La que voy a narrar a continuación es solo un ejemplo de las numerosas excursiones que se pueden hacer por el Valle del Tiétar, una de las comarcas más bonitas de la provincia de Ávila, aunque su nombre oficial sea el de su capital, Arenas de San Pedro. Su situación geográfica, al sur de la provincia, le proporciona un clima algo más templado de lo que le correspondería a su zona climática, con abundantes cursos de agua, frondosa vegetación y un paisaje muy variado en el que se aprecian tanto suaves ondulaciones cerca del río como afilados picos en las cumbres de la Sierra de Gredos.
Situación del Valle del Tiétar en el mapa peninsular según Google Maps.
El Valle del Tiétar -la tierra de mi madre, por cierto- es una de esos enclaves no muy lejos de Madrid que he recorrido multitud de veces, sobre todo en mi infancia, cuando íbamos a visitar a mi abuela a la casa familiar de La Adrada, un pueblo precioso que dejo para otra etapa. De momento, voy a resumir en esta etapa dos o tres escapadas que hicimos el año pasado por la zona, cuyo punto de referencia lo pondré en Arenas de San Pedro, que se encuentra a 157 kilómetros de Madrid, con acceso desde la A-5 hasta El Casar de Talavera, donde, tras 130 kilómetros, se toma la N-502 hasta Arenas, en un trayecto que nos llevará algo menos de dos horas en el coche.
Ejemplo de ruta circular desde Madrid, según Google Maps.
El itinerario comprende cinco paradas: la Cueva del Águila, Arenas de San Pedro, Monbeltrán, Cuevas del Valle y el Puerto del Pico.
Aunque por diversas razones nosotros no lo hicimos así, si se sigue un orden lógico, lo mejor sería visitar en primer lugar la Cueva del Águila, que está a 9,5 kilómetros de Arenas de San Pedro, para llegar a la cual hay que desviarse en la población de Ramacastañas por la AV-P-708, que lleva directamente a la entrada sin ningún problema porque está perfectamente indicado.
La Cueva del Águila.
Este lugar es uno de los que marcaron (no sé si lo sigue haciendo ahora que muchos niños y jóvenes están hartos de ir hasta el fin del mundo antes de cumplir la mayoría de edad) la infancia de gran parte de los niños de Madrid de mi generación, pues era uno de los destinos estrella de las excursiones que se realizaban en los colegios de la capital. El recuerdo que tenía era muy grato, pero un tanto difuso por el tiempo transcurrido y porque en aquella época no tenía cámara de fotos. De modo que, el año pasado, en un día laborable que teníamos libre, decidimos acercarnos y rememorar viejos tiempos.
Como es fácil adivinar, es un lugar muy concurrido los fines de semana; sin embargo, entre que era un día laborable del mes de octubre y que llegamos en torno a las cuatro de la tarde, éramos los únicos visitantes y tuvimos al guía para nosotros dos solos. Todo un lujo porque aprovechando la coyuntura el guía me dejó sacar todas las fotos que quise según íbamos haciendo la visita y oyendo sus comentarios, mientras que, por lo que nos han comentado, cuando hay más gente, suelen dar un tiempo para fotos al final del recorrido, pues se permite hacerlas sin flash. En fin, todo un lujo la posibilidad de estar solos con el guía en la cueva y poder hacer fotos. En España son pocas las cuevas que lo permiten, al contrario que en otros países, donde no suelen poner pegas para hacerlas sin flash, excepto, lógicamente, aquéllas en las que se pueden ver perjudicadas pinturas rupestres, por ejemplo. Y no sé si fue eso, pero lo que vi me gustó como aquella primera vez, pese a que ahora ya he visto multitud de cuevas en una infinidad de sitios.
La cueva fue descubierta por unos jóvenes en 1963 y se abrió al público en 1964 tras su acondicionamiento. Su nombre se debe a que está situada en la Sierra del Águila, en el Cerro de Romperropas.
Zonas de acceso y salida.
Se trata de una cavidad kárstica, cuyo proceso geológico se inició entre 500 y 540 millones de años atrás, mientras que sus formaciones calizas tienen una antigüedad de entre 12 y 14 millones de años. En una primera fase, erosiva, el agua de lluvia y las corrientes subterráneas socavaron las rocas formando una gran cavidad. Después, fueron las filtraciones de agua de lluvia las que disolvieron el carbonato cálcico dando lugar a las formaciones que todos conocemos: estalactitas, estalagmitas, gours, coladas, excéntricas, etc.
