![]() ![]() Tafraoute y alrededores. Ruta hasta Sidi Ifni ✏️ Diarios de Viajes de Marruecos
Tafraoute y sus alrededores, gargantas de Ait Mansour y la ruta hasta Sidi Ifni: paisajes increibles, oasis y pueblos abandonados.![]() Diario: Sur de Marruecos: oasis, touaregs y herencia española⭐ Puntos: 5 (1 Votos) Etapas: 8 Localización:![]() La noche fue tranquila. El desayuno del hotel, un tipico desayuno marroquí, lo sirvieron en el jardincito alrededor de la piscina. Una familia de tortugas de tierra y unos gatitos hacían las delicias de los niños mientras nosotros dábamos buena cuenta del menú. Debo decir que tengo debilidad por el Amlou: una crema semilíquida a base de almendras, miel, aceite de argán y anís que la gente del país llama la nutella marroquí. Tafraoute es un pequeño pueblo pero que bien merece una visita. Es el centro neurálgico de la región y tiene una gran importancia comercial. Gente de las pedanías vecinas bajan en destartaladas furgonetas y coches de hace 40 años para realizar sus compras. El zoco y los mercados hierven de actividad. Allí as mujeres bereberes con sus atuendos negros realizan sus compras y luego esperan pacientes a que el resto de la comitiva haya terminado. Cuando todas están listo, cargan los desvencijados coches hasta arriba y emprenden penosamente la ruta de vuelta a sus pueblos. No nos costó mucho aparcar en la zona central, donde se cruzan las carreteras, frente al Hotel des amis. Visitamos el zoco, la mezquita y las calles principales. En la guía (llevábamos la lonely planet) se decía que, como en tantas zonas rurales del país, es frecuente que las casas no dispongan de agua corriente. Por tal motivo, en los pueblos es habitual que haya hammanes públicos donde asearse y, de paso, relajarse antes de emprender de nuevo la vuelta a las aldeas de las montañas. Como somos muy de probar cosas, tras un poco de investigación dimos con ellos. En el primero, "el viejo Hammam", no nos dejaron entrar. En el "Nuevo Hammam", que según la guía se encuentra detrás del Hotel des amis donde habíamos aparcado, sí que nos lo permitieron. La entrada es de pago, algo simbólico, creo recordar que 2 ó 3 euros al cambio para cuatro personas. Por supuesto mujeres y hombres en instalaciones separadas. El agua se calienta en una sala, visible desde el exterior, en la que queman madera y basuras. Un buen ejemplo de economía circular. El lugar, como era de suponer, no tiene nada de lujoso y, por supuesto, nada que ver con los spas o balnearios a los que estamos acostumbrados los occidentales. Estas instalaciones tienen una función eminentemente práctica. Dejamos nuestra ropa en el vestuario que está a la entrada y cogimos un par de cubos que íbamos a utilizar dentro. Dentro hay que ir en bañador o en ropa interior. En la sala de vapor, dos marroquíes yacían relajados en el suelo y de vez en cuando se refrescaban vertiendo agua de los cubos con la ayuda de unas botellas de refresco, a las que habían recortado el cuello, a modo de jarra. Donde fueres...... así que pasamos un buen rato relajados en el suelo repitiendo el procedimiento que habíamos visto hacer a nuestros acompañantes. Una experiencia relajante y que, paradójicamente, a pesar del calor que hace en el establecimiento, resulta refrescante, algo de agradecer ya que el día se presentaba bastant caluroso. Después de "tomar las aguas" nos ofrecimos un pequeño refrigerio a base de té a la menta en una de las terracitas de la plaza principal. Las siguientes visitas programadas eran las formaciones rocosas a los alrededores del pueblo: el "sombrero de Napoleón" y la "cabeza de león". Las famosas piedras azules (pierres bleues) nos pillaban fuera de la ruta y, como aún teníamos unas cuantas horas de coche por delante y varias visitas en el orden del día, las dejamos para otra ocasión. Por la zona hay también unos petroglifos prehistóricos, entre otros una famosa gacela pero éstos no son accesibles en coche normal y se necesita un todo terreno. Nuestro Dacia ponía, entonces, rumbo hacia el oasis de Afella Ighir. Algo más de 25 Km de carretera de montaña por la que íbamos adelantando a los coches y furgonetas cargados de gente y mercancías que se dirigían penósamente