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DÍA 4
Después de cambiar los planes la noche anterior, nos fuimos a descansar. El autobús a Theth salía un poco después que el de Valbonë, pero seguíamos teniendo que estar listas a las 7:30 para salir.
Hay que añadir que el hostel donde nos quedamos, The Wanderer's Hostel, era muy cómodo y con un patio super bonito para comer y socializar. Además, la gente del hostel era muy amable y nos ayudaron un montón con las gestiones de la ruta. Nos dejaron también dejar nuestras mochilas grandes allí, guardadas en un pequeño almacén junto a decenas de mochilas de todos los que nos íbamos de ruta esos días.
Ya más ligeras de equipaje, con una pequeña mochila con muda, abrigo, comida y agua, desayunamos en el hostel para coger fuerzas.
El bus salió puntual y nos pusimos en marcha. Eran apenas 2 horas de distancia en las que poco a poco el paisaje fue cambiando. Pasamos de la ciudad al campo, y del campo a las montañas. La carretera comenzó a ascender y a curvarse conforme nos empezaron a rodear una increíble cantidad de montañas a cada cual más grande.
Hicimos una breve parada a medio camino en Buni i Bajraktarit para desayunar, ir al baño y sobre todo para disfrutar de las vistas.
Tras un rato más de carretera, llegamos a Theth.
Una cosa que nos pareció curiosa es que el autobús va parando en los hostales conforme se acerca al pueblo de Theth (formado principalmente por hostales y alojamientos pequeños). En este caso, nosotras no habíamos modificado nuestro alojamiento y seguíamos con el plan de dormir esa noche directamente en Valbonë, por lo que esperamos hasta la última parada, que es la parte más céntrica de la zona y desde donde se comienza la ruta. Pero para aquellos que van con intención de pasar varios días en Theth para hacer las diferentes rutas que hay por la zona (la ruta de la cascada o la ruta del Blue Eye, por ejemplo), es bastante cómodo.
Una vez llegamos, no lo pensamos más. ¡Comienza la ruta!
El plan y los ajustes que le hicimos para sortear la tormenta y hacer la ruta sin problemas eran buenos. Ahora bien, existe un motivo por el que la ruta normalmente es Valbonë-Theth y no tanto al revés (aunque se puede).
Aquí podéis ver un gráfico de la ruta (y lo entenderéis mejor):
Peaks of the Balkans
Es mucho más difícil hacer esta ruta en dirección Theth-Valbonë que al contrario.
(De esto nos dimos cuenta en el autobús mientras llegábamos a nuestro destino. Una bonita sorpresa xD).
La ruta en total son 14km, lo cual puede parecer muy poquita cosa, pero desde Theth, los primeros 6.5km hay que subir una pendiente de más de 1000m hasta llegar al Valbonë Pass, la cima. El resto del camino luego es en bajada, aunque también resulta cansado.
Desde Valbonë, te enfrentas a una subida de 7.5km con una pendiente de 750m que afrontar, lo cual en teoría se lleva mejor. Por eso esta es la ruta normal.
Nosotras, que muy alegremente pensábamos que esta ruta era más senderismo que montañismo, nos encontramos con que desde el principio la ladera de la montaña no hacía más que empinarse cada vez más. Por suerte llevábamos buen calzado en previsión de esta ruta, pero esto no la hizo menos complicada.
LO IMPORTANTE: Se puede hacer.
Nosotras no estábamos en una gran forma física ni solemos hacer rutas de montaña y pudimos, así que no hay que echarse atrás por esto. Además, por el camino te cruzas con gente que hace la ruta en dirección contraria y con gente que hace la ruta en tu misma dirección. Como habíamos salido sobre las 10h-10:30 (hora a la que habíamos llegado a Theth en el autobús), vimos más gente en su descenso que ascendiendo con nosotras. De normal, se duerme en Theth y se sale a primera hora del día para evitar el calor.
Conforme ascendíamos, cruzábamos primero bosques empinados que más adelante se abrían en pequeños prados bañados por el sol donde algunos excursionistas se paraban a descansar o comer algo. Una parada obligatoria es a unos 1400m de altitud, sobre el 4.5km de ascenso, donde hay una caseta con agua y comida que viene muy bien para descansar y reponer fuerzas. Además, hay unas vistas espectaculares desde allí.
Luego continuamos la marcha hasta la cima del Quafa e Valbonës, la cima de 1795m de altitud. El camino final alternaba entre praderas y ladera ya más rocosa de la montaña, que se estrechaba en algunos tramos con despeñaderos interesantes que nos hacían tener cuidado de dónde poner el pie siempre. Cuando llegamos a la cima no nos lo creíamos.
Cuando llegas hay una pequeña señal que marca la altitud e indica por dónde continúa el camino de descenso. Para llegar a la cima, desde ahí, tienes que subir un pequeño tramo, insignificante en comparación a toda la subida anterior. Subimos hasta allí y cruzamos un pequeño paso rocoso hasta la cima misma. Las vistas desde allí, no tienen precio. Desde la cima se puede ver todo el valle de Valbonë que se extiende hacia abajo, protegido por montañas y riscos a su alrededor.
Allí arriba también hicimos un nuevo amigo, un perrito muy simpático que parecía haber hecho de aquella cima su hogar.
Después de comer algo, beber agua y descansar un poco, comenzamos el descenso.
