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22/05/19 miércoles
Carvoeiro – Algarve
08:40 salimos hacia Lisboa, nuestra siguiente parada. Hay 24 grados y el solete se agradece en el coche.
Llevamos hasta ahora 1900 km y el C3 no para, menos mal.
LISBOA
En unos campos, el trigo amarillo como el oro, termina de madurar al sol, en otros ya está recogido.
Se ven granjas de cerdos y mucha encina por los campos que vamos pasando, aunque animales de granja no hemos visto muchos.
Vamos por la IC1 dirección Grandola.
13:15 parada para comer.
Seguimos viaje; el cielo se está nublando.
A2 hacia Lisboa, ahora ya se empieza a ver algo más de tráfico.
14:15 peaje en Setúbal, 2 €
Ya se ve la enorme estatua de Cristo Rey, antesala de la capital lusitana; al otro lado del Tejo, Lisboa.
Cruzamos el imponente Puente 25 de Abril. Cruzarlo cuesta 1.85 euros. Es muy parecido al Golden Gate de San Francisco y tiene casi 2 km de largo.
De Carvoeiro a Lisboa hay 280 Km; nosotros, con paradas incluidas hemos tardado 5 horas. Aunque por la autopista, se tarda mucho menos, probablemente la mitad.
14:45 Lisboa
Check in en el Dynia Lisbon Hostel **, con desayuno, la habitación es pequeña y da a un patio interior.
Salimos a inspeccionar los alrededores del hotel. Una vez más, nos deja sorprendidos los murales y el stretart de la ciudad.
Lisboa, también tiene el mismo tipo de suelo que hemos visto en el sur del país. Leyendo un poco, descubrimos el motivo, por el que las calles están adoquinadas de esta manera. La idea fue del Marqués de Pombal, cuya plaza está muy cerca del hotel, al que se le ocurrió, como forma de abaratar costes y aprovechar los materiales del terremoto que asoló esta ciudad en 1755.
Vemos mucho negocio de ciudadanos chinos y mucho restaurante hindú, que nos lleva a pensar en la antigua colonia portuguesa india de Goa.
Cogemos la calle Dos Reis para abajo y llegamos hasta el Castillo de San Jorge. De ahí, por una plaza llena de jacarandas, llegamos a la seo o catedral.
Los tranvías suben y bajan por las empinadas calles a un ritmo lento, pausado y con un sonido muy particular. Hay muchos tuck-tuck y las bicis de renting se encuentran casi por cualquier rincón. Las bicis a veces aparecen tiradas, quisiéramos pensar que caídas, aunque da una sensación de dejadez muy mala y afea la ciudad en sí.
La jacaranda le ha encantado a la Encarna; ya cogí unas semillas en Lagos.
Estamos en el barrio de Alfama, las calles son muy coquetas. Los raíles del tranvía, sus cables eléctricos, las coloridas jacarandas, su empedrado y el color de sus edificios te transporta a los tiempos de Verne o Edison, dándole a todo el conjunto un estilo industrial. Solo falta la máquina de Wells, apareciendo detrás de una esquina.
Seguimos callejeando.
17:20 llegamos a Casa dos Bicos. Un edificio, curioso por su fachada de picos de piedra, en forma de diamante, que actualmente alberga la Fundación José Saramago. Esta zona está bastante animada.
Enfrente, en una parte del puerto, hay un gran trasatlántico, perdón, crucero, dominando el Tejo.
Pasamos por la enorme Plaza del Comercio y su enorme Arco de la Rúa Augusta.
Próximamente hay elecciones en el país y se ven pequeños actos electorales; aquí y allá gente con banderas y pancartas reivindicativas, cánticos, y fiesta en general.
Paradita para refrescarnos con dos cañitas, que nos cobran 10 €, un poquito caro la verdad.
Me llamó la atención, ver en un escaparate una noria que lo llenaba todo, al acercarme eran latas de sardinas. La tienda parecía una librería antigua o una especie de biblioteca, pero cuando entramos, en los anaqueles no había libros, estaban llenos de latas de sardinas con motivos y colores en tonos pastel; muy bonitas, pero a un precio de casi 8 €, más caro que un libro. Un souvenir muy vendido en la capital.
Vamos subiendo a Alto y por unas escaleras, vemos a un viejo músico, que nos dedica un fado al son de una vieja guitarra española.
Desde el Elevador de Santa Justa, hay unas buenas vistas de esta parte de la ciudad y aunque el elevador es curioso por fuera, decidimos no pagar los 2 € que cobraban por subir.
Se dice que lo construyo un alumno de Eiffel, pero no está probada su relación con el arquitecto francés. Desde arriba se ve, lo que queda del Convento do Carmo y sus arquerías a cielo abierto.
La Plaza del Rossio está muy concurrida.
Hacemos el camino de regreso al hotel callejeando, qué es lo bonito de Lisboa. Esta ciudad invita al paseo. Aunque nos ha llamado la atención, la cantidad de sin techo que hemos visto por todas partes, sobre todo de camino al hotel; lacra que sufren todas las grandes ciudades seguramente.
Lisboa es muy fácil y nos recordó un poco a Roma.
20:30 buscando un sitio para cenar, encontramos cerca del hotel, un restaurante recomendado en los foros, dónde servían comida casera tradicional. Se llama Floresta da Estefanía.
A la vez que pruebas especiales portuguesas caseras a mas no poder, estás en un ambiente lisboeta típico, con gente de aquí. Y comes codo con codo, con los trabajadores de la ciudad y en menor medida con algún turista despistado, que, como nosotros, quiere vivir Lisboa desde dentro.
Nos pusieron un entrante junto a las cervecitas que era un plato de choricitos al estilo portugués, cortados muy pequeñitos y con un toque picante justo; muy ricos.
