Despertamos temprano como en todo nuestro viaje para aprovechar al máximo las horas de luz. Coney Island no entraba en el plan de ese día, iba en el anterior con el resto del Brooklyn exceptuando Dyker Heights, pero con los retrasos del metro hubo que posponerlo. Tampoco lo podíamos combinar a la tarde con Dyker Heights, porque éste había que visitarlo por la noche y Coney de día… así que nos tocaría ir casi a la misma zona dos veces ese martes.
El camino a Coney es largo, al final de las líneas D,F,N y Q. La verdad es que es en verano cuando verdaderamente merece la pena visitar la zona, con la gente en la playa, el parque de atracciones abierto y todos los puestos a pleno rendimiento, pero era algo que queríamos ver aun así.
Lo primero que vimos nada más llegar fue un McDonald’s así que nos fuimos a meter uno de esos desayunos muffins salados que tanto nos gustan. Dos menús completos con zumo, té y agua nos costaron 14$.
La zona evidentemente estaba bastante vacía aunque había puestos abiertos, pero yo me llevé una grata sorpresa al ver que desde mi última visita se había regenerado bastante. Recuerdo que en su día me encantó ese ambiente californiano con la montaña rusa en la orilla de la playa pero se notaba bastante decadente, todo lo contrario que en esta ocasión. El paseo y los alrededores se habían remodelado y se había ampliado y añadido nuevas atracciones al parque.
Recorrimos brevemente la zona y nos fuimos con muy buenas sensaciones a pesar de no estar a pleno rendimiento. Para mí, es obligatorio pasar al menos una tarde en la zona si tu viaje a Nueva York es durante el verano.
Regresamos rápido a Manhattan en un metro express y comenzamos con la visita del barrio del SoHo, muy cercano al nuestro.
Disfrutamos callejeando entre las típicas casas con escaleras de emergencia en las fachadas y paramos a tomar una “media mañana” en un sitio que llevábamos anotado: Georgetown Cupcakes. Pedimos 3, uno de Christmas Cookie, otro de Salted Caramel (me encanta este sabor) y otro de Iced Vanilla Buttermilk. Los 3 nos costaron 9,38$ y reconocemos que estaban buenísimos y que el sabor era muy fiel al nombre. Algo caros para lo pequeños que son pero ¿qué no lo es en Nueva York?
Continuamos por las calles del barrio hasta que nos fuimos introduciendo en el Greenwich Village, parando primero en la famosa cancha callejera conocida como “The Cage”.
Además de ese punto, teníamos marcados otros 3 para ver el estilo arquitectónico más representativo del barrio.
El primero de ellos fue la casa que sirvió como decorado exterior de la serie Friend’s, situada en el número 20 de la calle Grove.
Después seguimos con la temática televisiva y visitamos la casa de Carrie Bradshaw en el 66 de Perry St. Los dueños deben estar un poco hartos de los turistas porque han puesto una cadena para que nadie se suba a la escalera y una urna para que quienes hagan fotos donen para ayudar a los animales sin hogar. Me parece una buena iniciativa.
Desde ahí fuimos dando un paseo por las avenidas más importantes hasta desembocar en la 5ª, que recorrimos hasta que llegamos al flamante Flatiron.
Es un edificio de lo más peculiar, la verdad.
Continuamos por la 5ª para llegar hasta la base del Empire State y alucinar con su altura y dimensiones.
En Herald Square cogimos el metro para ir al restaurante que habíamos seleccionado para la comida de ese día. Seguiríamos con la cata de hamburguesas en “5 Napkins”. A las 3 de la tarde el local no estaba nada concurrido y nos atendieron enseguida. Las hamburguesas eran bastante grandes por lo que vimos y las patatas eran normales, así que sólo pedimos una cada uno dado todo lo que ya llevábamos en el estómago a esa hora. Yo me decanté por la de la casa, con cebolla caramelizada, queso suizo y un alioli de romero, y mi novio por una más exótica de aires árabes, la Merguez. El sabor en conjunto de la mia era bastante bueno, aunque se pasaron con el punto de la carne, y la de él estaba también bastante bien. Yo soy muy de tomar agua en las comidas así que como en la mayoría de los restaurantes te sirven directamente, no consumía más bebida, pero mi chico casi siempre pedía además refresco. El total de las 2 hamburguesas y un refresco fue de 34$ + propina… es decir, 40$.
Después de comer fuimos caminando al Museo de Historia Natural, había previsión de lluvia por la tarde pero de momento el cielo no se decidía. La entrada a este museo es la voluntad, así que como apenas nos iba a dar tiempo para ver una ínfima parte antes del cierre, les dimos unos dólares.
Nosotros no somos muy de museos, nos gusta más el turismo exterior y de callejero, pero reconocemos que este nos encantó. No era mi primera vez pero sabía que a mi chico le iba a soprender y así fue. Disfrutamos, como no, en la zona de los dinosaurios y en los escenarios que recrean los ecoistemas y entornos de distintos animales africanos y americanos.
