ITINERARIO DE LA JORNADA 4: RUENTE/BOSQUE DE SECUOYAS DE CABEZÓN DE LA SAL/SAN VICENTE DE LA BARQUERA/OYAMBRE/COMILLAS/CARTES/RUENTE.
El recorrido de esta jornada estaba un poco condicionado por la idea machacona que nos cruza por la cabeza cada vez que estamos en Cantabria: tomarnos una bandeja de marisco en San Vicente de la Barquera. No me preguntéis el motivo, porque es algo que se puede hacer en muchas otras localidades cántabras, pero se ha convertido casi en una costumbre para nosotros. Así que el día elegido fue éste para evitar las masificaciones del sábado. De modo que el itinerario de la jornada quedó, finalmente, del siguiente modo según GoogleMaps. Unos 90 kilómetros y dos horas de recorrido en coche, aproximadamente.
Recorrido del día según GoogleMaps.
RUENTE.
Como terminé diciendo en la etapa anterior, al caer la tarde llegamos la población de Ruente , donde teníamos alojamiento para dos noches en la Posada de la Fuentona de Ruente, un hotel rural muy acogedor y estupendamente situado para hacer excursiones tanto por la zona del Parque Natural Saja-Besaya como en la costa pues se encuentra a 24 kilómetros de San Vicente de la Barquera, a 19 de Comillas y a 26 de Santillana del Mar, por ejemplo. El precio era muy competitivo para en la primera quincena de agosto (143 euros, dos noches con desayuno), sin problemas de aparcamiento, con una buena habitación con todas las comodidades y un buen desayuno. Fueron varios momentos distintos los que disfrutamos en este pueblo, pero voy a recopilarlos para no dispersar la información de cada lugar.
El arroyo de Ruente antes de unirse al Saja, el curioso puente y, al fondo, la Posada. La habitación.
Ruente es uno de los tres municipios del Valle de Cabuérniga (junto con Cabuérniga y los Tojos) y su ayuntamiento se compone de cuatro localidades: Ruente, Ucieda, Barcenillas y Lamiña. La capital del municipio es Ruente que cuenta con unos 300 habitantes, su caserío es pequeño pero muy agradable y tiene varios sitios interesantes para visitar. Después de hacer el check-in y descansar un poco ya era tarde y salimos a cenar. Muy cerca estaba el restaurante de la Nogalea, instalado en una antigua casona del siglo XVIII restaurada. Tenía muy buena pinta. Acertamos en la elección. Nos gustaron mucho sus especialidades de cocina cántabra, con un toque refinado y moderno. Tanto los espárragos gratinados como el arroz con carabinero estaban exquisitos, al igual que el postre de torrija con helado. A la carta, un precio medio de unos 25 euros por persona. No recuerdo si tenían menú del día para almorzar.
Detalles de la cena.
Después fuimos a dar una vuelta. Dando origen al nombre de la localidad (ruente de puente), enfrente de la posada vimos un llamativo puente medieval con nueve arcos de medio punto muy bajos, sobre el arroyo de la Fuentona, que se une al río Saja un poco más adelante. Al parecer, formó parte del camino utilizado antaño para comunicar el Valle de Cabuérniga con Castilla, pasando por Bárcena Mayor y Reinosa. Del puente sale un encantador camino fluvial que va paralelo al arroyo hasta su nacimiento, la llamada Fuentona, catalogada como punto de interés geológico. Se trata de una surgencia kárstica, una intermitencia, cuyo caudal varía mucho y que, en ocasiones, incluso ha dejado de manar durante una o dos horas, lo que ha dado lugar a una gran variopintas leyendas, que convierten en morada de ninfas a la cueva de donde brota el manantial. Nos recordó a otra surgencia que vimos en Francia, la Fontaine de Fontestorbes, cerca del castillo de Montsegur, si bien allí la intermitencia es mucho más frecuente y resulta mucho más fácil de apreciar a simple vista.
La surgencia: del fondo de la roca, brota el manantial.
Las piedras se hunden más o menos en el agua y son las que muestran la variación del caudal. Entorno de la surgencia.
