Hacía tiempo que queríamos conocer Candelario, ya que nos habían comentado que es un pueblo muy bonito. Así que aprovechamos una escapada que hicimos el otoño pasado a Extremadura para visitarlo y, de paso, fuimos también a Béjar, donde nos alojamos.
Situación de Candelario en el mapa peninsular. Béjar está a 5 kilómetros.
Aunque en esta ocasión no íbamos desde Madrid, pongo la ruta según GoogleMaps por si sirve de referencia. Hasta Candelario hay unos 223 kilómetros, que se tardan en hacer unas dos horas y tres cuartos por la ruta más corta que señala el navegador (AP-6 y N-110), aunque no siempre es la más recomendable pues tiene varios peajes y nosotros los evitamos cuando hay alternativas siempre que no vayamos de paso en una ruta muy larga y no afecte a la seguridad.
CANDELARIO.
Habíamos pernoctado la noche anterior en Hervás, con lo cual el recorrido que tuvimos que hacer hasta Candelario fue solamente de unos treinta kilómetros, que cubrimos en poco más de media hora. Circulamos por las carreteras CC-162 y CC-163 y nos detuvimos en un mirador sobre el pueblo de La Garganta, donde había unos paneles informativos sobre el lobo y su difícil relación con el hombre. En el lugar se podía ver también el llamado “corral de los lobos de La Garganta”, una curiosa construcción circular cerrada, que suponía una trampa puesta por los campesinos para atrapar a los lobos en su interior, poniendo carne en como cebo para animarlos a entrar.
Corral de lobos.
Vista del pueblo de La Garganta desde el mirador.
Vista del pueblo de La Garganta desde el mirador.
Ya en noviembre, el otoño se hacía de rogar.
Una vez en Candelario, lo mejor es dirigirse a la Plaza del Humilladero, ya que suele haber sitio para aparcar, al menos lo había cuando fuimos. Además, desde esa zona se puede visitar todo el pueblo caminando sin más inconvenientes que las inevitables cuestas .
Candelario cuenta actualmente con poco más de mil habitantes y se encuentra situada a 1.136 metros de altitud sobre el nivel del mar y está a 5 kilómetros de Béjar y a 74 de Salamanca, muy cerca de los límites con las provincias de Cáceres y Ávila.
La villa se encuentra escalonada en las laderas de la sierra, por lo cual sus casas han tenido que acomodarse al terreno, de modo que las calles principales van en el sentido de la pendiente y las secundarias transversales a las anteriores. Todo ello explica los desniveles que hay que salvar para recorrer el pueblo, lo cual, sin embargo, merece bastante la pena puesto que presenta una de las arquitecturas serranas mejor conservadas de toda la provincia Salmantina. Candelario fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1975 y forma parte del catálogo de la Asociación de “los pueblos más bonitos de España”.
Poco se sabe acerca de sus orígenes, si bien hay quien refiere como su más probable antecedente un asentamiento de pastores asturianos. También se dice que por aquí anduvo Viriato, si bien la primera evidencia histórica de esta población fue su toma de partido en la batalla de las Navas de Tolosa, lo que le valió la concesión de privilegios por parte del rey castellano. Alfonso XI volvió a otorgarle favores con motivo de su apoyo en la batalla del Salado y también participaron sus vecinos en la Guerra de la Independencia contra los franceses. En el siglo XIX se produjo un gran desarrollo de su industria chacinera, que todavía hoy, aunque en menor medida, constituye la base económica de muchos de sus habitantes, junto con la agricultura, las huertas y, cada vez más, el turismo.
Sin duda, aparte del encanto de las empinadas callejuelas y de sus casas con grandes balconadas de madera y saledizos aleros muy inclinados, lo que enseguida atrae la atención son dos detalles, explicados muy bien por paneles informativos municipales, de los que he extraído los datos que pongo a continuación.
Pueblo bonito, casas bonitas.
Por un lado, la existencia de unas puertas bajas por delante de las puertas principales de las casas, llamadas batipuertas. Este tipo de puerta se sitúa en la parte exterior del dintel de la puerta de entrada, con lo cual la puerta principal podía estar abierta, dejando entrar la claridad del exterior mientras se hacían las tareas cotidianas; además, en época de matanza, el matarife se protegía detrás de esta puerta mientras daba la puntilla al animal sacrificado, que permanecía en el exterior.
El segundo detalle distintivo, que podemos ver por todo el pueblo, son las llamadas “regaderas”, que son canales de agua procedentes de los neveros de la sierra, que discurren por las calles, partiendo de una regadera principal (regadera del pueblo). Su finalidad era mantener limpias las calles del socarrado o quema de la piel (para quitarles los pelos) y de la sangre de los cerdos sacrificados durante la matanza (desde el 1 de noviembre hasta el 2 de febrero, fiesta de la Candelaria). El agua se distribuye mediante compuertas instaladas en los llamados “quebraderos” o lugares donde cada regadera se divide en otra rama secundaria. Las regaderas están por todo el casco viejo del pueblo y el ruido que hace el agua al correr es bastante considerable dado el desnivel existente, con lo que se tiene la impresión de que hay decenas de cascadas surcando las calles.
