¡Un día más en París!
Después de muchos intentos, hemos conseguido entrada con reserva en la web de la catedral de Notre-Dame.


Pero esto será a la una,

De acceso gratuito y situado en el histórico barrio de les Marais, su edificio consta de dos palacios, fueron dos lujosas mansiones privadas.
Una de las cuales aún conserva el mobiliario y decoración de su última propietaria, de finales del siglo XVII.
En el museo hay poca gente, (¡sobre todo comparado con ayer!

Estamos una hora solamente, porque queremos ver la Catedral de Paris, la recientemente restaurada Notre-Dame.
Han pasado más de cinco años después del incendio de 2019 y ahora luce como nueva.

Según algunos, demasiado nueva,

Cabe decir que la Notre-Dame que conocíamos antes ya era fruto de una restauración “creativa” de la mano del arquitecto Violet Le Duc, que a mediados del s. XIX modificó, no sin un buen puñado de críticas, una iglesia medieval que necesitaba una intervención urgente.
Para visitarla con todo detalle, en el mostrador del interior alquilamos un audioguía por 6€.
En realidad también tienen una aplicación móvil gratuita, pero no llevábamos auriculares con nosotros.

Para comer, nos adentramos en el Quartier Latin, al sur del río, y encontramos un pequeño restaurante de estilo casero, L’Oie qui fume.

Por la tarde disfrutamos de un agradable paseo a lo largo del Sena, que nos lleva al glorioso puente de Alejandro III, una de las obras de art nouveau que se construyó para la Exposición Universal de París de 1900.
Para la misma exposición se construyeron los espectaculares pabellones que están en el extremo norte.
El Grand Palais y el Petit Palais, que son salas de exposiciones.
El último de ellos actualmente es el Museo de Bellas Artes de la ciudad y tiene una colección permanente de acceso gratuito, así que aunque se podría pensar que ya estábamos saciados de arte después de la maratoniana sesión de Louvre de ayer, no es así.

Destacan obras de impresionistas franceses y sorprendentemente, una buena muestra de pre-rafaelitas británicos.
Nos dirigimos hacia la icónica torre Eiffel, que con sus 330 metros de altura, destaca por encima de edificios y árboles sin rival.

No subiremos, mi aversión a las alturas prefiere quedarse en tierra firme.
Y disfrutamos de las fantásticas vistas y del bullicio de parejas, familias y todo tipo de turistas que inmortalizan estos instantes desde los enormes jardines de Champ-de-Mars hasta que oscurece.