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24/6/22
Pues la aventura en sí empieza a las 6 de la mañana del 24/6 (festivo en Catalunya), cuando nos ponemos rumbo a Barcelona para coger el vuelo de Easy Jet que nos dejará en el aeropuerto de Londres-Luton, después de parar a desayunar en una de las áreas de servicio de la A7. Con el check-in online hecho y sin tener que facturar equipaje, nos dirigimos directamente a los controles de seguridad en la terminal 2C, y con más de 1 hora por delante para empezar a embarcar, pasamos el rato como podemos.
Al ir entrando en el avión, se nos recuerda la obligación de llevar mascarilla durante el vuelo, de unas 2 horas aproximadas de duración hasta LTN. Sin problema, aunque teníamos la esperanza de que esta condición también hubiera sido retirada. El vuelo sale puntual sobre las 10:50 de la mañana, y antes de la 1 (hora local), estamos bajando del avión. Sin tiempo para situarnos, nos encontramos a una pareja de chicas conocidas de Ester que han viajado a Londres (seguramente en nuestro mismo vuelo, sin enterarnos), para asistir al concierto de Billie Eilish, uno de los varios conciertos en Londres programados para este fin de semana.
Para no perder tiempo, comemos en el mismo aeropuerto, en el Burger King, y seguidamente compramos los billetes de autobús que nos llevarán hasta Heathrow (unos 75€ entre los dos), en la taquilla de National Express. Sorpresa!! El autobús va con 2 horas de retraso, y no nos devuelven el importe de los tickets para coger un tren o un Uber, que es lo que debíamos haber hecho de principio. Además no dan ningún tipo de explicación o disculpa (son británicos…), te esperas y punto. Creemos que el retraso fue causado por coincidir con las huelgas de metro en Londres, que crearon un colapso en el tráfico en superficie.
Total, que entre el retraso y el tiempo que tarda el autobús, llegamos a Heathrow a las 6 y media de la tarde, y allí aún tenemos que coger otro autobús-lanzadera (7€/pax, www.hotelhoppa.co.uk ) que hace la ruta por los hoteles de las cercanías del aeropuerto. Obviamente, el nuestro es el último, y logramos hacer el check-in casi a las 7 y media. En recepción, unos chicos españoles tienen follón para encontrar habitación de emergencia, pues su alojamiento de booking les ha dejado tirados y está todo Londres colapsado. Dejamos las maletas, y sin tiempo de más, pedimos un Uber que nos acerque a Wembley, dónde vamos a asistir al concierto de Ed Sheeran, uno de los muchos que hay en Londres esta noche (entre Rolling Stones, Billie Eilish…).
El famoso estadio se encuentra a casi 1 hora de Heathrow en coche, y llegamos con el concierto ya empezado. Nos apresuramos para llegar al último piso, en el que tenemos nuestros asientos, y asistimos a un brutal concierto, con un estadio casi lleno totalmente entregado.
Tras casi 2 horas de buena música, un escenario y una actuación brutal, y habiendo comido apenas una hamburguesa carísima y malísima (con una cervecita, como no), optamos por salir del estadio un poco antes de que acabe para no encontrar un colapso de gente. Intento fallido, parece que todo el mundo ha pensado lo mismo, y las oleadas de gente son abrumadoras a lo largo de las avenidas que salen de Wembley. Imposible coger el metro, imposible encontrar un taxi, las redes colapsadas, Uber no tiene conductores disponibles, y para más Inri, empieza a llover…
Pasada la medianoche, aún no tenemos transporte para volver a Heathrow. Nos alejamos de la zona del estadio bajo la lluvia, para ver si obtenemos algo de cobertura en el móvil para poder descargar y pedir un coche con Bolt (competencia de Uber). A unas pocas manzanas parece que tenemos algo de señal y Ester se descarga la aplicación (yo, por supuesto me he quedado sin batería), y en 5 minutos tenemos un coche esperándonos. Llegamos al hotel sobre la 1 de la madrugada, y caemos destrozados en la cama, sabiendo que mañana toca madrugar para volar a Denver. Por suerte el vuelo son más 8 horas y podremos descansar…
25/6/22
Sin habernos enterado de casi nada, suena el despertador. Medio adormilados por el largo día de ayer, nos damos una ducha y preparamos la maleta para bajar a coger el shuttle que nos tiene que llevar hasta el aeropuerto de Heathrow, un trayecto de apenas 20 minutos por el que pagamos unos 6€ por cabeza. Por suerte vamos bien de tiempo y no tenemos que facturar, pero debemos hacer cola para obtener las tarjetas de embarque puesto que no he logrado hacer el check in online con la app de United. Las colas son largas, con razón se quejan de que el aeropuerto de Heathrow acepta muchísimos más pasajeros de los que puede gestionar con eficiencia.