Pedimos “alheira”, típico embutido con carne a la brasa y también calamares, “lulas”; los dos platos venían con una buena ración de patatas fritas, arroz blanco, y un huevo frito por encima. Riquísimo, riquísimo y todo solo por 15 €
La comida muy rica, pero lo mejor la experiencia de comer en una tasca típica lisboeta de las que, según dicen, quedan ya bien pocas; los camareros muy atentos, había un run run muy amable y aunque las sillas se tocaban, en ningún momento tenías la sensación de haber perdido intimidad.
Volvimos al hotel, que está justo detrás y a descansar, otro bonito día.
23/05/19 jueves
Lisboa
08:00 bajamos a desayunar. El desayuno austero, pero variado; hay fiambre, mantequilla, mermelada, cereales y zumo.
Salimos para Belén en coche, ya que igualmente tenemos que pagar el aparcamiento.
09:30 hemos dejado aparcado el coche cerca de la estación de trenes de Belén, a unos 15 minutos andando. Hay bastante sitio por la zona y es gratuito.
10:00 vemos La Torre de Belén, que ya estaba atestada de turistas, sobre todo grupos de turistas asiáticos. Se trata de una torre aislada en la orilla, es bonita, pero me ha dejado un poco frío.
De ahí, dando un paseíto, llegamos a los Jerónimos, esto ya es otra cosa. Tardamos un cuarto de hora más o menos en llegar al monasterio.
10:30 visita al monasterio. Patrimonio de la Humanidad desde 1983.
El monasterio precioso, qué voy a decir yo que me encanta la piedra.
La entrada es conjunta con el Museo de Arqueología y cuesta 12 € por persona, pero merece mucho la pena.
El templo es espectacular bastante alto y tiene unas vidrieras muy coloridas. Es de estilo manuelino, un estilo que es típico portugués y aunque algo recargado me encanta tiene detalles por cada sitio que mires, columnas parecen no tener fin, hasta que alcanzan las arquerías en la bóveda. Está lleno, lleno de gente; grupos con sus guías comentando cada detalle de cada rincón.
Aquí están enterrados Luis Camoes y Vasco de Gama. Subimos al coro, desde donde las vistas de la nave es lo más espectacular.
El claustro es muy bonito, sus columnas retorcidas y sus arcos casi imposibles, son otro claro ejemplo de que este estilo arquitectónico está emparentado con el gótico. En una de las esquinas, una fuente con la efigie de un león, que más bien parecía una esfinge, era bastante bonita y muy retratadas. Mucha gente.
La visita, en total la hemos hecho en hora y media.
Al lado del Monasterio de los Jerónimos, está el Planetario y el Museo de la Marina y también el Museo Arqueológico.
Algo más alejado, está el Museo del Combatiente; en la entrada, dos soldados guardan un pebetero y presentan armas ante una tumba, en recuerdo, respeto y agradecimiento a los soldados muertos en las campañas militares, tanto en tiempos de paz como en los de guerra.
12:10 cogemos el nuevo y flamante tranvía 14E hasta la Plaza del Rocío dónde bajamos.
El tranvía 14E, recorre toda la Avenida da India, desde la Torre de Belén hasta el Puente 25 de Abril, sigue la misma dirección, que ahora se llama C/ 4 de Julio, después comienza a callejear por las estrechas calles, cada vez más inclinadas de Baixa y Chiado.
El trayecto en tranvía es una gozada.
Comimos en el Buddha Palace, después de estar buscando algún restaurante que tuviera en el menú las tan afamadas sardinhas assadas y no encontrarlo.
Un plato de sardinas, (tres para ser exactos), para cada uno, tres cervezas y dos cafés 28 €. Qué razón tenía el muchacho que nos atendió en Sagres, cuando nos dijo que no era temporada; las sardinas que hemos comido, eran un poquito más grandes que boquerones.
Y de ahí, nos vamos al mirador de Santa Lucía que también estaba hasta arriba de gente.
Buganvillas, jacarandas, pocas prisas, es una gozada pasear por Lisboa.
Seguimos camino y vemos un poco más del barrio de Alfama. Un barrio muy colorido y a la vez con mucho encanto; unos chicos cantaban y tocaban sus instrumentos de un balcón, mientras una señora les ponía monedas en una cesta que habían descolgado desde la primera planta, de un piso seguramente ocupado. Pintoresco barrio.
14:45 cogemos de nuevo el tranvía, esta vez el número 28E, uno de los antiguos. Esta línea recorre las callejuelas de la vieja Lisboa, precio del ticket 3 € por persona.
Al llegar al final del recorrido, bajamos, esperamos un rato y montamos en el 25E y regresamos, esta vez sentados, hasta la Plaza del Rossio. El tiempo que hemos estado en el tranvía, más o menos una hora, ha sido interesante, viendo sus callejuelas y sus gentes a sus cosas diarias, apenas ajenos a nuestra presencia, ha sido muy estimulante, descansado, entretenido y una experiencia, eso seguro.
15:50 Plaza del Rossio.
De nuevo pasamos por el Elevador de Santa Justa, donde unos jóvenes nos ofrecen hachís, sin esconderse mucho de la vista de los demás peatones; algo habitual y ya comentado por muchos viajeros.
Plaza de Figueira, donde había una enorme carpa, llena de tiendas, tenderetes con todo de productos portugueses, comida casera, bocadillos, infinitas clases de queso, jamón, carne de cerdo troceada, en tiras, asada, cocida, al horno. Locales con cerveza, vino, ginjinha. Había también puestos con artesanías de corcho, manteles, textiles.
17:00 cogimos el 14E, hicimos el viaje de vuelta hasta el coche. Por el camino pasamos por las cocheras del tranvía, dónde se veía algún vehículo bastante antiguo.
Vamos al hotel, no aseamos, nos cambiamos y salimos a cenar.
20:30 entramos a cenar en el Zaafran, un restaurante hindú que está cerca del hotel.
Hoy había velada especial, amenizada con baile, con lo que no hay carta, el menú se basa exclusivamente en thali, mi plato favorito de la cocina hindú.