Las piedras se hunden más o menos en el agua y son las que muestran la variación del caudal. Entorno de la surgencia.
El paseo, de unos 500 metros, es una delicia, sobre todo al atardecer: a esa hora ya no hay gente y la luz otorga un tono especial al agua del arroyo, que en unos tramos presenta un azul muy intenso y en otros se tiñe de verde por las plantas.
Y, además, se camina con algunas de las antiguas casonas de Ruente reflejadas en el agua. Un aliciente añadido.
En el pueblo vimos la Iglesia de Santa María Magdalena, del siglo XVII, así como varias casonas típicas montañesas y un humilladero del siglo XVIII, que conserva en su interior una cruz de madera policromada con escenas de la Pasión, y el Palacio de Mier, construido en el siglo XIX en estilo neoclásico, muy poco frecuente en la zona. La capilla es ahora un consultorio médico y el palacio se encuentra en obras y no se puede visitar, aunque es posible acceder a los jardines.
[Sin embargo, lo más bonito de Ruente, el puente y el río, sobre todo al atardecer.
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BOSQUE DE SECUOYAS EN CABEZÓN DE LA SAL.
La mañana amaneció con un sol espléndido y calor. Desde Ruente a Cabezón de la Sal hay apenas 8 kilómetros por la CA-180. Sin embargo, nuestra primera parada de la jornada no la hicimos en el casco urbano, sino dos kilómetros y medio más allá, tomando la CA-135, en dirección a Comillas, donde existe un magnífico bosque de secuoyas, que merece la pena visitar y conocer su historia. Está indicado, así que no tiene pérdida.
El acceso se realiza junto a una caseta de información. Hay que tener cuidado porque la zona de aparcamiento es muy pequeña aquí y es posible que no haya sitio para dejar el coche, con lo cual habrá que seguir un kilómetro más adelante, donde se encuentra otro aparcamiento bastante más grande. Ese fue nuestro caso, con lo cual tuvimos que caminar ese tramo por el arcén de la carretera, aunque no hay ningún problema porque está preparado para peatones y ciclistas. Este pintoresco lugar está catalogado como Monumento Natural. La entrada es gratuita y existen visitas guiadas, pero se puede ir por libre perfectamente. La primera parte del itinerario tiene paneles informativos y pasarelas de madera aptas para sillas de ruedas y personas con movilidad reducida. Más adelante, el recorrido se interna más en el bosque, con sendero y escalones puesto que en algunas zonas hay bastante pendiente.
Pasarela de madera accesible que conduce al bosque de secuoyas.
Este bosque alberga cerca de 850 secuoyas costeras que ocupan una extensión de 2,5 hectáreas, lo que supone la mayor masa forestal de esta especie en Europa. Tienen entre 40 y 50 metros de altura y su perímetro ronda los 2 metros. Al ponernos a un lado, nos damos cuenta de su tremendo tamaño.
Estas peculiares coníferas son los árboles más altos del mundo y hace millones de años cubrían todo el hemisferio norte, si bien los cambios climáticos las relegaron a las zonas costeras de los estados norteamericanos de California y Oregón. En el siglo XIX ocupaban más de 8.000 km, pero la tala masiva las redujo en un 95 por 100. Actualmente se encuentran protegidas.
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII se produjo una mengua progresiva de los bosques autóctonos de la cornisa cantábrica, debido en gran medida a la necesidad de madera para construir barcos. En los siglos XIX y XX disminuyó la demanda para este fin, pero se incrementaron los requerimientos industriales. Cuando acabó la Guerra Civil española, se instauró una política de reforestación productivista, encaminada a obtener la mayor cantidad de madera en el menor tiempo posible, por lo cual se plantaron de forma masiva especies no autóctonas como el pino y el eucalipto, de crecimiento rápido, pero que empobrecían el suelo. También se ensayó con las secuoyas, algunas de las cuales se plantaron en este monte ya que su clima húmedo y templado, con nieblas frecuentes, favorecía su desarrollo. Con el tiempo se abandonó su explotación, aunque afortunadamente el bosque de secuoyas se mantuvo y actualmente se encuentra protegido para que todos lo podamos disfrutar.