Logramos pasar los controles de seguridad y aún tenemos tiempo de tomarnos un desayuno como Dios manda en el Wonder Tree (carísimo…). Compramos una botella de agua y unas galletas para el viaje y pocos minutos antes de las 11 empezamos a embarcar. Sorprendentemente, en este vuelo (por suerte) no es obligatoria la mascarilla. Sin mucho que comentar del vuelo (unas 9 horas y pico) ni de la comida que ofrece, entre cabezada y cabezada, aterrizamos en Denver el mismo día 25/6 sobre las 2 pm hora local, con varias horas por delante aún y un desfase horario con Londres de 7 horas (8 horas desde casa).
Nada más aterrizar le envío un whatsapp a Edwin, el chico que nos alquila su coche para quedar en una de las estaciones del tren que sale del aeropuerto hacia la ciudad. Tomamos el tren (11$ cada uno), para hacer un trayecto de dos paradas en el que se invierten unos 15 minutos, hasta la estación de la Avenida 40 con Airport Boulevard. Más que una estación es un apeadero, puesto que no tiene ni servicios, solamente un enorme aparcamiento y unas paradas de autobús para recorridos locales.
Tras una espera de unos 20 minutos, vemos llegar a Edwin con su flamante Toyota de color granate, y sin muchos preámbulos, nos entrega las llaves, le damos un repaso para comprobar que esté todo conforme (rayadas, depósito lleno…), y nos ofrecemos a acercarlo a alguna parte, pero rehúsa, diciendo que utilizará un Uber, del que también es conductor aparte de usuario. Durante los breves minutos que hemos estado con él nos ha dicho que debe volver al hospital, pues su mujer se encuentra de parto.
Sin darle más vueltas, empezamos el road trip propiamente dicho. Usando el móvil y Google maps como guía, ponemos rumbo al sur por la I-25 para dirigirnos a Colorado Springs, dónde pasaremos las 2 primeras noches. Por el camino, sabemos que hay unos outlets (www.outletsatcastlerock.com), y paramos un ratito a ver si encontramos algo que valga la pena. Ester se compra algo de ropa, yo de momento, me contengo, pero ya vemos que los precios no son los que encontramos los últimos años en otros estados. Siguiendo por la I-25, nos encontramos con el hijo menor del Diluvio Universal en la autopista, haciéndonos reducir la velocidad. Entre el cansancio acumulado y la lluvia, apenas avanzamos. Llegando a Colorado Springs, nos detenemos a cenar en un local situado al lado de la autopista, llamado “View House”, con muy buena pinta. Está abarrotado, y solamente nos podemos sentar en la barra del piso de arriba. Es el típico local para aficionados a los deportes, con muchas pantallas en las que constantemente emiten partidos de baseball, basketball y hockey hielo. Se está jugando la Stanley Cup (hockey hielo), y el equipo de Denver es uno de los favoritos. Nosotros no estamos para hockey, así que nos limitamos a pedir unas ensaladas enormes, con un vaso de agua helada, y seguir con nuestra ruta. La relación calidad-cantidad-precio, correctísima.
Al acabar de cenar, parece que ha parado de llover y seguimos un poco más tranquilos.