No sirvieron dos thalis, en una bandeja circular como es tradición. Con platillos de verduras, lentejas, dhal, salsa de yogur, curd, una salsa picante, gambas al curry, pollo especiado. Acompañado de papadam, uhmmm que ricas las papadam; repetimos arroz y papadam, por supuesto. De postres, nos ofrecieron tres delicatessen; una caliente, una templada y una fría. Ricas, ricas las tres.
Para beber pedimos, una caña y una Cobra, recordando viejos tiempos.
Durante la cena, dos jovencitas nos mostraron sus dotes con su dominio de la de danza oriental, que junto a la iluminación y la decoración del local hicieron una velada deliciosa.
Nos gustó mucho y aunque al principio, el local daba aspecto de caro, los 47 € que pagamos, nos parecieron, cuando menos, “poco caros”, la verdad, para lo que nos ofrecieron esta noche.
Volvemos al hotel con una sonrisa.
24/05/19 viernes
Lisboa
El día se ha levantado con algunas nubes, la mañana es fresquita pero el sol ya pega.
08:50 salimos ya.
09:30 llegamos al pueblo de Sintra. El camino, una vez aquí es muy sencillo, ya que desde el mismo pueblo solo hay una carretera posible y esta es de único sentido. Esta carretera, te deja en las mismas taquillas del Palacio, y hay varios aparcamientos por toda la zona.
Ya estamos en el Palacio da Pena.
10:00 entramos al palacio, una verdadera obra de arte declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995. Es de estilo romántico y tiene algo más de 180 años.
La entrada, qué es conjunta con el parque, cuesta 14 € por persona. Este palacio está en lo alto de la peña y desde sus almenas se ve el mar.
Dominan los colores amarillos, mostaza, azafrán, el gris azulado de sus fachadas y el rojo.
Una vez dentro y sin que nos desanimen las colas, por cierto, hemos hecho bien en venir a primera hora, ya que a esta hora ya está bastante lleno y hay muchos grupos esperando entrar.
Una vez dentro hay que disfrutar de la ventana de Tritón, de sus patios, sus terrazas y sus mil detalles.
Hace muchísimo viento, y todos los lugares abiertos, sobre todo los patios y las murallas están casi vacíos. Visitamos el palacio; hay estancias llenas de sorpresas, muebles, tapices, objetos, siempre interesantes.
Se visitan las estancias del rey, de la reina y de sus doncellas, comedores, salas para todos los usos posibles, cocina y salones y salones.
Muebles bellos a veces, otras estrambóticos.
El palacio de cuento, sin poner más apelativos, y no me extrañaría nada, que hubieran acordado, Disney y Dalí en diseñar esta verdadera obra de arte.
Al bajar la cuesta de camino a la salida, la cola para entrar ya llega hasta casi la entrada, seguramente dos horas de espera para los que llegan ahora.
En busca del lugar perfecto para sacar esa foto qué sale en los folletos, nos perdemos por jardines que bordean el palacio, exuberantes en esta estación y llenos de sombras, lo que hace que la zona sea fresquita y algo húmeda.
Llegamos a una roca desde dónde se ve el palacio, aún más mágico si cabe. Los colores se ven más marcados y el misterio lo envuelve todo en un tono verde vegetal.
Hay unos árboles muy curiosos, con sus copas en forma de paraguas invertido, araucaria del Brasil, una más entre las 500 especies de árboles, que hay en estos jardines; extraordinario.
Después de disfrutar por las cuestas y los bosques por las rocas y los senderos volvemos al coche y bajamos al pueblo.
Ya en el pueblo, paramos para comer en el restaurante Porto dos Sentidos. Comimos dentro, ya que el aire era bastante molesto. Pedimos chuleta de cerdo a la parrilla y nos lo sirvieron con arroz, verduras y unas bolas de puré de patata, con forma de estrella, muy rico, comida casera, casera. Para beber, una cerveza, Coca Cola y dos cafés; todo por 36 €
El local era como de otro tiempo, con los asientos como los de los trenes antiguos, de skay rojo, las paredes llenas de botellas de vino y un aire a taberna de carretera.
14:00 entramos en Quinta da Regaleira, 8 euros la entrada.
Nada más entrar, los antiguos establos, ahora en desuso, muy bonitos. El edificio principal, con sus largas agujas y estructura estilizada, es precioso nada que ver con el Palacio da Pena, es otro estilo totalmente diferente.
Hay una pequeña capilla, pero estaba cerrada, aunque el edificio en sí es una delicia.
Los jardines que la envuelven son para el descanso y la meditación. Rincones como el portal del Guardian, que estaban restaurando, la torre del Zigurat, preciosa, o el fantástico y algo mareante Pozo Iniciático. Un pozo circular, te adentra a casi 30 metros, en lo profundo de la montaña para dejarte salir un poco más allá entre pasadizos y pozos excavados.
Algo enigmático, pero sin duda hermoso, nos recordó algo la escalera del Bovolo en Venecia.
Disfrutamos, sobre todo, del aire puro y limpio del bosque, aquí y allá gente buscando rincones nuevos, pasajes secretos y medio perdida, como nosotros dando vueltas, buscando algo nuevo, inexistente en los mapas.
Las espectaculares secuoyas con sus sombras eternas, los cuidados edificios, un capricho y un gustazo.
También se puede visitar el edificio principal y es al estilo del da Pena, con estancias y multitud de detalles por descubrir.
Araucarias y tejos ayudan con su sombra a aplacar el sol del mediodía.
16:00 salimos hacia Lisboa.
Este lugar nos ha parecido algo precioso y sin duda algo imprescindible.
Cogemos el metro en la cercana estación de Anjos, al lado del hotel.
Sacar el ticket es sencillo, aunque nos ha tocado preguntar. La máquina te cobra, por la cartulina 0.50 € y luego el viaje cuesta otro 1.50 €
Bajamos en Baixa-Chiado.
