Hoy seguimos en Hoi An pero nos movemos hacia la playa. Siendo conscientes que Vietnam no es un destino donde disfrutar de arenas blancas y aguas turquesas interminables, sabemos que estamos a tan solo 5 km de una zona de costa y nos apetece pasear por la orilla y ver cómo los vietnamitas disfrutan del mar.
El día es largo y aún nos gustaría dar una última vuelta por el centro de Hoi An de día, ya que sólo lo pudimos ver con luz la primera tarde y no nos alejamos mucho de las dos o tres calles principales.
Previo desayuno en el hotel, y con el check out listo, paseamos por las calles no sin antes acercarnos a un cajero ACB y sacar algo de dinero, ya que vamos bajo mínimos Después de comparar las comisiones que nos han aplicado del cambio de moneda en los dos cajeros en los que hemos sacado, HCSB es MUY mala opción y ACB muy buena, los demás son incógnita... así que vamos sobre seguro. Con ACB no pagamos comisión de cajero y nos aplican menos de 1 euro de comisión por 3M de dongs. En HSCB nos cobraron casi 10 euros por 4M de dongs...
Mi hermana le tenía echado el ojo a uno de los vestidos que venden por el centro y, a pesar de no habernos parado a hacernos ningún traje o vestido a medida, cosa típica en la ciudad, si le apetece llevarse un recuerdo. No tenemos ni idea de los precios, y son ya las 9 y pico de la mañana cuando nos paramos en una de las tiendecitas de la periferia de la ciudad a preguntar: nos piden unos 350.000 dongs por un conjunto de top y pantalón ancho y nos parece una barbaridad, teniendo en cuenta que es bonito pero nada del otro mundo. Decidimos no entrar ni en el juego del regateo, cuando al intentar marcharnos vemos que la chica se pone nerviosa y nos empieza a bajar el precio, mientras nos dice con un inglés chapuzero que no nos vayamos, que somos las primeras clientas del día. Primero no le damos importancia, pero la chica lo sigue repitiendo sin dejar que nos vayamos. Al final entendemos que tienen una superstición sobre el primer cliente del día: si no les compra nada, les traerá mala suerte para las ventas de todo el día. ¡Si lo hubiéramos sabido antes, hubiéramos dejado todas nuestras compras para las mañanas! No sé si sólo es en Hoi An, o en todo Vietnam, la verdad es que sólo nos paramos a comprar ese día por la mañana.
Al final nos llevamos el vestido por 170.000VND, y parece que la chica no está muy contenta con el trato pero le ha valido la pena con tan de no perder a sus primeras clientas.
Volvemos hacia la villa, donde nos estrenamos en la app de Grab. Seguimos sin tarjeta sim, y la verdad es que empezamos a dudar si comprarla a estas alturas. Nos movemos bien sin ella y es una manera de evitar abusar de las redes sociales, y concentrarnos más en lo que nos rodea.
Un Grab a la playa, 5km, nos cuesta 87.000VND (3,72€). Lo pedimos en la villa, donde tenemos wifi, pero al cabo de 3 minutos nos dice que el conductor ha llegado y vemos en la ubicación que se ha parado en la calle principal, a dos calles de nuestra villa. No sabemos si el gps no le ha indicado bien la villa o como las calles son tan estrechas, se queda en la bocacalle más ancha. Con las mochilas a las espaldas, nos apresuramos en ir a su encuentro. Perdemos la conexión y cuando llegamos allí... no vemos ningún coche. Caminamos un poco y vemos uno, pero le enseñamos la reserva y nos dice que no es él.
No nos tendíamos que haber movido... pero rápidamente el chico del segundo Grab nos pide el móvil, busca el teléfono del chico y le llama con su móvil. Nos dice que nos esperemos ahí, y en un par de minutos aparece nuestro conductor. Agradecidas con el vietnamita número 1, vamos hacia el coche donde el vietnamita número 2 nos recibe un poco borde... le pedimos disculpas y le intentamos explicar que no tenemos conexión y que nos habíamos movido por el GPS, pero parece que le da un poco igual y nos subimos al coche.
En poco rato nos deja en nuestro destino, a una bocacalle de Under the Coconut Tree, nuestro alojamiento para esa noche. Unas cabañitas a una calle de la playa, de una dueña con su historia pintada en la pared de una chica que soñó en abrir un alojamiento en una zona que no era muy turística y donde todo el mundo la llamaba loca, con unos padres que se endeudaron porque creyeron en ella y que después de unos años en que parecía que se había equivocado, el sitio había despegado y era todo un éxito. Drama o ficción, la historia nos gustó y preguntamos por ella. Nos dijeron que había montado un restaurante vegetariano no muy lejos de ahí, y que estaba allí ahora. Nos apuntamos la dirección por si luego nos apetecía echarle un vistazo.
Entramos en nuestra cabañita, sin saber si nos encanta o nos decepciona (Estilo decadente con encanto, arreglado pero informal, etc). Muy barata no nos ha salido en comparación con nuestros otros alojamientos, a 21€ la noche reservada por Hostelworld, pero a decir verdad era de lo más asequible por esta zona. El recinto es muy bonito y también tienen una gran cabaña con literas, pero nos salía igual de precio las dos literas que la cabaña privada, así que no lo dudamos mucho.
Aún no es la hora de comer, así que nos ponemos el bañador y nos vamos a la playa.
Hay bastante gente, tanto turistas occidentales como orientales, y nosotras empezamos a caminar playa abajo, en dirección a Hoi An. Es una playa estándar, pero es bonito ver las siluetas de los altos edificios de Da Nang a un lado y algún peñón en medio del agua a lo lejos.

