Durante nuestro viaje de enero al interior de Valencia (la excursión a Chulilla y sus puentes colgantes se puede leer aquí CHULILLA (VALENCIA). RUTAS DE LOS PANTANEROS (PUENTES COLGANTES) Y CHARCO AZUL.) nos alojamos dos noches en Requena, localidad que está muy bien situada para visitar la zona, al borde de la N-III, antigua carretera de Valencia, en las inmediaciones de la autovía A-3 y a una distancia de entre veinte y treinta kilómetros de los dos destinos que nos habíamos fijado para esa escapada, Chulilla y Cofrentes. Por cierto, que también me parece interesante comentar que desde que existe la A-3, por la antaño atestada N-III apenas transitan turismos y prácticamente ningún vehículo pesado, con lo cual se ha convertido en una estupenda opción si se desea viajar sin prisas por la zona: se sacrifica velocidad media a cambio de circular casi solos por la carretera, contemplando tranquilamente el paisaje.
Situación de Requena en la geografía peninsular según Google Maps.
Requena es uno de los municipios más extensos de España, pertenece a la comarca de Utiel-Requena y se ubica en la parte más occidental de la provincia de Valencia, en la cuenca alta del río Magro. Tiene algo más de 20.000 habitantes y dista 292 kilómetros de Madrid y 67 de la capital y, por tanto, del mar. Pese a ello, se encuentra a 692 metros de altitud y tiene un clima mediterráneo continental, con veranos muy calorosos e inviernos fríos, sin que sean extrañas las nevadas ni las temperaturas rondando los cero grados, aunque se producen contrastes térmicos muy acusados entre el día y la noche, como tuvimos ocasión de comprobar durante nuestra estancia.
En Requena localicé varios hoteles que cuadraban con nuestros requerimientos para pasar dos noches, un par de ellos con bastante encanto en la Plaza de Albornoz, el corazón del casco histórico. Sin embargo, tenía mis reservas en cuanto a encontrar sitio para dejar el coche y, al final, me decidí por el Hotel Patilla, de tres estrellas, ya que tenía muy buenos comentarios, el mejor precio (55 euros por noche, solo alojamiento, con tarifa no reembolsable) y aparcamiento propio y gratuito. Al lado, un área comercial, con Mercadona incluido. Lo que menos me gustaba era que estuviera un poco alejado del centro (algo más de un kilómetro), aunque se puede ir perfectamente a pie en un paseo de un cuarto de hora, si bien costaba un poco ponerse a ello por la mañana temprano y de noche por el frío que hacía.
Nuestra habitación en el hotel.
Nuestra idea inicial era tomar Requena como un lugar de pernocta fundamentalmente. Sin embargo, nos encontramos un casco histórico del que apenas habíamos comentar nada antes, pequeño, pero que resultó muy interesante: no en vano el recinto medieval, llamado también el Barrio de la Villa, fue declarado en 1966 Conjunto Histórico Artístico de carácter nacional.
Esa mañana salimos de Madrid tarde porque no queríamos encontrar niebla en la carretera, tan frecuente en esas fechas por Cuenca, Albacete y el interior de Valencia. Almorzamos de camino, echamos un vistazo a los alrededores de las Hoces del Cabriel, que queremos visitar esta primavera, y llegamos a Requena sobre las cuatro y media. Como a principios de enero anochece muy temprano, decidimos aprovechar el tiempo de luz que quedaba para ver lo más destacado de Requena. Dejamos el coche en la céntrica Avenida del Arrabal, cuya zona más alejada de la Plaza del Portal no es de pago. Se trata de un amplio bulevar, con tiendas, bares, cafeterías, en fin, el sitio típico donde los lugareños se reúnen, salen a tomar algo, de compras y a pasear. Caminamos unos cien o doscientos metros, pasamos junto al antiguo mercado de abastos, hoy convertido en sala de exposiciones, y llegamos a la Fuente de los Patos, frente a la cual se encuentra el quiosco de la Oficina de Turismo, en la calle García Montes núm. 1, ya muy cerca del Barrio de la Villa, el más antiguo y atractivo para visitar. Se puede acceder por cuatro vías que haciendo honor a su buena pendiente, se denominan “cuestas”: la de las Carnicerías, la de Puerta del Ángel, la del Cristo y la del Castillo. Y es que, como cabía esperar, el casco viejo está situado en un alto.
Por los restos arqueológicos encontrados en diversas excavaciones, se ha determinado que los primeros indicios de población en Requena se remontan al siglo VII antes de Cristo; e igualmente ha sido posible ubicar el núcleo de la ciudad primitiva gracias a varios yacimientos ibéricos de los siglos IV y III a.C. Asimismo, se conservan restos de la época romana por toda la comarca. En cuanto a su pasado musulmán, la primitiva Alcazaba fue edificada por los almohades en el siglo XI, respondiendo a las prioridades defensivas de una ciudad fronteriza entre los reinos de Valencia y Toledo. Tras su conquista por Fernando III el Santo en 1238, se convirtió en fuente continua de disputas entre castellanos y aragoneses, sobre todo durante los siglos XIII y XIV, si bien siempre se la consideró integrante y frontera del Reino de Castilla hasta el punto que se le dio la denominación de “Valencia castellana”.
