Red Center: Día 1
El miércoles por la mañana teníamos el vuelo desde Sydney a Yulara (Ayers Rock) con Jetstar a las 10.25. Ayers Rock pertenece al Northern Territory, que tiene una hora y media menos que New South Wales y Victoria (en horario de verano). El vuelo es largo, tan largo como llegar a Australia desde Nueva Zelanda…Tres horas y media. Cuando llegamos al aeropuerto de Yulara eran las 12.30 y los de Mulgas tenían que recogernos allí. Pero no estaban, y según fue vaciándose el aeropuerto, yo me iba poniendo nerviosa. Llamé al teléfono de Mulgas para ver qué pasaba y me dijeron que la chica iba de camino, que estaba al llegar. Bueno, pensé, no pasa nada. Justo en la puerta del aeropuerto, fuera, había un precioso lagarto (un sand goanna o Gould's monitor), así que estuve entretenida mientras esperábamos. Apareció casi a la 1.30 y no os penséis que dio explicaciones o pidió disculpas…y a mí se me atravesó un poco, pero en fin, qué le íbamos a hacer. Resulta que esta chica iba a ser nuestra guía / conductora / cocinera durante los próximos tres días…


Gould's monitor
Rachel, se llamaba la chica, nos recogió a nosotros, a un grupo de 4 brasileños y a alguna otra pareja que estaba también esperándola y nos llevó a todos a lo que sería nuestro campamento esa noche. Cada empresa de tours tiene un espacio asignado para sus campamentos, y el nuestro estaba muy cerca de uno de los miradores (“Ewing Lookout”). El campamento no era más que un cobertizo con sillas, mesas, neveras y espacio para cocinar. Y ventiladores, porque hacía un calor del demonio. Allí estaba el resto del grupo esperándonos, porque los habían recogido en Alice Springs muy pronto esa mañana para unirse al tour en Ayers Rock. Allí comimos, unos sándwiches con mucho calor y muchas moscas, y Rachel nos dio la primera charla de cómo iba a ser el tour, lo que íbamos a hacer, las advertencias de seguridad, la necesidad de beber mucha agua incluso sin tener sed para no deshidratarse, y nos contó alguna historia de alguien que sí se había deshidratado en un tour para que nos diéramos cuenta de que no queríamos que nos pasara a nosotros. Me sorprendió un poco que solo tuviéramos un guía “multiusos” que también hacía de conductor y cocinero, pero por lo visto es lo normal, y el grupo era relativamente pequeño (21 personas). Después de comer nos montamos en la furgoneta y fuimos a ver “la roca” por primera vez. La habíamos atisbado desde el avión pero cuando hicimos la curva en la carretera que te lleva al primer punto desde donde de verdad se ve por primera vez el pedrusco rojo en medio de la nada, se alzó un “ooohhhh” generalizado dentro de la furgo totalmente espontáneo (y genuino). Es realmente impresionante, y es de esos sitios que no importa que los hayas visto mil veces en fotos, cuando lo ves en persona sorprende como si fuera la primera vez. Es verdad que no es más que una roca roja en medio del desierto, pero es tan grande, tan roja y tan rara, que es difícil no maravillarse. ¿Sabíais que es más alta que la torre Eiffel?
Eran poco antes de las 4 de la tarde, y la roca brillaba con un rojo intenso contrastando con el azulísimo cielo. Era la estampa típica de las postales de Uluru, pero por algún motivo que nunca entenderé, no paramos en ninguno de los miradores para hacer alguna foto. En ese momento no le di importancia; al fin y al cabo teníamos tres días por delante, pero luego me di cuenta de que fue un error. Fuimos directos al Centro de Visitantes, que tiene exposiciones, paneles explicativos y muestras de arte aborigen local. Aquí podéis descargar la guía oficial de Uluru y las Olgas en pdf.
Ayers Rock, o mejor dicho, Uluru, es un lugar sagrado para la tribu aborigen Anangu. La cultura y la historia aborigen en general es fascinante (os recomiendo encarecidamente el capítulo del libro de Bill Bryson “Down Under” sobre el tema), y los Anangu son un ejemplo más. Esta tribu habitó la zona de Uluru durante 40000 años (40000! ríete tú de los romanos, los griegos o los egipcios). Las tradiciones religiosas, legales y culturales de los Anangu se conocen como Tjukurpa, y muchas de las historias, canciones, ceremonias y bailes se centran en la creación de Uluru y de la fauna y flora de la zona. Los Anangu se consideran descendientes de los espíritus creadores, y su función es proteger las tierras ancestrales que habitan. Es por eso que siempre han pedido respetuosamente a los turistas que no suban a lo alto del monolito, aunque tristemente todos los años esto era ignorado por cierto número de visitantes. Por suerte esto ha cambiado hace muy poquito: el 26 de octubre de 2019 se prohibió definitivamente la escalada y se cerró el acceso. Los días anteriores había colas para subir… y eso que todos los años moría alguien en el intento, bien por el calor, o bien por un resbalón. Cuando salimos del centro de visitantes, Rachel nos llevó al parking desde donde empezaba la subida (“Mala Carpark”), y nos dijo que era el primer tour que llevaba allí desde que había entrado en vigor la prohibición. Para ella era todo un hito poder decir a la gente, por fin, que no se podía subir. Estaba muy concienciada con la cultura aborigen y creo que se emocionó un poquito al hablarnos de la importancia de Uluru para las tribus locales. Como veis, las cadenas que pusieron para ayudar a los escaladores han dejado una especie de cicatriz en la roca bastante fea.

