DATOS DEL VIAJE E INFORMACIÓN PRÁCTICA
FECHAS: del 18 al 28 de abril de 2019.
LEIT MOTIV: viaje paisajístico y fotográfico, incluyendo lugares de interés histórico.
DOCUMENTACIÓN: los ciudadanos de la UE sólo necesitan el pasaporte en vigor con una caducidad mínima de 6 meses respecto a la fecha de finalización del viaje. No hace falta visado. En el aeropuerto de Tel Aviv - Ben Gurion no te estampan el sello en el pasaporte sino que te entregan una tarjeta de autorización de estancia sin derecho a trabajar válida durante 90 días. A la salida te darán otra tarjeta con autorización para salir del país. Al final del viaje podrás quedarte ambas como souvenir burocrático. Para conducir sólo es necesario el carnet de conducir español, no requiriendo el permiso internacional para nada.
EQUIPO FOTOGRÁFICO: detesto viajar con una cámara réflex o micro 4/3 por lo aparatosas que son y por tener que ir con los objetivos a cuestas. Siempre viajamos con una cámara compacta premium. Hasta ahora hemos sido fieles a la serie TZ de Panasonic. En este viaje estrenamos cámara y marca: compramos la Canon Powershot G7X Mark II, la cual te da una gran luminosidad (f1.8 - f2.8) a cambio de sacrificar zoom, el cual se queda en un 24-100 mm óptico. De los resultados no puedo hablaros aún porque no me he puesto con ello pero prometen.
PRESUPUESTO: el total de los servicios contratados ascendió a 1.938,09 € para dos personas.
TOTAL GASTADO EN DESTINO: lo siento, nunca me preocupo de este dato, pero se evaporó bastante bastante dinero debido al altísimo nivel de los precios de casi todo.
CAMBIO DE DIVISA: cambiamos 200 EUR a ILS con Exact Change a través de la tarjeta BNext desde Mallorca para los gastos que no se pueden realizar con tarjeta (chiringuitos de comida, principalmente). El cambio está, arriba abajo, a 4 ILS por euro, aunque el euro está perdiendo fuelle ante la divisa hebrea.
TARJETAS UTILIZADAS: BNext y Wizink. Nuestro banco es ING, del cual estamos contentos globalmente pero para viajar fuera de la zona euro sus tarjetas NO son recomendables por las comisiones que se aplican en las compras. Tanto con BNext como con Wizink las compras en moneda extranjera no tienen comisión y se aplica el cambio oficial de VISA. No sacamos dinero allí en ningún cajero. La BNext no dio ningún problema excepto el último día, que rechazó una operación en una gasolinera, habiendo dinero suficiente para afrontar la compra. La Wizink no nos dio ningún problema. En general, en Israel, se puede pagar con tarjeta la mayoría de servicios.
HORARIO SOLAR: amanece y oscurece más temprano que aquí. Sobre las 19.00 decae bastante la luz entre mediados y finales de abril.
CONDUCCIÓN: en general las carreteras están bastante o muy bien. La conducción de los israelíes es correcta aunque son muy maleducados en cuanto al claxon. En los semáforos, aunque arranques justo después de que se ponga verde, siempre tendrás al mamarracho o mamarracha detrás dando bocinazos. Existen unas pocas carreteras de peaje que, según los cálculos de Google Maps, solventan poca cosa. Nosotros configuramos el navegador del móvil para que evitara peajes. Por lo que leímos, no son muy caros y el peaje es automático, cobrándote la compañía de alquiler de coche al finalizar el viaje. En general vimos pocos radares aunque eso sí, los pocos que vimos estaban bastante escondidos. Vamos, que seguro que nos tragamos alguno. Los semáforos funcionan al estilo Norteamérica, como en Canadá y Estados Unidos: el semáforo que te gobierna se sitúa no justo delante de donde te paras sino al otro lado, es decir, "detrás" de la calle transversal que atraviesa la vía por la que circulas. Esto, puede sonar confuso pero la verdad es que es más intuitivo y cómodo que el sistema que tenemos en Europa.