El paseo resulta muy entretenido y agradable, ya que con árboles tan altos hay sombra aunque caliente el sol. Además, hay otro tipo de bosque alrededor, completamente diferente, verde y frondoso, más típico cántabro. La visita puede alargar lo que desee cada cual, pero una hora me pareció tiempo suficiente para verlo tranquilamente. Si no se ha aparcado en la entrada, habrá que tener en cuenta el tramo a pie por la carretera hasta el coche, unos 10 minutos, aproximadamente.
SAN VICENTE DE LA BARQUERA.
Como ya he mencionado, nuestra visita a San Vicente de la Barquera fue exclusivamente para tomar una bandeja de marisco. Hay varios restaurantes donde las ofrecen, de diferentes tamaños y precios, así que solo falta que cada cual escoja la que más le apetezca. Se suele servir para dos personas e incluye una botella de vino de ribeiro.
Después del almuerzo, dimos un corto paseo por San Vicente, pues lo conocemos de sobra y hacía mucho calor. El relato completo de nuestro recorrido turístico está en otra etapa de este diario, cuyo enlace pongo a continuación.
SAN VICENTE DE LA BARQUERA. CUEVA DEL SOPLAO. COMILLAS.
Ya con el coche, nos dirigimos hacia el Parque Natural de Oyambre, a las afueras de San Vicente. Aquel caluroso día de agosto invitaba al baño, con lo cual las carreteras que llevaban a las playas y las propias playas estaban a tope. Un horror, la verdad. Nos vimos envueltos en un tremendo atasco y salimos huyendo de allí en cuanto pudimos.
COMILLAS.
Aunque nuestra ruta de carretera pasaba por allí, no teníamos previsto parar en Comillas, pues ya lo habíamos visitado con anterioridad en dos ocasiones. Sin embargo, cerca del cementerio, vimos una agradable zona de paseo poco concurrida que llevaba hasta el puerto. Así que estuvimos dando una vuelta tranquila para bajar la comida.
El relato completo de nuestra visita a Comillas está la misma etapa del enlace anterior.
CARTES.
Me habían hablado muy bien de este pueblo y tenía ganas de visitarlo, así que hice un hueco en el recorrido de la tarde. Habiendo visto fotos del sitio, al principio extraña un poco meterse de lleno entre almacenes y fábricas, pero es que Cartes se encuentra en el eje del río Besaya, en la zona de influencia de Torrelavega y Los Corrales de Buelna, dos de los focos industriales más importantes de Cantabria. Pero lo cierto es que la villa de Cartés está catalogada como conjunto histórico desde 1981 y llegamos a su casco antiguo siguiendo los indicadores que lo califican como tal.
En realidad, lo más importante que hay que ver se encuentra en una única calle, la que seguía el trazado del antiguo Camino Real que comunicaba Santander con Reinosa y Castilla. Actualmente se ha convertido en una atractiva zona peatonal con multitud de macetas llenas flores en balcones y aceras.
Recorriendo esta calle pudimos ver una bella muestra de la arquitectura civil montañesa, con casas de piedra de los siglos XVII y XVIII, muchas de ellas blasonadas. La página web del ayuntamiento cuenta la historia de cada una de ellas. Una de las que más me llamó la atención fue la Casona del capital Miguel Velarde, que conserva los rollos de sus esquinas del siglo XVI. El remate de bolas que cierra el corral es del siglo XVII.
Supongo que por la mañana, el lugar debió ser una romería, teniendo en cuenta que se trata de una calle alargada y estrecha. Sin embargo, pasadas las siete de la tarde, estaba todo muy tranquilo y pudimos disfrutar de un paseo muy agradable.
Al final de la calle, se llega a los llamados Torreones de Cartés, casa-fuerte del siglo XV, donde residía el gobernador, además de ser también cárcel y audiencia.
El edificio es de sillería, tiene planta cuadrada y está fortificado debido a las luchas por el poder que mantenían los nobles en estas tierras. Su mayor encanto reside en los arcos dobles apuntados que unen las dos torres sobre la calle y que acentúan su corte medieval.
Terminamos la jornada dando una vuelta por Ucieda, que se encuentra a un par de kilómetros de Ruente.