San Francisco ✏️ Diarios de Viajes de USA

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16 de agosto:

Después de la paliza de ayer (no por kms, sino por aburrimiento de carretera), nos levantamos con ganas de comernos San Francisco. Pero de momento tenemos que conformarnos con comernos unos croissants y cafés con leche en el Starbucks junto al Safeway de Mill Valley, casi a la salida del pueblo. Tras el desayuno, nos dirigimos al aparcamiento de Muir Woods NP (www.nps.gov/muwo/index.htm), en el que habíamos hecho la reserva con varios meses de antelación , para entrar entre las 9 y las 9:30 de la mañana. La entrada al parque se encuentra apenas a 10 minutos de Mill Valley. El aparcamiento, a tope de gente, autobuses... Suerte de la reserva, porque además es bastante pequeño. Si no conseguís plaza, hay servicio de shuttles desde 3 puntos distintos de la zona. En el siguiente enlace podéis ver ambas cosas (reservas y shuttles) : (gomuirwoods.com/) .
El pase de los parques nacionales, que en este parque sí vale, otra vez se ha quedado en el coche...pero tampoco nos hacen ir a buscarlo, tenemos cara de ser de fiar. Tras la foto de rigor en la entrada, nos dirigimos hacia el interior, por el trail principal a partir del cual se van separando otros secundarios. En este parque se filmó parte de la saga de películas “El planeta de los simios” (la versión moderna, no la de los años 70), y vamos haciendo bromas sobre avistamientos de gorilas y chimpancés.




La verdad es que el parque nos decepciona bastante, supongo que por venir de varios parques de Redwoods con árboles ciertamente espectaculares. Acabado el Main Trail, nos metemos por el secundario llamado Fern Creek Trail, que técnicamente se sale del parque, y enlaza con otros trails para no tener que volver por el mismo sitio. Nosotros volvimos por el Lost Trail + Ocean View Trail, que nos devuelve casi a la entrada del parque. Hay que decir que no vale la pena hacer estos trails, pues las vistas no son nada del otro jueves y además son bastante empinados.
Entramos en la tienda de regalos a comprar una camiseta y algún otro recuerdo y dejamos atrás el parque con rumbo a Sausalito, donde vamos a comer al lado del mar y a esperar a Steven. Aparcamos en la calle Bridgeway, que parece ser el alma de la ciudad, poniendo 3$ en un parquímetro que nos da un par de horas para comer tranquilamente. Dando un paseo, inspeccionamos la zona buscando algún garito que nos guste. Al final nos decantamos por el Salito’s Crab House, junto al Club Náutico de la ciudad. Mesa en la terraza con vistas al mar. Antes de pedir la comida, llamo a Steven para quedar, diciéndole el restaurante y que si quiere que le esperemos para comer. Nos dice que tardará una horita y que no hace falta que le esperemos, así que nos pedimos unos platos y comemos mientras disfrutamos del sol de California. La comida no es nada espectacular, pero se paga la localización: 68$!
Después del postre, Ester se va a sacar unas fotos mientras Ada y yo esperamos a Steven en el aparcamiento.



En 10 minutos le vemos llegar con su flamante coche con matrícula de New Mexico (donde vivía antes). Aparca y nos viene a abrazar con su enorme sonrisa, comentando lo típico: “cómo me alegro de veros, qué mayor está Ada...”. Este hombre rezuma energía (positiva) por todos lados a pesar de tener casi 70 años. Es un auténtico aventurero: cirujano plastico de profesión, pero voluntario para expediciones en todo el globo como médico de a bordo o a colaborar en zonas de catástrofes naturales (Haití, New Orleans...) . Ha estado 7 veces en la Antártida, no sé cuantas en la península de Kamchatka, casi cada año se va a colaborar a Borneo en las reservas de orangutanes... En Camp Leakey (Borneo), fue donde nos conocimos y hemos mantenido el contacto desde entonces. Aparte de todo esto, es un excelente fotógrafo de animales y está escribiendo un libro. Menudo crack!


