Abrimos los ojos en el Rotana Towers y cogimos fuerzas en el buffet. El día iba a ser largo, pero prometía.
En primer lugar, nos íbamos dirigir a Abu Dhabi, ciudad situada a una hora de coche dirección sur. Para ello teníamos un coche reservado vía web (por unos 40 Euros) en una oficina Avis que había al lado de nuestro hotel.
Pusimos en camino nuestro Nissan Sentra por Sheikh Zayed Road, autopista de 7 carriles que cruza bajo los rascacielos toda la ciudad de norte a sur y que continúa hacia Abu Dhabi. Aquí conducir resultaba facilísimo en comparación con la experiencia de Bali. El paisaje se volvió totalmente desértico, ni rastro de campos de arroz por aquí, pero tiempo al tiempo, porque se ve que, gracias a su potencial económico, se empeñan en implantar cosas a cuál más extravagantes...

El termómetro del coche marcaba 50º cuando llegamos a Abu Dhabi, brutal. Nuestra primera parada sería la gran mezquita Sheikh Zayed, construcción impresionante a base de mármoles blancos que en cualquier foto sale de ensueño, así que nos ilusionó bastante.
Accedimos por el parking sur. y ya vimos unas casetas donde separaban hombres de mujeres para cambiarse. Te dejan la ropa adecuada y a la salida te recogen en un artefacto similar a un carrito de golf para llevarte hasta la misma entrada este del templo. No serían más de 200 metros de distancia los que separaban las casetas vestuario de la entrada del templo, pero con ese calor tan tremendo, lo del carrito se agradece.

Nada más entrar (la entrada es totalmente gratuita, por cierto, ya te lo cobran con las cervezas


El lugar es impresionante, totalmente resplandeciente e impecable. Paseamos hasta el extremo oeste donde entramos en la zona oeste, la verdadera entrada al conjunto, espacio super lujoso cubierto por una majestuosa alfombra.
Deshicimos nuestros pasos parándonos aquí y allá, tirando un montón de fotos, para volver a la zona de entrada donde un carrito ya aguardaba para llevarnos sanos y salvos de vuelta al parking.
Nos acercamos al centro de la ciudad para conocerla un poco por alto. Allí no había nadie, parecía un decorado de película. Increíbles avenidas de varios carriles por donde NADIE paseaba y por donde circulaban escasos coches, con un par de carriles hubieran arreglado el tráfico en Abu Dhabi, pero se ve que van sobrados en general.

Pasamos sin bajarnos del coche por la Etihad Towers, el Hotel Emirates Palace y la Avenida Corniche, en cuya playa, adivinad, no había nadie. Supongo que hasta que el calor no afloje, allí no hay quién asome el hocico. Visto lo visto, fuimos directos a nuestro siguiente destino, el Louvre de Abu Dhabi, sí, se han cascado su propio Louvre.
El edificio es de reciente construcción, diseñado por el famoso arquitecto francés Jean Nouvel, llamó mi atención desde la época de sus obras. Se ubica en una zona portuaria a las afueras de la ciudad y llama la atención desde lejos por su moderna cúpula metálica.
Una vez en el parking, un carrito pasó a recogernos por la mismísima plaza donde dejamos el Nissan y nos llevó directos al museo. La colección no era lo que más nos atraía de esta parada, pero nos sorprendió muy gratamente, no sabíamos qué albergaba exactamente, pero tienen en su posesión piezas increíbles, desde piezas arqueológicas hasta cuadros contemporáneos, con gran variedad de estilo y de épocas. ¡Qué maravilla ese hombre de Giacometti!

Al final de la exposición, los pasillos llevan a la zona exterior, coronada con la cúpula de metal, donde nos quedamos flipados ):;. El tejido entrelazado de la cubierta filtra la luz de forma maestra, crea una plaza que muere en el mar y envuelve a los visitantes. Es un sitio recomendado no, lo siguiente. Este edificio y la anterior mezquita justificaron la visita a Abu Dhabi por sí solos.