Las zonas de animales marinos y de simios también nos dejaron con la boca abierta y lamentamos no haber tenido tiempo de profundizar más en la sección de “gentes del mundo”. Nos centramos en las tribus del centro de Asia, que quizá son las menos conocidas, y salimos encantados.
El museo da para más de un día si se quiere y a nosotros, sin ser nada de eso, las casi dos horas que pasamos allí se nos quedaron cortas aunque como fuimos selectivos y éramos conscientes de la falta de tiempo, vimos todo lo que queríamos…pero evidentemente nos hubiera gustado detenernos más.
Pasamos por el mercadillo navideño de Columbus Circle y pusimos rumbo entonces al último destino del día. Tocaba de nuevo un largo camino hasta Brooklyn para ver uno de los imprescindibles de un diciembre en Nueva York: El vecindario de Dyker Heights, una zona de Brooklyn en las que muchos de sus vecinos gastan una millonada en decorar sus casas para estas fechas convirtiendo a algunas en auténticas obras de arte.
Podéis coger la línea D y parar en la estación 79th Street o bien la R y hacerlo en la 86th Street. Después tendréis un largo camino a pie porque el vecindario se encuentra en la mitad de ambas y a nosotros nos tocó hacerlo ya bajo la lluvia. Suerte que al menos llevábamos paraguas y que no era muy intensa.
Por el camino ya íbamos viendo alguna casa que nos pareció magnífica pero nada que ver con las que veríamos entre las calles 86 y 83 y las avenidas 11 y 13.
Cada cual mejor que la anterior, sin duda.
Por lo visto el barrio está abarrotado de turistas en esta época pero nosotros, supongo que por la lluvia, apenas vimos unos cuantos aquí y allá y muchos de ellos en furgoneta.
Para cerrar el día y aprovechando que estábamos en Brooklyn y nos pillaba de camino, fuimos a cenar a donde nos hubiera gustado comer el día anterior, la pizzería Juliana’s, de la misma calidad que Grimaldi pero con menos cola. De hecho, ninguna cuando nosotros llegamos.
Pedimos una pizza grande para los dos. Yo creía que era mucho pero merecía la pena por sólo 3$ de diferencia con la mediana. La pizza era de pollo especiado, tres quesos y guacamole… y no podía estar más buena. Sabrosa, ligera y nada grasa…. Un 10! Nos la acabamos, claro está.
Con el refresco de mi novio el total de la cena fue de 38$ más propina… así que 44$. Hay que ir.
Algo mojados a pesar de los paraguas, regresamos al hotel a entrar en calor para descansar de un día que había sido de nuevo muy completo. Nueva York nos estaba enamorando y mucho.
El camino a Coney es largo, al final de las líneas D,F,N y Q. La verdad es que es en verano cuando verdaderamente merece la pena visitar la zona, con la gente en la playa, el parque de atracciones abierto y todos los puestos a pleno rendimiento, pero era algo que queríamos ver aun así.
Lo primero que vimos nada más llegar fue un McDonald’s así que nos fuimos a meter uno de esos desayunos muffins salados que tanto nos gustan. Dos menús completos con zumo, té y agua nos costaron 14$.
La zona evidentemente estaba bastante vacía aunque había puestos abiertos, pero yo me llevé una grata sorpresa al ver que desde mi última visita se había regenerado bastante. Recuerdo que en su día me encantó ese ambiente californiano con la montaña rusa en la orilla de la playa pero se notaba bastante decadente, todo lo contrario que en esta ocasión. El paseo y los alrededores se habían remodelado y se había ampliado y añadido nuevas atracciones al parque.
Recorrimos brevemente la zona y nos fuimos con muy buenas sensaciones a pesar de no estar a pleno rendimiento. Para mí, es obligatorio pasar al menos una tarde en la zona si tu viaje a Nueva York es durante el verano.
Regresamos rápido a Manhattan en un metro express y comenzamos con la visita del barrio del SoHo, muy cercano al nuestro.
Disfrutamos callejeando entre las típicas casas con escaleras de emergencia en las fachadas y paramos a tomar una “media mañana” en un sitio que llevábamos anotado: Georgetown Cupcakes. Pedimos 3, uno de Christmas Cookie, otro de Salted Caramel (me encanta este sabor) y otro de Iced Vanilla Buttermilk. Los 3 nos costaron 9,38$ y reconocemos que estaban buenísimos y que el sabor era muy fiel al nombre. Algo caros para lo pequeños que son pero ¿qué no lo es en Nueva York?
Continuamos por las calles del barrio hasta que nos fuimos introduciendo en el Greenwich Village, parando primero en la famosa cancha callejera conocida como “The Cage”.
Además de ese punto, teníamos marcados otros 3 para ver el estilo arquitectónico más representativo del barrio.
El primero de ellos fue la casa que sirvió como decorado exterior de la serie Friend’s, situada en el número 20 de la calle Grove.