Prohibido subir
Desde ese parking hicimos una de las rutas que bordean Uluru. Hay una ruta que da la vuelta a la base entera, pero es larga (10 km) y cuando hace mucho calor se hace pesada. Estábamos a 37 grados así que la guía optó por llevarnos a hacer el Mala Walk, que pasa por varios sitios de interés. Lo primero que me llamó la atención fue la cantidad de árboles verdes que hay en la base. Uno piensa que aquello es puro desierto y no hay vegetación, pero no es así.

Mala Walk


Mala Walk
También llama la atención la textura de la roca, que no es lisa sino que parece que tiene escamas:


Uluru de cerca
Durante el camino pasamos por distintas zonas donde Rachel nos iba contando las costumbres de los Anangu, nos enseñó las pinturas en la roca, las distintas plantas y árboles y sus muchas propiedades y usos. Es un paseo cortito e interesante. Para quien vaya por libre, los rangers ofrecen un paso guiado gratuito todos los días a las 8 de la mañana.


Mala Walk
Desde aquí, Rachel nos dio la opción de hacer un segundo paseo, desandando lo andado desde el parking y siguiendo luego hasta el desvío del Kuniya Walk y el Mutitjulu Waterhole. Este pozo, una fuente permanente de agua, es otro de los lugares sagrados de los Anangu. Por cierto, a lo largo de la base de la roca se van viendo carteles de “zonas de especial significado” donde está prohibido hacer fotos. Vimos gente saltándoselo a la torera, por supuesto. Justo antes del pozo hay un recodo con muchas pinturas en la roca y allí Rachel estuvo contándonos otra de las leyendas aborígenes (la de la mujer/pitón Kuniya y su lucha con el hombre/serpiente Liru), y se enrolló tanto que se nos hizo tarde y nos perdimos el waterhole. Las pinturas de este sitio son tristemente famosas porque los primeros guías turísticos, cuando empezó a existir el turismo en Uluru, les lanzaban cubos de agua para resaltar los colores y que se vieran mejor en las fotos, pero eso las fue degradando y hoy en día están bastante dañadas y descoloridas.

Rock art
En total fueron 5 km andando a 37 grados en algo más de 2 horas. Tocaba irse corriendo a la zona desde donde se ve el atardecer. Todos los tours incluyen un Uluru Sunset con copita de champán y algo de picar. Hay un parking para tours, que a la hora que llegamos nosotros ya estaba petado de buses, y cada grupo busca un sitio donde montar la mesa de camping y sacar el champán. Lo malo de llegar tan tarde fue que entre que llegamos, aparcamos, sacamos la mesa y encontramos un hueco para poder hacer las fotos, nos perdimos esos momentos en los que la roca se tiñe de rojo fuego. Una pena. Aun así pudimos disfrutar mucho del atardecer, hacer alguna foto digna y bebernos un par de copitas de champán.