Por suerte, ya estamos cerca de nuestro alojamiento, en una zona residencial a las afueras de Colorado Springs. Cuando aparcamos enfrente de casa de Tiffany, nuestra primera anfitriona, no hay nadie en casa, pero apenas 2 minutos después, llega Tiffany cargada con bolsas del supermercado y nos muestra nuestro alojamiento, al que debemos acceder a través del garaje, del que nos entrega un mando a distancia. Nuestra habitación se encuentra en el sótano de la casa, y tiene un pequeño baño y un salón. En el garaje hay una nevera con bebidas y chucherías a nuestra disposición; en el baño, una buena variedad de artículos de aseo, y en la habitación, unas cuantas galletas y chocolatinas. No está mal, aunque el mantenimiento general de las instalaciones es nefasto y no excesivamente limpio. Agotados, deshacemos la maleta, preparamos algo de ropa para mañana, y nos tumbamos a descansar en una cama con un colchón extremadamente blando, y unos muelles que chirrían cada vez que respiramos…
Distancia conducida: 133 kms.
Alojamiento: Basic Spacious Room (Airbnb). 2 noches sin desayuno. 67€.
26/6/22
Con un desfase horario de 8 horas en los últimos dos días, nos levantamos supertemprano y nos ponemos en marcha. En primer lugar, como no tenemos desayuno incluido en la habitación, nos pondremos a buscar un Starbucks o similar para empezar la jornada. Al atravesar la puerta, antes de llegar al coche, desde la casa de Tiffany propiamente dicha, nos llega un intenso olor a marihuana: eso sí que es empezar bien el domingo…
Gracias a Google maps, llegamos rápidamente al Starbucks más cercano y nos tomamos unos croissants de chocolate y compartimos un café con leche, aprovechando además el wifi gratuito de la franquicia para ponernos en contacto con la familia.
Ya en el coche, nos dirigimos a la zona de Manitou Springs, para ir a ver las ruinas de Manitou Cliff Dwellings (www.cliffdwellingsmuseum.com ). Se llega por la carretera 24, en dirección a la cima de Pikes Peak, en un desvío a la derecha, poco antes del desvío del parque de atracciones Cave of the Winds. Cuando llegamos a la entrada, hay 3 o 4 coches haciendo cola, porque aún no han abierto. Por suerte, la espera no es larga. La entrada nos cuesta unos 25$ para los dos. Se trata de unas ruinas de antiguas viviendas indias que están construídas directamente en la roca, aprovechando el efecto erosionante de los elementos, que crea una especie de aberturas en las inmensas paredes de roca, y quedan protegidas por detrás y por arriba. En estas ruinas, podemos ver varias estancias y almacenes. El tamaño de las aberturas por las que debían entrar a las diferentes habitaciones es minúsculo, por lo que la gente que vivía aquí debía ser o muy pequeña o muy flexible…
Tras la visita por las ruinas, acompañados en todo momento de niños correteando arriba y abajo, y de una ligerísima lluvia, visitamos el museo y la tienda de souvenirs, antes de proseguir con nuestro día.
La siguiente parada, un poco más al sur, es para visitar las cascadas de Seven Falls (www.broadmoor.com/ ...even-falls ). Vamos un poco despistados haciendo caso al GPS del móvil, pues nos conduce a un aparcamiento en medio de la nada, completamente embarrado y con apenas media docena de coches y un autobús esperando. Ni rastro de las cascadas. Preguntamos al conductor del autobús y nos confirma que para subir a las cascadas, hay que utilizar este servicio, puesto que, a pesar de que la carretera llega hasta la entrada, está prohibido el acceso y aparcar en South Cheyenne Canyon Road. El autobús es gratuito hasta el final de la calle, dónde hay un portal y tras él, la taquilla de venta de entradas (34$ para 2). Desde allí empieza un camino muy bonito por el fondo del cañón por el que discurre un riachuelo, en el que de vez en cuando, encontramos a su orilla unos pequeños cedazos de los que usaban los buscadores de oro. El camino está asfaltado en su totalidad, aunque en pequeños tramos, hay un senderillo de tierra que sigue el mismo curso. Es todo el rato en subida, aunque muy poco pronunciada, y mientras avanzamos, charlamos con una señora mayor que nos cuenta que es militar retirada. A medio camino, vemos nuestro primer cervatillo junto al arroyo. Poco después vemos un tramo de escaleras que sube hasta un mirador situado a bastante altura, pero algo alejado de las cascadas, así que seguimos avanzando.