APARCAMIENTO: no pagamos aparcamiento en ningún lado a excepción de Jerusalén, donde es muy complicado aparcar sin tener que alejarte muchísimo del centro. El aparcamiento de Jerusalén costaba 50 ILS por 24 horas y está muy cerca de las murallas. Se llama Karta Parking, aparece en Google Maps pero está mal situado. Te conduce a la calle adecuada pero no a la altura que toca. Si lo usáis allí veréis un cartel que lo anuncia. Y ahora preguntareis: ¿por qué te llevaste coche a Jerusalén? Pues porque como viajábamos en Semana Santa al principio la visita a Jerusalén estaba planeada al principio del itinerario. Luego caí que aquello sería un hervidero de fanáticos y beatos por las fiestas y trasladé la visita al final de la estancia. Al querer mover las fechas del coche de alquiler me salía más caro reducir días que ampliar (no me preguntéis por qué, enigmas de la Humanidad), así que tuvimos coche desde que llegamos al aeropuerto hasta el final. En los parques nacionales y sitios a visitar, si tienen aparcamiento, éste es gratuito. ¡Menos mal!
CLIMA: los primeros días fueron muy variables, con intervalos nubosos y sol. Unos cielos espectaculares para la fotografía. Llovía a ratos pero tuvimos relativa suerte ya que hubo tres días en que nos llovía sólo cuando conducíamos de sitio en sitio y, al llegar al lugar a visitar, se abría el cielo y salía el sol. Sólo hubo un sitio que no pudimos visitar por el mal tiempo: los jardines Bahá'í de Acre (los de Haifa sí que los vimos). Luego tuvimos días despejados con algo de nubes el resto de días, así que nos dimos por satisfechos. En cuanto a temperaturas eran similares a las de la costa mediterránea en el mes de abril aunque en ocasiones refrescaba bastante (bastaba llevar una sudadera o una chaqueta ligera, no hizo falta abrigo). En el desierto, al ponerse el sol, se levantaba viento y hacía bastante más frío que el que hacía en otras zonas.
GASOLINERAS: siempre me aceptaron la tarjeta. Por aquí leí que si eras extranjero sólo podías pagar con efectivo. Puedo deciros que no. ¿Cómo funcionan? Pues cada una funciona a su manera aunque, por lo general, tienes que pagar antes. Eso sí, todas las instrucciones estaban en hebreo únicamente, así que siempre tenías que acudir al dependiente. El precio de la gasolina ligeramente más caro que en España, pero muy poca cosa.
PARQUES NACIONALES: los grandes atractivos turísticos de Israel están dentro de la red de parques nacionales. A modo de ejemplo, Caesarea Marítima, Masada, Ein Gedi, Qumran, etc., son todos parques nacionales. Todos ellos abren a diario, incluyendo el shabbath, aunque los viernes cierran más pronto. El precio de sus entradas es, en general, de 28 ILS (unos 7,5 euros). Unos cuantos están más baratos, a 22 ILS, mientras que los más visitados que son Caesarea Marítima y Masada están a 39 ILS (unos 10 euros). Podéis decidir entre pagar la entrada de cada PN por separado o adquirir algún pase. Hay tres: el azul que incluye 3 visitas por 78 ILS, el verde que incluye 6 visitas por 110 ILS y el naranja con visitas ilimitadas -pero sólo una vez en cada PN- por 150 ILS. Se amortizan rápidamente, sobre todo si cuentas con visitar Caesarea Marítima y Masada, que mucha gente visita (y nosotros también). Como teníamos previsto visitar bastantes más PN compramos el naranja y, creednos, lo amortizamos. Todos los pases tienen una validez de 14 días y se compran en las taquillas de los PN pero no en todos, cuidado.
AGUA: el agua del grifo es perfectamente potable y tiene buen sabor.