Vamos disfrutando de la bonita tarde que se ha quedado y de camino al hotel descubrimos una callecita muy empinada, donde estaba parado en tranvía que hacía el trayecto, arriba y abajo, encantador. Aunque esta vez estaba todo de feos grafitis, tanto el tranvía como las paredes.
En una plaza cercana, unas parejas bailan al son de una música caribeña, muy animados sus bailes. Seguimos camino hasta el hotel, llegamos rendidos, otro día después de todo, completo.
25/05/19 sábado
Lisboa
Hacemos el check out, 338 € más 4 euros de tasas.
Salimos hacia Batalha.
LEIRIA
11:00 llegamos a Batalha.
11:20 entramos en el monasterio. La entrada, conjunta con las Capillas Inacabadas, cuesta 6 € por cabeza.
El monasterio, su iglesia se asemeja, vagamente por sus agujas y su estilismo a la catedral de Burgos.
Se construyó hacia el siglo XIV y es de estilo gótico flamígero, de ahí semejanza con la catedral castellana. Su fachada está llena de tallas, que, por su simbología, bien pudieran ser románicas. Como la de la señora, a la que le sale por la boca otra persona, en clara alegoría al parto, o la de San Dionisio en la misma entrada, que tiene la cabeza fuera de su lugar, entre los brazos en mitad del cuerpo.
El templo es amplio, muy alto y me sorprenden las vidrieras y los irisados que se forman en el suelo, al traspasarlos la luz solar.
El claustro, está lleno de columnas y de arcadas con filigranas talladas en piedra, con muchos y delicados detalles. Las gárgolas, de formas diferentes, te observan al pasar, en su quietud.
En el primer piso, en la terraza, hay un reloj o lo que queda de su mecanismo, interesante, como interesante darte la vuelta y encontrarte, en la piedra, grabado un reloj de sol, que resiste el paso de un tiempo, que nadie mide ya y al que aún le quedan los agujeros para el gnomon.
De ahí salimos para ver las capillas imperfectas o inacabadas, visita que entra también con la entrada al monasterio.
Esta, es la parte que más me ha gustado, ya que es el sitio perfecto donde se unen, lo humano y lo divino, aunque uno no sea religioso se puede llegar a entender algo de la carga emocional que estos lugares albergan.
El rey Duarte lo mandó construir, pero falleció a los cuatro años de comenzarla, por lo que no hay techo y las columnas se funden con el azul infinito del cielo, dándole un aspecto místico, fantástico. Una visión extraña del templo.
Una vez fuera, el conjunto bien pudiera haber servido como fondo para la serie Juego de Tronos, por sus características torres.
Nos acercamos hasta Alcobaça, que está a 30 minutos y unos 26 km de Batalha.
Aquí queremos visitar el monasterio, pero se celebra una boda y no queremos molestar. Lo vemos por fuera. Es muy diferente al de Batalha, es un monasterio cisterciense de 1178, austero, pero enorme.
Salimos en busca del sustento del mediodía y paramos a comer en el restaurante Antonio, que viene muy recomendado en varios foros.
El sitio es un encanto, lleno de detalles bonitos, la atención del personal inmejorable y la comida espectacular, roza el 11.
Pedimos los couvert, que esta vez, tenían una pinta estupenda. A base de patés, embutidos, quesos, mermeladas y tiras de pan de varias clases.
La Encarna pide, “polvo a lagareiro”, pulpo al horno, y yo “bacalhau a la portuguesa”. De postre una tartaleta de almendras, exquisita; nos comentaron, que este postre había ganado un premio.
Una comida delicatessen, el menaje curioso, el servicio cuidado, fuimos muy bien atendidos, todo perfecto. Cerveza, Coca Cola, postre y cafés. 52 baratos euros, para la calidad que vimos.
Salimos para Óbidos.
OESTE Y REGIÓN CENTRO
16:15 estamos ya en Óbidos.
Este pueblo amurallado, junto con los monasterios de Batalha, Alcobaça y el de Los Jerónimos, el Palacio da Pena, la Torre de Belén y el Castillo de Guimarães, que veremos en una próxima visita al país lusitano, fue elegido el 07/07/07, como una de las 7 maravillas de Portugal, que se dieron a conocer el Lisboa, junto con las 7 maravillas del mundo moderno, en una votación a nivel mundial.
El pueblo es encantador, tiendecitas y calles a resguardado de las altas murallas. Está muy bien cuidado y había un buen ambiente; estuvimos disfrutando un buen rato por sus empinadas callejuelas. Pagamos el aparcamiento a 3 € unas 3 horas.
Vimos otra tienda con las famosas latas de conserva, llena hasta los topes, de latas y de gente.
Nos despedimos de Óbidos y ponemos rumbo a Évora.
Este trayecto ha sido extraño, cuando menos, pensamos que estamos perdidos, que no funcionaba el GPS, no sabíamos hacia donde tirar. Menos mal que la carretera estaba más o menos arreglada.
ALENTEJO
Si se quiere conocer el Alentejo profundo, lo mejor es hacer esta ruta, eso sin duda.
Vemos una carbonera, dónde estaban haciendo carbón vegetal, los montones de arena aún echaban humo. Pasamos por zonas de bosque tupido, humedales, pasamos puentes, pero no llegaba ninguna indicación de una población grande, todo eran pequeños núcleos rurales. Hasta que, llegó un cartel que anunciaba Évora, lo que hizo que respiramos aliviados.
Un viaje lleno de dudas.
20:30 entramos en Évora, por fin.
El hotel está bien situado y en pleno centro. El coche lo hemos dejado al lado del hotel.
Chek in en Stay Hotel Evora ***, 70 €. La recepción es buena y el personal amable, pero al entrar a la habitación, horror, un fuerte olor a humedad, debido seguramente a que no han dejado secar completamente de moqueta; a mí me huele a orín de gato, lo que ha roto el encanto del momento.
Va a ser solo una noche, y la verdad, nos las hemos visto en peores situaciones.
Salimos a dar una vuelta por los alrededores, pero el cansancio nos hace volver.