Cuando llegamos a la base de las cascadas, empiezan otras escaleras (éstas sí que son empinadas) que suben hasta la parte superior del salto de agua. La exmilitar nos dice que vayamos tirando, que ella nos retrasaría, y nos ponemos a subir por las estrechas escaleras metálicas. Por suerte, de vez en cuando hay descansillos para recuperar el aliento. Logramos llegar arriba del todo, y allí empieza un caminillo de tierra que se adentra en el bosque, siguiendo el riachuelo que forma la cascada. No tenemos intención alguna de seguir adentrándonos en el bosque, y después de unas cuantas fotos, empezamos el descenso, habiendo descartado ya por completo subir al mirador que hemos visto durante la ida. Obviamente, sí que paramos en la tienda de souvenirs, de nuevo sin encontrar nada interesante.
Cuando llegamos de nuevo al punto en que nos ha dejado el autobús, nos damos cuenta de que no somos los únicos mal informados, al ver la cantidad de coches que llegan y deben dar la vuelta hasta el aparcamiento en que hemos dejado nosotros el vehículo. Por suerte, alguien ha tenido la idea de poner a alguien en la entrada con la única misión de ir informando a los que suben en coche hasta arriba.
El autobús pasa cada 20 minutos aproximadamente, y tenemos que esperar menos de la mitad de ese tiempo para pillar el que nos llevará de regreso. Sigue cayendo una suave lluvia…
Es ya hora de comer y nos dirigimos a un mexicano llamado “Rudy’s Little hideaway”, apenas a 1 km del aparcamiento. Comemos bastante bien y barato (unos 13$ por cabeza).
Después de comer, ponemos rumbo al Garden of the Gods (gardenofgods.com ), seguramente uno de los lugares más famosos y visitados de la zona. Es gratuito gracias a las condiciones que puso la familia que legó los terrenos a la ciudad. Aparcamos en el visitor center, nos informamos un poco de qué podemos ver, curioseamos un poco en la tienda y nos dirigimos (en coche) a pasear por la zona en la que destacan las formaciones rocosas de intenso color anaranjado. Las indicaciones dejan mucho que desear, y Google maps no parece estar muy actualizado, así que debemos dar un par de vueltas sin sentido hasta que encontramos el rumbo adecuado. Es una zona muy chula para deambular, pasear al perro, hacer footing, practicar escalada…
Visitamos un par de las zonas principales, y acabamos fotografiando la “Balanced Rock”, enorme roca en equilibrio sobre una delgada base. Sigue llovizneando…
Con la intención de subir a Pikes Peak (coloradosprings.gov/ ...s-mountain ), volvemos a retomar la carretera 24, pero desafortunadamente, el desvío que sube hasta la cima se encuentra bloqueado por un par de coches de policía, no sabemos si debido al mal tiempo, algún accidente o a que debido a la hora ya no se permite el acceso a más vehículos (son las 5 de la tarde). Como aún no estamos muy cansados, intentamos acercarnos al parque de atracciones de “Cave of the Winds” (caveofthewinds.com/ ...mpaign=gbp ), a cuya entrada se accede desde un desvío en la misma carretera 24. Desafortunadamente (otra vez), cuando llegamos al aparcamiento, todo lo que vemos está cerrado (acceso a la cueva incluido), y sólo se nos permite la entrada a la tienda…
Sin perder el ánimo, nos dirigimos al centro de Colorado Springs a dar una vuelta para rematar el día y buscar algún sitio para cenar. El “downtown” no tiene ningún encanto, y al no encontrar ningún restaurante que nos parezca apetecible, tomamos el coche de nuevo y nos dirigimos al mismo que cenamos ayer que nos gustó bastante (viewhouse.com/ ). Ya lo dicen: más vale loco conocido… Unas ensaladas por 15$ por cabeza mientras vemos la final de la Stanley Cup, y regresamos a casa de Tiffany. Mañana más.
