Este fin de semana nos hemos llevado la peor experiencia de nuestras vidas en un hotel. Tan mala que duramos 20 minutos en el recinto.
Según llegamos el recepcionista (con costra en las uñas como para abonar una huerta) nos dijo que "id a ver las instalaciones y la habitación y si os parece bien venís y pagáis". Raro. Nunca me han dicho nada así en un establecimiento hostelero. Y tenía su sentido.
Según nos acercamos a las instalaciones vemos un club social en el que no se ha pasado una fregona en semanas. Con unas mesas llenas de... imaginaos. Frontones, gimnasio... las instalaciones no están mal planteadas, si estuvieran limpias. Porque todo guarrísimo. No llegamos a ver la zona SPA, porque estaba cerrada... pero cualquiera se mete allí viendo cómo estaba lo demás. Te pueden salir níscalos en los pies.
Subimos a la habitación y nos sorprende la porquería que inunda ventanas, suelo, escaleras y demás estancias por las que vamos pasando. La habitación de al lado tenía la puerta tirada abajo y arrancada de las visagras, fantástica imagen.
Y, por fin, nos metemos en el cuarto y tenemos que salir porque no podemos aguantar del olor a orines que inunda todo. Ni 5 minutos. Como para dormir allí.
Alucinados bajamos a recepción a comunicar que nos marchamos. El recepcionista, lejos de alarmarse, nos despide con un "bueno chicos, pues nada, hasta otra vez". Ni pregunta a ver por qué no nos quedamos, ni pone mala cara, ni nada.
Resumiendo, que lo tienen en condiciones higiénicas lamentables y lo saben. La gente se les marcha y por eso actúan así. Lamentable. Bochornoso. Un punto negro en una de las zonas con más encanto que conozco.