PRECIOS: una exageración. En ocasiones pensaba que estábamos en Noruega o en Estados Unidos. Los precios de los restaurantes bastante elevados, con precios de unos 20 euros el plato y unos 4 euros el refresco. Los restaurantes regentados por árabes son igual de caros. Un menú del McDonald's se iba a los 15 euros fácilmente, sin apenas extras. En los supermercados veías precios del tipo: un yogurt entre 1 y 1,5 euros, un refresco entre 1,5 y 2,5 euros, un litro de zumo de naranja o de batido de chocolate a 4 euros, una bolsita de cacahuetes a 3 euros, una ensalada ya preparada a 9 euros la bolsa de patatas fritas entre 4 y 5 euros, etc. En las gasolineras aún más caro y, como ya os he dicho, los fast-food de las multinacionales no os solventarán nada. Únicamente los chiringuitos de la población árabe sí están bien de precio. El falafel es realmente barato y es bueno. Si encontráis alguna panadería árabe entrad sin dudarlo, podréis almorzar o cenar por menos de 10 euros los dos, con bebida y todo lo que hacen está delicioso. El precio del alojamiento roza lo absurdo e irreal, así que reservad con BASTANTE antelación. Lo único que estaba a precio razonable era, como ya os he dicho, la comida árabe de los chiringuitos y -relativamente- el precio de las entradas.
GPS: siempre nos movemos con Google Maps, el cual encontramos más fiable que navegadores clásicos tipo TomTom. Recordad bajaros el mapa offline antes de llegar al destino para poder usarlo sin conexión.
TELEFONÍA E INTERNET: no se os ocurra usar vuestros datos y/o llamar a España (o a donde sea) porque tendréis que prostituiros el resto de vuestras vidas para pagar la deuda. A precios de 6 euros EL MEGA, y a más de 2 euros EL MINUTO pues poco margen tendréis. Hay gente que adquiere una SIM israelí de prepago en el aeropuerto. Nosotros no lo hicimos y desconectamos nuestra tarifa de datos y sólo usábamos conexión wifi, la cual funciona bastante bien en todo el país.
CONTROLES DE SEGURIDAD: en el aeropuerto, al llegar a Israel, únicamente el oficial de inmigración nos cogió los pasaportes, miró todas las páginas buscando visados anteriores, le dio el "feliz cumpleaños" a mi compañero y nos hizo las siguientes preguntas: motivo del viaje, si íbamos a residir siempre en la misma ciudad o teníamos un itinerario previsto y nuestra profesión. No hubo un segundo interrogatorio. Te dan una tarjeta de inmigración que equivale al sello del visado, el cual NO te estampan en el pasaporte, así que puedes usar el mismo para, en otra ocasión, viajar a cualquier país árabe poco amigo de Israel.
A la salida tienes que pasar dos controles que pueden ser tres según qué respondas en el primer control. Antes de entrar en el control de seguridad (donde te chequean el equipaje, tienes que deshacerte de las bebidas y toda la parafernalia esa) tienes que hacer cola en un control previo donde un oficial de inmigración te hará unas cuantas preguntas. Si vais acompañados tenéis que ir todos al mismo tiempo. En este interrogatorio la oficial nos preguntó: qué éramos uno respecto al otro, la profesión, dónde habíamos estado, si habíamos desatendido el equipaje en algún momento, hacia dónde viajábamos y, finalmente, y aquí se nos complicó la cosa, si habíamos recibido algún regalo de alguien durante la estancia en Israel. Yo le contesté que no, pero mi compañero me corrigió y le dijo que sí, que habíamos recibido un regalo. Era cierto, pero yo no caí, que el anfitrión de uno de los alojamientos -que era un anexo de su casa particular- nos regaló dos cremas del Mar Muerto: una hidratante de aloe vera y un gel de no sé qué. Al ser un obsequio lo cogí y se lo agradecí. Pues bien, a la oficial se le cambió la cara por completo y adquirió un semblante de preocupación y la distensión con la que había ido la conversación se esfumó. Nos preguntó más detalles acerca del regalo (tuvimos que sacarlo y mostrárselo), del anfitrión (si creíamos que era árabe o hebreo), la dirección del alojamiento (al dársela chequeó en el ordenador... me dio la impresión que esta gente deben saberlo todo de todo el mundo), y las circunstancias en que se produjo el regalo. Aunque no perdió la cordialidad en ningún momento, nos dijo que tendríamos que pasar un control de seguridad previo al que realiza todo el mundo, para que miraran a través de un escáner los botecitos. Resultado: etiqueta blanca para uno de los dos pasaportes y etiqueta amarilla para el otro. Hasta que no te sustituyan la amarilla por una blanca no podrás proseguir al control de seguridad ordinario.