Durante el reinado de los Reyes Católicos se aplacaron las luchas nobiliarias, lo cual supuso el fin del predominio del Marqués de Villena y el inicio de un periodo de pacificación en el cual se realizaron importantes obras como la construcción de la Iglesia de Santa María y del Salvador o las del Castillo y la Torre del homenaje. Tras sufrir hambrunas, epidemias y riadas que diezmaron su población, en el siglo XVI se recuperó la economía con el auge del comercio y la mejora de los transportes, lo que impulsó el desarrollo urbano con el trazado de nuevas calles y la proliferación de edificios civiles de estilo renacentista.
A lo largo del siglo XVII se concluyeron muchas de las obras ya mencionadas, iniciadas en el siglo anterior. El siglo XVIII, Requena sufrió graves estragos a causa de la Guerra de Sucesión, pero posteriormente tuvo un notable desarrollo demográfico y económico gracias el impulso que le dio la industria de la seda. El cultivo de la vid estuvo presente en la zona desde tiempos muy remotos, si bien se limitaba básicamente al abastecimiento propio, hasta que ya en el siglo XX el comercio del vino se convirtió en la fuente de ingresos más importante de la comarca con el reconocimiento de la Denominación de Origen Utiel-Requena en 1932. Todos estos hechos, que marcaron la historia de la villa, dejaron su huella en los lugares que nos disponíamos a visitar.
Aunque el recorrido en sí no tiene pérdida, resulta interesante seguir el itinerario recomendado por Don Feliciano Yeves (eminente profesor e historiador muy ligado a Requena) que figura en el folleto con plano que facilita la Oficina de Turismo, en el que se pueden ir leyendo explicaciones sobre cada sitio interesante. También hay paneles informativos en cada uno de estos lugares.
Folleto y mapa turístico que nos dieron en el hotel. También lo facilitan en la Oficina de Turismo.
Para empezar, nos pareció la mejor opción subir la Cuesta del Castillo, que enseguida nos llevó hasta las murallas y la torre del homenaje, que data del siglo XV. Construida sobre la antigua Alcazaba árabe, una parte de la fortaleza ha sido restaurada y convertida en museo y centro de interpretación. Las vistas desde arriba deben ser muy buenas, pero no nos cuadró el horario de visita. En las inmediaciones, también se encuentran “Los Cubillos”, restos de las dos torres redondas que flanqueaban la entrada al castillo. También existe un sótano con una cueva (La Cava), donde se fueron instalando bodegas paulatinamente a partir de 1527, una vez que el foso perdió su función defensiva.
Seguimos por la Plaza de la Fortaleza y llegamos hasta la del Castillo, donde se ubican las excavaciones de 1999, que registraron hallazgos arqueológicos que se remontan a la Edad del Hierro. A partir de aquí se accede a la antigua medina musulmana, espacio intramuros donde se aposentaba la población civil, que se caracteriza por su trazado laberíntico. Aunque posteriormente los cristianos construyeron iglesias y remozaron las casas en diversas épocas, todavía se conserva en buena parte la primitiva disposición de las calles, estrechas y tortuosas.
La Calle de Santa María es la principal del barrio antiguo y, según cuenta la tradición, en ella se instalaron los Treinta Caballeros de la Nómina del Rey una vez que Alfonso X el Sabio se hizo cargo de la villa y le concedió fuero (Carta Puebla) en 1257. En esta calle aún existen casonas señoriales con escudos en sus fachadas.
Dejamos a un lado la Casa Museo de la Seda (recordemos la importancia de esta industria para la economía de Requena durante el siglo XVIII) y continuamos hasta la Iglesia de Santa María, que conserva una magnifica portada de estilo gótico florido isabelino. El interior, que se perdió casi por completo como consecuencia de los graves desperfectos que sufrió durante la Guerra Civil y el abandono posterior, se ha habilitado para exposiciones.
Casi enfrente, está la blasonada Casa de los Ibarra, en la que se dice que vivió Santa Teresa de Jesús, aunque no hay ninguna prueba documental de ello. Muy cerca se encuentran las antiguas murallas, algunos de cuyos restos corresponden a las primitivas fortificaciones musulmanas.
La Calle Somera, otra de las más antiguas de la villa, conduce hasta la Iglesia de San Nicolás, cuyo origen se remonta al siglo XIII, aunque se realizaron muchas modificaciones entre los siglos XV al XIX, lo que ha ocasionado que sea un edificio con una gran mezcla de estilos.
Vista de la calle Somera desde la plaza de la Iglesia de San Nicolás.
En un flanco de la torre de esta Iglesia se encuentra el Callejón de Paniagua, desde el cual se pueden ver los contrafuertes del templo montados sobre arcos apuntados de ladrillo. Al final, se llega a una especie de mirador sobre la ciudad, que no me gustó demasiado, y el espacio que ocupaban las antiguas murallas, bastante más vistoso.
