Me levanto híper temprano porque es hora de conocer otra de las grandes joyas del país: Sveti Naum. El complejo se encuentra al sur del lago casi llegando a la frontera con Albania y Grecia. Para ello es necesario darle toda la vuelta al lago y terminar en la parte más sureña del país. El transporte en los Balcanes suele ser lento y ya me terminé acostumbrando y es hora de salir con tiempo si se quiere disfrutar de lugar. Vuelvo a la estación de autobuses y tomo el que se dirige hacia el monasterio. El camino es corto, pero va deteniéndose en muchísimos pueblos y el camino se vuelve largo porque el andar el autobús es bastante lento. Pero la mañana esta empezando, el día esta despejado y la mañana todavía no es calurosa.
Después de un rato llegamos por fin al monasterio. Algunos grupos de turistas también llegan con sus autobuses y guías. Trato de alejarme de la multitud y me acerco a la entrada del monasterio. Sveti Naum es aún más antigua que San Juan Kameo ya que es del siglo X cuando se había fundado el primer Imperio Búlgaro.
San Naum fue uno de los discípulos de Cirilo y Metodio los padres del alfabeto cirílico. El emperador búlgaro le ordeno la creación de dos escuelas para la enseñanza del nuevo lenguaje. La primera la estableció en Pliska en la zona oriental de Bulgaria mientras que la segunda fue justamente Ohrid. Naum intento además con esta academia la asimilación de la cultura búlgara en la región hasta su muerte en el año 910. San Naum sigue todavía enterrado en esas tierras y por sus esfuerzos el emperador Clemente lo canonizó y se convirtió en el primer santo nacional. Es por eso que San Naum sigue siendo una figura polémica ya que ambos lo consideran como propio.
La iglesia, como todo en este viaje, fue destruido durante las invasiones otomanas y la actual es una reconstrucción de la época medieval. El estilo es bastante similar a otros templos de la zona: ladrillo con ventanas pequeñas, pero con amplios arcos también en ese material. Techos bajos de tejas y un pequeño pórtico en la entrada. El monasterio y sus dependencias se establecieron alrededor de la iglesia protegiéndola de cualquier agresión del exterior. Los alrededores del templo están empedrados y se pueden ver algunos pavos reales. Me llamo mucho la atención y nunca supe bien porque, pero cada vez que los buscaba los encontraba subidos al techo, en alguna ventana o paseándose por el medio del jardín.

Lo único original es la capilla donde se encuentran los restos del santo. La construcción es bastante similar al resto de las iglesias de Ohrid y tiene forma de trébol. En su interior como buen templo ortodoxo está poblado de murales. Lo importante es que en ellos están los primeros registros del cirílico ya que funcionaba para educar sobre la biblia para los pobladores. El interior es aún más oscuro que San Juan Kameo y un poco claustrofóbico sumado al intenso olor a incienso hacen que la visita se vuelva complicada. Encima un grupo de chinos sin pedir permiso se metió al mismo tiempo así que casi era imposible caminar de la cantidad de gente que estábamos adentro. En un costado estaba la tumba de San Naum y la tradición dice que si se hace silencio es posible escuchar el latido de su corazón. Los chinos no deben saber la historia, o quizás no les interesó, así que es imposible probar si es verdad o no. Algunos más creyentes se arrodillan y besan la tumba mientras que otros solo aprovechan para sacar fotos. Después de presentar mis respetos aprovecho para salir.
Necesito un poco de aire y tomo un pequeño camino que se pierde en el bosque. La vegetación es exuberante y se complica caminar. Mientras camino veo algunas mariposas e incluso algunas libélulas. Siento a lo lejos el ruido del agua y me acerco a los manantiales de San Naum. El agua es profundamente turquesa, casi transparente y eso es un efecto óptico porque, aunque parezca que el fondo es bajo la profundidad es lo suficientemente importante en algunas zonas para que pasen pequeños barcos. El agua es pura y existe la tradición de beber un poco como parte de la vista. Hace mucho calor y aunque tengo muchas ganas de nadar en el manantial tengo miedo de que sea sagrado o algo así y termine preso
Así que solo me mojo un poco para calmar el calor y sigo la caminata monte arriba. Paso por algunos pequeños claros del bosque con el que puedo ver que me voy alejando lentamente del lago y el monasterio. De pronto el bosque se abre y me encuentro con una ruta. No tengo idea donde estoy, pero unos mochileros con los que me cruzo me dicen que a unos pocos kilómetros esta la frontera con Albania. En esa época no había comunicación entre ambos países así que los mochileros tomaban un autobús hasta un pequeño poblado cerca de la frontera caminaban algunos kilómetros y del otro lado tomaban un taxi que los dejara en la primer ciudad albanesa. Siento que si llegue hasta casi el bordel del pais es porque estoy demasiado lejos y decido volver.