Carvoeiro – Algarve
08:40 salimos hacia Lisboa, nuestra siguiente parada. Hay 24 grados y el solete se agradece en el coche.
Llevamos hasta ahora 1900 km y el C3 no para, menos mal.
LISBOA
En unos campos, el trigo amarillo como el oro, termina de madurar al sol, en otros ya está recogido.
Se ven granjas de cerdos y mucha encina por los campos que vamos pasando, aunque animales de granja no hemos visto muchos.
Vamos por la IC1 dirección Grandola.
13:15 parada para comer.
Seguimos viaje; el cielo se está nublando.
A2 hacia Lisboa, ahora ya se empieza a ver algo más de tráfico.
14:15 peaje en Setúbal, 2 €
Ya se ve la enorme estatua de Cristo Rey, antesala de la capital lusitana; al otro lado del Tejo, Lisboa.
Cruzamos el imponente Puente 25 de Abril. Cruzarlo cuesta 1.85 euros. Es muy parecido al Golden Gate de San Francisco y tiene casi 2 km de largo.
De Carvoeiro a Lisboa hay 280 Km; nosotros, con paradas incluidas hemos tardado 5 horas. Aunque por la autopista, se tarda mucho menos, probablemente la mitad.
14:45 Lisboa
Check in en el Dynia Lisbon Hostel **, con desayuno, la habitación es pequeña y da a un patio interior.
Salimos a inspeccionar los alrededores del hotel. Una vez más, nos deja sorprendidos los murales y el stretart de la ciudad.
Lisboa, también tiene el mismo tipo de suelo que hemos visto en el sur del país. Leyendo un poco, descubrimos el motivo, por el que las calles están adoquinadas de esta manera. La idea fue del Marqués de Pombal, cuya plaza está muy cerca del hotel, al que se le ocurrió, como forma de abaratar costes y aprovechar los materiales del terremoto que asoló esta ciudad en 1755.
Vemos mucho negocio de ciudadanos chinos y mucho restaurante hindú, que nos lleva a pensar en la antigua colonia portuguesa india de Goa.
Cogemos la calle Dos Reis para abajo y llegamos hasta el Castillo de San Jorge. De ahí, por una plaza llena de jacarandas, llegamos a la seo o catedral.
Los tranvías suben y bajan por las empinadas calles a un ritmo lento, pausado y con un sonido muy particular. Hay muchos tuck-tuck y las bicis de renting se encuentran casi por cualquier rincón. Las bicis a veces aparecen tiradas, quisiéramos pensar que caídas, aunque da una sensación de dejadez muy mala y afea la ciudad en sí.
La jacaranda le ha encantado a la Encarna; ya cogí unas semillas en Lagos.
Estamos en el barrio de Alfama, las calles son muy coquetas. Los raíles del tranvía, sus cables eléctricos, las coloridas jacarandas, su empedrado y el color de sus edificios te transporta a los tiempos de Verne o Edison, dándole a todo el conjunto un estilo industrial. Solo falta la máquina de Wells, apareciendo detrás de una esquina.
Seguimos callejeando.
17:20 llegamos a Casa dos Bicos. Un edificio, curioso por su fachada de picos de piedra, en forma de diamante, que actualmente alberga la Fundación José Saramago. Esta zona está bastante animada.
Enfrente, en una parte del puerto, hay un gran trasatlántico, perdón, crucero, dominando el Tejo.
Pasamos por la enorme Plaza del Comercio y su enorme Arco de la Rúa Augusta.
Próximamente hay elecciones en el país y se ven pequeños actos electorales; aquí y allá gente con banderas y pancartas reivindicativas, cánticos, y fiesta en general.
Paradita para refrescarnos con dos cañitas, que nos cobran 10 €, un poquito caro la verdad.
Me llamó la atención, ver en un escaparate una noria que lo llenaba todo, al acercarme eran latas de sardinas. La tienda parecía una librería antigua o una especie de biblioteca, pero cuando entramos, en los anaqueles no había libros, estaban llenos de latas de sardinas con motivos y colores en tonos pastel; muy bonitas, pero a un precio de casi 8 €, más caro que un libro. Un souvenir muy vendido en la capital.
Vamos subiendo a Alto y por unas escaleras, vemos a un viejo músico, que nos dedica un fado al son de una vieja guitarra española.
Desde el Elevador de Santa Justa, hay unas buenas vistas de esta parte de la ciudad y aunque el elevador es curioso por fuera, decidimos no pagar los 2 € que cobraban por subir.
Se dice que lo construyo un alumno de Eiffel, pero no está probada su relación con el arquitecto francés. Desde arriba se ve, lo que queda del Convento do Carmo y sus arquerías a cielo abierto.
La Plaza del Rossio está muy concurrida.
Hacemos el camino de regreso al hotel callejeando, qué es lo bonito de Lisboa. Esta ciudad invita al paseo. Aunque nos ha llamado la atención, la cantidad de sin techo que hemos visto por todas partes, sobre todo de camino al hotel; lacra que sufren todas las grandes ciudades seguramente.
Lisboa es muy fácil y nos recordó un poco a Roma.
20:30 buscando un sitio para cenar, encontramos cerca del hotel, un restaurante recomendado en los foros, dónde servían comida casera tradicional. Se llama Floresta da Estefanía.
A la vez que pruebas especiales portuguesas caseras a mas no poder, estás en un ambiente lisboeta típico, con gente de aquí. Y comes codo con codo, con los trabajadores de la ciudad y en menor medida con algún turista despistado, que, como nosotros, quiere vivir Lisboa desde dentro.
Nos pusieron un entrante junto a las cervecitas que era un plato de choricitos al estilo portugués, cortados muy pequeñitos y con un toque picante justo; muy ricos.