Paseamos y paseamos y el paisaje va cambiando de una zona de hamacas y chiringuitos a una zona con resorts abandonados y destruidos, no sabemos si por el paso del tiempo o por algún temporal furioso que ha ido arrasando la zona. Un poco más adelante máquinas trabajan dentro del agua, sacando piedra y construyendo una especie de dique. Es una zona no muy bonita para pasear, pero seguimos atravesándola hasta llegar a otra zona donde vuelve a haber restaurantes. Llegamos más de una hora caminando y nos está entrando hambre, así que nos acercamos a chafardear. Parece que no llega el turista a esa zona, y los locales que comen animadamente se callan para mirarnos. Es zona de pescado, con grandes peceras con las langostas y todo lo pescado en exposición para cocinar al momento. Los precios no son muy amables y los camareros no hablan inglés y no se interesan mucho en atraer nuestra atención, así que decidimos dar media vuelta y volver hacia nuestro punto de partida, donde había más oferta.

A medio camino decidimos pararnos en unas hamacas solitarias a beber algo. A pesar de que no hace un sol abrasador, estamos sudando y nos damos cuenta de que nos estamos quemando. Paramos a tomar un coco y un zumo de sandía y a darnos un chapuzón para recargar las pilas. En frente nuestro, dentro de unas barquitas redondas, algunos pescadores tejen sus redes para salir más tarde al mar.
Al final vamos hacia el restaurante de la dueña del hostel, el Ken restaurant. Por la playa todo son sitios de pescado que se alejan de nuestro presupuesto o "beach resorts" que no nos llaman mucho la atención. Llegamos al Ken y nos llevamos una grata sorpresa: el sitio está decorado con mucho encanto y está vacío (son las 3 de la tarde ya). Nos reciben con un vaso de agua fresquito y la carta es muy llamativa.
Nos sentamos en la terraza y pedimos una ensalada completa y unos noodles con spring rolls, todo vegetariano y con una pinta increíble y esta vez brindamos con dos coca-colas para reponer azúcares, estamos agotadas de la caminata.
Ya casi acabando de comer, se nos acerca una chica que nos saluda con una sonrisa. Le preguntamos y, sí ¡es la chica de la historia! Hablamos un poco con ella y nos cuenta que todo con lo que cocinan es orgánico y también nos explica que el agua que nos han dado al llegar es un agua sin hierro muy buena para limpiar. Nos ofrece más y nos dice que pasemos mañana a tomarnos otro vaso, que tenemos que beberla durante 3 días para limpiar nuestro organismo. Vaya, no sé si equilibrará el pH de las cervezas que nos estamos tomando también.


Después de reponer fuerzas decidimos volver a la playa para, esta vez, ir en dirección a Da Nang por la arena. El paisaje cambia: ya no hay resorts abandonados, y ahora que está cayendo la tarde parece que más vietnamitas se animan a un bañito. Llegamos a una zona donde están celebrando un team building de alguna empresa, y a zonas donde empiezan a prepararse para los karaokes. Nos asomamos a una entrada de un resort, y está lleno de locales con sus mejores galas.
Por la arena vemos restos de hogueras pasadas, y disfrutamos de un atardecer precioso. Cuando ya empieza a anochecer vamos deshaciendo nuestros pasos hacia el punto de origen. Hemos andado más o menos lo mismo en la otra dirección y estamos cansadas. Toca ir a la cabaña a darnos una ducha, descansar un poco y cambiarnos para la noche.

Los sitios para cenar que hemos ido viendo no nos llaman mucho la atención y nos han parecido ligeramente más caros, así que decidimos volver a cenar al Ken. Con la carta que tenían hemos visto muchas cosas deliciosas y a buenos precios, y queda cerca de las cabañas. Cuando llegamos está más lleno y con las luces encendidas sigue siendo muy bonito. La chica sigue ahí y, cuando nos ve, sonríe y le falta tiempo para traernos un gran vaso de agua. Lo sentimos un poco, pero no nos frena a pedirnos dos merecidas cervezas bien fresquitas
Cenamos una ración de rollitos de primavera fritos y otros frescos (los fritos están impresionantes, llevan tofu y están extra crujientes, una delicia) y compartimos un curry de garbanzos con arroz que tampoco tiene mucho que envidiarle. Cenamos como unas reinas después de un largo día de caminar por la arena.
Al acabar decidimos acercarnos otra vez al inicio de la playa, esta vez sólo para tomarnos algo en uno de esos clubs a la orilla del mar, pero cuando llegamos... no hay nada de ambiente. Son las 22 y poco y ya todo está cerrando, así que abortamos el plan, nos mojamos los pies en el agua a la luz de la luna casi llena y nos despedimos de la playa de Bai Vien.

Gastos del dia:
Vestido en Hoi An 170.000VND
Iman en Hoi An 15.000VND
Grab 87.000VND
Sandía y Coco en la playa 70.000VND
Comida 130.000VND
Cena 190.000VND
Total 662.000VND = 28€