El recorrido es de un kilómetro, aproximadamente, que se realiza mediante pasarelas por una única cavidad, no a través de túneles y salas diferentes como en otras cuevas. Esta gran gruta tiene unos 10.000 m2, con distintos niveles que se salvan mediante escaleras. La visita es guiada y dura unos 40 minutos. La temperatura es estable y ronda los 17 grados, así que no se nota demasiado frío.
Está abierta al público todos los días del año y el horario va desde las 10:30 a las 13:00 y desde las 15:00 a las 19:00 (las 18:00 en otoño/invierno). La entrada general nos costó 7,5 euros.
Aunque la existencia de una única cavidad, que permite descubrir de manera panorámica casi todo lo que se va a ver después con más detalle, puede disminuir un poco el misterio en cuanto a lo que nos espera a continuación, como ocurre en las cuevas con varias salas o con lagos subterráneos, el volumen de la cueva y la gran variedad de colores y figuras la hacen bastante atractiva. Eso sí, repito, merece mucho la pena ver esta cueva (bueno, como todas en realidad) en un día sin agobio de gente.
Arenas de San Pedro.
Es la localidad más poblada, con cerca de 6.400 habitantes, y la capital de la comarca de su nombre, más conocida a nivel popular y turístico como Valle del Tiétar. Se encuentra situada a 510 metros de altitud, al sur de la provincia de Ávila y a 86 kilómetros de su capital. Perteneciente a la cuenca del Tajo, el río Tiétar con algunos de sus afluentes y otros arroyos, manantiales y riachuelos riegan el municipio, aportando una corriente bastante caudalosa sobre todo en primavera, cuando se produce el deshielo y se funden las nieves de las cumbres de Gredos
. El término municipal está en el Parque Regional de la Sierra de Gredos, protegido con el nivel de parque natural. Su clima está muy condicionado por su orografía, lo cual hace que presente características especiales, como un alto nivel de precipitaciones en invierno, con temperaturas no tan bajas como las de otras comarcas limítrofes. La vegetación es frondosa con abundancia de pinos, castaños y robles. La fauna es muy variada, pero la especie reina indiscutible es la cabra montesa.
Panel informativo y mapa de la Sierra de Gredos en Arenas de San Pedro.
Los hallazgos arqueológicos sugieren que esta zona estuvo habitada en el neolítico y que hubo un asentamiento vetton en el yacimiento de El Berrocal. Sin embargo, se cree que su fundación como núcleo poblacional tuvo lugar en el siglo XI. En 1393 recibió el título de villa por parte del rey Enrique III de Castilla y durante la Edad Media fue cabeza de un señorío.
Arenas de San Pedro me parece, sobre todo, uno de los mejores lugares de referencia y de servicios para conocer la comarca, sus pueblos y realizar varias rutas de senderismo (la Senda de los Pescadores parte de las afueras del núcleo urbano), aunque también tiene cosas interesantes que visitar, por ejemplo las que aparecen en el siguiente panel informativo municipal:
El Castillo del Condestable Dávalos, también conocido como el Castillo de la Triste Condesa.
Se construyó entre 1395 y 1422 por el condestable Don Ruy López Dávalos, si bien su fama se debe a que fue morada de Don Álvaro de Luna cuando se desposó con Juana de Pimentel, quien lo había recibido de su padre como parte de la dote de la boda. Pese a haber gozado de grandes poderes, tras una confabulación de la nobleza, Álvaro de Luna fue decapitado en 1453 y, en adelante, a su esposa se la llamó la Triste Condesa. De estilo gótico, lo primero que llama la atención es que se encuentra en pleno casco urbano y en terreno llano, contradiciendo la idea medieval de erigir los castillos en un alto. Dicen que este hecho se debió a las prisas del condestable por levantarlo una vez que los vecinos de Mombeltran se opusieran a que lo construyera en su territorio. Este castillo fue residencia de importantes personajes y de todo tipo de intrigas, en especial durante la segunda mitad del siglo XV y el reinado de Enrique IV. Actualmente se puede visitar y la Torre del Homenaje alberga un museo. No nos coincidió el horario, así que no entramos.