a sus pueblos de origen, tras haberse abastecido de mercancías en Tafraute. Al cabo de unos cuantos Km la carretera se adentra en las espectaculares gargantas de Aït Mansur (Aït Mansour) que por lo visto presentan problemas para los coches en caso de lluvias. Unas enormes paredes verticales se levantan a ambos lados de la carretera. Los diferentes estratos quedan a la vista dibujando unas lineas horizontales de diferentes intensidades que decoran los cortantes en los que apenas crece vegetación. Después de un descenso pronunciado se llega al fondo de la garganta en la que, durante varios Kms., de extiende el oasis de Afella-Ighir. De repente, miles de palmeras empiezan a surgir en torno a la carretera. Un riachuelo, que en época de lluvias se convierte en un importante caudal de agua, corre por el fondo. Las pequeñas represas permiten que en, en ciertos puntos, el agua se estanque y forme pozas donde los niños de las aldeas que salpican el oasis se refresquen en verano. Y nosotros no íbamos a ser menos. Aquí os dejo unas cuantas fotos del lugar. La primera que se muestra la tomé cuando ya habíamos salido y en ella se aprecia cómo el palmeral queda encajado en el fondo de las gargantas. La carretera continuaba, entonces, a través de un paisaje semidesértico. Pronto se haría visible la que sería nuestra última parada antes de dirigirnos hacia Sidi Ifni donde nos instalaríamos los siguientes tres días. Este pueblo abandonado, del que no recuerdo el nombre, aparece junto a la carretera pocos kilómetros después de salir de la garganta. El lugar es impresionante y se puede recorrer a pie por dentro. Tuvo que ser un lugar muy bonito. Atención al mal estado de las casas, a mí me pareció que había un riesgo importante de derrumbe así que anduvimos con mucho cuidado. A partir de aquí nos quedaban, al menos, dos horas de conducción hasta Sidi Ifni. En pocos Kms desapareció ante nuestros ojos todo atisbo de presencia humana. La linea de la carretera era el único signo de que no estábamos perdidos en el último lugar por descubrir del planeta. Horas sin cruzarnos con ningún coche y los colores del atardecer le conferían al paisaje un aire marciano, como de otro planeta. Disfrutamos cada km. que recorrimos. Y, de repente, el Atlántico. Las temperaturas bajaron de repente. La brisa marina trajo el olor del salitre a través de nuestras ventanas. Aquí descubriríamos que esta zona, pese a lo que se podría suponer a juzgar por la latitud a la que se encuentra, no se caracteriza por tener unas temperaturas altas. Más bien todo lo contrario. El océano, tal vez por alguna corriente marina, tempera, y de qué manera, el clima. Parada y fonda. No fue difícil encontrar el hotel en el que nos alojaríamos. Para la ocasión habíamos elegido le Logis la Marine www.google.com/ ...3DLk44g329. Se encontraba en el centro mismo de la ciudad, junto al paseo marítimo, y a pocos minutos andando de la plaza de España (hoy de Hassan II). Lo habíamos reservado la noche anterior y quedaban pocos alojamientos disponibles. Supongo que la oferta de la zona no es muy amplia y, en temporada alta, las habitaciones se agotan rápidamente y los precios suben en consonancia. No obstante el hotel estaba muy bien. Pertenece a una pareja de belgas, ya retirados de la explotación del negocio, que compraron y rehabilitaron en hotel el antiguo edificio de la capitanía marítima de España. Es un edificio art decó y tiene un pequeño jardín, también con tortugas, en el que se sirven los desayunos. Nuestra habitación, una cuádruple, daba a ambos lados del edificio. Por un lado veíamos el océano que, pocos metros más abajo azotaba inmisericorde la playa del pueblo y, por otro, la calle principal muy animada a esas horas de la noche. Fuimos a cenar al restaurante Nomad a pocos metros del hotel. No está mal, aunque la verdadera joya gastronómica de Sidi Ifni se encuentra cerca del zoco, como descubriríamos más adelante. Reseñable la Pastilla de paloma. Una larga jornada, bien aprovechada. El cuerpo iba reclamando su bien ganado descanso cosa que no le negaríamos. Ya en la cama, no tardamos en dormirnos arrullados por el batir de las olas...... 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