Día 2. Parque Nacional de Rondane
A la mañana siguiente ya empezamos el tour por Noruega. Pronto salimos dirección Norte. Tras unas dos horas de viaje paramos en Ringebu para visitar una bonita iglesia de madera del siglo XIV. Todas las iglesias en Noruega están rodeadas del cementerio, siempre con un césped impecable.
Iglesia de Ringebu
Pagamos 23 euros por entrar los cuatro en la iglesia y, la verdad, no merece demasiado la pena. Con ver todo el recinto por afuera, que es gratuito, es suficiente.
Continuamos viaje y en poco más de una hora llegamos a Mysusaeter, un enclave cerca de Otta, pero en lo alto de la montaña a unos 900 metros de altura. Es la puerta de entrada al Parque Nacional más antiguo de Noruega, el PN Rondane.
Nos instalamos en un apartamento de madera en el complejo hotelero de montaña del Parque Nacional. Resultó ser uno de los mejores alojamientos del viaje.
Apartamentos PN Rondane
El PN Rondane nos recibe con cielo gris, algo de lluvia y frío (unos 12-15 grados). Tras instalarnos subimos en coche un poco más hasta la entrada al parque. En el aparcamiento alquilamos unas bicis. Hay que llamar a un teléfono donde te dicen la combinación del candado de las bicis, que están todas al lado del aparcamiento. Haces la excursión y al finalizar devuelves la bici y pagas.
La excursión planeada era de unos 6 km por pista de montaña hasta Rondvassbu, un refugio de montaña punto de partida para ascensiones de los picos de alrededor de más de dos mil metros. La excursión es más dura de lo que pensábamos porque, aunque discurre por un altiplano, en realidad es toda en subida, así que las chicas tuvieron que hacer varios tramos andando.
Parque Nacional Rondane. Al fondo Rondvassbu
El paisaje es espectacular: tundra o páramo cubierto de líquenes entre blancos y amarillos y al fondo un lago y las montañas (aunque éstas no las podemos ver del todo debido a la niebla). Llegamos a Rondvassbu y arrecia la lluvia. Dejamos allí las bicis y hacemos la vuelta andando, desviándonos de la pista por caminos que conducen a la primera de los cientos de cascadas que veremos en el viaje.
Cansados y contentos, nos damos un baño antes de cenar en la piscina interior y el jacuzzi del hotel. Está genial, poca gente y además incluido en el precio.