El Puente Medieval de Aquelcabos. El que podemos contemplar ahora fue construido sobre el original, de finales del siglo XIV y principios del XV. Se cobraba derecho de pontazgo a modo de tributo. En torno a él hay un bonito paseo con pasarelas y miradores, desde los que se puede contemplar el río.
La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. También la mandó construir el condestable Dávalos a finales del siglo XIV. De amplias proporciones, es de estilo gótico y con torre cuadrangular renacentista.
La Cruz del Mentidero. Aunque ha sido reconstruida, conserva gran parte de su estructura original del siglo XVI. El Real Palacio del Infante Don Luis de Borbón, hermano del Rey Carlos III. Fue un proyecto de Ventura Rodríguez en estilo neoclásico, si bien nunca llegó a finalizarse. Declarado Bien de Interés Cultural en 2012, se utilizó como fortín, cárcel, seminario y colegio. Actualmente, en su interior se celebran exposiciones. Otros lugares de interés son el Rollo jurisdiccional de finales del siglo XIV, el Hospital de San Bartolomé, el Santuario de San Pedro de Alcántara, la Iglesia de Nuestra Señora del Amor Hermoso y las Casas Tradicionales del Barrio del Canchal, encaladas, con troneras y balconadas de madera.
Para almorzar, vimos varias opciones. En principio, íbamos a quedarnos en un restaurante con terraza en la Plaza donde se encuentra el castillo, pero no vimos ninguna disposición por parte de los camareros, que parecían mirar para otro lado al ver a los clientes. Y eso que los menús no eran precisamente baratos (en torno a 20 euros). Así que decidimos probar suerte callejeando hasta que encontramos el Mesón La Torre, muy cerca de la Iglesia, donde tomamos un menú del día tipo degustación con el que por 15 euros nos pusimos morados. Y todo estaba buenísimo
. Otro de los motivos del viaje era ver el punto de salida para una ruta senderista que tenemos muchas ganas de hacer: el cordal de los Galayos. Para ello, seguimos la carretera AV-P-713, pasamos junto a la localidad de Guisando y ascendimos por una virada carretera hasta el Campamento Luis Manuel López, donde hay un pequeño aparcamiento. Allí vimos una bonita fuente de piedra y un panel informativo.
Como pequeño aperitivo a la ruta que teníamos previsto hacer en mayo y que no sabemos cuándo podrá ser por culpa del confinamiento del coronavirus, subimos un ratito por un camino empedrado, que nos llevó hasta el sendero que conduce al Nogal del Barranco, un árbol singular incluido en el correspondiente catálogo de Castilla y León, con 18,5 metros de altura, 1,30 de diámetro y más de 20 de copa.[/align]
Mombeltrán.
Esta visita la hicimos otro día, ya en pleno verano, aprovechando una celebración familiar en una casa campestre en Cuevas del Valle. Sin embargo, yo tenía ganas de visitar este pueblo desde hacía mucho tiempo, pues siempre me llamó la atención la imponente estampa de su castillo, visible desde la carretera N-502, que habíamos transitado muchas veces con anterioridad, aunque sin detenernos nunca. ¡Y vaya día calentito que fuimos a escoger! El año pasado, en plena ola de calor. Mombeltrán se encuentra a unos 70 kilómetros de Ávila capital y a poco menos de 10 de Arenas de San Pedro, referencia del viaje de la presente etapa. Se encuentra a 635 masm, tiene unos 1.000 habitantes y forma parte del Valle del Tiétar. Además, es el punto central y capital del denominado “Barranco de las Cinco Villas”, que completan los municipios de San Esteban del Valle, Cuevas del Valle, Villarejo del Valle y Santa Cruz del Valle, cuyo conjunto está declarado Bien de Interés Cultural y paisaje pintoresco desde 1975. Existe una ruta de senderismo circular que lo recorre por caminos tradicionales y que se puede realizar completo o a tramos y en ambos sentidos. Debe ser muy interesante dada la belleza del paisaje circundante. Espero hacerlo algún día