Uluru sunset
Volvimos al camping para cenar (burritos!) y montamos el chiringuito para esa noche. La acampada no es en tiendas sino que se duerme al aire libre, en swags, que es una especie de bolsa de lona con una colchoneta incorporada donde te acoplas tú dentro con tu saco. Es más cómodo de lo que parece. El principal inconveniente de acampar en Uluru no es la comodidad sino el miedo a la fauna autóctona… serpientes, arañas, cienpiés… todos pueden hacerte una visita nocturna, como comprobaríamos días más tarde. Pero a pesar del riesgo y el yuyu, lo que es innegable es que dormir bajo las estrellas es una pasada. Sin casi contaminación lumínica, se ven las estrellas y la vía láctea que da gusto. Fue una experiencia parecida a lo que vivimos en Botswana hace unos años.
Red Center: Día 2
Al día siguiente tocaba madrugar, y mucho. Antes de las 4 ya estaba Rachel tocando diana. Tras un desayuno muy breve nos metimos en la furgoneta para dirigirnos a ver el Uluru Sunrise, otra de las experiencias imprescindibles cuando uno visita la zona. Pero en lugar de llevarnos al mirador del amanecer que hay junto a la roca, nos llevó a uno que está a mitad de camino entre Uluru y las Olgas (que eran nuestra siguiente parada). Llegamos al mirador justo antes de las 5:30, y el amanecer era a las 6. Tuvimos casi media hora para ver cómo iba asomando el sol a lo lejos. Se veía la silueta de la roca (muy bien pero muy lejos) hacia un lado y las Olgas hacia el otro. En ese momento me pareció una pena haber ido a ese mirador, pero la verdad es que ahora viendo las fotos me parecen súper chulas.




Uluru Sunrise

Kata Tjuta (Olgas) al amanecer
Lo bueno de estar allí fue que llegamos a Kata Tjuta, también conocido como las Olgas, muy prontito, antes de que empezara a apretar el calor. Y menos mal. Las Olgas son unas formaciones similares a Uluru, pero en lugar de ser un único monolito son varios, más pequeños y redondeados. De cerca, la imagen es parecida: piedra rojo fuego contra un azul eléctrico. Y no es raro, pues el origen de ambos es parecido: son restos milenarios de formaciones rocosas del Cretáceo, en los que los alrededores se han ido erosionando. Uluru es uno de los ejemplos más famosos de este tipo de erosión, junto con Spitzkoppe en Namibia. La cumbre más alta de Kata Tjuta, el monte Olga, es 200 metros más alto que Uluru y es también un lugar sagrado para los aborígenes. Dicen que en Uluru ya no se hacen ceremonias aborígenes pero en las Olgas sí, sobre todo por la noche. Rachel decía que el sitio es tan grande y tiene tantos recodos que podrían haber estado haciendo una ceremonia en esos momentos en algún punto de las Olgas y no nos hubiéramos enterado.

Valley of the winds
Esto es en parte porque solo hay dos rutas abiertas en las Olgas: Walpa Gorge, una ruta de 2.6 km que se adentra en la garganta entre dos de los monolitos, y Valley of the Winds, la ruta más famosa de las Olgas, un loop de 7.5 km con un par de miradores. Nosotros hicimos esta última, pero no entera ya que nos dimos la vuelta en el segundo mirador (Karingana Lookout) en lugar de terminar el loop. Tuvimos que ponernos las mosquiteras de cabeza que habíamos llevado porque las moscas eran ya insoportables. Son de lo más ridículas pero en esos momentos creedme que me daba igual. Lo de las moscas de Uluru es como para estudiarlo. La ruta no es difícil ni mucho menos, pero hay que hacerla muy pronto para evitar el calor, que puede ser fatal. De hecho, si la previsión del día es de más de 36 grados, se cierra el acceso a las 11. Nosotros echamos a andar a las 7 y a las 9 el calor era ya insoportable. No me lo quiero ni imaginar al mediodía.





Es un paseo agradable pero tampoco me pareció súper espectacular. A las 9:30 estábamos ya de vuelta en la furgoneta y volvimos al campamento para comer. Sí, a las 10 de la mañana estábamos comiendo, pero es lo que tiene levantarse antes de las 4. De camino al campamento me di cuenta de que esa tarde nos íbamos a Kings Canyon y ya no tendríamos más oportunidades de hacer fotos a Uluru, y le pedí a Rachel que por favor parara un segundo en alguno de los miradores. Quería hacer la foto que se me había escapado el día anterior: la roca roja con el cielo azul intenso detrás. Pero si hay algo fundamental para hacer fotos en Uluru es la hora del día y por tanto la luz solar. A esa hora, con el sol ya bien alto, el color de la roca es marrón feucho, y la verdad es que no dice mucho:

