ETAPA 10. 121 Km. AMARANTE/OPORTO/AMARANTE
Este día lo dedicamos completo a Oporto. Y bien que merece la pena no un día, sino alguno más. Volveremos, prometido. Pero antes, voy a contar cómo fue la visita. Desde Amarante hay poco más de 60 Km. y, por una vez y para ahorrar tiempo, hicimos una excepción y fuimos por la autopista de peaje. En las inmediaciones de Oporto había muchísimo tráfico y en vez de meternos con el coche en la ciudad, optamos por coger la circunvalación, pasar el puente de Dom Luís I sobre el Duero e ir primero a Vila Nova de Gaia, justo enfrente de Oporto, y que constituye el principal centro de producción del famoso vino.
Aunque no se sea bebedor, recomiendo un paseo por este lugar y sus estrechas calles en las que se ubican las más afamadas bodegas. Hay varias razones: las vistas de Oporto son espectaculares, se pueden hacer bonitas excursiones en barco y visitar las bodegas, además, hay varios restaurantes donde se come realmente bien. Pero voy por partes.
Lo primero que llama la atención (sobre todo en un día espléndido como el que hacía) son las vistas de Oporto que se obtienen desde aquí y que te obligan a parar en la cuneta para hacer unas fotos.
Aunque no se sea bebedor, recomiendo un paseo por este lugar y sus estrechas calles en las que se ubican las más afamadas bodegas. Hay varias razones: las vistas de Oporto son espectaculares, se pueden hacer bonitas excursiones en barco y visitar las bodegas, además, hay varios restaurantes donde se come realmente bien. Pero voy por partes.
Lo primero que llama la atención (sobre todo en un día espléndido como el que hacía) son las vistas de Oporto que se obtienen desde aquí y que te obligan a parar en la cuneta para hacer unas fotos.
OPORTO te conquista en cuanto lo ves (por lo menos a mi me conquistó), sobre todo en un día con este sol y esta luz.
Después toca aparcar el coche pues no hará más que estorbar el resto del día. Y fue todo un acierto dejarlo en Vila Nova de Gaia. Como en todas las ciudades portuguesas, hay que andar mucho. Enseguida te sientes atraído, además de por las vistas de Oporto, por los coloristas barcos o “robelos” atracados junto al muelle o surcando las aguas del Duero, que transportaban antaño las barricas y ahora a los turistas en excursiones fluviales, que duran una hora aproximadamente (bueno, también las hay más largas).
Estos son los "robelos":
Por supuesto hicimos la excursión porque nos gusta ir en barco y, sobre todo, por el placer de contemplar a un lado Vila Nova de Gaia y sus bodegas y al otro Oporto desde las aguas del Duero, ya que nos llevaron ida y vuelta hasta el último de los puentes (no sé si pasamos cinco o seis puentes).
Estos puentes creo que estaban casi al final:
También fuimos a visitar una bodega (Offley). La escogimos al azar entre una gran variedad porque nos convenía el horario. Son todas parecidas (pido perdón a los entendidos si no es así). Muestran cómo se hace el vino y te ofrecen una cata de las diferentes variedades y puedes comprar unas botellitas con descuentos. La visita estuvo bien, pero es perfectamente prescindible salvo que se sea un amante del vino de Oporto.
Sobre las dos de la tarde, buscamos un restaurante para comer. Dudábamos en si subir ya a la ciudad o comer antes en Vila Nova de Gaia. Hacía mucho calor y preferimos sentarnos en un restaurante con aire acondicionado que ofrecía unas vistas estupendas del Duero y de Oporto. Y acertamos de lleno.
No recuerdo el nombre del sitio y lo lamento porque el fue el lugar donde mejor comimos de todo el viaje, además con unas vistas extraordinarias y una atención exquisita. Como siempre, nos pusieron los aperitivos (de pago). Menos mal que no habíamos pedido aún porque nos trajeron una tabla enorme de quesos y embutidos, con un surtido de aceitunas; pulpo en salpicón, almejas y ensalada. De verdad, no daba crédito a lo que veía: ¡eso eran los aperitivos! Pensamos en decir que se lo llevaran, pero tenía todo tan buena pinta que al final, preferimos quedarnos con todo y pedir un solo plato fuerte; zarzuela de mariscos. También nos pusieron vino del lugar, naturalmente, y los postres y el café exquisitos. Pagamos 70 euros, no es que fuese un regalo, pero dado lo que y cómo comimos y en comparación con el resto de los días, quedamos sumamente satisfechos. Además nos regalaron un botellín de vino de oporto, todo un detalle.