. Repoblada por los cristianos a partir del Siglo XI, Enrique III le concedió privilegios y el título de villa en 1393. Por entonces, su nombre era El Colmenar. Perteneció al señorío de Álvaro de Luna y después a su viuda, Juana Pimentel, hasta 1461, en que la villa fue donada por Enrique IV a Beltrán de la Cueva, primer duque de Alburquerque, a quien todos conocemos a través de la historia alimentada por sus rivales políticos sobre sus supuestos amoríos con la reina, fruto de los cuales habría nacido la infanta Juana, apodada la Beltraneja. Y de ahí derivó el nuevo nombre del pueblo: mi señor Don Beltrán, Mombeltrán, si bien sus vecinos no lo aceptaron de buen grado, ni tampoco los reyes de la dinastía de los Austrias, pues oficialmente se le siguió denominando El Colmenar. No fue hasta la llegada de los Borbones, con Felipe V, cuando se despojó a la villa de sus privilegios y se le dio definitivamente el nombre de Mombeltrán
. El núcleo urbano es pequeño pero muy pintoresco. Se encuentra en medio de un paisaje de gran belleza, enmarcado por las cumbres de Gredos, muy verde incluso en verano, y presidido por su imponente castillo, al que se puede acceder mediante una visita guiada que hay que concertar previamente en el teléfono 659272408. No obstante, pese a no haber reservado, aquella calurosísima mañana tuve suerte, encontré al guía en la puerta esperando a unas personas que habían concertado cita y me dejó pasar en un pequeño grupo de seis personas. No recuerdo lo que me costó, dos o tres euros, me parece.
El Castillo de los duques de Alburquerque.
En la actualidad, sigue vinculado a la Casa de Alburquerque y, por lo tanto, es de propiedad privada. El exterior del castillo está muy bien conservado, el interior no tanto, si bien mantiene detalles bastante interesantes. En cualquier caso, que nadie espere salas amuebladas al estilo francés ni nada por el estilo. Fue construido entre 1462 y 1474 y, dado que guarda ciertas semejanzas con los castillos de Belmonte y Manzanares el Real, se cree que pudo ser obra de Juan Guas. Al contrario que el castillo de Arenas de San Pedro, éste sí fue erigido en un cerro, disfrutando de una posición estratégica que domina todo el barranco. Se supone que en origen tuvo un foso y puente levadizo, pero se debieron suprimir con ocasión de algunas reformas realizadas en el siglo XVI para transformarlo de recinto defensivo a residencia, aunque nunca fue utilizada de manera continuada.
Formado por una barbacana con talud, su planta es rectangular con torres en los ángulos y cuenta con ménsulas decorativas. La portada se realizó en la reforma del siglo XVI y es de estilo renacentista.
El interior no está en buen estado, pero se aprecia un patio central con columnas en torno al cual estaban las habitaciones y la capilla.
Sin embargo, los techos abovedados de las torres se conservan bien. Asimismo, es posible subir a la torre del homenaje a través de una estrecha escalera. Desde lo alto se divisan unas vistas estupendas del Barranco de las Cinco Villas y de una parte de la Sierra de Gredos, aunque la fuerza del sol velaba la nitidez del paisaje.
Las explicaciones del guía fueron muy interesantes, aunque a estas alturas apenas me acuerdo de lo que nos comentó. Si merece la pena entrar o no, depende de cada cual. Mi marido no entró; yo sí porque tengo debilidad por los castillos, y me quedé tan contenta .
Por lo demás, resulta muy agradable dar un paseo por Mombeltrán. Es pequeño y se recorre enseguida, pero no faltan alicientes, sobre todo si no hace un calor tan infernal como el del día en que fuimos nosotros, lo cual no es demasiado habitual por estos lares, que no suelen registrar temperaturas extremas ni siquiera en verano. Sin embargo, estábamos en lo más crudo de una ola de calor y bordeábamos los treinta y ocho grados. Aparte del castillo, otros lugares destacados son:
La Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, construida entre los siglos XIV y XVI en granito azul.
El Hospital de San Andrés, que data de 1510, con fachada renacentista.
La Ermita de Nuestra Señora de la Soledad, de los siglos XVII y XVIII, ubicada en un bonito parque frente al castillo. El Rollo, que daba fe de su independencia jurisdiccional al recibir el título de villa en 1393.