Otra curiosidad de la que nos enteramos durante nuestra visita, fue de la procedencia del famoso dicho “atar los perros con longanizas” y que procede de Candelario. Al parecer, una trabajadora de la fábrica de chorizos de Constantino Rico se cansó de que un perrito la molestara mientras estaba haciendo su tarea, así que decidió atarle una pata a un palo y no encontró nada mejor que una ristra de longanizas. Un niño lo vio y se apresuró a decir por todo el pueblo que en casa del tío Rico ataban los perros con longanizas, lo cual era un signo inequívoco de riqueza.
La casa típica de Candelario consta de una planta baja destinada a la labor chacinera, la planta primera es la residencia del propietario, con la cocina y los dormitorios, y en la planta segunda se sitúan los secaderos para embutidos y jamones.
Quizás la mejor ruta para ver el pueblo sea empezar en la Plaza del Humilladero, en la parte baja, donde hay una pequeña ermita (la del Cristo del Refugio) con una cruz y que constituye una de las más conocidas imágenes del pueblo. Vamos, el mejor lugar para hacerse la consabida foto de recuerdo.
Claro que antes de comenzar nuestra visita reservamos mesa en el restaurante El Ruedo, situado frente a la ermita, ya que el menú degustación que vimos anunciado en la carta nos atrajo sin remedio.Después, subimos por la Calle Mayor, asomándonos a las calles transversales de paso, para no tener que repetir la cuesta dos veces.
El ayuntamiento.
Callejuelas con encanto.
Nos topamos con pintorescos rincones, bonitas fuentes y plazas recoletas con encanto antes de llegar a la Plaza donde se encuentra la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción, que compone una bonita estampa junto a la ristra de escalones del cojo, mientras se aprecia la cuesta de la calle en pendiente que viene desde el Ayuntamiento. Y es que aquí casi todo va muy hacia arriba o muy hacia abajo.
Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción.
Callejeando, salimos a la calle del Chorrillo, ya muy cerca del final del casco urbano, en cuyas inmediaciones existe otro aparcamiento público y donde se inician varias excursiones de senderismo que, lamentablemente, no teníamos tiempo de hacer y que quedaron pendientes para otra ocasión.
La vuelta puede hacerse por una de las calles paralelas a la calle Mayor, por ejemplo la calle de la Regadera Baja, como fue nuestro caso. Insisto en que no hay que dejar de asomarse a las callejuelas trasversales y perpendiculares, porque en cualquier parte puede aparecer una bonita fuente o una casa singular o pintoresca. Y es que esta es la gracia de este pueblo, pasear por sus calles tranquilamente y con paciencia, por el tema de las cuestas.
Las fuentes.
De nuevo en la Plaza del Humilladero, fuimos a comer al restaurante El Ruedo, como ya he mencionado. Fue una auténtica sorpresa porque no esperábamos que nos pusieran un menú tan completo y elaborado, respetando la cocina tradicional. Todo estaba riquísimo. También es restaurante micológico en tiempo de recolección de setas. No recuerdo exactamente lo que nos costó el menú degustación, compuesto por siete u ocho presentaciones, incluyendo dos platos de carne y dos postres (no se trataba de bandejas enteras de comida, por supuesto, no vayamos a equivocarnos), pero no llegó a 40 euros por persona con bebida y café. Un acierto, sobre todo teniendo en cuenta que nosotros preferimos la variedad (con calidad) a una cantidad ingente de comida. Claro que eso va en gustos y también sirven menús tradicionales y abundantes, además tienen menú del día de diario y de fin de semana. Es mejor reservar previamente porque las salas del comedor no son muy grandes y se llenan enseguida como pudimos comprobar.
Cada plato de la foto era por persona.
Sierra de Candelario.
Después de almorzar y dar un último paseo para bajar la comida, ya en el coche, pasamos las piscinas y el camping , y seguimos por una carretera local, que en continuo ascenso nos llevó hasta la primera plataforma, a 1.600 metros de altura, donde hay un amplio aparcamiento (vació entonces) junto a un refugio y un restaurante, que estaban cerrados. Paramos, pero no mereció la pena porque no vimos gran cosa. Supongo que en época de esquí, la cuestión será muy diferente. Seguimos avanzando por la carretera otros tres kilómetros, hasta su final en la llamada “segunda plataforma” o “el Travieso”, a 1.900 metros de altura, y que también cuenta con una zona de aparcamiento. Este lugar sí merece la pena pues se puede contemplar un amplio panorama, incluyendo Béjar al fondo a la derecha y el Embalse de Navamuño a la izquierda. Por aquí pasan también algunas rutas senderistas. Señalar también que la estación de esquí de la Covatilla se encuentra muy cerca pero por otra carretera y no nos aconsejaron ir allí porque no tiene demasiado interés si no se va a esquiar ya que las vistas son peores.
