El día amaneció soleado, tal y como anunciaban las previsiones. Es importante hacer la visita a los picos en un día soleado, para tener buena visibilidad. Sin embargo, el que esté soleado en Funchal no quiere decir que lo esté en la montaña...
La primera parada del día fue en Eira do Serrado. Hay un mirador con unas vistas fantásticas de Curral das Freiras, un pequeño pueblo encajado en un profundo valle, que en realidad es el cráter de un volcán extinguido.
Muy cerca de allí sale la famosa carretera “fantasma” que lleva hasta el Pico Areeiro, el segundo pico más alto de Madeira. En invierno solo está abierta hasta las 17:30. La carreterita se las trae, la cuesta es muy empinada, y los primeros kilómetros tuvimos que hacerlos en primera. Estaban haciendo obras por allí, creo que están haciendo un mirador. Según fuimos subiendo las nubes empezaron a tapar el paisaje. Aun así, nos paramos y conseguimos ver algo de las montañas que nos rodeaban.
Luego ya nos metimos en la nube y no veíamos nada del paisaje. Una lástima porque tiene pinta de ser espectacular. Cuando llegamos al Pico Areeiro ya había despejado un poco, lo que nos permitió asomarnos al mirador y quedarnos con la boca abierta, por la inmensidad del paisaje, y las formas de las montañas.
No teníamos planes de hacer el camino completo hasta en Pico Ruivo, ya que es una ruta bastante dura, y nuestra condición física en ese momento no era la mejor. Pero no queríamos perdernos estos paisajes, así que decidimos hacer la primera parte de la ruta. Al que no quiera hacer la ruta, aconsejo que al menos haga un trozo del sendero, ya que los paisajes que se logran ver si el día está despejado son impresionantes. Hay que llegar al menos hasta el primer mirador de la ruta (no el que está justo al inicio, que mucha gente solo llega hasta ahí), donde creo que están las mejores vistas.
A partir de ahí el camino es todo escaleras, casi todas de bajada (que luego hay que subir, claro!), y en cada curva se obtienen vistas diferentes e igualmente maravillosas de las montañas de Madeira.
Decidimos que llegaríamos hasta el túnel del Pico del Gato, a dos kilómetros del inicio. Atravesamos dicho túnel para ver el paisaje en el otro extremo y emprendimos el camino de vuelta.
Entonces la nube empezó a subir y dejó de verse el paisaje. De hecho, no se veía nada en 10 metros a la redonda. Y así hicimos los dos kilómetros de escaleras, que si ya de por sí se hacen duros, sin el aliciente de ver lo que te rodea se llevan peor. Pero nos dimos por contentos porque al menos conseguimos disfrutar de las vistas al camino de ida. Si hubiésemos llegado un poco más tarde no hubiéramos visto nada y no habría merecido la pena emprender el camino.
Desde allí seguimos en coche hasta Achada do Teixeira, donde empezaba nuestra segunda ruta del día, la subida al Pico Ruivo. En lugar de hacerlo directamente caminando decidimos hacerlo así, que es más descansado físicamente. Según bajamos del Pico Areeiro el día despejó completamente, como era de esperar. Pero cuando empezamos a subir por la carretera que va desde Santana a Achada do Teixeira otra vez la nube nos impedía ver el paisaje. De hecho, esta carretera está llena de miradores, en los que ni nos molestamos en parar.
Con la esperanza de que en la cima estuviera despejado, iniciamos la subida. Son 2,8 kilómetros, que se hacen de forma más o menos cómoda. Desde abajo veíamos como el Pico Ruivo iba apareciendo y desapareciendo entre la nube, pero en los alrededores se veía poco. Según nos acercamos, quedó completamente cubierto. Así que subimos a la cima del pico más alto de Madeira y solo conseguimos ver un mar de nubes.
Pasamos allí un rato mientras nos comíamos el bocadillo, con mucho frío. Cuando empezamos a bajar, la nube bajó un poco y nos permitió ver algo del paisaje que nos rodeaba. Al menos nos llevamos este premio de consolación en el camino de vuelta.
Cuando llegamos al aparcamiento ya estaba todo cubierto otra vez. Casi anochecía, así que emprendimos rumbo al apartamento por la vía rápida.