Pedimos “alheira”, típico embutido con carne a la brasa y también calamares, “lulas”; los dos platos venían con una buena ración de patatas fritas, arroz blanco, y un huevo frito por encima. Riquísimo, riquísimo y todo solo por 15 €
La comida muy rica, pero lo mejor la experiencia de comer en una tasca típica lisboeta de las que, según dicen, quedan ya bien pocas; los camareros muy atentos, había un run run muy amable y aunque las sillas se tocaban, en ningún momento tenías la sensación de haber perdido intimidad.
Volvimos al hotel, que está justo detrás y a descansar, otro bonito día.
23/05/19 jueves
Lisboa
08:00 bajamos a desayunar. El desayuno austero, pero variado; hay fiambre, mantequilla, mermelada, cereales y zumo.
Salimos para Belén en coche, ya que igualmente tenemos que pagar el aparcamiento.
09:30 hemos dejado aparcado el coche cerca de la estación de trenes de Belén, a unos 15 minutos andando. Hay bastante sitio por la zona y es gratuito.
10:00 vemos La Torre de Belén, que ya estaba atestada de turistas, sobre todo grupos de turistas asiáticos. Se trata de una torre aislada en la orilla, es bonita, pero me ha dejado un poco frío.
De ahí, dando un paseíto, llegamos a los Jerónimos, esto ya es otra cosa. Tardamos un cuarto de hora más o menos en llegar al monasterio.
10:30 visita al monasterio. Patrimonio de la Humanidad desde 1983.
El monasterio precioso, qué voy a decir yo que me encanta la piedra.
La entrada es conjunta con el Museo de Arqueología y cuesta 12 € por persona, pero merece mucho la pena.
El templo es espectacular bastante alto y tiene unas vidrieras muy coloridas. Es de estilo manuelino, un estilo que es típico portugués y aunque algo recargado me encanta tiene detalles por cada sitio que mires, columnas parecen no tener fin, hasta que alcanzan las arquerías en la bóveda. Está lleno, lleno de gente; grupos con sus guías comentando cada detalle de cada rincón.
Aquí están enterrados Luis Camoes y Vasco de Gama. Subimos al coro, desde donde las vistas de la nave es lo más espectacular.
El claustro es muy bonito, sus columnas retorcidas y sus arcos casi imposibles, son otro claro ejemplo de que este estilo arquitectónico está emparentado con el gótico. En una de las esquinas, una fuente con la efigie de un león, que más bien parecía una esfinge, era bastante bonita y muy retratadas. Mucha gente.
La visita, en total la hemos hecho en hora y media.
Al lado del Monasterio de los Jerónimos, está el Planetario y el Museo de la Marina y también el Museo Arqueológico.
Algo más alejado, está el Museo del Combatiente; en la entrada, dos soldados guardan un pebetero y presentan armas ante una tumba, en recuerdo, respeto y agradecimiento a los soldados muertos en las campañas militares, tanto en tiempos de paz como en los de guerra.
12:10 cogemos el nuevo y flamante tranvía 14E hasta la Plaza del Rocío dónde bajamos.
El tranvía 14E, recorre toda la Avenida da India, desde la Torre de Belén hasta el Puente 25 de Abril, sigue la misma dirección, que ahora se llama C/ 4 de Julio, después comienza a callejear por las estrechas calles, cada vez más inclinadas de Baixa y Chiado.
El trayecto en tranvía es una gozada.
Comimos en el Buddha Palace, después de estar buscando algún restaurante que tuviera en el menú las tan afamadas sardinhas assadas y no encontrarlo.
Un plato de sardinas, (tres para ser exactos), para cada uno, tres cervezas y dos cafés 28 €. Qué razón tenía el muchacho que nos atendió en Sagres, cuando nos dijo que no era temporada; las sardinas que hemos comido, eran un poquito más grandes que boquerones.
Y de ahí, nos vamos al mirador de Santa Lucía que también estaba hasta arriba de gente.
Buganvillas, jacarandas, pocas prisas, es una gozada pasear por Lisboa.
Seguimos camino y vemos un poco más del barrio de Alfama. Un barrio muy colorido y a la vez con mucho encanto; unos chicos cantaban y tocaban sus instrumentos de un balcón, mientras una señora les ponía monedas en una cesta que habían descolgado desde la primera planta, de un piso seguramente ocupado. Pintoresco barrio.
14:45 cogemos de nuevo el tranvía, esta vez el número 28E, uno de los antiguos. Esta línea recorre las callejuelas de la vieja Lisboa, precio del ticket 3 € por persona.
Al llegar al final del recorrido, bajamos, esperamos un rato y montamos en el 25E y regresamos, esta vez sentados, hasta la Plaza del Rossio. El tiempo que hemos estado en el tranvía, más o menos una hora, ha sido interesante, viendo sus callejuelas y sus gentes a sus cosas diarias, apenas ajenos a nuestra presencia, ha sido muy estimulante, descansado, entretenido y una experiencia, eso seguro.
15:50 Plaza del Rossio.
De nuevo pasamos por el Elevador de Santa Justa, donde unos jóvenes nos ofrecen hachís, sin esconderse mucho de la vista de los demás peatones; algo habitual y ya comentado por muchos viajeros.
Plaza de Figueira, donde había una enorme carpa, llena de tiendas, tenderetes con todo de productos portugueses, comida casera, bocadillos, infinitas clases de queso, jamón, carne de cerdo troceada, en tiras, asada, cocida, al horno. Locales con cerveza, vino, ginjinha. Había también puestos con artesanías de corcho, manteles, textiles.
17:00 cogimos el 14E, hicimos el viaje de vuelta hasta el coche. Por el camino pasamos por las cocheras del tranvía, dónde se veía algún vehículo bastante antiguo.
Vamos al hotel, no aseamos, nos cambiamos y salimos a cenar.
20:30 entramos a cenar en el Zaafran, un restaurante hindú que está cerca del hotel.
Hoy había velada especial, amenizada con baile, con lo que no hay carta, el menú se basa exclusivamente en thali, mi plato favorito de la cocina hindú.