A la salida nos acercamos a la zona de Yas Island donde pudimos admirar el edificio principal del parque de atracciones Ferrari World, El Hotel Yas Viceroy (muy bonito), y parte del circuito de F1 de Yas Marina. Allí en un pequeño centro comercial al lado del puerto deportivo comimos un par de hamburguesas en un restaurante llamada Stars n Bars, con más camareros que clientes...
A eso de las 15:30 pusimos rumbo de vuelta hacia Dubái. Abu Dhabi resultó ser una ciudad super extraña, con unas construcciones muy atrayentes, pero sin vida. En eso Dubái nos pareció que funcionaba mucho mejor.
Al llegar a la ciudad, fuimos realizando diversas paradas en iconos turísticos. Ojo, es una ciudad muuy alargada, recorrerla de una esquina a la otra tardas mucho tiempo, y eso que por infraestructuras no es.
Cruzamos la palmera de Jumeirah, terreno ganado al mar con forma de palmera donde aparcamos para admirar el famoso Hotel Atlantis. Continuamos hasta la playa de Jumeirah donde sí que había cierto ambientillo y donde se tienen unas grandes vistas del Hotel Burj Al Arab (*existe la opción de subir a tomar el té por unos 150 Euros, pero no nos gusta tanto el té

El resto de la tarde la reservamos para acercarnos a Deira, distrito del norte y centro histórico de Dubai. Allí vislumbramos el cierto caos (no del todo, al final esto es Dubái) característico de las antiguas ciudades árabes. Aparcamos y nos metimos por las calles del zoco de las especias y el zoco del oro (aunque luego encuentras de todo en sus tiendas). Nunca habíamos estado en un zoco tradicional y para abrir boca no estuvo nada mal, muy divertido. Los comerciantes te abordan para venderte de todo, pero sin excederse nunca y siempre con educación. Allí nos compramos algo de especias, algún souvenir y un montón de oro (es coña


Anochecía de vuelta al hotel. Nos dimos una revitalizante ducha y salimos a cenar. Habíamos reservado en Nusr-Et Dubai, cadena de restaurantes muy de moda que presume de tener la mejor carne del mundo. Su chef, el friki Salt Bae, y ese restaurante en concreto, pegan bastante con la ciudad por su extravagancia y sus pretensiones, pero nos pareció de coña, carísimo y gastronómicamente muy justito, con una carne buena, sí, pero tampoco para tanto, ni siquiera me pareció bien tratada (cocinándola sólo con soplete, encharcándola en aceite...

Nos fuimos a descansar al hotel. Tan sólo nos quedaba un día para volver a casa, oooh. Ya nos habíamos casi acostumbrado a ese ritmo de levantarse para ir de un lado para otro todo el día conociendo sitios nuevos, es algo que engancha, sin duda.
La última mañana la habíamos reservado para subir al Burj Khalifa y conocer el Dubai Mall, el edificio más alto del mundo, el mayor centro comercial del mundo, con el mayor acuario del mundo...y todo así... :roll:. Antes de dirigirnos allí bajamos hasta Dubai Marina, pequeño puerto rodeado de rascacielos que destaca por su ambiente de ocio nocturno. A esas horas estaba muy parado, pero sí parecía una zona chula.
Para el Burj Khalifa hay dos tipos de entrada. Una para subir a las plantas 124 y 125 y otra para la planta 148, esta segunda, claro está, bastante más cara. Creo que con la primera es suficiente para disfrutar de las vistas. Es impresionante sin dudas, y es un imprescindible del país, pero no sé si por la ciudad que lo rodea o por estar demasiado alto creo que nos quedamos con las vistas desde el Marina Bay Sands.

Al bajar caminamos un rato por el Dubai Mall, aparte de tiendas top más para admirar que para comprar, no encantó el espacio del acuario y la tienda de golosinas Candilicious que está frente a su entrada.
Volvimos al hotel a por nuestras pertenencias y dejamos Dubái atrás para retornar a nuestras realidades. Unas ciudades, estas dos, muy peculiares y dignas de ser admiradas. Fue todo un acierto aprovechar nuestra escala para conocerlas y visitar sus iconos más turísticos, pero no me pareció un lugar al que merezca dedicar unas vacaciones de más tiempo en exclusiva. Sus precios y su vida (la de Dubái, la de Abu Dhabi desconocemos su existencia), salvo que estés muy metido en ese mundillo de glamur y opulencia, no son llamativos para gente como nosotros.

Retornamos a Europa de nuevo, pero ahí queda nuestra primera incursión por Asia, un mundo aparte que nos enamoró en muchos aspectos. Su cultura, su naturaleza, su gastronomía y esa gente, ¡que gente carajo! en todo ese tiempo no vimos a nadie malhumorado o, al menos, no transmitiendo su mal humor a dos turistas que pasaban por allí, todo sonrisas y amabilidad, ¡así da gusto!
Con esto termino este mi primer diario de viaje. No sé si a alguien le servirá, pero después de tantos años utilizando este foro para preparar mis viajes, me sentía un tanto en deuda. Estaría encantado de resolver cualquier duda y por supuesto admito cualquier consejo que ayude a mejorar mis diarios, tanto para este viaje como para los que vengan