Le comentamos que tenemos el coche en un parquímetro y no sabemos qué hacer con él, pues se supone que vamos a estar lo que queda del día como invitados suyos. Vamos a tener guía de lujo! Nos dice que no nos preocupemos y entra a hablar con el encargado del restaurante, pidiéndole si podemos dejar el coche el resto del día en el aparcamiento. Sin problema, si fuera fin de semana sería distinto, pero un jueves...
Aparco el coche y entramos los 4 en su Porsche Macan, un SUV con el caótico maletero a rebosar: equipo fotográfico, un pack de 24 botellas de agua, botas de agua desparejadas, discos duros externos, cables...
Nos ponemos en marcha con dirección al Golden Gate, como no. Aparcamos en el parking de la North Tower, y nos disponemos a recorrerlo, al menos una parte, andando. El viento en el puente es terrible, y además, uno de los sentidos de los carriles para peatones está cerrado por obras y se junta todo el mundo en el nuestro, ciclistas incluídos. Un caos. Vamos charlando sin parar, pues siempre tiene anécdotas e historias para contar, mientras sacamos fotos sin parar. Hay que aprovechar que luce el sol, pues en 2014 solamente vimos el Golden Gate bajo la niebla. Selfies, fotos desde el suelo (con riesgo de ser atropellado), es el centro de todas las miradas. A medio puente, cuando vemos que no nos va a dar tiempo a cruzarlo todo y volver, se decide a llamar a una amiga común que vive en New Mexico para darle una sorpresa. En principio tenía que venir a San Francisco para encontrarse con todos nosotros y al final no ha podido. Hace una videollamada un tanto peculiar desde su flamante iPhone nuevo, pero entre el viento y que no dominan (ninguno de los dos) el tema de videollamadas, lo dejamos por imposible y volvemos al coche.










Como queremos buenas vistas del puente, nos lleva a la zona de Marin Headlands, pues hoy es un día ideal para hacer fotos desde los múltiples miradores de la zona, que por cierto está plagada de “Batteries” en desuso, búnkers para la protección de la bahía, con puestos de cañones antiaéreos, de misiles...



Dándonos por satisfechos, nos disponemos a entrar en San Francisco, con la intención de ir a ver, en la zona de Presidio, una estatua de Yoda (personaje de Star Wars para los infelices desconocedores de tal dato) situada en la entrada del Lucasfilm Lobby, a la entrada este por la calle Lombard del gigantesco parque de Presidio. Nos cuesta lo nuestro encontrarla, ya que él no visita nunca San Francisco y se resiste a seguir mis indicaciones. Al final, tras varias vueltas por la zona, damos con la estatua.