Este fue más solitario que el ascenso porque en las primeras horas de la tarde ya nadie se cruzaba que estuviera haciendo la ruta contraria a nosotras y muchos de los que hacían la misma estaban llegando ya a Valbonë o descansando ya allí. Sin embargo, esto no le quitó belleza al paisaje. Descendimos por caminos muy rocosos junto a la ladera de la montaña, entre bosques con una gran cantidad de raíces y por cuencas de ríos secos y empedrados mientras llegábamos al valle.
Pasamos también junto a varias casas abandonas y de pastores de ovejas.
Tardamos un poco, pero por fin terminamos el último tramo del río, que en invierno está lleno de agua), y llegamos a suelo asfaltado. Normalmente para esta ruta puedes hablar con tu hostel para pedir que te recojan al final del sendero, ya que Valbonë se extiende por unos cuantos kilómetros más donde están todos los hoteles, hostels y guesthouses diseminados. El nuestro estaba a más de 3km del sendero; sin embargo, para cuando llegamos no vimos necesidad de avisar al dueño y decidimos continuar y hacer ese último tramo también caminando. Total, qué son unos kilómetros más en llano.
El valle era más que bonito. Todo era verde y el aire era limpio y fresco. Se agradecía también no ir pisando rocas, así que en nada llegamos al hostel, donde dejamos todo, nos dimos una ducha y salimos a comer a afuera, donde habían unas mesas sobre el verde.
Después de esa ruta, no había nada mejor que sentir la hierba fresca bajo los pies descalzos.
DÍA 5
Dormimos con el viento entre las montañas como único sonido de fondo y nos despertamos pronto para desayunar, que estaba incluido. El dueño nos preparó el desayuno al momento y estaba muy rico. Hablamos con él para el traslado en autobús hasta el ferry que teníamos que coger ese día y, como hasta las 10h no pasaba, decidimos subir a la habitación y tumbarnos un rato más.
Hasta entonces, el único indicio de tormenta era el viento, que arreciaba con fuerza, pero mientras descansábamos, empezó a llover con bastante fuerza. Los truenos retumbaban sobre el valle y en ese momento agradecimos haber cambiado de planes y haber podido hacer la ruta con buen tiempo.
Como no cabíamos todos en el autobús, el dueño del hostel nos llevó a cuatro de los que nos alojábamos en su coche hasta la estación del ferry en Lumi i Shalës. Esta resultó ser una pequeña cabaña con un bar-café donde nos resguardamos a esperar. Por aquel entonces llovía, pero no tanto como antes.
Compramos el billete de ferry allí mismo y tuvimos suerte porque en seguida nos llamaron a todos a subir a unas pequeñas barcas que, en teoría, nos llevarían hasta el ferry donde haríamos toda la travesía por el lago Komani hasta Diga e Komanit. Sin embargo, nunca llegamos a los ferrys. Los vimos atracados en la rivera del río al poco de empezar a navegar y no volvimos a ver ningún otro.
En cada barco/bote íbamos unas 35-40 personas y el agua llegaba casi a los laterales. Todos íbamos con chubasqueros, que al poco quedaron empapados bajo la lluvia (que no la detenía ni el techo de tela con agujeritos que nos cubría) y el frío. Nosotras estábamos en la proa, pero en más de una ocasión las personas que iban en la parte del medio del barquito tuvieron que achicar agua porque empezaba a acumularse mucha dentro. En más de una ocasión bromeamos (aunque un poco en serio) con que tendríamos que acabar nadando hasta alguna de las orillas porque parecía que eso se iba a hundir en cualquier momento.
Eso sí, las vistas eran impresionantes cuando la lluvia se detenía un poco. Las nubes estaban bajas y atravesaban las montañas que rodeaban el río.
La odisea por el río duró casi 3h bajo la lluvia. Al llegar, estaba lloviendo más fuerte y había ya unos cuantos autobuses esperando. Ahí nos dimos cuenta de que teníamos que haber reservado plaza en el autobús con antelación. Por suerte, era tal el caos que nos metieron en un autobús sin hacer muchas preguntas.
Al ser mucho, algunos tuvieron que sentarse sobre taburetes, cajas o cestas de fruta en medio del pasillo del autobús para que todos cupieran. Además, los del bus eran gente muy buena que pararon al poco de salir junto a un café-bar para quien quería bajar a cambiarse la ropa mojada y secarse un poco. Uno de los chicos que iba en el autobús que no bajó, sacó una manta térmica como los que utilizan en las ambulancias y desde entonces llevo siempre una por si acaso en los viajes.
Nosotras simplemente nos cambiamos la camiseta y esperamos a llegar a la ciudad para coger la mochila y ponernos una muda seca.
Por el camino nos enteramos que la odisea que habíamos pasado con los botes no era lo normal. De normal, estos botes te llevan hasta el ferry, que te espera para llevarte el resto del camino y que tiene una parte bien techada para resguardarse. Sin embargo, esos días la compañía eléctrica que controla la presa del río había hecho descender el nivel más de lo normal y los ferrys no podían navegar. Por eso habíamos tenido que hacer todo el viaje en bote, bajo la lluvia y con frío. (No sé qué compañía era, pero muchas gracias...)
Al llegar a Shköder fuimos directas a The Wanderer's Hostel a por nuestras mochilas. Preguntamos para pasar la noche allí, pero estaban completos, así que buscamos otro alojamiento cerca y nos fuimos al Hostel Central Shkoder. No estaba mal aunque no era tan guay como el primero. Lo que sí tenía era una ducha caliente, que era todo lo necesario en ese momento para entrar en calor.
Luego salimos a cenar por la zona y a comprobar los horarios de autobuses del día siguiente. Nos tocaba volver a madrugar y ese día nos había dejado incluso más cansadas que el día anterior.
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