Ahora que ya sabemos lo que nos vamos a encontrar, empezaremos la visita por el yacimiento. Id con la mente abierta. Apenas veremos cimientos.
En primer lugar, nos encontramos con las murallas. Cuando hablaba de la historia ya comenté que el recinto estaba amurallado. De hecho, muchos de los poblados íberos lo estaban. Y éste no era una excepción. Hay constancia de la existencia de una muralla datada en el siglo VII a.C. Bajo esa muralla anterior se encontró el túmulo que ya comenté del 1.500 a.C.
Cuando llegaron los romanos y "romanizaron", valga la redundancia, el territorio, no derribaron las murallas. Al contrario. Las usaron de "soporte" para construir la suya. La muralla está hecha con bloques de piedra poligonales y presenta una única puerta central y cuatro torres dispuestas a lo largo de un tramo lineal de 145 metros adaptado a la configuración del terreno. Protege la zona más vulnerable, la que queda abierta y no al amparo de los riscos.
Al entrar en el recinto a la derecha tenemos que bajar un poco para entrar al edificio moderno donde está la taquilla. Al lado están los lavabos. En el mismo edificio de la taquilla encontramos un pequeño museo, con paneles explicativos y algunas piezas. Se inauguró en 1971 y se reformó en 1998, dando una visión de la relación a lo largo de la historia del hombre con el entorno.
Entre las piezas del museo destaca una impactante cabeza de demonio de yeso y hierro (el hierro es una pieza que lleva en el interior y que permitía insertarlo en una estructura), datado entre el 1300 y el 1500. Formaba parte seguramente de un retablo gótico dedicado a san Miguel de la iglesia del mismo nombre. El personaje lleva la boca abierta en una mueca y la lengua le sobresale, en actitud irreverente (está rota a la altura de los labios). Los labios y los ojos están perfilados en color rojo mientras que quedan trazas de color negro en las mejillas y barbilla. Impacta bastante, la verdad.
Se encontró en una restauración emprendida en 2007, guardado en un armario junto con otros objetos de yeso.
También encontramos un miliario romano de 112 centímetros. Solo está la mitad inferior. Procede de la vía Augusta y fue transportado hasta allí con posterioridad y reutilizado en la iglesia de Santa María.
Entrando ya en una exploración de campo, nos llama la atención la enorme cisterna. Comenté al hablar de historia que una de las huellas que dejaron los romanos fue precisamente una cisterna con capacidad para 350.000 litros de agua (agua de lluvia). Data de los siglos II o I a.C. Había dos canales que llevaban también el agua desde lo alto de la montaña. Al lado de la cisterna había una balsa que la filtraba. Nos fijamos en unas escaleras que conducen hasta el fondo de la cisterna. Si se tratara de una piscina, pensaríamos que el objetivo sería entrar a bañarse. Al no ser el caso se estima que su función era la de permitir la limpieza del fondo.

En la Edad media aún estaba en uso, tanto como agua potable como para regar los campos adyacentes.
Se han hallado restos de casas íberas (evidentemente los cimientos de las mismas). Estaban excavadas parcialmente en la roca, dando forma horizontal al suelo y dejando banquetas donde se asentaban los muros, de piedra y barro. Es un modo de aprovechar el terreno en el que están. La zona posterior de la casa era en buena parte de piedra mientras que en la fachada se abría una calle que estaba a nivel del suelo. Las estancias eran de forma rectangular, con uno o dos ámbitos (ya comenté que a veces había una despensa). En la sala principal se encontraba una chimenea de arcilla dispuesta sobre el suelo, para cocinar y calentarse. Datan de los siglos III y II a.C. Pero no son las únicas casas del yacimiento. También encontramos viviendas medievales de los siglos X al XIII. Estaban construidas del mismo modo que las íberas y lo que se ha conservado precisamente era aquello para lo que se usó la roca. Tenían un silo para almacenar alimentos como el grano y también un hogar de arcilla en el suelo. Excavados en la roca, los silos son uno de los elementos más característicos de la Olèrdola medieval. El cereal almacenado era suficiente para alimentar una familia durante un año. Hoy lo que vemos no es más que un conjunto de agujeros en el suelo.
Esas casas estaban, como es lógico, cerca de la cisterna. También estaban cerca de los talleres de artesanía y una herrería del siglo XIII. No faltan tampoco, adosados a la muralla, unos establos de los siglos XI-XII con ganchos para atar los caballos y comederos y un bevedero excavados en la roca.
Había a la entrada del recinto un gran edificio con pequeñas estancias que daban fuera y que se cree que eran talleres del siglo XI.
Las casas daban a la calle. Se ha conservado una calle medieval de los siglos X a XII con un tramo de escaleras para salvar el desnivel del terreno y un canal para la evacuación de aguas. Las viviendas quedaban a los lados.
También se fabricaba el vino. Se han encontrado dos prensas y una bodega para guardar las barricas de lis siglos XI -XII.
Pero no se han encontrado únicamente talleres medievales. Ya dije anteriormente que en Olèrdola podemos encontrar una tintorería-adobería íbera del siglo III a.C. La tintorería estaba formada por tres zonas: un edificio cubierto donde se teñía y se almacenaba material, un espacio central abierto posiblemente porticado donde discurre un canal y se encuentran varias cubetas para remojar y enjuagar las piezas y un último espacio, un patio abierto, donde se seca y donde también se hacía trabahaban diversos productos vegetales y minerales necesarios en el proceso.