Justo cuando estoy llegando escucho el ruido de trompetas y veo que a lo lejos un grupo de personas que empiezan a acercarse al templo. Algunos llevan unos estandartes rojos con imágenes de santos e inscripciones en cirílicas doradas. El grupo no será de más de 30 personas y son todos hombres mientras que las mujeres acompañan desde los costados y en silencio. El pequeño grupo sigue acercándose y en la puerta de entrada al monasterio unos monjes con hábitos negros y largas barbas canosas instalaron un pequeño altar.


El siguiente es Santa Sofía que es quizá unas de las más importantes. En su larga historia fue construida y destruida varias veces. Fue templo ortodoxo, pero también mezquita otomana. Fue parte del Arzobispado de Ohrid y en su interior están algunos de los mejores frescos de la época medieval. Obviamente fueron tapiadas en la época otomana y solo recién con la llegada del comunismo se fueron rehabilitando y el complejo es uno de los espacios culturales más grandes de la ciudad. No puedo sacar fotos adentro, pero me entretengo con los alrededores y con las galerías que rodean el templo. La fachada es hermosa, de dos pisos, con una serie de grandes arcos en cada uno de ellos y con dos torres bajas a los costados. En los jardines algunas señoras se juntan a charlar y ver pasar la tarde a la sombra de algún árbol.

Sigo subiendo la cima y llego al anfiteatro griego. Sus dimensiones son pequeñas y el estado es bastante malo. Encima en el escenario han puesto unos andamios a punto de caerse y el resultado es un poco decepcionante. Pero la vista es increíble. Se puede ver el lago desde las gradas y algunas colinas cercanas. Los griegos lo construyeron en una zona donde no sopla el viento demostrando el buen gusto que tuvieron siempre para ubicar estas edificaciones. Todavía se sigue usando en festivales y conciertos.
Luego me encuentro con una de mis favoritas. Es una de las iglesias más pequeñas que vi en mi vida: San Bogorodica Pandomos. Es muy fácil perderla y creo que la vi solo por el campanario que tiene a un costado. La edificación no debe medir más de dos metros de alto y para entrar hay que agacharse por la puerta. Adentro el templo es pequeño y tiene solo un banco en cada pared con un diminuto altar con cuadros colgados por todo el interior. Como mucho puede ser que entren diez personas en el templo y ni me imagino si el cura tiene ganas de encender un incienso o velas lo difícil que sería respirar ahí adentro.

Pero todavía queda algo de día así que sigo buscando el camino hacia la que es otra de las joyas de la ciudad: San Clemente. Para muchos es quizás uno de los templos más sagrados de la región ya que San Clemente, discípulo de Cirilio y Metodio, enseñó en este lugar los primeros esbozos del origen de las lenguas eslavas. Es por eso que se considera una de las primeras universidades del continente y en parte donde surge el origen de las lenguas que se hablan en gran parte de Europa oriental. Con una historia igual de convulsa que Santa Sofía en este mismo lugar funcionó una iglesia cristiana, una mezquita y un monasterio ortodoxo. De la primera solo quedan algunas ruinas, de la segunda no queda nada porque fue destruida para que sean visibles las ruinas y solo la tercera se mantiene sin ningún cambio.

Se va haciendo de noche y para mí el plan está más que armado así que bajo hacia San Juan Kameo para contemplar el atardecer. La noche por fin cae sobre la ciudad, a lo lejos las montañas de lo que sería quizás Albania se vuelven aún más oscuras. De pronto se prenden unos reflectores entre los árboles y todo el paisaje se ilumina. Detrás mío la iglesia brilla y se ilumina en el medio de la noche y enfrente mío la oscuridad cubre el lago. El ruido de la ciudad es lejano y solo se escuchan algunas luciérnagas y el viento agitando las ramas. Final perfecto para la despedida de Ohrid.