Plan del día
(Estos "planes del día" que pongo al principio de cada etapa son los que teníamos originalmente pensados, pero varios días no coinciden con lo que luego haríamos, ya fuera porque algún sitio nos gustara más, por el clima o por otras razones. Pero bueno, los pongo igualmente por si a alguien le interesan)
Hoy estrenamos nuestro JRPass. Nos levantamos temprano (6:45) y compramos el desayuno para llevar en el starbucks cercano a la estación. Cargados con nuestros cafés y bollos, buscamos el andén de la Nara Line. Cogemos el tren de las 7:32 y en cinco minutos nos bajamos en Inari. Giramos a la izquierda al salir de la estación y apenas a diez metros se abre a la derecha la entrada de uno de los lugares que más ganas teníamos de pisar: el santuario de Fushimi Inari. No son ni las 8 de la mañana, y apenas hay gente, un japonés con sus dos hijos, otra turista madrugadora, algunos monjes.... El sol se ha dignado a mostrarse durante un rato, y el color naranja resalta aún más en esos dos torii gigantes que dan acceso al recinto.
Subimos las escaleras y llegamos al inicio del camino de ascenso al monte, el túnel de torii naranjas, practicamente desierto a estas horas de la mañana, lo que aumenta esa sensación de que estamos en un lugar especial... No subiremos hasta arriba del todo, ni mucho menos, nos conformaremos con pasar por lo primeros tramos, viendo las inscripciones y las estatuas de zorros. Al rato, damos la vuelta y en el camino de regreso nos cruzamos ya con grupos más amplios de turistas, por lo que nos alegramos aún más de haber madrugado y haber disfrutado del lugar con tranquilidad.
Volvemos a la estación para coger el tren de las 8:53 con destino a Nara. El trayecto dura una hora aproximadamente, que aprovechamos para echar un sueñecito. Ya en Nara, salimos de la estación y nos dirigimos a la calle principal, Sanjodori. Avanzamos por ella viendo como empiezan a abrir las tiendas, y paramos en información turística para coger un mapa y algún folleto. Las nubes han aparecido, y sopla un viento frío que hace volar algún sombrero japonés (lo recogemos y recibimos múltiples arigatos y reverencias, pero qué majetes son) que no presagia nada bueno para el resto del día; no nos equivocaremos, va a ser la peor tarde del viaje en cuanto a clima...
Llegamos al templo Kofuku-ji y vemos los primeros ciervos persiguiendo a una japonesa que lleva en la mano las famosas galletas. No la dejan en paz hasta que se las da. También vemos a unos españoles que nos enseñan el trozo de mapa que les queda después de otro ataque. Nos apresuramos a recoger nuestros papeles, pañuelos, y demás cosas que puedan quedar sueltas, que más vale prevenir. Vemos el templo por fuera, así como la pagoda y el resto de edificios del lugar. También están montando una especie de carpa que imaginamos será para los actos de celebración del 1300 aniversario de la capitalidad de Nara, que es este año y que están programados en su mayor parte para el verano.
Seguimos adelante hacia el parque y nos dirigimos entre ciervos y más ciervos (hay un montón!) a la puerta Nandaimon, que da acceso al templo Todai-ji. Hay un montón de puestecillos de chucherías, y tras ver al décimo niño con su palito con bolas blancas, decido comprar uno por 100 yenes a ver a qué sabe. Pues.....es como dulce.....gomoso..... No me acabó de convencer mucho...y estaba yo saboreando mi última bolita y con el pincho vacío en la mano, cuando de repente siento que algo tiraba del pincho.....qué susto! Estos ciervos se lo comen todo.... Me quitó el pincho de madera y lo chupó varias veces hasta dejarlo limpio....Ya sabéis, cuidado que atacan a traición por la espalda!
Por fin, entramos al templo. Oooohhhh!! El edificio es enorme, y aún parece más enorme al tener ese espacio ajardinado en su entrada. La presencia de un par de cerezos en flor le da ese toque especial que hace que los japoneses se lancen a hacer fotografías (y nosotros con ellos).