Después de las fotos, Steven llama a su hermana y su amigo Frank para quedar con ellos para cenar todos juntos. Tiene ganas de exhibirnos...
Nos metemos de lleno en la zona centro de San Francisco para recoger a Frank, compañero de estudios de Steven. También debe ganarse bien la vida, pues vive en una zona bastante céntrica, que de barata no debe tener nada. Después de las presentaciones, entra en el coche, que empieza a parecer el camarote de los hermanos Marx, y asistimos a una representación yanqui de “la extraña pareja”, mientras nos dirigimos al restaurante en que ha quedado con su hermana y cuñado para cenar. El sitio es bastante pijo, se llama Colibri, y se encuentra situado en Geary St, entre Taylor y Mason. Un mexicano con muy buena pinta, pero también con pinta de caro. El coche se ha quedado en la cuarta planta de un aparcamiento que le va a costar un ojo de la cara.
En la mesa ya nos esperan la hermana y el cuñado de Steven (Lori & Baxter) con sus respectivos Margaritas. Más presentaciones e intentos de conversar en español, somos la atracción de la semana.
La cena, muy buena, y la conversación francamente amena, durante la cual se acuerda que vamos a ir a comprar unos helados para el postre y tomarlos en el apartamento de Lori y Baxter. Ellos dos se van unos minutos antes, mientras Steven y Frank pagan la cuenta y nosotros nos lo miramos... Ya en el coche, nos vamos a la heladería Swensen’s, en la esquina de Hyde con Union, atravesando zonas infestadas de homeless aparentemente inofensivos.
Frank y yo bajamos con la lista de la compra, y me deja pagar los helados, por lo menos. Ahora sí, nos vamos a casa de Lori, y menuda casa. Situada en el 5º piso de un bloque con portero y todo, en la zona de Telegraph Hill/North Beach, las vistas por los ventanales son alucinantes: Alcatraz en una ventana, y Coit Tower y el puente de Oakland iluminado en la otra. Quedamos flipados!
Lori ha preparado unas galletas deliciosas y café para acompañar los helados. La conversación nos deja fascinados pues nos damos cuenta de que, al parecer, Baxter tiene que ser un pez gordo de San Francisco, compañero de clase del gobernador, ex-agente de la CIA... Nos contaron que durante unas operaciones de mantenimiento del Golden Gate, a Steven le permitieron (por influencia de Baxter), meterse en el claustrofóbico elevador que va por dentro de los tubos hasta la parte más alta. La verdad es que es una pena que nos tuviéramos que marchar, porque nos lo estábamos pasando en grande con esta gente tan sumamente agradables y cercanos.




Llega la hora de la despedida y quedamos en estar en contacto con Lori y Baxter, pues tienen intención de hacer una escapada a San Sebastián en 2019, a ver si podemos reencontrarnos.
Llevamos a Frank a su casa, y Steven nos acompaña hasta Sausalito para recoger el coche. Allí nos despedimos, emplazándonos para vernos una vez más el sábado, antes de ir a coger el avión de regreso.
Desde Sausalito hasta nuestro B&B tenemos menos de 10 minutos. Llegamos y no hay nada de movimiento en la casa. Nuestra puerta, abierta otra vez... Seguimos sin ver a los anfitriones.

Distancia recorrida: 30 kms.
Alojamiento: B&B.

17 de agosto:

Salimos de la casa no muy pronto, pues tenemos un día relativamente relajado; nuestro plan es ver cuatro cosas en San Francisco que no vimos la otra vez, y repetir alguna de las que nos gustaron más. Nos vamos al Starbucks a desayunar sin haber visto aún a nuestros anfitriones...
Nos ponemos en dirección a la ciudad y atravesamos el Golden Gate bajo la niebla, en lo que parece ser su estado natural.


Atravesamos el peaje sin hacer uso del dispositivo del coche para pago automático, puesto que según entendí, si lo usas te cobran el alquiler por cada día de coche, como si lo hubieras usado todos los días. La intención es pagar luego a través de la página web (www.bayareafastrak.org/ ...ndex.shtml), en la que te piden la matrícula del vehículo y la hora (intervalo de 30 minutos) en la que cruzas el peaje. Aquí no estuvimos muy alerta y no nos fijamos en la hora, con lo que cuando llegamos por la noche a la casa y me dispuse a pagar, introduje una hora que yo creía correcta y no lo era. Resultado: nos cobraron el peaje desde la empresa de alquiler del coche, por un importe superior al que teníamos que haber pagado (24$ en vez de 9$), por la comisión de la gestión.

Nuestra primera visita en San Francisco es al Japanese Tea Garden (japaneseteagardensf.com/) , situado en el Golden Gate Park, una de las grandes zonas verdes de la ciudad, comparable al Central Park en New York. Por suerte, nos fue fácil encontrar aparcamiento gratuito en el JFK Drive, frente al Jardín Botánico. Desde allí, en unos 10 minutos andando llegamos al jardín Japonés.
La entrada vale unos 8$ por cabeza, y en mi opinión, no los vale. El jardín es muy pequeño y está abarrotado de gente, por lo que tampoco es que sea un remanso de paz precisamente...