Fue un poco decepcionante, y cuando llegamos al campamento le dije a Rachel que, como consejo para futuros grupos, debería parar en el mirador la primera tarde de camino al centro de visitantes, cuando el sol ya ha empezado a bajar y Uluru tiene el color rojo fuego que le caracteriza. No se lo tomó demasiado bien…
Después de comer, Rachel nos llevó a la piscina del Ayers Rock Campground para refrescarnos un poco. Los tours tienen algún tipo de acuerdo con el camping porque había varios grupos en la piscina. Aprovechamos para comprar unas coca colas en el bar de la piscina y luego también en la gasolinera: para daros una idea de precios, la lata en el camping fueron $2.2 y en la gasolinera $2.
El camino entre Yulara y Kings Canyon se hace un poco pesado, pero hicimos un par de paradas para amenizarlo. La primera, en una especie de motel/camping/bar de carretera en Curtin Springs para ir al baño y para comprar alcohol los que quisieran. No recuerdo exactamente los precios de las cervezas pero eran, como cabe esperar, abusivos. Un poco más adelante está el mirador de Mt Conner, otro monolito similar a Uluru y Kata Tjuta, solo que este tiene la particularidad de tener la parte superior completamente plana. Mt Conner está en terreno privado y no se puede visitar (hay tours en quad desde Curtin Springs que te acercan un poco pero no del todo), así que hay que conformarse con verlo desde el mirador. Cruzando la carretera desde el mirador, y subiendo la pequeña duna que hay, se puede ver también los restos secos de un lago que ahora recuerdan a la gran laguna seca de Etosha. La segunda parada fue menos fotogénica pero más productiva: había que recoger leña para el campamento de esa noche.


Mt Conner lookout

Carretera y manta
Esa noche dormimos en Kings Creek Station, un todo en uno que tiene tanto motel/cabinas como camping, gasolinera, tienda, y hasta tours en camello. Al llegar pudimos disfrutar de una bonita puesta de sol mientras Rachel nos preparaba la cena. Esa noche, como estábamos más aislados y remotos, nos dijeron que seguramente vendrían dingos al campamento, y por eso íbamos a dormir con los sacos alrededor del fuego a pesar del calor. Y efectivamente, cuando ya de noche volvía yo de lavarme los dientes en el baño, me crucé con un dingo que paseaba tranquilamente por allí…



De camping en Kings Canyon
Red Center: Día 3
La actividad estrella del día era el Kings Canyon Rim Walk, una ruta por el borde del cañón de unos 6 km. Cuando planeamos el viaje, la visita al Red Center iba a ser de dos noches para ver Uluru y Kata Tjuta, pero sin llegar a Kings Canyon. Compramos los billetes y todo. Pero después de leer varios blogs, comentarios y ver fotos, decidí que había que meter el Rim Walk sí o sí. Pero en 3 días/2 noches es muy difícil cuadrarlo todo, y nos dimos cuenta de que nos habíamos precipitado comprando los vuelos y que lo mejor era cambiarlos para darle un día más a esta zona y poder visitar los tres sitios con calma. La broma nos costó $200 pero después de visitar Kings Canyon no me arrepiento: es posiblemente lo que más me gustó de la visita al Red Center.
El camping de Kings Creek está a 38 km del parking del Rim Walk, y esa mañana tuvimos que madrugar otra vez (dependiendo de si a levantarse a las 3:45 uno lo quiere llamar madrugar… o directamente no dormir). Rachel se puso seria y dijo que la previsión del día era de mucho calor, que el hike era durillo, y que había que estar “arriba” antes del amanecer (que era a las 6) y llevar 3 litros de agua por persona. No sabíamos muy bien lo que era “arriba” pero se traducía en dejar el camping antes de las 5. Llegamos al parking y éramos el único vehículo allí aparcado. Fuimos rápido al baño antes de empezar a andar y poco después de las 5.30 empezábamos a subir los escalones con los que empieza la ruta. Aunque no había amanecido, ya había suficiente claridad como para poder andar sin linternas. La primera parte del Rim Walk es la más dura: la subida desde el parking hasta lo alto del cañón. Conseguimos lo que Rachel quería, que era llegar todo el grupo arriba antes de que asomara el sol, y vimos el amanecer desde el borde del cañón. Por cierto, el acceso a esta ruta se cierra a las 9 de la mañana si la previsión es de más de 36 grados, y aunque cueste madrugar, merece la pena hacer el paseo sin tanto calor, de verdad.


Kings Canyon sunrise
Una vez arriba, la ruta es muy fácil porque discurre en llano a lo largo del borde del cañón. El cañón es como una raja enorme en la piedra, y la ruta tiene forma de U o herradura, empezando en un extremo y cruzando al otro lado del cañón en la mitad del camino (en el llamado “Garden of Eden”).





Kings Canyon
Por el camino Rachel nos iba hablando de la historia del cañón, de la fauna que a veces ven por allí (lagartos y pájaros sobre todo), y de los accidentes que ha habido: el último, en 2014, cuando una turista inglesa se precipitó al vacío al hacerse fotos en una parte del cañón que tiene un saliente justo debajo, de forma que la gente se ponía de pie en el saliente pero fingiendo estar colgados del borde del cañón, normalmente siguiendo las instrucciones de los guías.
El “Garden of Eden” es el punto donde se cruza de un lado al otro del cañón. Hay unas escaleras para bajar, y en la parte de dentro del cañón hay vegetación y una fuente permanente de agua (de ahí el nombre). En esta parte suele haber muchos pájaros.



