A las 9 quedamos en el hall del hotel con Miriam - gerente de Birana tours, agencia con la que realizábamos el viaje - para conocernos y hacer el pago restante del viaje. Tras hacer todas las gestiones, nos presentó al que sería nuestro chofer durante nuestro periplo por la Etiopia más meridional, Guecho.
Metimos la mochila de Ana en el Nissan Patrol y tras despedirnos de Miriam, pusimos rumbo sur.
Nada más salir de Addis el paisaje cambio completamente, la carretera era de buen asfalto sí, pero por ella circulaban más burros que coches y el ambiente era totalmente rural.
El camino tiende siempre hacia abajo y en dos días pasaremos de los 2400 metros de Addis a los 1000 de Turmi, nuestra base en el sur. A medida que vas bajando, el paisaje va cambiando, pasando de cultivos de cereal a la típica sabana africana llena de acacias.
El trayecto en el coche es súper ameno y se pasan las horas volando; toda la vida se hace en los arcenes de la carretera, el cambio es tan radical respecto a España que no te aburres en ningún momento. Por el camino se ven infinidad de animales, sobre todo aves, y tengo que deciros que nosotros llevábamos al mejor ornitólogo de todo Etiopia.
Guecho es un loco de los pájaros y se conoce absolutamente todas las especies, que no son precisamente pocas ni fáciles de distinguir. Como vio que a nosotros también nos gustaban mucho, cada vez que veía uno, pegaba un frenazo para que lo viéramos; era muy gracioso.
Después de 3 horas, paramos a comer en el Ziway tourist restaurant, en el pueblo del mismo nombre; tenía muy buena pinta, estaba todo lleno de gente local bien arreglada, cosa rara a tenor de lo que habíamos visto en este primer tramo de carretera; pero lo que más nos llamó la atención fue la minicarniceria.
Había un puesto con una vaca abierta en canal colgando y un señor con una bata blanca cortando trozos de carne como si de una pata de jamón se tratase. La mayoría de gente comía los trozos crudos untados en alguna especia picante. Nosotros la probamos y no estaba nada mal, pero preferimos comer de la que estaba cocinada. Te servían una especie de recipiente en el que debajo había brasas calientes y encima los trozos de carne con alguna rama de romero y trozos de pimiento y cebolla y por supuesto para acompañar, injera, que sería el acompañante en cada comida del viaje igual que el pan para nosotros.
Fue nuestra primera comida en Etiopia y la verdad que nos sorprendió muy gratamente. La carne estaba riquísima y no tenía nada que envidiar al famoso chuletón de Bilbao. Lo que no me gustó tanto fue la injera, tiene un sabor ácido que no termina de convencerme, sin embargo a Ana sí que le gusto bastante.
Después de comer dimos un paseo en busca de unos calzoncillos y calcetines para mí, pero no fue tarea fácil porque a pesar de haber muchas tiendas de ropa, no había ningún calzoncillo en el que cupiera mi culo XL, jajá. Al final compramos dos pares de calcetines y los dos calzoncillos más grandes que encontramos, todo por 300 ETB.
Nuestra siguiente parada fue en el lago Ziway. No es nada del otro mundo, pero si es un buen lugar para el avistamiento de aves acuáticas. Había un montón de pelicanos, Águilas pescadoras y sobre todo marabús gigantes a los que podías acercarte muchísimo. En Etiopia hay muchos lagos preciosos, pero excepto el Lago Langano, ninguno es apto para el baño debido a la Bilharzia, un parasito que está en el agua y provoca una enfermedad llamada Esquistosomiasis; a pesar de esto, había un montón de niños jugando y bañándose en el agua.
Siguiendo hacia el sur, llegamos al Parque nacional de los lagos Abiata-shala. Hay que pagar por entrar y además te obligan a llevar en todo momento un scout, que viene a ser un guardia armado. De camino hacia la zona de avistamiento de animales, íbamos viendo tukules -casas circulares de barro y paja- diseminados entre la sabana de los que salían niños corriendo atraídos por el ruido del coche con el único afán de saludarnos y regalarnos una sonrisa. Era una sensación muy bonita que en los siguientes días se perdería, pero eso os lo contare más adelante.
Respecto a los animales, la verdad es que no se ve gran cosa... unas pocas gacelas, una familia de facóqueros, avestruces y algún que otro pájaro de pequeño tamaño.
Lo mejor del parque es el punto desde el que se divisan los dos lagos a la vez, lástima que el día estuviera brumoso.
Al salir del parque, retrocedimos unos pocos kilómetros para llegar a la zona de acampada donde pasaríamos la noche a orillas del Lago Langano. Como ya os he dicho antes, este lago es el único de Etiopia libre de Bilharzia y por suerte también de cocodrilos. El agua es de color marrón rojizo, pero después de todo el día en el coche, apetecía un montón el chapuzón. Mientras Guecho montaba la tienda, aproveché para darme un baño, pero como mi bañador estaba en la mochila extraviada, decidí bañarme desnudo.
El lugar de acampada no es más que una pequeña zona llena de hierba alta con un par de árboles y una mesa, sin baños ni duchas y por supuesto sin agua potable ni luz; lo único que hay cerca es un pequeño “chiringuito” donde ponen algo para comer. Subimos al anochecer y pedimos una hamburguesa, la cual no os recomiendo porque creo que ha sido la peor hamburguesa de mi vida, jaja.
Pasamos la noche totalmente solos a excepción de Guecho, que estaba a nuestro lado en otra tienda.