Moraleja: no os asustéis con el tema de los interrogatorios, son mucho más lights de lo que en ocasiones hemos leído. Mi recomendación es que contestéis con sinceridad, ya que realmente no tenéis nada que ocultar. Yo, por ejemplo, estoy casado con mi compañero (somos dos hombres), y cuando nos preguntó que qué éramos uno respecto al otro le contesté con total sinceridad que estábamos casados. Obviamente, si esto último me sucede en un país árabe digo que somos compañeros de trabajo, cuñados o lo que sea. Ahora bien, visto en retrospectiva, a la pregunta de si alguien os ha regalado algo, yo hubiera dicho que no, para no retrasar todavía más el tiempo que pasaréis en el aeropuerto. Nosotros tardamos bastante en encontrar el escáner este y, menos mal que siempre acudimos al aeropuerto con bastante antelación, para evitar sobresaltos y estrés.
GENTE: pues yo lo siento mucho pero tengo que decirlo. Tengo 40 años, mi compañero 45, llevamos unos 20 años realizando unos dos viajes anuales, más las escapadas esporádicas si se tercia, hemos estado en unos 40 países, de tres continentes... y nunca me había encontrado con gente tan DESAGRADABLE como en Israel. Hasta ahora los parisinos, neoyorquinos y los checos de Praga estaban en el TOP 3 de gente borde y estúpida, pero resulta que todos ellos son unos aficionadillos respecto a los israelíes. Da igual que les sonrías, te seguirán poniendo la misma cara de oler a aguas residuales con la que te habrán recibido. Da igual que procures hacerles las menos preguntas posibles para no "agobiar", te seguirán contestando con desgana y sin mirarte a la cara. Da igual que te dirijas a ellos saludándoles o dándoles las gracias en hebreo, les va a importar una mierda de whatsapp tu deferencia. Si tengo que poner porcentajes podría decir, sin temor a exagerar, que entre el 80 y el 90% de la gente con la que tratamos: recepcionistas de hoteles, cajeros de supermercado, dependientes de los parques nacionales, personal de gasolineras, transeúntes a los que pides indicaciones, camareros, etc., son aborrecibles en el trato que te dispensan. Y no será por exceso de turistas extranjeros porque, con la excepción de Jerusalén, en el resto del país apenas vimos "guiris" y sí mucho turista local.
Hubo excepciones, gracias a Dios. La gente joven, en general, sí que eran simpáticos y sonrientes. No todos pero sí bastantes de ellos. La población árabe, en general, también es más cercana y amable que la población judía. Y, finalmente, la polícia o los militares que, sin ser simpáticos en absoluto, sí son corteses y correctos. No sé debido a qué extraña mutación genética pero los judíos, al cumplir los 40, se vuelven de unos borderline que dan auténtico asco. Yo, últimamente, estoy que no me callo ni una cuando alguien se pone borde conmigo, y en los viajes no hago excepciones. Cuando una mujer vieja cualquiera (no era personal del complejo) me espetó que no podía hacer fotos en el recinto donde (supuestamente) está enterrado el rey David porque era shabbath, la mandé a tomar por saco en mi idioma, pero con un tono de voz y las octavas suficientes para que se diera cuenta que su recomendación me entraba por una oreja y me salía por la otra. Si me lo hubiera dicho el vigilante de turno o alguien a cargo del lugar, pues me callo y punto, ¿pero que me lo diga una cualquiera, en plan señorita Rotenmeier? ¡No hija no! a dar lecciones a tu p.... casa.