Tras dar un par de vueltas y tomarnos un té carísimo en el micro restaurante, dimos por finalizada la visita, y pusimo rumbo al barrio de Haight Ashbury, uno de los barrios (sino el que más) hippies de la ciudad que vio nacer el movimiento hippy. Aquí también pudimos aparcar gratuitamente en Haight St. con Central Avenue, y pudimos dar un pequeño paseo por la calle principal del barrio, deteniéndonos en un par de tiendas a comprar algún recuerdo, y a sacar la foto típica de la tienda con unas piernas enormes saliendo por la ventana (Piedmont Boutique: 1452, Haight St.).




Tras esta visita relampago, queríamos subir a Twin Peaks a ver San Francisco desde las alturas, pero con la espesa niebla que cubría la ciudad, no íbamos a poder ver más allá de nuestras narices, o sea que lo dejamos correr. Nos vamos al barrio de Castro, a dar una vuelta y a ver el Rainbow Crosswalk (Castro con 18th), un paso de peatones pintado con los colores de la bandera oficial del barrio.




Se acerca la hora de comer y aún queremos dar un paseo por Chinatown; decidimos que comeremos por allí. Aquí aparcar se convierte en un auténtico desafío, y no nos queda más remedio que entrar en un pàrking de pago, situado bajo Portsmouth Square, frente al Hilton del Financial District. Nada más salir a la plaza da la impresión de haber cambiado de continente y encontrarse en un barrio de Beijing, con todos los rincones llenos de gente china de edad avanzada jugando a las cartas o al Mah-jong, fumando, comiendo, riendo e ignorando a todos los demás. El olor del ambiente también contribuye a la sensación de encontrarse en algún mercadillo oriental.



Enfrente mismo del párking, a pocos metros de la entrada del Hilton, vemos un restaurante con buena pinta y allá que vamos. Se llama “The Garden”, y está casi vacío. Ni qué decir que la poca gente que hay son visitantes chinos. Comemos bastante bien por 47$, y salimos a recorrer un poco las calles de la zona. Aprovechamos para más compras de recuerdos y algo de ropa y nos acercamos a la fábrica de galletas de la fortuna Golden Gate Fortune Cookie Factory (www.sanfranciscochinatown.com/ ...ookie.html) . Al ver la cola que hay a la entrada y lo minúscula que es la fábrica-tienda, decidimos pasar de entrar (encima hay que pagar). Descartamos también la idea de comprar una bolsa de galletas, pues llegarían a casa en forma de puzzle comestible...






Deambulamos un rato más por las calles y callejones cercanos al aparcamiento, y un poco aburridos del ambiente y de tanta gente, volvemos a buscar el coche y nos dirigimos a la zona del Pier 39, para dar una vuelta por esta zona con tanto ambiente, y probar suerte por si podemos encontrar entradas para repetir visita a Alcatraz. Eso sí, damos un rodeo para poder bajar de nuevo por las curvas de Lombard St, como cualquier turista que se precie y tener unas vistas de la Coi Tower.


Aparcamos en el párking de pago del propio Pier 39, a pesar de saber que nos iban a cobrar lo que no está escrito (al final pagamos 50$), pero por lo menos tenemos el coche cerca.
Nada más salir del garaje, ponemos dirección hacia el Pier 33, desde dónde salen los ferries que visitan Alcatraz. No tenemos suerte con las entradas: para hoy todo completo y en taquilla nos dicen que hasta septiembre no tienen nada libre.

Un poco cabizbajos, nos vamos al Pier 39 a levantar el ánimo y acabar de gastar lo que queda del presupuesto en varias tonterías, algo de merendar, etc. El ambiente en este Pier es increíble, y más cuando la colonia de leones marinos no está de vacaciones. Este año pudimos ver un montón, en 2014 sólo había uno!!