BÉJAR.
A continuación, seguimos hasta Béjar, donde teníamos alojamiento esa noche. Estábamos en noviembre y aunque el día había sido soleado y la temperatura agradable, al oscurecer, ya temprano por el cambio de hora, empezó a levantarse un aire molesto y el frío cada vez se notaba más.
Plaza de España (La Corredera) y Puerta de Ávila.
Aparcamos sin problemas cerca de la calle Colón, donde se encuentra el Hotel Colón Spa, de tres estrellas, sencillo y con mobiliario básico y un poco anticuado, pero la habitación era amplia y cómoda. El personal fue muy amable y está muy bien situado en el centro urbano, lo que permite ir caminando a los lugares de interés. Además, por 50 euros (sólo alojamiento) tampoco se puede exigir demasiados refinamientos. El hotel tiene un spa y tratamientos, que se cobraban aparte, como es lógico. No los utilizamos, así que no puedo opino. Lo que sí que nos gustó fue el bar/cafetería que ofrece una gran variedad de raciones y pinchos, todo muy rico y no era caro.
En la Oficina de Turismo, que se encuentra entrando por la Carretera de Salamanca, a la derecha, muy cerca del Parque Municipal y de la Plaza de España (la Corredera), nos dieron un mapa con un recorrido turístico básico. Dimos una vuelta, en busca también de un lugar donde cenar puesto que ya eran más de las ocho y media. Recorrimos buena parte del centro, pero como no vimos ningún sitio abierto que nos convenciera y hacía ya un frío pelón, decidimos a la cafetería/bar del hotel, que nos había perecido muy prometedora, como al final resultó. Servía todo tipo de raciones y también pinchos y tapas. Lo malo era que estaba a tope, algo nada extraño dada la poca oferta que habíamos visto durante nuestro paseo por el centro de la ciudad.
Resumen de nuestro paseo de tarde/nochen por Béjar.
Al día siguiente, no nos complicamos la vida y fuimos a desayunar a la cafetería del hotel, lo cual fue nuevamente un acierto, con todo tipo de bollos, sándwiches, bocatas y demás. Y el precio, de lo más normal. Luego, fuimos a dar nuestro paseíto turístico, aunque antes de seguir citaré unos datos interesantes sobre su historia, algunos de los cuales leí en el propio mapa que nos facilitó la Oficina de Turismo.
Béjar es el municipio más poblado del sureste salmantino, con más de 13.000 habitantes, y se le considera la capital de la comarca de la Sierra de Béjar. Está situada a 953 metros de altura sobre el nivel del mar. El hallazgo de una estela funeraria romana cerca del casco urbano actual demuestra que ya hubo asentamientos humanos por aquí en aquella época, pero su fundación real no acaeció hasta mediados del siglo XII, con motivo de la repoblación cristiana que siguió a la dominación musulmana, y la primera mención escrita de la localidad data de 1209, siendo rey Alfonso VIII. La ganadería y el viñedo fueron la base de su economía en aquellos primeros tiempos y, después de muchas vicisitudes, la villa se convirtió de territorio de realengo a señorío en 1396, cuando el rey Enrique III de Castilla canjeó la villa de Frías por la de Béjar, que pasó a manos de Diego López de Zúñiga, cuya Casa pasó a ejercer su predominio durante siglos, convirtiéndose en Duques de Béjar a partir de 1485 y cuyos privilegios no cesaron hasta principios del siglo XIX. Desde tiempos tempranos, destacó la artesanía textil, muy mejorada y refinada a finales del siglo XVII con la llegada de maestros flamencos, y se convirtió en una industria básica para la economía de la ciudad (título que recibió de Isabel II en 1850) hasta que empezó su decadencia a partir de 1970 y que culminó a finales del siglo pasado con una crisis profunda que obligó a cerrar casi la totalidad de las fábricas. Actualmente, el comercio y el turismo ocupan a buena parte de sus habitantes.
Su antigua importancia histórica quizás no sea muy conocida a nivel nacional, pero Béjar conserva un interesante patrimonio cultural, del que se puede mencionar:
La calle Mayor constituye el eje central del casco antiguo y une la Plaza de España o Corredera con la Plaza Mayor. Se trata de la zona comercial por excelencia y muestra arquitectura burguesa en sus edificios de los siglos XIX y XX.
A medio camino, girando a la derecha, se llega a la Iglesia de San Juan, que aúna los estilos románico, gótico y renacentista.
