación Central. Todo este traslado nos llevó casi una hora.
Fuimos a almorzar a Jacketz, un local ubicado cerca de la Estación cuya especialidad eran las papas/patatas. Se elegía el tamaño (pequeña, de 230 gr, o grande, de 460 gr), el relleno (ensalada, chilli con carne, cerdo, etc.) y los toppings o salsas (queso, bacon, hummus, mostaza y miel, entre otros). También había opciones ya armadas. La atención fue buena pero algo lenta porque había pocos empleados, la comida era rica, las porciones eran abundantes y los baños estaban limpios. Almorzamos una papa grande y una pequeña (con sus rellenos y toppings) con dos bebidas y pagamos 33 EUR (con propina incluida). Nos pareció una alternativa recomendable para comer algo distinto.
A las 14:30 pm fuimos al Begijnhof (el beaterio), un conjunto de casas fundadas para albergar a una hermandad de mujeres católicas laicas, las beguinas. El lugar trasmitía mucha paz y tranquilidad.
Entramos a la Engelse Kerk (Iglesia Inglesa), y visitamos una capilla clandestina construida detrás de la fachada de otras casas.
Engelse Kerk
Interior de la Engelse Kerk
Capilla clandestina
La lluvia empezó a tomar cada vez más protagonismo, así que salimos y nos refugiamos en un H&M cercano. Deambulamos por el local, pero no compramos nada.
Caminamos hasta el Bloemenmarkt, el mercado flotante de las flores. Había infinidad de bulbos y semillas e incluso souvenirs; si bien habíamos leído que era un buen lugar para hacer compras, no encontramos nada que nos llamara la atención, así que nos limitamos a mirar.
Seguimos hasta el Mercado de Waterlooplein, en el que había varios puestos de artesanías, ropa y objetos antiguos. De pasada vimos la Iglesia de Moisés y Aarón.
Podríamos haber continuado a pie, pero decidimos tomar el metro hasta Nieuwmarkt para ver The Waag más de cerca.
Eran las 17:00 pm y seguimos nuestro camino en busca de Sweetella, un lugar para merendar que habíamos visto en el sitio de Tripadvisor. Quedaba a 5 minutos a pie de donde estábamos, pero nos costó encontrarlo porque, además de ser pequeño y pasar desapercibido, no se llamaba “Sweetella”, sino “Sweetness”. Como no estábamos acostumbrados al sistema, nos llamó la atención que primero se hiciera el pedido en el mostrador, luego se consumiera y se pagara en el mismo mostrador antes de salir. Los camareros eran muy simpáticos y hasta hacían bromas a los clientes. Aprovechamos a usar los baños, que estaban limpios. Si bien había opciones preestablecidas en el menú, se podía armar a gusto; para eso se elegía una base (waffle, crepe, churros), a la que se le agregaban distintos ingredientes (Nutella, chocolate, miel, galletitas, nueces, frutas, etc.), cada uno con sus precios. Pedimos un Royal Crepe (para compartir) y dos capuccinos por 25 EUR. No fue de lo más económico, pero valió la pena.
Nos metimos en una de las tantas tiendas de souvenirs a comprar un imán y una pegatina para ponerle a nuestra nueva valija, y nos dirigimos a la Plaza Dam, ya que a las 19:30 pm empezaba el Tour del Barrio Rojo de la empresa Sandemans. El punto de encuentro era frente al Monumento Nacional, así que nos acercamos cuando vimos gente con paraguas rojos, unos quince minutos antes del horario, para apuntarnos al tour. La encargada de repartir los tickets nos miró con mala cara porque no teníamos reserva (lógicamente, vendían el tour por anticipado a los que hacían el Free Tour con ellos) y nos dijo que esperáramos a un lado y que si tenían lugar lo íbamos a poder hacer; de lo contrario, no. Según habíamos leído en el foro, había una normativa del Ayuntamiento que prohibía los tours de más de 20 personas en el centro, de ahí que tuviéramos que esperar a ver si había plazas para hacer el tour con Sandemans. Después de un rato de espera, se formó un último grupo de 12 personas y pudimos hacer el tour, que costaba 16 EUR. El guía, Manuel, era un italiano muy canchero y durante casi dos horas y media nos explicó muchas curiosidades acerca del barrio, la prostitución y las personas que trabajaban allí. Nos advirtió que en el Barrio Rojo estaba prohibido sacar fotos. El tour estuvo bien, pero no lo hubiera hecho; entiendo que es una parte característica de Ámsterdam, pero no le encontré demasiado interés.
Terminado el recorrido, volvimos a cenar a Wok to Walk, esta vez a un local ubicado en la calle Waarmestrat. Por 21 EUR comimos dos woks con ingredientes varios.
Fuimos a la Estación Central y tomamos el Metro M51 para volver al hotel.