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Día de tránsito y desplazamientos, aunque interesante.
Como nos levantábamos temprano todos los días, seguimos con la rutina y estuvimos paseando por los alrededores de Las Cañadas del Teide. Como es el ejemplo del Roque Cinchado, aquella famosa formación rocosa que aparecía en los billetes de 1000 pesetas décadas atrás, el mirador de la Catedral, Roques de García, etc.
Es una zona muy concurrida por los turistas que suben al Teide en bus, y está a escasos metros del Parador y el Centro de Visitantes de Cañada Blanca (cerrado actualmente).
Contactamos semanas atrás con el personal de Bodegas Reverón (fundada en 1947), que amablemente nos ofreció una visita personalizada que se ajustaba a nuestras necesidades de agenda (muy apretada). Algo que agradecimos enormemente.
Atendidos por Javier, hicimos una visita muy técnica e interesante, que culminamos con la cata de cuatro de sus vinos (tienen un catálogo de 14-15 vinos) con un picoteo a base de queso, salchichón y almogrote riquísimo de queso azul.
Catamos los siguiente vinos:
• Blanco Joven (listán blanco ecológico).
• Rosado Afrutado
• Tinto Barrica Ecológico
• Blanco Naturalmente Dulce
El último fue el mejor de todos, por su singular vinificación y toque exótico. Es un tipo de vino que no suelen tener las bodegas de la zona.
Conocimos el viejo lagar de una de las bodegas más altas de Europa (Vilaflor, el municipio donde está ubicada, es el más alto de España), donde se conservan algunos aperos centenarios.
12 de sus más de 17 hectáreas de viñedo están plantadas en ecológico, ayudado en parte por la gran altitud, que evita la proliferación de enfermedades como el oidio y mildiu (causadas por hongos).
Tienen proyectos muy interesantes como el tinto en barrica envejecido 6 meses en botellas sumergidas el Atlántico, a 18 m de profundidad.
Tras la visita de casi dos horas seguimos nuestra ruta hacia los Cristianos, donde dejaríamos el coche de alquiler de Cicar antes de coger el ferry hacia La Gomera.
Como información de interés, la entrega del coche se realiza accediendo al parking público, sacando el ticket y entregando éste en la oficina de Cicar situada en el edificio del puerto.
Nosotros, por error (siguiendo las pobres indicaciones que nos dieron), entramos en el puerto hasta llegar prácticamente a la zona de carga del ferry. Preguntamos a un trabajador del puerto, que irónicamente nos dio mejor información que la propia empresa de alquiler.
Elegimos el ferry por cuestión de horarios y disponibilidad, ya que no había vuelos que nos encajaran.
Es un medio algo más lento que el avión (una hora de viaje + 30-45 minutos de embarque), pero es barato (40 € por persona) y cómodo para el equipaje (no hay limitación alguna).
Lo peor es tener que subir y bajar las maletas por las escaleras de acceso al ferry (de 2-3 pisos o alturas). Nos ofrecieron llevarlas a bodega, pero estando ya en la puerta para embarcar no quisimos dar muchas más vueltas.
Este fue el único ferry que cogimos en nuestro viaje, pero muy contentos con la experiencia.
Llegamos al puerto de San Sebastián de la Gomera a las 15 horas, con el tiempo justo de recoger el siguiente coche de alquiler de Cicar y partir hacia nuestro alojamiento durante nuestra estancia en la isla.
Elegimos la zona del Valle Gran Rey. Aunque está al oeste de la isla, al ser ésta tan pequeña se cruza de un extremo a otro en menos de una hora de coche.
E importante, muy cerca del Parque Nacional de Garajonay.
El trayecto nos encantó, ya que el paisaje era muy bonito y totalmente diferente al de Tenerife.
El Valle Gran Rey es un lugar ideal, porque aúna naturaleza (barrancos, montañas y mucha vegetación, palmeras especialmente) y relax. Está muy bien situado, con la costa a escasos minutos.
Nuestra casa de alquiler estaba en El Guro, un pintoresco barrio donde antaño vivían agricultores, hippies y bohemios.
Hoy en día guarda aún esa esencia, con la diferencia de que ha sido comprado casi en su totalidad por alemanes, así que todas las casas son de alquiler con régimen de vivienda vacacional.
Aviso para navegantes, hay casi 150 escalones hasta llegar a la zona más alta de casas del barrio, así que muchísimo ojo si lleváis maletas pesadas, como era nuestra caso (más de 50 kg entre todas, fácilmente, para aguantar las dos semanas de viaje).