No sirvieron dos thalis, en una bandeja circular como es tradición. Con platillos de verduras, lentejas, dhal, salsa de yogur, curd, una salsa picante, gambas al curry, pollo especiado. Acompañado de papadam, uhmmm que ricas las papadam; repetimos arroz y papadam, por supuesto. De postres, nos ofrecieron tres delicatessen; una caliente, una templada y una fría. Ricas, ricas las tres.
Para beber pedimos, una caña y una Cobra, recordando viejos tiempos.
Durante la cena, dos jovencitas nos mostraron sus dotes con su dominio de la de danza oriental, que junto a la iluminación y la decoración del local hicieron una velada deliciosa.
Nos gustó mucho y aunque al principio, el local daba aspecto de caro, los 47 € que pagamos, nos parecieron, cuando menos, “poco caros”, la verdad, para lo que nos ofrecieron esta noche.
Volvemos al hotel con una sonrisa.
24/05/19 viernes
Lisboa
El día se ha levantado con algunas nubes, la mañana es fresquita pero el sol ya pega.
08:50 salimos ya.
09:30 llegamos al pueblo de Sintra. El camino, una vez aquí es muy sencillo, ya que desde el mismo pueblo solo hay una carretera posible y esta es de único sentido. Esta carretera, te deja en las mismas taquillas del Palacio, y hay varios aparcamientos por toda la zona.
Ya estamos en el Palacio da Pena.
10:00 entramos al palacio, una verdadera obra de arte declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995. Es de estilo romántico y tiene algo más de 180 años.
La entrada, qué es conjunta con el parque, cuesta 14 € por persona. Este palacio está en lo alto de la peña y desde sus almenas se ve el mar.
Dominan los colores amarillos, mostaza, azafrán, el gris azulado de sus fachadas y el rojo.
Una vez dentro y sin que nos desanimen las colas, por cierto, hemos hecho bien en venir a primera hora, ya que a esta hora ya está bastante lleno y hay muchos grupos esperando entrar.
Una vez dentro hay que disfrutar de la ventana de Tritón, de sus patios, sus terrazas y sus mil detalles.
Hace muchísimo viento, y todos los lugares abiertos, sobre todo los patios y las murallas están casi vacíos. Visitamos el palacio; hay estancias llenas de sorpresas, muebles, tapices, objetos, siempre interesantes.
Se visitan las estancias del rey, de la reina y de sus doncellas, comedores, salas para todos los usos posibles, cocina y salones y salones.
Muebles bellos a veces, otras estrambóticos.
El palacio de cuento, sin poner más apelativos, y no me extrañaría nada, que hubieran acordado, Disney y Dalí en diseñar esta verdadera obra de arte.
Al bajar la cuesta de camino a la salida, la cola para entrar ya llega hasta casi la entrada, seguramente dos horas de espera para los que llegan ahora.
En busca del lugar perfecto para sacar esa foto qué sale en los folletos, nos perdemos por jardines que bordean el palacio, exuberantes en esta estación y llenos de sombras, lo que hace que la zona sea fresquita y algo húmeda.
Llegamos a una roca desde dónde se ve el palacio, aún más mágico si cabe. Los colores se ven más marcados y el misterio lo envuelve todo en un tono verde vegetal.
Hay unos árboles muy curiosos, con sus copas en forma de paraguas invertido, araucaria del Brasil, una más entre las 500 especies de árboles, que hay en estos jardines; extraordinario.
Después de disfrutar por las cuestas y los bosques por las rocas y los senderos volvemos al coche y bajamos al pueblo.
Ya en el pueblo, paramos para comer en el restaurante Porto dos Sentidos. Comimos dentro, ya que el aire era bastante molesto. Pedimos chuleta de cerdo a la parrilla y nos lo sirvieron con arroz, verduras y unas bolas de puré de patata, con forma de estrella, muy rico, comida casera, casera. Para beber, una cerveza, Coca Cola y dos cafés; todo por 36 €
El local era como de otro tiempo, con los asientos como los de los trenes antiguos, de skay rojo, las paredes llenas de botellas de vino y un aire a taberna de carretera.
14:00 entramos en Quinta da Regaleira, 8 euros la entrada.
Nada más entrar, los antiguos establos, ahora en desuso, muy bonitos. El edificio principal, con sus largas agujas y estructura estilizada, es precioso nada que ver con el Palacio da Pena, es otro estilo totalmente diferente.
Hay una pequeña capilla, pero estaba cerrada, aunque el edificio en sí es una delicia.
Los jardines que la envuelven son para el descanso y la meditación. Rincones como el portal del Guardian, que estaban restaurando, la torre del Zigurat, preciosa, o el fantástico y algo mareante Pozo Iniciático. Un pozo circular, te adentra a casi 30 metros, en lo profundo de la montaña para dejarte salir un poco más allá entre pasadizos y pozos excavados.
Algo enigmático, pero sin duda hermoso, nos recordó algo la escalera del Bovolo en Venecia.
Disfrutamos, sobre todo, del aire puro y limpio del bosque, aquí y allá gente buscando rincones nuevos, pasajes secretos y medio perdida, como nosotros dando vueltas, buscando algo nuevo, inexistente en los mapas.
Las espectaculares secuoyas con sus sombras eternas, los cuidados edificios, un capricho y un gustazo.
También se puede visitar el edificio principal y es al estilo del da Pena, con estancias y multitud de detalles por descubrir.
Araucarias y tejos ayudan con su sombra a aplacar el sol del mediodía.
16:00 salimos hacia Lisboa.
Este lugar nos ha parecido algo precioso y sin duda algo imprescindible.
Cogemos el metro en la cercana estación de Anjos, al lado del hotel.
Sacar el ticket es sencillo, aunque nos ha tocado preguntar. La máquina te cobra, por la cartulina 0.50 € y luego el viaje cuesta otro 1.50 €
Bajamos en Baixa-Chiado.