Parece que también había un taller metalúrgico que hoy no puede verse porque en la Edad Media se edificaron casas encima.
Son visibles (aunque tenemos que fijarnos bien) parte de un trazado urbano íbero (de roca lisa) y parte de uno romano (de grava).
Toda esta piedra usada por los romanos (para la muralla, por ejemplo) provenía de dis canteras que también se usaron en la Edad Media. La piedra utilizada es calcárea y muy fácil de trabajar. Una de esas canteras estaba muy cerca de la muralla.
De época romana es también la Atalaya (siglo I), una torre cuadrada que, desde su lugar elevado, servía para controlar los alrededores. Se suele decir que los romanos eran buenos ingenieros civiles. Debían serlo cuando esta torre se usó en la Guerra civil después de haber sido excavada en 1920. Las vistas desde allí son excepcionales. Pero antes que eso, la estructura de la atalaya sirvió de apoyo (está adosado a ella) para la construcción de un castillo altomedieval de varios pisos. Solo se conserva una gran sala rectangular.
También en un punto elevado y en buen estado encontramos la Iglesia de san Miguel (restaurada entre 2007 y 2008). Sobre una primera necrópolis cristiana, en torno al 929 se levantó un templo de estilo prerrománico, de tres naves, del que hoy sólo se conserva la absidiola norte. Mandado construir por el conde de Barcelona Sunyer, fue consagrado el año 935 bajo la advocación de San Miguel y de San Pedro.

A principios del siglo XI sobre la iglesia prerrománica se construyó un sencillo edificio románico de una sola nave y cubierta de madera y teja, con dos entradas situadas en la fachada sur. A inicios del siglo XII se modificó con una nueva cubierta de piedra, un cimborrio con campanario de torre y una nueva puerta en la fachada de poniente, después de quedar las anteriores inutilizadas.
Aunque desde el siglo XII disminuyó la población en el altozano, siguió siendo iglesia parroquial hasta 1884. En las restauraciones eliminaron todos los añadidos posteriores al siglo XII. No obstante, según se publicó en 2012, hubo negociaciones con el artista Miquel Barceló para que llevara a cabo una obra en el templo. Aunque no trascendió qué se quería hacer, se comentaba que podía ser algo similar a lo que hizo en la catedral de Palma. Al final quedó en nada.
Junto a la iglesia está la necrópolis. Las tumbas más antiguas son del siglo IX ( más antiguas que la iglesia). Hay muchas tumbas antropomorfas. Una tumba de este tipo es la que tiene forma humana. También se les llama olerdolanas porque éste fue el primer lugar donde se encontró una sepultura de este tipo.
Las de los siglos X y XI se excavaban directamente en la roca. En el XII ya se hacía con bloques de piedra. Resultan impactantes.
Ese cementerio estuvo en uso hasta principios del siglo XX.
La visita no ha terminado aquí. Tenemos que hacer un corto paseo para ir al Pla dels Albats.
En este lugar se construyó un barrio medieval extramuros entre los siglos X y XII. Las casas estaban parcialmente excavadas en la roca, aprovochando y adaptándose al terreno.
El nombre de Pla dels Albats proviene de la necrópolis y se debe a las numerosas tumbas de pequeño tamaño correspondientes a niños y recién nacidos encontradas. En catalán "albats" significa bebés muertos antes de recibir los Sacramentos o tener uso de razón.

Era muy extendida la creencia de que los albados (albats) protegían como espíritus benéficos a los miembros de la familia a la que pertenecían. En los primeros siglos de la Edad Media, era habitual la costumbre de enterrarlos en el subsuelo del hogar o en frente de la casa, para que el espíritu del niño no inquietara y continuara protegiendo los vivos.
Se han documentado más de un centenar de tumbas antropomorfas en el exterior del recinto. Las sepulturas, como las del interior, están excavadas en la roca, son de planta rectangular con la cabeza diferenciada del resto del cuerpo y más estrechas en la parte de los pies. La mayoría presentan un encaje en la misma roca para la tapadera. Esta consistía en una o diversas losas que protegían el cuerpo del difunto.
Durante el primer cuarto del siglo X la necrópolis y la capilla de Santa María ya estaban en uso, en la actualidad sólo quedan unos restos de la capilla. Se conserva parte de la pared norte, y el muro de poniente. El templo tenía una sola nave dividida en dos estancias comunicadas a través de un gran arco del que se conserva una pequeña parte.
Se piensa que es de la misma época que la iglesia prerrománica de San Miguel (primera mitad del siglo X o anterior, incluso).