Estuvimos paseando arriba y abajo de la zona de Fisherman’s Wharf, disfrutando de los espectáculos callejeros, y entrando en varias tiendas, algunas veces interesados por lo que vendían, otras para resguardarnos del helado viento que recorre siempre la zona junto a la bahía, hasta que nos entró hambre otra vez, y nos fuimos al Chowder’s (www.chowderspier39.com/) a tomar una crema de almejas servida dentro de un pan vaciado y unos refrescos por 34$.







Recogemos el coche y antes de poner rumbo a Mill Valley, Ester quiere ir a tomar una foto nocturna de Lombard Street, para intentar reflejar las luces de los automóbiles bajando por la empinada cuesta en una foto de larga exposición. Al llegar a la parte baja de la calle, nos encontramos con que no podemos dejar la cámara con larga exposición apoyada en ninguna parte y que se vea bien la calle. Como nunca llevamos trípode, al final nos quedamos sin foto...
Ahora sí, nos despedimos de San Francisco, ciudad que nos encanta y más que posible culpable de la elección de destino para este 2018. Mañana no regresaremos a la ciudad, pues iremos hacia Oakland pasando por el puente que une Richmond con la zona de la prisión de San Quintín. Al llegar a Mill Valley, llamamos a Steven para quedar con él para comer mañana. Quedamos en el mismo sitio en el que comimos en 2014, la pequeña y encantadora ciudad de Tiburon. Seguimos sin saber nada de los anfitriones de la casa. Antes de ponernos a dormir, me conecto a la página para pagar el peaje del Golden Gate, con la esperanza de haber acertado en el intervalo de tiempo. Como he comentado antes, no he acertado...

Distancia recorrida: 61 kms.
Alojamiento: B&B.

18 de agosto:

Nuestro último día de vacaciones este año empieza con el trasiego de tener todo a punto y revisado para ponerlo en el coche y que no quede nada en la casa. Llegamos con 3 maletas de cabina y nos vamos con 4...
Con el coche cargado y a punto de salir, nos damos cuenta de que en 3 días no hemos ni siquiera visto a nuestros anfitriones, así que antes de marcharnos, llamamos a la puerta principal de la casa, al menos para darles las gracias y verles la cara. Nos viene a abrir el propietario, Christopher. Charlamos con él durante un ratito, agradeciéndole la privacidad y el confort, y comentando varios aspectos del viaje y de la vida en Mill Valley. Mientras tanto, vemos como varias ardillas juegan en la copa de uno de los árboles del jardín, y Christopher nos comenta que a veces, incluso han tenido algún ciervo comiendo en el jardín, a pesar de encontrarse en medio del pueblo.
Cuando nos despedimos de Christopher, ponemos rumbo al Starbucks para desayunar, pero antes nos vamos a una lavandería a poner una última colada para no viajar con la ropa sucia en las maletas. Mientras se va lavando, desayunamos unos cafés, zumo y croissants, y después nos vamos a poner la ropa a secar. Con la ropa seca y doblada, y guardada en las maletas, llenamos el depósito para la entrega esta tarde del coche de alquiler, y nos vamos hacia Tiburon, donde hemos quedado para comer con Steven en el mismo restaurante que comimos con él en 2014, llamado Sam’s Anchor Cafe.

Tiburon es una pequeña ciudad situada en la península que hay frente a Sausalito. Enfrente de las dos, se encuentra la reserva llamada Angel’s Island, un parque estatal. Si pudiéramos ir desde el restaurante rumbo sur hasta encontrar tierra, iríamos a parar a la playa de Crissy Field, en San Francisco, junto a la entrada del Golden Gate. Tiburon se hizo “famosa” en 2014, no por nuestra visita, sino porque fue allí, en su residencia, donde encontraron el cadáver del actor Robin Williams, después de suicidarse apenas un par de semanas de nuestro paso por allí.
Aparcamos en el párking municipal de pago (5$), y nos vamos a dar una vuelta para hacer tiempo mientras llega la hora de comer. La verdad es que en la zona donde se encuentra el restaurante no hay mucho que ver, pues apenas hay un puñado de tiendas, un supermercado y algún local para comer.