Garden of Eden
Una vez en el otro lado, la vista es maravillosa porque queda el sol a la espalda, y puedes ver a la gente caminando peligrosamente cerca del borde.





Kings Canyon Rim Walk
Tardamos 3 horas y media en volver al parking. No es una ruta difícil para nada, excepto la primera subida, que no es que sea terrible pero si se hace a pleno sol puede ser mortal. Cuando terminamos eran las 9:15 y ya estábamos a más de 30 grados. Merece la pena el madrugón para verlo sin gente y sin calor, de verdad. Y merece la pena incluirlo en el itinerario. No os quedéis solo con Uluru y Kata Tjuta, Kings Canyon es una auténtica maravilla.
Volvimos al campamento para descansar un rato y comer. El plan de esa tarde era llevarnos al último campamento del tour, un bush camp en Curtin Springs. Bush camp significa acampar en medio de la nada. Sin electricidad, ni agua, ni baños. Nada. Pero resulta que ese día había riesgo muy alto de incendio por calor y fuertes vientos y por tanto habían prohibido los fuegos en la zona, y dado que no íbamos a poder cocinar, decidieron no hacer bush camp y llevarnos de vuelta a Yulara al campamento donde pasamos la primera noche. Por una parte me alegré, porque la idea de no ducharme esa noche no me atraía (aunque pudimos ducharnos en Kings Creek al volver de la ruta), pero por otro lado me dio pena porque esa sí que era la auténtica experiencia salvaje australiana, y Rachel nos dijo que en el bush camp siempre ven dingos (y crías, en esa época). Pero mirándolo por el lado bueno, íbamos a tener una última oportunidad de ver el atardecer en Uluru!! Le pregunté a Rachel si podíamos entrar al parque a verlo, y me dijo que sí porque las entradas son de 3 días, y justo estábamos en el tercero. Así que lo organizó todo para llevarnos de vuelta a Yulara y para poder acercarnos al mirador del sunset por segunda vez (esta vez sin champán). Antes de salir de Kings Creek tuvimos un poco de tiempo para dar una vuelta por las instalaciones y acercarnos al bar a por una coca cola (como referencia de precios: la gasolina en Sydney la habíamos visto a $1.6/L, y aquí estaba a $2.2; y la coca cola de medio litro eran $6, incluso tenían carteles explicando y justificando por qué era todo tan caro… debe ser que alguno se ha quejado).
Llegamos a Yulara sin incidentes y fuimos al campamento primero para montar los sacos. Después fuimos directos al parking del sunset, y esta vez llegamos de los primeros. Pillamos buen sitio, hicimos el tonto haciendo fotos, y disfrutamos de nuestra segunda puesta de sol en Uluru. Incluso estando algo nublado nos pareció espectacular. Esa noche incluso llovió… y a las 2 de la mañana tuvimos que mover los sacos a cubierto. Parte de la experiencia…

Uluru sunset
A la mañana siguiente no tuvimos que madrugar tanto, pero a las 5:30 estábamos arriba. No podíamos entrar al parque a ver el amanecer porque nuestras entradas estaban ya caducadas, pero nos acercamos al mirador que teníamos junto al campground y que el primer día no habíamos visitado. Está un poco lejos de la roca y la vista no es espectacular, pero fue una bonita forma de despedirse de Uluru. Una de las brasileñas del grupo no tuvo tanta suerte, porque esa última noche se le metió un cienpiés en el saco y le picó en el tobillo. Por lo visto es venenoso y duele a rabiar, pero no se iba a morir de esa. Menos mal que pasó la última noche, porque si no yo creo que yo no duermo en los tres días…
Nuestro vuelo de vuelta salía a las 11 y Rachel nos dejó en el aeropuerto a eso de las 10. Al final acabamos llevándonos bien…Habían sido tres días muy intensos y la verdad es que la chica se lo curró. Pero… si volviera, lo haría por libre. Creo que hubiéramos apurado y aprovechado todo más. Para hacer más rutas, para ver más cosas…aunque también es cierto que no creo que hubiera sido capaz de madrugar tanto si no llego a tener a alguien obligándome, y que pasadas las 9 o las 10 de la mañana, no se puede hacer nada del calor que hace. Así que creo que lo aprovechamos bien, dentro de lo posible, y lo de no tener que preocuparse de hacer comidas o conducir sin duda tiene su punto.