Hoy, y durante los próximos 3 días, nos centraríamos en visitar los museos y monumentos incluidos en la PMP que más nos interesaban. Nuestra 1ª visita empezaba en la Ille de la Citè, a la que fuimos, como era ya habitual, caminando. Antes de llegar al Palacio de Justicia, vimos el antiguo reloj de la Tour d’Horloge y el mercado de las flores.
El Palacio de Justicia, anteriormente Palacio de la Citè, alberga la Ste.-Chapelle y la Concergerie.
Solo viendo los detalles que adornan el pináculo de la Ste. Chapelle nos podemos imaginar cómo será por dentro.
En la Santa Capilla, a pesar de ser temprano, ya había gente en la cola (¡qué raro!), que tuvimos que respetar para entrar aunque lleváramos la PMP, pues hay que pasar por los arcos de seguridad. Una vez dentro, pasamos directamente, mientras otras personas hacían cola para comprar la entrada. Todo lo que habíamos leído y visto sobre esta bellísima iglesia gótica del S. XIII encajonada literalmente en los muros del Palacio se nos hizo poco.
Es indescriptible tanta belleza, sobre todo, de la capilla inferior, con su artesonado dorado, su techo que imita el cielo y las flores de lis… Por la escalera de caracol se accede a la capilla palatina, destinada a la realeza. Sus vidrieras, rebosantes de colorido, muestran más de 1.000 escenas bíblicas, desde el Génesis a la izquierda hasta el Apocalipsis en el rosetón central.
Después nos dirigimos a la Concergerie. Si no disponen de mucho tiempo, podría omitirse este monumento, que es precioso por fuera y en la entrada, con los arcos sucesivos. El interior recrea lo que fue en su día este Palacio de Justicia y prisión (el corredor de los prisioneros, el patio de las mujeres, donde se conserva la fuente en que lavaban la ropa, la celda de Mª Antonieta, realmente tétrica…).
De allí, atravesando nuevamente Tulleríes (¡qué vicio!), hicimos una breve visita al Museo de l’Orangerie, situado en la esquina suroccidental del parque. Alberga obras impresionistas, la más destacada, la serie de Les Nymphèas, de Monet.
Comimos en el Carrusel du Louvre, en la 1ª planta, que está llena de restaurantes de variada comida. Nos decantamos por uno de comida asiática, con un menú bien servido por 15 € cada uno. Y ahora a disfrutar del inmenso Louvre…
Entramos por el pasaje Richelieu sin hacer cola. Decidimos recorrer cada ala de manera independiente; como es de suponer estaba a reventar. En el ala Denon, abarrotada y entre tanta gente y tantas escaleras, era difícil “recrearse” en las obras más destacadas (Amor y Psique, Venus de Milo, Las bodas de Caná, La Gioconda, la Victoria de Samotracia…)
Sin embargo, el ala Sully y la Richelieu estaban más despejadas de turistas ávidos de arte y fotos, por lo que el recorrido fue mucho más satisfactorio. Nos gustó mucho la parte de Egipto, con sus momias (¡hasta de gatos!) y el Libro de los Muertos.
Y la parte de Mesopotamia, con los toros alados, que nos resultaron impresionantes…