Fuimos de Budapest a Bratislava, capital de Eslovaquia, en tren.
Cuando estábamos llegando lo que veíamos era un montón de vagones viejos arrumbados en vías que se notaba que ya no se usaban, y pensé que no me equivocaba en lo que le decía a Amalia sobre esta parada del viaje, que es casi la anécdota de este lugar. Explico: ella sugirió incluirlo ya que nos quedaba justo de paso entre Budapest y Praga, que sería nuestro próximo destino y yo le decía que nadie va a Bratislava, que nos iban a estar esperando con la banda del pueblo y banderitas en mano cantando “Ahí vienen las turistas” “Ahí vienen las turistas” cuando bajamos del tren me di cuenta que no podía estar más equivocada, es una ciudad encantadora y desconocida para nosotros, porque turistas había y muchos, calles y restaurantes con bastante gente.
Nos alojamos en el Hotel Park Inn Danube, muy bien ubicado, enorme y de decoración clásica. La calle del hotel tenía muchos restaurantes y una vista magnifica del Castillo, al que no fuimos, que está en lo alto de un monte frente a la ciudad.

La calle del hotel terminaba en una plaza cuadrada donde está el Teatro Nacional, al que tampoco entramos, con un frente muy bonito.
La calle principal, con terrazas de bares y restaurantes, una pegada a la otra, que llegaba hasta la Puerta de San Martín donde en el piso hay un círculo en el cual pusieron el nombre de cada capital del mundo y los kilómetros que la separan de ese lugar, pongo una foto donde estoy señalando el lugar que corresponde a Argentina.

Pasando el arco llegamos a una plaza muy bonita que tenía en un banco una escultura callejera, esta ciudad tiene muchas, de un soldado de Napoleón al cual podes abrazar y sacarte una foto con él, en esta plaza entramos a una chocolatería para probar la especialidad del lugar, la taza de chocolate y lo que quieras agregarle, que rico¡¡¡ me hubiera gustado quedarme a vivir ahí y probarlos todos JAJA.
Como dije antes esta ciudad se caracteriza por sus estatuas callejeras, todas muy curiosas, hay una que es una alcantarilla de donde sale la cabeza de un hombre, otra es un paparazi, otra que llaman Bello Ignacio, creo que había más pero no recuerdo, ibas caminando y te topabas con ellas, y todo el mundo queriendo hacer la foto “más” original con la curiosidad de estatua, y el resto de los turistas esperando pacientemente al fotógrafo aficionado. Esta es la de mi encuentro con el Paparazi.

No recuerdo catedrales o iglesias imponentes, solo la Iglesia Jesuita y la de San Martín, pero la que si me llamó la atención y me fascinó es una iglesia chiquitita, Iglesia Azul, toda pintada de ese color por fuera y por dentro combinado ese azul con blanco y dorado, que parecía ideal para hacerla en miniatura como complemento de la casa de las muñecas, una preciosura.

Me encantaron todas las callecitas de Bratislava, que también tienen especialidad en el cristal de Bohemia, necesitábamos babero cada vez que nos acercábamos a una vidriera y veíamos maravillas inalcanzables para nuestros bolsillos, en una de esas tiendas vimos una cajita con dos vasitos preciosos y pensamos que si lo comprábamos entre las dos (un vasito para cada una) podíamos tener un pedacito de Bohemia en casa a un valor que no nos rompiera el presupuesto, y eso hicimos. La estoy mirando en mi mueble de recuerdos de viajes y lo disfruto.
No queda más por contar de Bratislava, solo agradecerle a Amalia haberme convencido de pasar por ahí, porque es un lugar encantador que recomiendo al que ande por esa zona.