Las ruinas del Monasterio de Nuestra Señora de la Torre, construido en el siglo XVI y abandonado en 1810 después de ser incendiado por las tropas de Napoleón. Además, son dignas de conocer algunas casas que aún conservan su arquitectura tradicional.
Cuevas del Valle.
A continuación, seguimos por la carretera N-502 durante cuatro kilómetros y medio hasta alcanzar la población de Cuevas del Valle, otra de las integrantes del Barranco de las Cinco Villas, donde disfrutamos de una estupenda y masiva comilona en la casa veraniega de un familiar. Se encuentra a 842 metros de altitud, cuenta con cerca de 500 habitantes y se independizó de Mombeltrán por una carta de villazgo del rey Carlos II de 1695. Aquí comienza la calzada romana que llega hasta el Puerto del Pico.
A media tarde, decidimos sofocar el calor dándonos un baño en sus piscinas naturales, muy concurridas en verano, cuando la población duplica su censo como consecuencia del turismo rural. El lugar es muy bonito, acorde con la frondosa vegetación que rodea a la villa, con gran abundancia de pinos y castaños.
Está acondicionado para el baño y en las proximidades hay aparcamiento y un bar/restaurante bastante grande. A la piscina se llega caminando por un sendero de unos doscientos metros no demasiado complicado. Eso sí, las aguas del río Pasaderas bajan directamente de la montaña y son cristalinas pero están ¡heladas! Sin embargo, casi todos nos atrevimos a afrontar el desafío. La ardiente tarde no requería menos. Hay una poza amplia, pero no me parece correcto poner una foto con gente dentro.
En cuanto a lo demás, me sorprendió mucho su arquitectura tradicional, sus casas con bajos de mampostería de granito sobre los que se levantan entramados de madera y ladrillo, con balcones volados y grandes aleros. La Plaza Vieja es el centro del casco histórico, que cuenta con seis calles empinadas y sinuosas, llenas de encanto, entre las que destacan la Calle Real y los Soportales, que se extienden a lo largo de más de 50 metros. Muy recomendable dar un paseo por ellas.
Otros puntos de interés son: la Iglesia de la Natividad de Nuestra Señora, del siglo XV y estilo gótico. La Ermita de la Virgen de las Angustias, de 1637, que acoge a la Patrona de la Villa. El Rollo o Picota, el Ayuntamiento Viejo y una Plaza de Toros singular, ya que tiene forma rectangular, aunque se convierte en circular durante los festejos. Naturalmente, desde aquí se pueden hacer diversas rutas de senderismo.
El único detalle discordante de la jornada, aparte del tremendo calor, fueron los incendios. Lamentablemente, había varios por la zona y los helicópteros no cesaban de pasar con bidones de agua para descargar sobre las llamas. No eran los bosques de los pueblos del Barranco los que ardían, pero sí otros no muy lejanos y podíamos apreciar perfectamente el humo tanto a un lado como al otro. Tanto fue así que por unos altavoces se escuchó un bando por el que se pedía a la gente del pueblo que aportase motosierras y otros aperos para colaborar en la extinción. Lo cierto es que sentí bastante angustia y no tanto por miedo a que nos ocurriera algo, pues estábamos a cierta distancia de los incendios, sino por la posible destrucción de un medio natural maravilloso como el que estábamos contemplando y disfrutando.
El Puerto del Pico. Calzada romana.
Sólo lleva 8 kilómetros llegar desde Cuevas del Valle hasta lo alto del Puerto del Pico por la mencionada N-502, siguiendo la cual llegaríamos a Ávila, 61 kilómetros más adelante, tras enlazar con la N-110 en las proximidades de la capital abulense. A 1.395 metros sobre el nivel del mar hace de frontera entre la Meseta Norte y la Meseta Sur junto con el Puerto de Menga. Además de la calzada romana que se puede observar muy bien desde el Mirador que hay en lo alto del puerto, al igual que los pueblos del Barranco de las Cinco Villas, siendo Cuevas del Valle el que aparece más próximo. Esta ruta era ya conocida y utilizada habitualmente en la Edad Media para comunicar Santiago de Compostela con Sevilla. La foto no es buena, pero no he encontrado otras mejores que hice en alguna ocasión anterior.
Y aquí termina la primera etapa dedicada al precioso Valle del Tiétar. Habrá más.