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Que gusto da dormir en una cama de 2x2. Después de tantos días durmiendo en el suelo en camas separadas y sin aire acondicionado, se agradecía un montón una habitación así.
Antes de salir para Addis Abeba, hicimos una visita al mercado de pescado.
Está a orillas del lago y no se parece en nada a cualquier lonja española. Hay dos mercados, el legal y el ilegal, pero ambos están al lado.
El de estraperlo es al aire libre, justo en la zona donde dejan las embarcaciones; y el licito se hace dentro de una cabaña de madera totalmente rudimentaria y sin ningún tipo de medida de higiene. Según nos dijo el guía, la única diferencia reside en que en uno se pagan impuestos y en el otro no.
El aumento de la población en Awasa, está agotando los recursos del lago y cada vez se pescan menos peces y más pequeños. Los hombres faenan durante toda la noche en sus pequeños botes de remos, provistos de una pequeña red de plástico fabricada en china con la que capturan los peces. El 95% de la pesca son tilapias del tamaño de una mano, y el resto, peces gatos del mismo porte. Se estima que de seguir así, en 5 años no quedara ni un pez en el lago.
La visita al puerto no es apta para escrupulosos; se limpia el pescado allí mismo, por lo que huele mal y está todo lleno de vísceras. A mí que soy pescador me pareció una visita muy interesante.
Pegado al mercado de pescado visitamos una zona de bares donde venden las tilapias fritas y sobre todo en sopa. Hoy era domingo y estaban todas las mesas de la terraza repletas de gente como si de la hora del vermouth se tratase.
De vuelta hacia Addis, llamaron a Guecho para decirle que tenía que hacer cambio de clientes a medio camino y recoger a otra pareja para hacer de nuevo con ellos el sur, por lo que nuestros buenos momentos con Guecho tocaban a su fin un rato antes de lo esperado y no nos despediríamos de el en el aeropuerto si no en la carretera.
El día de hoy fue todo el rato de carretera hasta llegar a Addis, la misma que el primer día, por lo que os hablare sobre Guecho, que sin duda merece unas cuantas líneas en este diario.
El primer día nada más subirnos con él al coche, se presentó y nos dijo que el dejaba a su familia en Addis y que nosotros habíamos hecho lo propio con las nuestras en España, por lo que a partir de ahora esperaba que los 3 fuésemos una nueva familia, y vaya que si lo consiguió.
Pasamos 8 buenísimos días juntos y hoy un mes después de haber vuelto del viaje, escribo estas líneas con lágrimas de emoción en los ojos.
Este hombre es mucho más que un chofer. Es una de las personas más cultas que he conocido y lo sabe absolutamente todo sobre la antigua Abisinia, por lo que además del mejor conductor, llevábamos al mejor guía con nosotros.
Con el conocimos la verdadera Etiopia, juntándonos con lugareños, comiendo y riendo con ellos. Cada vez que tuvimos que entrar a algún sitio y comprar algo, siempre nos acompañó y en todo momento dio la cara por nosotros.
Me atrevo a decir que es una de las mejores personas que he conocido nunca, de esas que dejan huella. Cada vez que se encontraba con algún amigo o compañero de profesión, se paraba y saltaba a la vista que todo el mundo le quiere de verdad.
Guecho, si algún día lees estas líneas, que sepas que Ana y yo te queremos, que te echamos mucho de menos y que esperamos volver a verte algún día.
Ya con el cambio de coche hecho, otro conductor nos llevó hasta el aeropuerto de Addis.
La terminal de vuelos domésticos es muy pequeña y se entra en un momento, por lo que no hace falta que vengáis con mucho tiempo de antelación.
En menos de una hora llegamos a la ciudad de Bahar Dar. Allí nos estaba esperando nuestro nuevo chofer Aschelo, que nos acompañaría durante los próximos 4 días por el norte.
Nada más llegar al Naky Hotel, dejamos las mochilas y nos fuimos a dar un paseo por la orilla del lago Tana.
No llevábamos dos minutos en la calle cuando se acercó a nosotros un chico joven y nos empezó a preguntar que de donde éramos, que cuantos días de viaje, lo típico. Le dijimos que íbamos al lago y nos acompañó para indicarnos el camino.
Después de 10 minutos nos dijo que él era guía y que si necesitábamos sus servicios estaba a nuestra disposición, pero como ya teníamos todo organizado, se lo dijimos y se fue.
En cuanto callo el sol, la orilla del lago se convirtió en una nube de mosquitos que hacía imposible pasear por allí, así que decidimos ir en busca de un spray antimosquitos para la habitación.
Hoy era domingo, pero a pesar de eso todos los comercios estaban abiertos y como Bahar Dar es una ciudad muy grande, pensamos que nos sería muy fácil encontrarlo, pero estábamos equivocados.
Entramos en un par de súper mercados y no tenían; entonces un cliente que parecía conocer al dueño, se acercó a nosotros y nos dijo que él nos llevaría a un sitio donde habría seguro.
Por cierto, este chico también quiso vendernos excursiones y ser nuestro guía.
Estuvimos de tienda en tienda más de 15 minutos y después de recorrernos media ciudad, justo cuando ya le dijimos que nos íbamos y que no queríamos seguir buscando, otro chico se acercó a nosotros y nos dijo que nos lo traía en un momento.
Se fue corriendo y vino con el bote por el que pretendía cobrarnos 200 birr más 80 por la gestión, casi 10 euros al cambio. Obviamente le dijimos que no, nos despedimos de los dos chicos y nos fuimos para el hotel, pero justo antes de entrar en la misma puerta, escuchamos que nos llama alguien; era el chico que había conseguido el bote y nos dice que nos lo rebajaba a 200. Estábamos flipando, nos había seguidos durante 10 minutos por la ciudad y nos dio muy mal rollo, así que volvimos a decirle que no y entramos.
El hall del hotel estaba también lleno de mosquitos, pero esto jugo a nuestro favor porque pedimos un spray en recepción y nos dieron el único bote que tenían.
El paseo por Bahar dar resulto bastante incomodo, primero el chico que pretendía hacer de guía y después el que nos buscaba el bote.
Era de noche y estábamos en una ciudad de África que no conocíamos, por lo que siempre tienes esa especie de alerta encendida en la cabeza por si pudiera pasar algo malo, que luego por suerte casi nunca pasa.
Me recordó mucho a la situación en Arba Minch buscando el cargador de la cámara. Te marean de tienda en tienda y todos te dicen que en la siguiente habrá seguro y al final no consigues nada.
Os cuento todo esto, porque creo que a veces es mejor ser un poco borde y a menos que necesitéis algo importante es mejor cortar por lo sano y no dar tanta cancha.
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