Antes de que llegue Steven, como no hemos hecho reserva, entramos a ver cómo está el tema. En el interior apenas hay gente, pero la terraza está absolutamente llena y hay gente haciendo cola para que les asignen una mesa cuando haya disponibilidad. Nos apuntamos en la lista de espera para la terraza, porque en el comedor interior, a pesar de haber mesas libres, tienen el aire condicionado puesto y hace mucho frío. Preferimos tomar el sol en California una última vez...
A los pocos minutos, veo aparecer el flamante coche de Steven que me pregunta dónde puede aparcar. Le indico otro de los párkings de pago y le espero en la puerta. En un par de minutos, aparece cargado con su cámara (como no), y con una bolsa de viaje que tiene pinta de pesar una barbaridad. Nos ha traído unas cosillas que ha encontrado y que no va a usar más: discos duros extraíbles, tarjetas de memoria para las cámaras, libros sin estrenar de retoque fotográfico, una bolsa llena de barritas energéticas y demás chucherías para el viaje, y un muñeco de Bart Simpson, pues sabe que somos fans de la serie. No sé cómo vamos a meter todo esto en el vuelo... Ya van 5 maletas!

Comemos agradablemente en la terraza junto al puerto deportivo, con vistas a Angel’s Island, mientras charlamos incesantemente de muchas cosas, es imposible aburrirse con este hombre. La comida se prolonga casi 3 horas, y quedamos bastante achicharrados de sol californiano. Pagamos la cuenta (125$), y resulta que nos han dado las 4 de la tarde. Steven nos aconseja marcharnos, pues hoy es día de partido en Oakland, y el estadio está muy cerca del aeropuerto, con lo que las colas y atascos que se forman pueden llegar a ser épicos.


Nuestro vuelo es a las 20:30, y en teoría tenemos tiempo de sobra, pues el aeropuerto apenas está a 60 kms, pero no queremos apurar demasiado, así que nos despedimos de Steven y ponemos rumbo a la prisión de San Quintín, que es donde empieza el puente que atraviesa la Bahía de San Rafael y por el que tenemos que pasar siguiendo la 580 y más tarde la 880. El tráfico es denso pero no encontramos ningún atasco no problema y antes de las 18:00 ya hemos entregado el coche y cargado con todo el equipaje para dirigirnos a la terminal desde donde salen los vuelos de Norwegian.
Las colas de facturación son una pesadilla, y en ellas sí que perdemos un montón de tiempo esperando a poder facturar. Por el tipo de billete comprado, a la ida no teníamos posibilidad de facturar equipaje sin pagar, pero a la vuelta se nos permitían 2 maletas facturadas por cabeza, o sea que de momento no hay problema, y con las tarjetas de embarque en la mano, pasamos los controles de seguridad y vamos a la puerta de embarque. Antes de subir al avión, aún tenemos tiempo de comprar algo para cenar a bordo.
Nos despedimos un año más de USA, y embarcamos en el vuelo que nos dejará en el aeropuerto Charles de Gaulle de París tras pasar la noche a bordo.

Distancia recorrida: 78 kms.
Alojamiento: Avión.


19 de agosto:

La llegada a Charles de Gaulle es sobre las 4 de la tarde del domingo 19, y aún tenemos tiempo de pasear un poco por el aeropuerto, facturar dos maletas por 6€, estirar las piernas, tomar unos refrescos y comprar alguna chuchería para los amigos de Ada.
El vuelo de apenas un par de horas entre París y Barcelona nos sabe a poco después de pasar casi 13 horas en el vuelo OAK/CDG. Llegamos a Barcelona pasadas las 10 de la noche, recogemos equipaje y tomamos la lanzadera que nos deja en el aparcamiento de larga estancia. Ya sólo nos queda recorrer los 120 kms hasta casa para empezar a pensar en qué haremos el año que viene...

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