Hoy nos hemos acercado a pasar el día a la localidad de Comillas y sus alrededores. Un pueblo costero donde la arquitectura neogótica y modernista brilla por doquier junto a la arquitectura típica de la zona. Y es que Comillas es hablar del Palacio y Capilla de Sobrellano, la Universidad Pontificia, el Capricho de Gaudí y su centro histórico muy peatonal. Y he de decir que esperaba menos de lo que me ofreció Comillas. Por eso puedo decir, tras haber hecho ya el viaje al completo, que Comillas ha sido la gran sorpresa de todo el viaje, junto al bosque de Secuoyas.
Pensábamos que íbamos a encontrar muchísimos turistas en Comillas, por aquellos de que ya nos encontramos a finales de junio y comienza el verano, pero aunque si bien es cierto que había gente, no una multitud. De hecho pudimos aparcar a las puertas de nuestra primera visita del día ya reservada por internet: el Palacio de Sobrellano.
Comillas y su fama turística está íntimamente ligado al nombre de Antonio López y López, el famoso Marqués de Comillas. Antonio emigró de joven (como muchos otros) a Cuba. Allí fundo una empresa de transporte naval, y amaso una gran fortuna. A su regreso a Comillas, volvió como indaliano (emigrantes retornados). El hecho de ser rico favoreció las relaciones con el rey Alfonso XII, lo que le nombró en 1882 marqués de Comillas. Y Antonio no hizo otra cosa que adecuar la localidad como lugar de veraneo de los reyes, construyendo el Palacio de Sobrellano e instalando el primer alumbrado público del país. Y el concuñado de Antonio López, encargó a Antonio Gaudí la construcción del Capricho de Gaudí.
El Palacio de Sobrellano es imponente, situado sobre una colina, y su fachada con galerías abiertas repletas de columnas es de gran belleza. Pero a nosotros sobre todo nos encantó la zona del vestíbulo y sus escaleras de acceso a la planta superior. Junto al palacio se sitúa una capilla panteón de gran altura. ¡¡¡En este edificio mis hijos consiguieron el segundo sello del Pasaporte Cultural!!!








Y qué decir del Capricho de Gaudí, su interior apenas tiene algunos elementos mobiliarios, pero no desmerece su visita por el edificio, sus rincones, el invernadero y sus jardines, con grutas artificiales incluidas, como en el Parque Güell. Made in Gaudi. Y es que Antonio López, marqués de Comillas, era suegro del empresario catalán Eusebi Güell, mecenas de Gaudi. Aquí está la conexión. Es de destacar la parte alta abuhardillada para la zona de servicio, desde donde se tienen unas vistas de los jardines, el invernadero y la sala de estar. Es curioso como la edificación tiene una forma y una orientación hecha en base al aprovechamiento del sol, desde que amanece hasta que anochece, De esta forma las dependencias de dormitorios y cuartos de baño se sitúan al sur, y las vespertinas a poniente, mientras que las estivales quedaban hacia el norte.








Después de comer en un restaurante de Comillas, probando las famosas rabas de calamar y los mejillones al vapor, nos dimos un paseo por el centro de Comillas pasando por la plaza de la villa con las típicas casas balconadas, para después poner rumbo al cementerio, situado sobre una pequeña colina con vistas al mar. Es pequeño y en ella destaca una escultura del Angel Exterminador




A continuación salimos de Comillas para acercarnos al mirador de la Corneja, desde se observa un paisaje de acantilados y prados. Un banco rústico de madera permite acomodarte y disfrutar de unas vistas increíbles de los acantilados.


Tras esta breve parada, nos dirijimos a otra gran sorpresa del viaje: los acantilados del Bolao. En ellos se encuentra el arroyo de la Fresa y su cascada del Bolao, que desemboca directamente al mar, junto a un molino de agua abandonado. Para acceder a este lugar hay que llegar a Cobreces, y desde ahí coger el camino que te permite llegar al único aparcamiento que hay junto al paraje. Este lugar es precioso, e invita a pasearlo y observarlo desde todos sus ángulos posibles. Es muy recomendable. De hecho, cruzamos al otro lado de la cascada, en un mirador en la orilla de Toñanes, donde un solitario banco nos permite sentarnos y disfrutar de la belleza que hay frente a tus ojos.





Satisfechos del día, llega la hora de regresar a Santander, y terne la sensación de haber aprovechado el día al máximo. Otro día más en nuestro recuerdo por Cantabria.