Pues incidentes como el de antes hubo dos más, y todos los saldé de la misma forma. Es decir, no permití de ninguna manera que esta gente me quisiera torear, pero estas situaciones no dejan de emponzoñar la sensación global del viaje. Los judíos han demostrado ser un pueblo profundamente intolerante, que gusta de imponer sus creencias y hábitos al resto de la gente -da igual si eres o no eres judío- y que practica la empatía CERO. El ejemplo que mejor escenifica el talibanismo hebreo es que durante su pascua (la pascua judía, que no coincide con la cristiana) tienen prohibido comer nada que contenga trigo. No está prohibido por ley, pero en la práctica no ves ningún comercio que venda nada que contenga trigo ni ningún restaurante que sirva nada hecho con este cereal. Llegan hasta el punto que en los supermercados ponen lonas para cubrir todos los productos hechos de trigo. Y no se te ocurra coger uno así "por despiste", que cuando llegues a caja te dirá la simpatiquísima cajera que esto no puedes comprarlo y que tienes que devolverlo a la estantería. Por supuesto que le dije que no pensaba devolverlo. Estuvimos toda una semana entera sin probar nada que tuviera trigo, y ni siquiera el McDonald's escapa de la vorágine talibán: sus hamburguesas están hechas con pan de patata (que es malíiiiiiiisimo y cae muy pesado en el estómago) y los nuggets están rebozados con harina de garbanzo.
Yo, lo siento mucho, pero detesto profundamente las imposiciones y las prohibiciones de carácter religioso, dando por hecho -ellos- que todos son de su parecer. Sí, ya sé que "allá donde fueres haz lo que vieres", pero también sé que muchos de aquellos que predican con este dicho luego defienden a según qué colectivos que vienen a Europa que, precisamente, no son muy de adaptarse a las costumbres locales. Este comportamiento por parte del pueblo hebreo, que es absolutamente inconcebible para la mentalidad europea, me reafirma en mis convicciones que no hay mayor libertad en el mundo que la que tenemos los países occidentales, porque los musulmanes también tienen lo suyo. Pero me desvío del tema.
Volviendo a los israelíes. Ya habréis intuido de cuál ha sido el mayor problema con este viaje: la gente y la problemática con la comida. Nosotros somos de desayunar bien para aguantar hasta mediodía, luego almorzar de lo que encontremos en supermercados, gasolineras o panaderías, y luego cenar a ser posible en el alojamiento. La partida económica que solemos sacrificar suele ser la gastronómica. En Israel, al ser la restauración tan poco asequible, nos dimos cuenta enseguida que tendríamos que tirar de opciones rápidas. El problema empieza en que en los supermercados no encuentras nada que llevarte a la boca. En casi ninguno había comida preparada caliente, ni ensaladas ya preparadas o barra de ensaladas, ni bocadillos, ni sandwiches ni nada que se le pareciese. Si a esto le añades la imposición del NO TRIGO, y estás circulando por el desierto del Neguev, pues tienes el cóctel perfecto para no encontrar nada decente que tragar, de tener que comer a deshora y de tener que cenar de cosas o mezclas inverosímiles (batido de chocolate acompañado de patatas fritas de bolsa). Nos entraba una tortura y un agobio cada día a la hora de almorzar que se te iba la alegría. Pero bueno, como ya veréis en etapas posteriores, también hubo cosas positivas con la gente. En una ocasión en que mi compañero tuvo una diarrea a primera hora de la mañana y a mediodía me dijo que prefería ir al alojamiento a descansar, sucedió que no encontrábamos la casa, ninguno de los dos móviles podía conectarse a la red israelí ni teníamos wifi, así que le pedimos a una señora ayuda y... ¡nos ayudó! Ella misma llamó al número de la casa, nos dijo donde estaba, habló con el propietario explicándole la situación e incluso, mientras esperaba la respuesta de éste -en principio no contestaba-, nos invitó a ir a su casa a pasar la tarde para que mi compañero descansara, y podíamos comer o beber algo. Esto sucedió el penúltimo día del desierto, antes de visitar Jerusalén, y gracias a Dios que ocurrió, ya que la sensación de impotencia y de asco después de tantos días de haber sido tratados con tantos desplantes, con mala educación, con exigencias y riñas y demás, esta buena mujer logró apaciguar nuestros derrotados ánimos y devolvernos parte de la fe perdida en la Humanidad. Bueno, en su Humanidad. Aunque duró poco... luego nos tocó Jerusalén.
En la próxima etapa os detallaré el itinerario y los servicios contratados.