A las ocho y media bajamos a desayunar después de haber descansado y reparado nuestro sueño; nos vamos al Coliseo.

La palabra que lo definiría sería “Colosal”; es su nombre. Si en fotografía ya me impresionaba y es uno de los monumentos que mas deseaba ver, de cerca me parece increíble. Con nuestra Roma pass dejamos atras la larga cola y entramos directamente. Soy un soñador, cierro los ojos y contemplo a la muchedumbre ávida de sangre, vociferando y jaleando lo que en la arena veía (en eso no hemos cambiado mucho, ahora hacemos lo mismo ó parecido en el boxeo, king boxing, corridas de toros, etc.). Al pueblo “pan y circo” (tampoco ha cambiado mucho). Lo primero que viene a mí memoria es la cantidad de sufrimiento, dolor y muerte que albergó, a pesar de que en este coloso parece, no sacrificaron cristianos, pero la construcción esta fuera de toda duda. Es difícil imaginar, aunque los expolios y el tiempo han reducido los restos; como fue, todo forrado de mármol y piedra que haría resplandecer el conjunto y ver su blanco (hoy se ve negro por la polución con bastante desidia y abandono) inmaculado desde cualquier lugar de la capital del mundo. Graderíos con capacidad para 60.000 personas, túneles y habitáculos debajo de la arena que por cierto, no era tal. El piso era de madera y se cubría con arena para que esta empapara la sangre. Estoy embelesado contemplando la maravilla de la ingeniería de aquella época. Nos pasamos casi tres horas contemplando el majestuoso edificio porque siento autentica emoción de estar allí. No me defrauda en absoluto, por el contrario me parece mas impresionante de cómo lo imaginaba.
Salimos y vamos a ver el arco de Constantino

que queda empequeñecido por el monumental edificio próximo, el Coliseo y que para su construcción de mármol, ya se expoliaron otros monumentos anteriores.
Accedemos al Palatino y comenzamos la visita a los palacios allí erigidos. Las domus Augustana y Flavio, la casa de Livia, palacios que debieron estar decorados con toda la suntuosidad conocida hasta entonces y el Estadio, con acceso directo al circo Máximo, del que no queda prácticamente nada.
Pasamos a los jardines Farnese que si no fuera por todos los que por allí estamos seria un remanso de tranquilidad, jardines pequeños pero bonitos y con sabor antiguo, es el primer jardín botánico conocido. Desde aquí la vista de los foros, arcos y coliseo son increíbles. Pasamos por el portal y la fuente de da acceso al Foro Romano y ante nosotros aparecen majestuosos la basílica de Majencio, los templos de Saturno,

Cástor y Pólux, Vesta, Curia Hostilia (Senado), Tabulario, etc, y tantos otros monumentos por los que aunque el tiempo ha pasado y los han expoliado nos dejan ver su majestuosidad y que hubo otra época en la que la magnificencia fue asombrosa. ¡Si las piedras hablaran!, ¿qué nos contarían estas que nos rodean?, cuantos acontecimientos importantes de la historia nos podrían narrar. Que maravillosos debieron ser aquellos templos de los que aún quedan en pie algunas columnas. Ensimismados en lo que tenemos ante nosotros oímos un “pito”, es para nosotros, nos llaman para salir ya es hora de cerrar.
Seguimos ruta hacia San Giovanni in Laterano (San Juan de Letrán) por la calle que lleva su mismo nombre y nos encontramos con la basílica de San Clemente y que por dentro nos sorprende por su belleza, en el ábside tiene un mosaico magnifico, frescos del siglo XI y el suelo es todo un bonito mosaico.
Tras un nuevo paseo llegamos a la basílica de San Giovanni (catedral de Roma). Aquí una muestra del expolio de las ruinas romanas, su puerta principal de bronce pertenecía a la Curia del Foro romano. Aquí también tenemos coral y la escuchamos mientras damos una vuelta por la catedral. El baldaquino es magnifico, del mas puro estilo gótico, Borromini rehizo el interior en el siglo XVII y en un rincón hay restos de un fresco de Giotto.
Damos por concluidas las visitas por hoy y nos vamos a cenar en el metro cerca de Termini pero como el tiempo apremia y hace buena temperatura finalmente decimos ir a ver un par de fuentes por la noche y ponemos rumbo a la piazza Barberini para ver la “fontana dei Tritone” (Bernini). Es pequeña y aunque tiene el encanto de todas las fuentes romanas, no luce con todo su esplendor. Caminamos hasta la fuente por excelencia, la “Fontana di Trevi”, a medida que nos acercamos por las callejas que la rodean hay un trasiego de gente increíble y al doblar una esquina aparece majestuosa ante nosotros, que bonita, que encanto tan especial el de esta fuente. Entre los cientos de personas allí concentradas nos hacemos un huequecillo para sentarnos en uno de los muros que la rodean. Cuantos sueños e ilusiones debe haber depositados en ella, invita a estar contemplandola continuamente, a ver el discurrir de su agua que mana bajo los pies de Neptuno y recordando las películas en que la he visto, invita al amor, cuanto mas la contemplo mas me gusta cuanto mas tiempo paso frente a ella mas me atrae. Miramos el reloj y nos dice que ya llevamos demasiado tiempo allí y que es hora de marchar a reparar fuerzas para mañana y sin duda con la intención de verla a la luz del día.