Hoy recorreremos la costa oriental de Cantabria: Santoña, Laredo y Castro Urdiales. Tres grandes villas que mantienen su esencia marinera. Pero se nos presentó el día más lluvioso de lo que llevamos de viaje y esto iba a condicionar la visita. La primera parada del día, de camino a Santoña, fue la Playa de Langre. Una gran playa de arena rodeada de un acantilado, y donde aquí se rodó escenas de Juego de Tronos. Unas pocas personas y nosotros, en medio de una inmensa playa de arena. Sin palabras. Esta playa nos encantó por lo visualmente bella que es. Desde todos los puntos, desde arriba del acantilado, y desde abajo paseando por su orilla. Además, está muy bien acondicionada para su acceso.



Después nos dirigimos a Santoña con dos objetivos: hacer el sendero del Faro del Caballo y comprar las famosas anchoas de Santoña. El sendero del Faro del Caballo se realiza por el Monte Buciero, y es que Santoña se sitúa en la desembocadura del rio Asón, en un lugar llano pero junto a una montaña elevada, la de Buciero, en la que se encuentran acantilados, faros y vestigios de un fuerte napoleónico. Pero se mascaba la tragedia con el día que hacía. Desistimos de realizar el sendero y nos conformamos muy grtamente igualmente de darnos un paseo por el centro del pueblo y su paseo marítimo, y por supuesto comprar anchoas del cantábrico.


Después nos dirigimos a Laredo, justo en frente de Santoña, pero que para ir en coche había que hacer un rodeo. En Laredo nos dimos una vuelta por el centro, subimos hasta la Atalaya para tener una panorámica de la localidad y atravesamos el túnel de la atalaya, utilizado de refugio durante la Guerra Civil y que da acceso a una playa escarpada, Playa Soledad. En Laredo fue donde almorzamos.


Ya por la tarde nos deparaba dos rincones que nos han encantado del viaje: la Cueva de la Cubilla y Castro Urdiales. La Cueva de la Cubilla es de acceso libre, se llega por un pequeño y estrecho sendero no señalizado, y la verdad es que no tuvimos problema de localizarlo, aunque reconozco que tuvimos mucha suerte. Tras recorrer el sendero al que se llega a un rio, se alza majestuosa la cueva de la Cubilla. La boca de la cueva alcanza los 100 metros de altura por 100 metros de anchura. No hace falta entrar más en la cueva. La entrada es una maravilla y difícilmente se puede plasmar la magnitud del lugar en fotos. Simplemente una belleza. Es un lugar muy muy recomendable. A mi me dejo sin palabras.




Y tras esta agradable visita, vamos a Castro Urdiales: una villa marinera muy bonita, con una iglesia gótica, un castillo, un faro y un puente medieval todos juntos, junto al espigón del puerto. De postal. Y unas gaviotas que parecen conocer el arte del pose para las fotos. Y sus callejuelas invitan al paseo. Es muy turística si, pero mantiene ese sabor marinero y auténtico. En Castro Urdiales estuvimos prácticamente hasta que se hizo de noche. Y vuelta a Santander. Nos esperaba una hora de camino, para cenar, descansar y despedirnos del apartamento, ya que ésta iba ser nuestra última noche.