Distancia conducida: 123 kms.
27/6/22
Hoy dejamos la casa de Tiffany sin haberla vuelto a ver desde que nos dio el mando a distancia del garaje para poder entrar y salir. Con la intención de ir a desayunar de nuevo al mismo Starbucks de ayer, empezamos a conducir. A poco de llegar, topamos con un local llamado “Olde World Bagel”, y decidimos probarlo. Obviamente, la especialidad de la casa son los bagels, de todos los sabores imaginables, y con diversas combinaciones para untarlos o rellenarlos. Nos tomamos uno cada uno y compartimos un café con leche. No apreciamos diferencia en calidad con los de Starbucks, ni tampoco en el precio. Intentaremos recordarlo, por si encontramos algún otro local de la que suponemos es una de las innumerables cadenas.
Empezaremos el día de hoy intentando por segunda vez subir a Pikes Peak (ayer por la tarde fue imposible), así que subimos por la 24 hasta el desvío, que hoy se encuentra abierto. Apenas un par de curvas más adelante nos topamos con una garita en la que venden los tiquets para subir a la cima de la “montaña de América”. El precio de la entrada es de 32$ por vehículo, y antes de iniciar el ascenso, te recuerdan que debes llevar por lo menos el depósito al 50%, por lo que pueda pasar. La carretera tiene unas vistas espectaculares en su recorrido, aunque provocan cierto respeto, pues apenas hay guardaraíles en los tramos más peligrosos. Es un ascenso continuado, con rampas de diferentes inclinaciones, infinidad de curvas y mucho viento en ciertos tramos.
Llegamos a la cima (4302 metros) después de unos 20 kms recorridos desde que pagamos la entrada. Logramos aparcar y salimos a dar una vuelta a pesar del viento. Desde el aparcamiento hay visibilidad de 360º. El día está despejado y las vistas son alucinantes, aunque no estamos mucho rato porque voy en pantalón corto y la temperatura apenas sobrepasa los 10ºC, con un viento terrible. Suerte que trajimos los abrigos…Aún quedan algunos parches de nieve congelada en las partes menos expuestas al sol, y entre las rocas del aparcamiento se aprecia algo de movimiento de algún roedor al que le gusta vivir en estas condiciones. Fotos para el recuerdo e iniciamos el descenso por la misma carretera que hemos subido, admirando las vistas increíbles a lo largo del camino.
Teníamos previsto ir hacia el sur para rodear las montañas y llegar hasta Royal Gorge, pero para no recorrer tantos kms por la misma carretera, una vez llegamos a la 24 de nuevo, ponemos rumbo norte hacia Woodland Park, donde paramos en una gasolinera Valero (las más baratas), a rellenar el depósito por primera vez (38$). A partir de aquí giramos al oeste, aún por la 24, para dirigirnos a Cripple Creek. Tras unos pequeños problemas causados por Google Maps, finalmente conseguimos llegar a Cripple Creek, pero aún sigo sin saber por qué carretera llegamos… Esta población es como Las Vegas en pequeño, un paraíso para los amantes de los casinos. Antiguo centro minero, su mayor atractivo aparte de los casinos, es un tren escénico que recorre parte de las montañas. A través de ellas, más al sur, se encuentra Royal Gorge, a dónde nos queríamos dirigir a través de una ruta escénica llamada Phantom Canyon, pero al preguntar en la tienda de la estación de tren, la dependienta nos dice que no se nos ocurra ir por allí, al estar en muy mal estado. Así pues, debemos regresar por dónde hemos venido y seguir al sur por una serie de carreteras secundarias, parándonos a preguntar en algún local desperdigado en un par de ocasiones, hasta que milagrosamente llegamos a lo que parece una carretera importante con indicaciones de Royal Gorge. Hemos pasado un buen rato perdidos en unos paisajes muy chulos.
