Hoy toca trasladarse desde el interior hacia la costa, concretamente a Santander. Para ello nos dirigimos al puerto de Palombera, para desde allí recorrer los valles del Saja y Besaya, declarados parque Natural. En primer lugar paramos en el mirador Balcón de la Cardosa, situado a la vera de la carretera y desde donde se obtiene una magnifica vista del valle del Saja con su inmenso hayedo. En el mirador llama la atención la estatua de un corzo.

Seguimos descendiendo por el valle y nos desviamos en un momento determinado para acceder a nuestro siguiente destino, la localidad de Barcena Mayor. Se trata de un pueblo totalmente volcado al turismo y que representa, en un estado de conservación magnífico, el ambiente rural típico de Cantabria. Casas con balconadas de madera, piedra, geranios, agua y mucha tranquilidad en el momento en que lo visitamos. En el recorrido por el pueblo también podremos ver pajares, lavaderos y otras construcciones sobre todo hechas de piedra. Y un puente sobre el rio Algorza desde el que hay una panorámica del pueblo maravillosa.






Posteriormente volvemos al valle de Saja para de nuevo coger otro desvío, en esta ocasión hacia la izquierda, para visitar otro pueblo típico cántabro: Carmona. Es un pueblo situado en el municipio de Cabuérniga, en las laderas al sur de la sierra del Escudo de Cabuérniga, ya en el valle del rio Nansa. Llama la atención su tradicional artesanía de la madera siendo muy típico encontrar a gente trabajando la madera, de hecho, vimos la fabricación de una gran cuchara de madera, la cual compramos al curtido artesano. Aquí también son muy famosas las albarcas de madera. Desde el mirador de Collada de Carmona se tiene una espléndida visión del pueblo y el valle.







Tras una hora paseando por Carmona, toca regresar al valle del Saja, para almorzar en la Fuentona de Ruente, un lugar de gran belleza donde el agua mana y se corta al antojo de la naturaleza… o de la anjana. Según la leyenda en el fondo de la Fuentona de Ruente tiene su hogar una anjana, bruja buena cántabra, que de vez en cuando por capricho hace que deje de manar el agua. Resulta casi increíble creer que por un tiempo se quede todo completamente seco. Esta surgencia kárstica de Ruente sale de una cueva y se puede contemplar gracias a un paseo empedrado que conduce al nacimiento de la Fuentona. Desde la fuentona tomamos un paseo a la derecha del rio que nos permite realizar un paseo agradable hasta llegar a un puente romano de baja altura y con 9 arcos que también es digno de ver.




Ya por la tarde, fuimos a lo que para mi fue toda una grata sorpresa: el bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal. Un bosque imponente, pequeño pero a la vez grandioso. Y es que aquí se plantarón allá por 1940, por necesidades industriales, cerca de 900 secuoyas procedentes de EE.UU. por su rapidez de crecimiento y calidad de la madera. Pero llegado el momento no les interesó cortarlas y ahí se quedaron para el disfrute de los amantes de la naturaleza. Así pues se trata de un lugar artificial creado con medios naturales, en este caso las secuoyas, creando un bosque único en España, pequeño a la vez que grandioso. Este lugar me cautivo.






Y toca llegar a nuestro nuevo alojamiento. Un apartamento pequeño pero muy acogedor y coqueto con todo lo necesario en las afueras de Santander: un sitio perfecto a tiro de piedra de la capital, y de fácil acceso para llegar a las carreteras que conducen a los demás rincones de Cantabria que aún nos están esperando para descubrirlos.