De vuelta a la calle Mayor y de paso hacia la Plaza Mayor, nos encontramos con el Teatro Cervantes, un hermoso edificio construido a mediados del siglo XIX, perfectamente restaurado y en funcionamiento desde el año 2001.
Al lado del teatro, se encuentran el conjunto formado por la torre, ábside de San Gil, y el museo Mateo Hernández.
Después de pasar los soportales de la Plaza de la Piedad y caminar calle abajo, nos encontramos con la Plaza Mayor, la más importante de Béjar, en la que se encuentran algunos de sus edificios más destacados, como el Ayuntamiento (renacentista del siglo XVI). En su fachada aparecían los escudos de la villa tallados en granito junto con los ducales, que fueron borrados a principios del siglo XIX tras la desaparición de los señoríos.
Enfrente, se encuentra la Iglesia del Salvador, cuyo estilo refleja la transición entre el románico y el gótico. Lamentablemente, un incendio en 1936 destruyó el retablo mayor y varios enterramientos, con lo cual perdió buena parte de su valor.
Plaza Mayor mirando hacia la Iglesia del Salvador. En la foto de abajo, el interior.
El Palacio Ducal o de los Zúñiga se encuentra en un frente de la plaza, presidiéndola en alto. Tiene su origen en la antigua fortaleza, que se convirtió en residencia ducal a finales del siglo XVI, cuando el edificio fue ampliado y reformado en estilo renacentista, destacando su patio con doble piso porticado y arcos de medio punto sobre columnas con los escudos ducales. Actualmente alberga un instituto. Además, en uno de sus torreones se encuentra una “Cámara Oscura”.
Desde aquí, se puede continuar por la calle 9 de Agosto, desde la que se accede muy fácilmente al Museo Judío, a la Iglesia de Santa María la Mayor (con ábside mudéjar del siglo XII) y, más adelante, a la Iglesia de Santiago y al Museo Sacro.
Sin embargo, quizás conviene bajar por la Travesía del Padre Roca hasta la Plaza de San Antón, buscando la Puerta de San Pedro, abierta en la muralla.
Pero en un una visita turística a Béjar, lo que resulta imprescindible es darse un paseo por el Adarve de la Muralla medieval, que ofrece también bonitas vistas de la sierra (con nieve debe ser una gozada) y la ciudad, aunque los edificios modernos deslucen un tanto el panorama. Hay que tener cuidado porque la zona de acceso está algo escondida tras una puerta que debe abrirse. Dejo una foto. El acceso es gratuito.
Para entrar en el adarve de la muralla hay que abrir esta puerta.
Paseo por el Adarve de la Muralla.
Paseo por el Adarve de la Muralla.
El tramo conservado de las murallas corresponde al trazado medieval más antiguo, está restaurado para que se pueda pasear por él y se tiene acceso a las puertas de San Antón y del Pico. Calculo que este tramo tiene como un kilómetro, quizás algo más.
Otro tramo acondicionado del adarve, se encuentra saliendo a la Ronda de Viriato, frente al Parque de la Antigua, donde se encuentra la figura cubierta de musgo que recuerda la leyenda de los bejaranos que en el siglo XIII se cubrieron de musgo para pasar desapercibidos entre la vegetación cuando se dirigían hacia las murallas. Los musulmanes al ver aparecer de improviso pensaron que eran monstruos verdes y huyeron aunque superaban en número a los cristianos. También, paseando por este pequeño tramo de unos doscientos metros se contemplan las antiguas fábricas textiles, situadas a orillas del río Cuerpo de Hombre y actualmente en desuso y abandonadas. Sin embargo, en uno de esos antiguos edificios se puede visitar el Museo de la Industria Textil, donde se da a conocer la historia de esta actividad y la importancia que tuvo para Béjar y su economía.
Parque de la Antigua y escultura sobre la leyenda de los hombres de musgo.
Antiguas fábricas textiles.
Antiguas fábricas textiles.
Volviendo hacia el centro, nos encontramos con la Iglesia de Santa María. Y seguimos hacia la Plaza Mayor por la calle 29 de agosto, donde había bastantes balcones tradicionales de madera en rehabilitación. Hay otros lugares destacados en Béjar y sus alrededores, pero que no nos dio tiempo a visitar, por ejemplo el Santuario del Castañar, la plaza de toros de la Ancianita, la villa renacentista “El Bosque”, etc.
Para concluir esta etapa, señalar que nos gustó mucho Candelario, un pueblo realmente bonito, que hace gala a su título, aunque quizás su arquitectura no resulte tan espectacular como la de La Alberca, por ejemplo. En cuanto a Béjar, nos pareció interesante acercarse hasta su muralla, pasear por el adarve, y dar una vuelta por el casco antiguo de la ciudad, si bien su esencia medieval no luce tanto como la de otras poblaciones salmantinas.