Llegamos a la zona en apenas unos minutos, y como es bastante tarde, entramos al primer restaurante que vemos para comer algo: My Sisters. A la hora que es, apenas hay nadie comiendo y nos atienden en seguida, pidiéndonos muy amablemente que a la hora de pagar, si es posible, lo hagamos en efectivo. Nos tomamos unos platos combinados y unos refrescos por 40$, y al salir, antes de ir a ver el Cañón, nos aventuramos en Dinosaur Experience (dinoxp.com ), una especie de parque/museo, con fósiles y atracciones para los niños (y no tan niños), y una serie de robots de dinosaurios con movimiento, situado a pocos metros del desvío que conduce a la entrada del Cañón. La entrada vale unos 14$ por cabeza (solamente acceso al museo), y nos limitamos a ver un par de docenas de fósiles y una proyección explicativa de la evolución de los cazadores de fósiles a principios del siglo XX. Realmente no vale la pena, a menos que alguien sea un auténtico fan de los dinosaurios.
Unos kms más al sur, se encuentra el Royal Gorge Bridge & Park, construido sobre el cañón del río Arkansas (royalgorgebridge.com/) . La entrada son 32$ por cabeza y da acceso a atravesar el cañón en una góndola suspendida, ver una proyección en el teatro habilitado sobre cómo se construyó y su historia, y poder regresar atravesando el puente caminando. No apto para gente con vértigo. Mientras esperamos para ver la proyección en el teatro logramos ver un macho de cabra montés a pocos metros de la terraza del restaurante, comiendo tranquilamente de los arbustos situados en el acantilado que baja hasta el río Arkansas, más de 300 metros más abajo.
El puente propiamente dicho se mueve muchísimo con el viento, y a lo largo de sus 400 metros, se encuentran las banderas de los 50 estados. La vista hacia abajo es impresionante, y el cañón del río Arkansas es muchísimo más estrecho en este tramo que cualquier otro que hayamos visto. Al fondo se distinguen embarcaciones haciendo rafting y la vía de tren que corre paralela al río por el fondo. Debe ser un viaje algo claustrofóbico, aunque sin duda espectacular.
Se nos ha hecho bastante tarde y aún tenemos un largo trecho hasta nuestro próximo alojamiento en Monte Vista, así que ponemos rumbo oeste para rodear el paso de las montañas por Poncha Springs y vamos al sur por la 285 hasta llegar al pueblo de Monte Vista al cabo de un par de horas. Cenamos en el restaurante chino “China Garden” por 21$, y nos tenemos que llevar las sobras para mañana por la abundancia en los platos. Por suerte, nuestro alojamiento está apenas a 5 minutos del restaurante y llegamos sobre las 8 y media de la noche. Andrew, nuestro anfitrión, nos está esperando y nos enseña la bonita casa y nuestra habitación. Estaremos aquí 2 noches. Mañana visitamos nuestro primer Parque Nacional de este año: Great Sand Dunes NP.
Distancia conducida: 430kms.
Alojamiento: Private Bedroom for Valley Adventures (Airbnb). 2 noches sin desayuno. 152€.
28/6/22
Empezamos a adaptarnos al nuevo horario y ya no nos desvelamos tan pronto como el primer día. Salimos de la casa en busca de local para desayunar, y lo primero que encontramos es un Starbucks, ya en la ciudad de Alamosa, un poco más al este de dónde hemos pernoctado, en dirección al Parque Nacional. El desayuno a base de croissants de chocolate y café con leche se va a convertir en una rutina. El precio es bastante estable, alrededor de 16$ por todo.