Sobre las dos de la tarde, buscamos un restaurante para comer. Dudábamos en si subir ya a la ciudad o comer antes en Vila Nova de Gaia. Hacía mucho calor y preferimos sentarnos en un restaurante con aire acondicionado que ofrecía unas vistas estupendas del Duero y de Oporto. Y acertamos de lleno.
No recuerdo el nombre del sitio y lo lamento porque el fue el lugar donde mejor comimos de todo el viaje, además con unas vistas extraordinarias y una atención exquisita. Como siempre, nos pusieron los aperitivos (de pago). Menos mal que no habíamos pedido aún porque nos trajeron una tabla enorme de quesos y embutidos, con un surtido de aceitunas; pulpo en salpicón, almejas y ensalada. De verdad, no daba crédito a lo que veía: ¡eso eran los aperitivos! Pensamos en decir que se lo llevaran, pero tenía todo tan buena pinta que al final, preferimos quedarnos con todo y pedir un solo plato fuerte; zarzuela de mariscos. También nos pusieron vino del lugar, naturalmente, y los postres y el café exquisitos. Pagamos 70 euros, no es que fuese un regalo, pero dado lo que y cómo comimos y en comparación con el resto de los días, quedamos sumamente satisfechos. Además nos regalaron un botellín de vino de oporto, todo un detalle.
Estas son dos vistas de Vila Nova de Gaia y sus bodegas desde el Duero:
Tras descansar un poco, cruzamos el puente y paseamos por el llamado barrio de la Ribeira, junto al río, que asoma al río sus calles estrechas, de fachadas desconchadas y con ropa tendida al sol; el aspecto decrépito de algunas de estas casas no desluce un extraño encanto decadente.
Vista del barrio de la Ribeira desde el Duero:
A la parte alta, subimos en un ascensor. Oporto siempre ha sido una ciudad comercial, en particular de especias y, posteriormente, de vino. En 1678 Francia e Inglaterra entran en guerra provocando una escasez de vino, que los británicos compensaron acudiendo a los vinos de sus aliados portugueses y para evitar que se estropease en los largos trayectos marítimos de la época, añadieron brandy al vino durante el proceso de fermentación. Así nació y floreció el comercio de este vino, que siguen controlando mayoritariamente los británicos hoy en día.
En Oporto hay tiendas y mercados por todas partes. Gusta recorrerla caminando sin demasiadas prisas, viendo lo que dé tiempo: la Catedral y el barrio que la rodea son lugares inexcusables igual que asomarse al mirador del Terreiro da Se y entrar en la estación de San Benito y a la iglesia de Santa Clara. El casco histórico de Oporto es Patrimonio de la Humanidad desde 1996. En cualquier esquina descubres iglesias y otros edificios con llamativas fachadas cubiertas de elaborados azulejos como éstas:
En Oporto hay tiendas y mercados por todas partes. Gusta recorrerla caminando sin demasiadas prisas, viendo lo que dé tiempo: la Catedral y el barrio que la rodea son lugares inexcusables igual que asomarse al mirador del Terreiro da Se y entrar en la estación de San Benito y a la iglesia de Santa Clara. El casco histórico de Oporto es Patrimonio de la Humanidad desde 1996. En cualquier esquina descubres iglesias y otros edificios con llamativas fachadas cubiertas de elaborados azulejos como éstas:
Y se te ponen los pelos de punta al ver lo que tienes que bajar para luego volver a subir hasta la Torre dos Clérigos, siempre yendo con mil ojos para que no te atropelle un coche.
Pero ante todo hay que pasear y empaparse del ritmo de la ciudad. Ya de noche, en lugar de coger el ascensor, preferimos bajar callejeando, pero se hizo muy largo más que por la distancia por el cansancio acumulado y por la aprensión (seguramente injustificada) que producían algunas callejas especialmente desvencijadas.
Como resumen, lo dicho: nos gustó mucho Oporto. Volveremos, y a ser posible nos gustaría hacer un crucero fluvial por el Duero.
Como resumen, lo dicho: nos gustó mucho Oporto. Volveremos, y a ser posible nos gustaría hacer un crucero fluvial por el Duero.