Vamos disfrutando de la bonita tarde que se ha quedado y de camino al hotel descubrimos una callecita muy empinada, donde estaba parado en tranvía que hacía el trayecto, arriba y abajo, encantador. Aunque esta vez estaba todo de feos grafitis, tanto el tranvía como las paredes.
En una plaza cercana, unas parejas bailan al son de una música caribeña, muy animados sus bailes. Seguimos camino hasta el hotel, llegamos rendidos, otro día después de todo, completo.
25/05/19 sábado
Lisboa
Hacemos el check out, 338 € más 4 euros de tasas.
Salimos hacia Batalha.
LEIRIA
11:00 llegamos a Batalha.
11:20 entramos en el monasterio. La entrada, conjunta con las Capillas Inacabadas, cuesta 6 € por cabeza.
El monasterio, su iglesia se asemeja, vagamente por sus agujas y su estilismo a la catedral de Burgos.
Se construyó hacia el siglo XIV y es de estilo gótico flamígero, de ahí semejanza con la catedral castellana. Su fachada está llena de tallas, que, por su simbología, bien pudieran ser románicas. Como la de la señora, a la que le sale por la boca otra persona, en clara alegoría al parto, o la de San Dionisio en la misma entrada, que tiene la cabeza fuera de su lugar, entre los brazos en mitad del cuerpo.
El templo es amplio, muy alto y me sorprenden las vidrieras y los irisados que se forman en el suelo, al traspasarlos la luz solar.
El claustro, está lleno de columnas y de arcadas con filigranas talladas en piedra, con muchos y delicados detalles. Las gárgolas, de formas diferentes, te observan al pasar, en su quietud.
En el primer piso, en la terraza, hay un reloj o lo que queda de su mecanismo, interesante, como interesante darte la vuelta y encontrarte, en la piedra, grabado un reloj de sol, que resiste el paso de un tiempo, que nadie mide ya y al que aún le quedan los agujeros para el gnomon.
De ahí salimos para ver las capillas imperfectas o inacabadas, visita que entra también con la entrada al monasterio.
Esta, es la parte que más me ha gustado, ya que es el sitio perfecto donde se unen, lo humano y lo divino, aunque uno no sea religioso se puede llegar a entender algo de la carga emocional que estos lugares albergan.
El rey Duarte lo mandó construir, pero falleció a los cuatro años de comenzarla, por lo que no hay techo y las columnas se funden con el azul infinito del cielo, dándole un aspecto místico, fantástico. Una visión extraña del templo.
Una vez fuera, el conjunto bien pudiera haber servido como fondo para la serie Juego de Tronos, por sus características torres.
Nos acercamos hasta Alcobaça, que está a 30 minutos y unos 26 km de Batalha.
Aquí queremos visitar el monasterio, pero se celebra una boda y no queremos molestar. Lo vemos por fuera. Es muy diferente al de Batalha, es un monasterio cisterciense de 1178, austero, pero enorme.
Salimos en busca del sustento del mediodía y paramos a comer en el restaurante Antonio, que viene muy recomendado en varios foros.
El sitio es un encanto, lleno de detalles bonitos, la atención del personal inmejorable y la comida espectacular, roza el 11.
Pedimos los couvert, que esta vez, tenían una pinta estupenda. A base de patés, embutidos, quesos, mermeladas y tiras de pan de varias clases.
La Encarna pide, “polvo a lagareiro”, pulpo al horno, y yo “bacalhau a la portuguesa”. De postre una tartaleta de almendras, exquisita; nos comentaron, que este postre había ganado un premio.
Una comida delicatessen, el menaje curioso, el servicio cuidado, fuimos muy bien atendidos, todo perfecto. Cerveza, Coca Cola, postre y cafés. 52 baratos euros, para la calidad que vimos.
Salimos para Óbidos.
OESTE Y REGIÓN CENTRO
16:15 estamos ya en Óbidos.
Este pueblo amurallado, junto con los monasterios de Batalha, Alcobaça y el de Los Jerónimos, el Palacio da Pena, la Torre de Belén y el Castillo de Guimarães, que veremos en una próxima visita al país lusitano, fue elegido el 07/07/07, como una de las 7 maravillas de Portugal, que se dieron a conocer el Lisboa, junto con las 7 maravillas del mundo moderno, en una votación a nivel mundial.
El pueblo es encantador, tiendecitas y calles a resguardado de las altas murallas. Está muy bien cuidado y había un buen ambiente; estuvimos disfrutando un buen rato por sus empinadas callejuelas. Pagamos el aparcamiento a 3 € unas 3 horas.
Vimos otra tienda con las famosas latas de conserva, llena hasta los topes, de latas y de gente.
Nos despedimos de Óbidos y ponemos rumbo a Évora.
Este trayecto ha sido extraño, cuando menos, pensamos que estamos perdidos, que no funcionaba el GPS, no sabíamos hacia donde tirar. Menos mal que la carretera estaba más o menos arreglada.
ALENTEJO
Si se quiere conocer el Alentejo profundo, lo mejor es hacer esta ruta, eso sin duda.
Vemos una carbonera, dónde estaban haciendo carbón vegetal, los montones de arena aún echaban humo. Pasamos por zonas de bosque tupido, humedales, pasamos puentes, pero no llegaba ninguna indicación de una población grande, todo eran pequeños núcleos rurales. Hasta que, llegó un cartel que anunciaba Évora, lo que hizo que respiramos aliviados.
Un viaje lleno de dudas.
20:30 entramos en Évora, por fin.
El hotel está bien situado y en pleno centro. El coche lo hemos dejado al lado del hotel.
Chek in en Stay Hotel Evora ***, 70 €. La recepción es buena y el personal amable, pero al entrar a la habitación, horror, un fuerte olor a humedad, debido seguramente a que no han dejado secar completamente de moqueta; a mí me huele a orín de gato, lo que ha roto el encanto del momento.
Va a ser solo una noche, y la verdad, nos las hemos visto en peores situaciones.
Salimos a dar una vuelta por los alrededores, pero el cansancio nos hace volver.
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