Cogemos el desvío de la 160 al norte para dirigirnos al Parque, y a pocos kms de la llegada se encuentran las Zapata Falls, a las que se accede por un camino sin asfaltar de unos 5 kms. No hace falta 4x4, pero hay que ir con cuidado con los neumáticos por las numerosas piedras a lo largo del camino. El sendero para llegar a las cascadas es en subida todo el rato, aunque se puede hacer sin demasiado esfuerzo. Al principio sigue por un camino como el que hemos llegado en coche, hasta que se interna más o menos en una zona sombreada con árboles. Después de unos centenares de metros al lado del riachuelo, llegamos a un recodo del curso de agua desde el que se oye el estruendo de la cascada pero no se ve nada. Hay que mojarse para llegar un poco más allá, o ir con cuidado por un paso sobre las resbaladizas piedras de la ribera. Logramos superar el paso por las rocas, pero seguimos sin ver nada, así que, si queremos ver algo, deberemos mojarnos los pies. Ester dice que pasa, pero yo me pongo el bañador (por si acaso), y me aventuro en el agua habiéndome descalzado. Entre el dolor por las piedras del fondo del riachuelo en los pies y el entumecimiento debido a la bajísima temperatura del agua, es un auténtico suplicio atravesar los dos metros de anchura de la corriente e internarme en el recodo para poder ver/fotografiar algo de la cascada. A toda prisa, y con los pies completamente insensibilizados, saco un par de fotos con el móvil y regreso para secarme los pies y ponerme los calcetines, a ver si entro en calor. Parece que podré conservarlos…
Emprendemos el regreso por el mismo camino, mientras entablamos conversación con una pareja de ancianos que se dedican a recorrer el país en autocaravana, y nos recomiendan visitar una zona por la que no habríamos apostado nunca: Arkansas. Tomamos nota y charlando con ellos llegamos de nuevo al coche, aparcado a pleno sol. Mis pies ya están a la temperatura que toca y puedo conducir sin problema unos kms más hasta llegar al Visitor Center del Great Sand Dunes National Park (www.nps.gov/grsa/index.htm) . En la taquilla del ranger, hemos adquirido el pase anual por 80$. Parece ser que para acceder al Visitor Center es obligatoria la mascarilla y regresamos al coche a por ella, pero una vez dentro, vemos que casi nadie la lleva, así que una vez hemos comprado un recuerdo en la tienda y nos hemos informado acerca del Parque, la guardamos otra vez. Habíamos leído en algún sitio que es muy típico del parque alquilar unas tablas/trineos para deslizarse por las dunas de arena, y preguntamos en el VC dónde podemos alquilarlas. Resulta que nos hemos pasado de largo, puesto que el único puesto dónde esto es posible es a unos 5 kms de la entrada del parque, en el Oasis Campground, que además tiene un restaurante. Así pues, volvemos un ratito por la carretera hasta ver el local mencionado, y decidimos comer algo antes de volver al parque, para no tener que salir otra vez al cabo de poco. Tomamos unas ensaladas por unos 30$ entre los dos, y alquilamos una tabla al salir que compartiremos. El precio del alquiler es de 21$ por toda la jornada. Nosotros sólo la vamos a tener un par de horas, que os aseguro es más que suficiente.
Ahora sí, con todo el equipo, volvemos al parque y nos vamos directos a la zona de las dunas propiamente dicha. El parque es relativamente grande, pero los accesos son complicados a menos que se disponga de un 4x4 para acceder a través de las montañas y poder disfrutar de senderos que conducen a lagos alpinos. La zona en la que estamos nosotros, solamente dispone de un par de senderos accesibles, un camping, y la zona de dunas propiamente dicha. Antes de adentrarnos en las dunas, recorremos el sendero Montville Nature Trail, sin ningún encanto. Tras esta corta caminata, accedemos a la zona de dunas. La vista desde el aparcamiento parece un poco surrealista, ya que las dunas se extienden varios centenares de metros en todas direcciones, en un sitio rodeado por las montañas Sangre de Cristo. Hay muchísima gente haciendo picnic al lado del arroyo (Medano Creek) que discurre entre el aparcamiento y las dunas, con niños jugando en el agua, que apenas alcanza los 5 cms de profundidad. Hay que atravesar dicho arroyo para acceder a las dunas, así que descalzos otra vez, nos disponemos a adentrarnos en una réplica del Sahara. Para acceder a las dunas más cercanas, hay que andar por la arena por lo menos unos 350 metros. Os recomiendo llevar gorra, gafas de sol, crema protectora… Hay gente que se aventura hacia las dunas más lejanas y de mayor altura, pero no estamos por la labor, y nos detenemos en la más cercana. Empieza el espectáculo. Por todas partes se puede ver gente deslizándose por las laderas de las dunas, con más o menos elegancia. A Ester se le da bastante bien desde el principio. Yo, por otra parte, ofrezco diversión y risas por doquier a nuestros vecinos de duna. De 20 descensos, en 15 no llego a la parte de abajo manteniendo la dignidad. Voy a estar escupiendo arena las próximas 2 semanas… Los descensos son divertidos por muy mal que lo hagas, pero para volver a subir a la cima de la duna, el esfuerzo es considerable, y en menos de 1 hora estamos agotados y completamente rebozados en arena.
