Y decimos “¡arrivederci!, Siena”. Recogemos nuestro Chianti, regalo de Carlo, nuestra camiseta de Tifoso del Bari y decimos adiós a nuestro osito perico, que está en una estantería de la cocina comedor (seguro que queda en buenas manos).
Estamos de nuevo en Florencia. Esta última noche nos alojaremos en el Old Florence Inn, un B&B de “campanillas”, lleno de fotografías de gente famosa, a un paso de la estación.
Tenemos que esperar un rato a que nuestra habitación esté preparada, ya queda poco. Es una habitación no muy grande, pero con lo suficiente y lo más curioso es que ya tenemos preparado el desayuno de la mañana siguiente: sólo le falta el café, pero ya lo remediaremos.

Pasamos por el Mercado Central. Está muy cambiado desde la última vez que visité Florencia. Da gusto ver los puestos de pasta multiformas y multicolor, de las especias, de los puestos de aceite de oliva y vino de Chianti, de queso pecorino... pero aunque aún se mantienen algunas paradas de carne, pescado,... está todo orientado al turismo. En la segunda planta hay espacios para la degustación de productos. Es más parecido al Mercat de Santa Caterina de Barcelona que Mercado de San Miguel de Madrid.
Una vuelta por el Mercado de San Lorenzo, lleno de puestos de artículos de cuero, de camisetas, de souvenirs: compramos un cinturón para mi marido. Por fin encuentro unos magnetos que me gustan, diferentes, parece que no sean hechos con molde y, claro, más caros. Este Mercado al aire libre está abierto de martes a domingo, de 9:00 a 19:00 y, aunque se puede regatear, tampoco hay que pasarse... Bueno, ya compraré los magnetos mañana, que tendremos bastante tiempo.
Desde aquí vamos paseando hacia la Piazza del Duomo y volvemos a disfrutar de sus monumentos.
Llega la hora de comer y nos decidimos por Eataly, en Via de Martelli. La verdad es que la comida estaba buenísima, y el lugar merece la pena ser visitado.

Seguimos paseando, nos tomamos nuestro helado en Grom (fieles hasta el final).
Nuestro destino es Santo Spirito, a ver si es posible, pero antes pasamos por Piazza di S. Firenze. Queremos comprar un souvenir a nuestro sobrino: la camiseta de Buffon, el portero de la selección italiana.

Pasamos por Piazza della Signoria, atravesamos el Arno y sí, esta vez podemos visitar el Santo Spirito, que está situada en una plaza tranquila, con árboles,... Esta iglesia fue diseñada por Filippo Brunelleschi, pero no se inició hasta dos años antes de su muerte, por lo que casi no se había construido prácticamente nada cuando falleció: es su última obra maestra.
Y aunque parezca mentira, ¡tiene fachada! Y no sólo eso, sino que destaca por su sencillez, armonía y elegancia. El interior es de planta de cruz latina, con tres naves separadas por columnas con capiteles corintios. Brunelleschi vuelve a jugar con la utilización de colores grises azulados para los elementos arquitectónicos y el blanco de las paredes. Destaca también su luminosidad.
De regreso pasamos delante de la fachada del Palazzo Pitti.

Regresamos a la Piazza della Signoria, que, curiosamente, no está tan abarrotada de turistas como los primeros días, incluso podemos hacer unas fotos más o menos “decentes”. Lástima que el viaje se esté acabando, porque me pasaría la vida aquí, en esta plaza que se creó, precisamente para que la gente se reuniera.


Volvemos al hotel: es nuestra última noche en Florencia.