El día amaneció sin lluvia, así que después de un desayuno con vistas en nuestro estudio, nos pusimos en marcha. Primero fuimos a la granja-museo de Glaumbaer, pero era temprano y nos la encontramos cerrada, así que nos limitamos a ver la parte de atrás de las casas de turba. Este es un poblado con casas de arquitectura tradicional, que han sido reconstruidas y habilitadas como museo etnográfico.

De allí nos fuimos a ver la iglesia Víðimýrarkirkja, una de las seis iglesias que quedan en Islandia con arquitectura tradicional, con las paredes y los tejados de turba. Nos gustó mucho, era muy bonita, y muy curioso ver ese tejado lleno de vegetación. No pudimos entrar, pero vimos el interior por las ventanas y también era muy bonito.

Después fuimos a ver Reykjafoss, una bonita cascada, bastante caudalosa, que va cayendo en niveles, ensanchando hasta caer en un pequeño cañón. Nos gustó mucho, sin ser una de las grandes y famosas.


A pocos metros hay unas pozas termales, al aire libre y gratuitas, para bañarse en agua calentita. No nos lo planteamos porque el día estaba ventoso, pero un poco sí que nos quedamos con las ganas cuando vimos a una pareja bañándose allí.
Seguimos conduciendo hasta Akureyri, la ciudad más grande del norte de Islandia, donde paramos a comprar en un supermercado y a repostar gasolina, ya que los dos siguientes días los íbamos a pasar en el lago Myvatn, donde no hay muchas opciones. Fue la compra más grande que hicimos en el viaje, con pescado y algunos platos preparados islandeses.
A la salida de Akureyri se encuentra el único peaje que existe en Islandia, donde la carretera 1 pasa por un túnel, y que cuesta unos 10 euros. Si el día está bueno, el peaje es fácilmente evitable tomando el desvío por las carreteras 83 y 84, que están en muy buenas condiciones y con unas vistas preciosas.
La siguiente visita fue Godafoss, la cascada de los dioses, nuestra primera cascada “grande” en Islandia. Dice la leyenda que, en el año 1000, el gobernante de Islandia convirtió el país al cristianismo y lanzó al agua de Godafoss todos sus ídolos paganos, cambiando así los dioses vikingos por el dios cristiano.
Godafoss es una de las cascadas más populares de Islandia, y no es para menos, con su forma curvada y su imponente caudal, además de su fácil acceso desde la carretera 1. Se puede aparcar de ambos lados de la cascada o dar un paseo para ir de un lado a otro. Nosotros dejamos el coche en el parking oeste, y comimos en un mirador con unas súper vistas sobre la cascada. No podíamos haber escogido mejor sitio para comer.
Después nos dedicamos a recorrer ese lado de la cascada, viendo como el río bajaba con fuerza hasta caer por la cascada. Estábamos impresionados.



Nos acercamos al lado este caminando, cruzando el río por un puente peatonal. Si el lado oeste nos había gustado, el este nos enamoró. La vista es mucho más panorámica, apreciando la curva que hace la cascada. Además, se puede bajar hasta la base de la cascada. Una maravilla.


De allí pusimos rumbo a nuestro alojamiento en el lago Myvatn, un pequeño estudio con una situación inmejorable, junto a los pseudocráteres de Skútustadir. Allí pasamos dos noches. Un estudio en una planta baja, bastante pequeño, pero no le faltaba detalle. Y lo más importante, con un hot tub en la puerta, compartido con otras dos casas, pero que siempre usamos solos.
Dejamos nuestras cosas y nos fuimos a visitar los pseudocráteres de Skútustadir, para lo cual solo teníamos que cruzar la carretera. El nombre de pseudocráter se le da porque, aunque parece un cráter volcánico, nunca tuvieron magma en su interior y no se originaron por una erupción volcánica, sino por una explosión originada por la presión y el vapor de agua.
Hay dos rutas para visitar los pseudocráteres, una muy corta en la que puedes subir a algunos de los conos (25 minutos), y otra un poco más larga (una hora) que rodea una laguna. Nosotros hicimos la más corta, y nos pareció un lugar muy bonito, con la luz de esa tarde de sol radiante.


Después fuimos a por el coche para hacer una última visita en el entorno del lago, y nos decidimos por la península de Hofdi. Este pequeño terreno que se adentra en el lago es uno de los pocos lugares de Islandia donde se puede pasear por un bosque. Vale que no es un bosque autóctono, sino que fue plantado por una pareja que pasaba allí sus vacaciones, pero no deja de ser un lugar encantador, con los colores del otoño, donde perderse por sus senderos y encontrar tranquilidad.

Además, es un lugar ideal para observar unos pilares de lava que emergieron del lago, conocidos como Kálfastrandavogar.

Decidimos dar por terminado el día y volver al alojamiento. Pusimos una lavadora y nos relajamos en nuestra hot tub, mientras anochecía, cervecita en mano. Podría acostumbrarme a eso, qué buena sensación.