Dejamos la zona de las dunas habiéndonos reído un montón y aprovechamos las “duchas” habilitadas junto al aparcamiento para quitarnos de encima buena parte de la arena que nos llevaríamos de recuerdo. Ya os avanzo que en absoluto llegamos a deshacernos de toda la arena, y que vamos a tenerla con nosotros un par de días más…
Al salir, seguimos un poco más arriba, para explorar algo más del parque, y lo único que encontramos aparte del camping, es un camino de tierra llamado Primitive Road Medano Pass, por el que apenas podemos circular un par de kms antes de decidir dar la vuelta, porque el camino necesita un 4x4 a partir de allí para acceder a áreas más remotas del parque.
Salimos del parque para ir a devolver las tablas, y aprovechamos para tomar unos refrescos en el Oasis Campground y descansar un ratito.
Nuestro siguiente objetivo es visitar un santuario de caimanes situado a pocos kms de la zona, aunque el recorrido se nos hace largo por la monotonía del paisaje. Situado a las afueras de la localidad de Mosca se halla el Colorado Gators (coloradogators.com/) , centro de recuperación de caimanes, serpientes, tortugas y otros bichos similares. La entrada son unos 20$ por cabeza, y apenas nos encontramos con otros pocos visitantes. Podemos ver y tocar varios tipos de serpientes, observar pirañas, tortugas enormes, camaleones… Y caimanes, cientos de ellos, hacinados en las charcas atemperadas que les mantienen calientes incluso en invierno, cuando el entorno está cubierto de nieve. Curioso ver como en los mismos recintos conviven caimanes con emús, con gansos… Nos dan una breve explicación de como se originó el lugar, cuántos ejemplares tienen en la actualidad, de dónde les llegan, como los alimentan… bastante interesante si estáis por la zona, aunque definitivamente no vale la pena el desplazamiento exclusivamente para visitarlo.
Unos pocos kms más al norte se encuentra una “torre de observación de OVNIS” (www.ufowatchtower.com/) a la que llegamos cuando ya habían cerrado hace un rato. Una curiosidad más para matar el tiempo si os encontráis cerca.
Regresamos a Alamosa, la ciudad más grande cercana al parque, y rellenamos el depósito de gasolina en una gasolinera Conoco (53$), tras un intento fallido en una gasolinera cercana de la marca Phillips 66 que se había quedado sin combustible en todos sus surtidores, y en la que pasamos 15 minutos para poner solamente 5$ de gasolina. Parece que a la zona no llegan suficientes suministros de combustible.
Ponemos rumbo a Monte Vista para dirigirnos directamente al Safeway a comprar algo para desayunar mañana y de paso algo para acompañar la cena, porque aún tenemos las sobras del chino de ayer, que nos comeremos en la habitación.
Antes de cenar, charlamos un rato con Andrew y su pareja, Catina, que hace rato han acabado su cena y se disponen a acostarse. Mañana dejamos este alojamiento y nos vamos más hacia el oeste dentro del estado.
Distancia conducida: 274 kms.
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