Eso sumado a que estábamos en pleno agosto, a media tarde y con un imponente calor, hizo que la subida fuera una experiencia bastante desagradable. Una auténtica odisea, vamos. Acabamos totalmente exhaustos y sin ganas de nada, sinceramente. A partir de ahí, subir y bajar sólo una vez al día, jejeje.
Para intentar aprovechar la tarde hicimos una ruta hacia la Cascada del Barranco de Arure.
Fue planificada con poca antelación, por lo que nos resultó complicado encontrar el inicio del sendero. Tan sólo teníamos algunas referencias en Wikiloc, y poco más.
Tras dirigirnos erróneamente a otro sendero cercano (marcado con un nombre similar), encontramos el punto de inicio legítimo.
Estaba a escasos metros de nuestra casa, en pleno Guro, aunque nosotros comenzamos desde el aparcamiento cercano a las escaleras (junto a un taller mecánico).
Es fácil llegar al mismo siguiendo las indicaciones de Cascada / Wasserfall.
Ficha rápida de la ruta:
• Descripción: sendero con destino a la cascada de Arure: goo.gl/maps/QvjuGdAZm6DFxrhY9
Se atraviesa, literalmente, un arroyo donde personas de la zona han preparado accesos rudimentarios para evitar algún que otro chapuzón: piedras estratégicamente colocadas, tablones de madera, restos de árboles caídos, hojas, ramas, cuerdas, etc.
• Tipo: lineal (ida y vuelta)
• Dificultad: fácil, intermedia en algunos puntos concretos y en general por lo resbaladizo del terreno. A veces la única opción posible para evitar caídas es agarrarse a las numerosas cañas y árboles para encontrar el apoyo necesario, o finalmente desistir y pisar por las zonas de menos profundidad
• Longitud (teórica): 5-6 km (ida y vuelta)
• Duración (teórica): 2-2:30 horas
• Consejos: uso de calzado de montaña apropiado, con buena suela antideslizante y lo más estanco posible.
• Señalización: escasa, y casi nula en algunos puntos
Comenzamos la ruta casi a las 19 horas. Un gran error, pero entre que llegamos, subimos las maletas y nos duchamos (tras la paliza de las escaleritas) se nos fue buen parte de la tarde.
El sendero es superdivertido, teniendo “casi” que sacar un machete para adentrarnos entre la vegetación.
Tímidas indicaciones mediante flechas pintadas en las rocas a lo sumo, y un auténtico parque de obstáculos para subir hasta la cascada a través del arroyo.
Hasta el punto de tener que escalar unas rocas mediante una cuerda atada a un árbol, por ejemplo. Insistimos, muy divertido.
En la zona no hay cobertura, por lo que la única referencia era vía Google Maps gracias a la señal GPS.
La primera parte del sendero transcurre a la “intemperie”, entre palmeras, pitas y chumberas. En un rato tomamos un camino cubierto y sombrío siguiendo la senda del arroyo, repleto de cañaverales que crecen junto al cauce de éste.
A pesar de ir avanzando a buen ritmo (aunque con algunas dudas sobre si íbamos en el rumbo correcto, puesto que nos parecía increíble que el sendero transcurriera por el propio arroyo), veíamos que se nos venía la noche encima (a las 21-21:15 horas era noche cerrada en el Valle Gran Rey) y la cascada estaba aún a un rato (no podíamos saber la distancia exactamente en el mapa, al transcurrir el sendero por el río).
Lo mismo nos suponía sólo 30-45 minutos más llegar a la cascada, pero no quisimos arriesgar tras ver lo escarpado del terreno y así evitar hacer la vuelta sin apenas luz (para además, tener que volver corriendo y sin disfrutar de la cascada con la suficiente luz).
Por ello, nos dimos la vuelta sin completar la ruta. Es un poco frustrante, pero la experiencia bien merece la pena a pesar de ello.
Fueron unos 3 km (según reloj GPS) en aproximadamente 1:30 horas. Sobre todo por lo difícil que resultaba cruzar superando los obstáculos.
A las 20:30 ya estábamos de vuelta, prácticamente, con la luz solar comenzando a atenuarse. En poco tiempo se hizo de noche, así que pensamos que fue una decisión acertada.
Buscamos un supermercado cercano y compramos algunas cosas para cenar, ya que los restaurantes más cercanos estaban en la zona de la playa y no teníamos muchas ganas de salir.
Las vistas desde la terraza de cualquiera de las casa del Guro son totalmente privilegiadas, y bien merece la pena disfrutar de ellas en una tranquila cena o con una buena copa de vino canario mientras contemplamos las estrellas.
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