Aunque hacía algo de viento, amaneció una mañana espléndida, lo cual era una excelente noticia, pues íbamos a dedicar la jornada completa a recorrer la Península del Cabo. Con tantos lugares para visitar, el madrugón se hizo de nuevo imprescindible. Realmente, ya no nos importaba demasiado. No soy capaz de establecer el perfil exacto del itinerario completo en Google Maps, pero fue más o menos así: unos 144 kilómetros, repartidos en un día entero con bastantes paradas.

El recorrido comenzó pasando por Sea Point y las playas más cercanas a Ciudad del Cabo, con su paseo marítimo y sus casetas de colores. Era fiesta nacional en Sudáfrica y había mucha gente paseando y disfrutando del sol y la buena temperatura en la primavera recién estrenada.

También comenzamos a vislumbrar los barrios acomodados junto a las playas, con urbanizaciones exclusivas y muy caras, en su mayoría de personas blancas, claro está.

Camps Bay Beach y “los Doce Apóstoles”.
Poco después, llegamos a Camps Bay Beach, una playa muy conocida aunque no siempre apropiada para el baño por el viento y el oleaje. Sin embargo, son fantásticas las vistas que ofrecen sus miradores que cuenta con una preciosa perspectiva de los llamados “Doce Apóstoles”, una serie de formaciones rocosas (en realidad son diecisiete) que pertenecen a Table Mountain.



A continuación, la carretera transcurre junto al mar, proporcionando unas vistas estupendas de numerosas playas y zonas rocosas, bajo la sombra perenne de la emblemática Montaña Cabeza de León (Lion’s Head), que aparecía siempre al mirar hacia atrás. Ni que decir tiene que los paisajes eran preciosos.




Hout Bay: excursión en barco a Duiker Island, la Isla de las Focas.
La siguiente parada fue en el puerto de Hout Bay, donde estaba previsto coger un barco que, doblando la bahía, nos llevaría a las proximidades de Duiker Island, popularmente conocida como la isla de las focas, aunque en realidad la colonia que allí está aposentada es de leones marinos. Fuimos cruzando los dedos, ya que, aunque la climatología de la mañana era buena, siempre hay posibilidad de que los barcos no salgan por el viento o el oleaje. Tuvimos suerte y el nuestro salió con normalidad.


En el puerto hay multitud de chiringuitos, tiendas, aseos públicos, gente que canta y baila a cambio de una propina y también algunas personas que llevan leones marinos para hacerse fotos con los turistas. En fin, lo típico. Aparte del negocio de los barcos, aquí hay varias urbanizaciones y un puerto deportivo. El caso es que la colina está construida casi hasta la mitad.

El mar estaba picado, pero pese al oleaje me instalé en la cubierta superior para ver bien el panorama, aunque en más de una ocasión tuve que agarrarme fuerte; algunas personas se llevaron un buen remojón estando incluso en la cubierta inferior. Por lo demás, la travesía, que dura unos cuarenta y cinco minutos fue muy entretenida.



Al doblar la bahía, se empieza a divisar la zona menos poblada de la Reserva Natural Centinel, frente a la cual se halla unos pequeños islotes sobre que empezamos a divisar una multitud de pájaros negros, supongo que eran cormoranes. También había bandadas de otras aves, gaviotas principalmente.




Las olas batían con fuerza sobre las rocas, muchas de color oscuro entre el natural tono blanco. Pero lo que parecían piedras marrones eran en realidad leones marinos (no sé si también había focas), la mayoría tumbados tomando el sol, mimetizados con el entorno. Había muchísimos. Lo pudimos comprobar cuando el barco se acercó más, bastante teniendo en cuenta las condiciones del mar que hacían un poco complicado estabilizar un poco la cámara de fotos. El panorama era fantástico.



El barco estuvo un buen rato, unas veces parado y otras moviéndose para que los pasajeros pudiésemos tomar fotos. Luego se fue alejando entre las olas que formaban un mar de espuma blanca que hizo oscilar la embarcación más de la cuenta, provocando algún que otro remojón.


Muy chula esta excursión. Me gustó mucho.
Carretera Panorámica Chapman’s Peak Drive.
Bordeando Hout Bay Beach y surcando unos paisajes verdes, con vistas muy bonitas hacia la costa, nos dirigimos a esta virada carretera de peaje (sí, sí, hay que pagar para circular por ella) que recorre la cornisa costera pegada a los acantilados, proporcionando miradores espectaculares sobre la bahía. Merece la pena parar en alguno de ellos para sacar algunas fotos.




Después de un rato, los acantilados dieron paso a increíbles playas de arena blanca, algunas bastante extensas y otras, simples calas pero de gran belleza. Eso sí, las olas batían implacables por lo que en algunas de ellas pudimos ver muchos surfistas. Sin duda, una de las más impresionantes es Nordhoek Beach, que depara una auténtica maravilla visual por su arena blanca, el color del mar y el verde intenso de los paisajes que tiene detrás. Al fondo, se vislumbra el faro blanco de Slangkop.


En este punto, dejamos la costa durante unos cuantos kilómetros, pasando por Sun Valley, otra zona de chalets y urbanizaciones de lujo. Curiosamente, se están levantando también casas más sencillas para las personas que atienden el servicio doméstico, las obras, la restauración y demás.

De regreso a la costa, nuevos arenales blancos barridos por furiosas olas azules y turquesas que hacen las delicias de los amantes del surf.