Después seguimos con la temática televisiva y visitamos la casa de Carrie Bradshaw en el 66 de Perry St. Los dueños deben estar un poco hartos de los turistas porque han puesto una cadena para que nadie se suba a la escalera y una urna para que quienes hagan fotos donen para ayudar a los animales sin hogar. Me parece una buena iniciativa.
Desde ahí fuimos dando un paseo por las avenidas más importantes hasta desembocar en la 5ª, que recorrimos hasta que llegamos al flamante Flatiron.
Es un edificio de lo más peculiar, la verdad.
Continuamos por la 5ª para llegar hasta la base del Empire State y alucinar con su altura y dimensiones.
En Herald Square cogimos el metro para ir al restaurante que habíamos seleccionado para la comida de ese día. Seguiríamos con la cata de hamburguesas en “5 Napkins”. A las 3 de la tarde el local no estaba nada concurrido y nos atendieron enseguida. Las hamburguesas eran bastante grandes por lo que vimos y las patatas eran normales, así que sólo pedimos una cada uno dado todo lo que ya llevábamos en el estómago a esa hora. Yo me decanté por la de la casa, con cebolla caramelizada, queso suizo y un alioli de romero, y mi novio por una más exótica de aires árabes, la Merguez. El sabor en conjunto de la mia era bastante bueno, aunque se pasaron con el punto de la carne, y la de él estaba también bastante bien. Yo soy muy de tomar agua en las comidas así que como en la mayoría de los restaurantes te sirven directamente, no consumía más bebida, pero mi chico casi siempre pedía además refresco. El total de las 2 hamburguesas y un refresco fue de 34$ + propina… es decir, 40$.
Después de comer fuimos caminando al Museo de Historia Natural, había previsión de lluvia por la tarde pero de momento el cielo no se decidía. La entrada a este museo es la voluntad, así que como apenas nos iba a dar tiempo para ver una ínfima parte antes del cierre, les dimos unos dólares.
Nosotros no somos muy de museos, nos gusta más el turismo exterior y de callejero, pero reconocemos que este nos encantó. No era mi primera vez pero sabía que a mi chico le iba a soprender y así fue. Disfrutamos, como no, en la zona de los dinosaurios y en los escenarios que recrean los ecoistemas y entornos de distintos animales africanos y americanos.
Las zonas de animales marinos y de simios también nos dejaron con la boca abierta y lamentamos no haber tenido tiempo de profundizar más en la sección de “gentes del mundo”. Nos centramos en las tribus del centro de Asia, que quizá son las menos conocidas, y salimos encantados.
El museo da para más de un día si se quiere y a nosotros, sin ser nada de eso, las casi dos horas que pasamos allí se nos quedaron cortas aunque como fuimos selectivos y éramos conscientes de la falta de tiempo, vimos todo lo que queríamos…pero evidentemente nos hubiera gustado detenernos más.
Pasamos por el mercadillo navideño de Columbus Circle y pusimos rumbo entonces al último destino del día. Tocaba de nuevo un largo camino hasta Brooklyn para ver uno de los imprescindibles de un diciembre en Nueva York: El vecindario de Dyker Heights, una zona de Brooklyn en las que muchos de sus vecinos gastan una millonada en decorar sus casas para estas fechas convirtiendo a algunas en auténticas obras de arte.
Podéis coger la línea D y parar en la estación 79th Street o bien la R y hacerlo en la 86th Street. Después tendréis un largo camino a pie porque el vecindario se encuentra en la mitad de ambas y a nosotros nos tocó hacerlo ya bajo la lluvia. Suerte que al menos llevábamos paraguas y que no era muy intensa.
Por el camino ya íbamos viendo alguna casa que nos pareció magnífica pero nada que ver con las que veríamos entre las calles 86 y 83 y las avenidas 11 y 13.
Cada cual mejor que la anterior, sin duda.
Por lo visto el barrio está abarrotado de turistas en esta época pero nosotros, supongo que por la lluvia, apenas vimos unos cuantos aquí y allá y muchos de ellos en furgoneta.
Para cerrar el día y aprovechando que estábamos en Brooklyn y nos pillaba de camino, fuimos a cenar a donde nos hubiera gustado comer el día anterior, la pizzería Juliana’s, de la misma calidad que Grimaldi pero con menos cola. De hecho, ninguna cuando nosotros llegamos.
Pedimos una pizza grande para los dos. Yo creía que era mucho pero merecía la pena por sólo 3$ de diferencia con la mediana. La pizza era de pollo especiado, tres quesos y guacamole… y no podía estar más buena. Sabrosa, ligera y nada grasa…. Un 10! Nos la acabamos, claro está.
Con el refresco de mi novio el total de la cena fue de 38$ más propina… así que 44$. Hay que ir.
Algo mojados a pesar de los paraguas, regresamos al hotel a entrar en calor para descansar de un día que había sido de nuevo muy completo. Nueva York nos estaba enamorando y mucho.
GASTOS DEL DÍA PARA 2 PERSONAS
• Desayuno: 14$
• Cupcakes: 9,38$
• Comida: 40$
• Cena: 45$
Total: 108,38$