Siguiendo por la Calle Somera llegamos hasta el Palacio del Cid, construido en el siglo XV en estilo gótico, que alberga el Museo del Vino de Requena. Se cree que su nombre se debe a que, según la leyenda, en este mismo lugar, pero en un edificio anterior, se encontró Rodrigo Díaz de Vivar (el Cid) con el rey Alfonso VI para concertar la boda de sus hijas con los Infantes de Carrión. Los callejones que confluyen en esta calle tienen mucho encanto.
En el centro del barrio se sitúa la renacentista Plaza de Albornoz, la mayor del casco viejo. Su forma actual data del siglo XVII y lleva el nombre del coronel jefe de las tropas que defendieron Requena del asedio de los carlistas en 1836. A lo largo de los siglos ha sido escenario de torneos, festejos y corridas de toros, acontecimientos que contaron con la presencia de los reyes Felipe III y Felipe IV. Su subsuelo, compuesto de toba caliza y arcilla, está recorrido por un laberinto de túneles y cuevas de origen árabe, utilizados después para almacenar grano y también como bodegas. Se pueden visitar partiendo desde el Centro de Visitantes Comarcal que se encuentra en la misma plaza. Otro edificio interesante en este lugar es la Casa de los Pedrón, donde se alojó varias veces el rey Felipe III, quien le concedió el “derecho de asilo”, por el cual un delincuente podía aferrarse a la cadena instalada en su fachada y requerir la gracia de no ser detenido hasta que no se probasen las acusaciones que hubiera en su contra.
Muy cerca está la Iglesia del Salvador, que comenzó a construirse en 1380 y hoy es el único templo del Barrio de la Villa que sigue abierto al culto. Destaca su magnífico pórtico del siglo XV, en estilo gótico florido isabelino. Anexa al templo se puede ver el cimborrio de la Capilla de la Comunión, de estilo neoclásico, con una torre campanario de 40 metros de altura.
Ya habíamos visto lo más destacado desde el punto de vista, digamos, monumental, así que el siguiente paso fue perderse por las angostas calles que aún conservan el trazado de la antigua medina, con sus casas de fachadas blancas y paredes irregulares, encorvadas incluso, que parecen aspirar a tocarse con su vecina de enfrente.
A ser posible, hay que recorrerlas todos, calles, callejones y plazuelas, pues en cada una de ellos se encuentran perspectivas encantadoras que nos remiten a otros tiempos. Son pocas y muy cortitas, así que no requiere mucho tiempo. No todas las casas presentan un aspecto inmaculado y algunas presentan sus fachadas algo desconchadas, pero eso no le quita su atractivo, al menos a mi modo de ver. Al atardecer, estaban casi desiertas, a excepción de algunos niños que jugaban sin importarles el frío del invierno que se hizo notar y mucho en cuanto se ocultó el sol.
Salimos del barrio medieval por la Cuesta de las Carnicerías, otro de los antiguos accesos a la primitiva medina, desde cuyas escaleras se ve la Capilla de San Julián, construida sobre el solar que ocupó la Torre Redonda, demolida por su estado ruinoso.
Fuera del barrio medieval, Requena cuenta con otros lugares dignos de visitar, como la Iglesia de San Sebastián, en el barrio de las Peñas, cuyo origen se remonta al siglo XIV. El interior del templo fue destruido en el siglo XVII y se remodeló después en estilo barroco un siglo más tarde. En el año 1999 se descubrieron y se recuperaron restos de su pasado mudéjar, lo cual lo convierten en un caso único en Valencia. No pudimos visitarlo porque no nos coincidió el horario. Además, está la Iglesia del Carmen, gótica del siglo XIII, pero con fachada neoclásica e interior barroco; el Convento de San Francisco, del siglo XVI, donde ahora se ubica el Museo de la Semana Santa de Requena; y el Puente de Santa Cruz, de origen medieval, pero reconstruido en el siglo XVIII. No tengo fotos de esta zona porque la visitamos cuando fuimos a desayunar al centro, a la mañana siguiente, y me dejé la cámara en el hotel. Había pensado volver en otro momento, pero ya no tuve tiempo.
La noche siguiente volvimos al Barrio Medieval para cenar, en el Mesón la Fortaleza, en la Plaza del Castillo. Era el sábado previo a la fiesta de Reyes y llegamos sin reserva. No había nadie en el comedor y aun así nos aseguraron que nos daban la última mesa disponible. Pese a nuestro escepticismo, media hora después no quedaba un sitio libre, ya que se llenó por completo con las reservas. Cenamos muy bien y a un precio comedido (no barato). De día, tienen menú. Muy recomendable. Pese al frío, a la salida, dimos otra vuelta por el Barrio de la Villa, donde hice unas cuantas fotos nocturnas.
En resumen, una estancia en Requena mucho más interesante de lo que habíamos previsto en un principio y que no solamente nos sirvió de base para nuestras excursiones por la zona. Muy recomendable hacer una visita si se va de paso y se dispone de tiempo para dedicarle al menos un par de horas o incluso almorzar en alguno de los restaurantes del Barrio de la Villa.