Una vez dentro, el gran buda se alza ante nuestros ojos imponente. Observamos atontados la estatua (aunque luego nos gustará más el de Kamakura) y avanzamos lentamente rodeándolo y viendo el resto de esculturas que hay dispersas. En la parte trasera vemos la famosa columna con un agujero en su base y como un millón de niños haciendo cola para intentar pasar. Los pequeños lo consiguen fácilmente pero los que son un poco mayores.... Nosotros decidimos no intentarlo, no vaya a ser que tengan que venir los bomberos.
Salimos de nuevo al aire libre, y debido al frío creciente anulamos la subida al mirador y nos dirigimos directamente a través del parque hacia el Kasuga Taisha. Un montón de linternas de piedra nos dan la bienvenida al ir acercándonos, creando un ambiente especial junto con los árboles, el musgo y los ciervos...
Ya en el templo, somos testigos durante unos minutos de una boda que se está celebrando en una de las salas; un poco más tarde veremos a los novios a la salida de la misma. Mientras tanto, visitamos el resto del lugar, incluyendo una sala cuyo techo está plagado de lámparas y en donde escuchamos a una anciana entonar una especie de oración con esa característica repetición de sílabas que hipnotiza... Nos quedamos unos minutos escuchándola ensimismados y la dejamos de nuevo sola con sus oraciones.
El tiempo ha empeorado bastante y ya hace un frío que pela. Además el hambre aprieta, así que decidimos volver hacia la calle principal a buscar algún sitio para comer. Se nos ocurre mirar las recomendaciones de la LP, y elegimos un sitio en el que ponen kontatsu, cerdo empanado....qué acierto! El lugar se llama Tonkatsu Ganko y está en la galería comercial Higashi-muki, al lado de un Mr Donuts. Nos dicen que hay cola de 15 minutos, pero a los 5 ya nos están dando la carta para que vayamos eligiendo. Nos sientan y elegimos la comida. Nos traen unas bandejas con nuestro cerdo empanado, y otras cositas: ensalada, arroz y una especie de mortero con un poco de sésamo. Miramos a nuestro alrededor y vemos a dos japos que han pedido lo mismo, así que empezamos a copiar lo que ellos hacen: primero se machaca el sésamo en el mortero, luego se le echa una salsa de las dos que hay para la carne (picante o no picante; la picante es deliciosa y pica muy poco); para la ensalada también hay tres salsas diferentes; y hala, a coger trozos con los palillos, mojarlos en la salsa con sésamo y para dentro! Qué bueno estaba!!
Con la barriga llena, salimos de nuevo a la calle y vemos que ha empezado a llover.....oye.....esto no es lluvia......oh, oh.... Sí, muchachos, un poquito de agua-nieve sobre nuestras cabezas. Nos dirigimos rápidamente hacia la estación, obviando la última visita prevista, el templo Gango-ji, con la esperanza de que en Osaka esté un poquito mejor el tiempo. Ilusos...
En el camino decidimos no ir al Castillo, así que nos dirigmos directamente a la estación de Osaka en la línea JR Yamatoji. Al menos no llueve. Pero hace un frío y un viento de narices. Somos valientes y decidimos acercarnos hasta la Umeda Sky. Salimos de la estación, giramos a la izquierda en el primer cruce, nos metemos en el subterráneo 200 metros más adelante y salimos prácticamente a los pies de la torre. Buscamos la entrada al mirador (es en la primera torre según llegas del subterráneo) y subimos. Esta ha sido la gran decepción del viaje. Arriba no hay casi nada: restaurantes, tienda de recuerdos, una cafetería y el mirador en sí. Tampoco sé qué esperábamos, pero entre lo desangelado que estaba y el frío que teníamos, nos quedamos un poco más helados si cabe. A pesar de todo subimos al mirador, ya que estábamos allí. Las vistas son amplias, eso sí, e imagino que cenar allí puede estar chulo, pero es algo que ahora a posteriori quitaría del viaje.
Umeda Sky desde abajo
Vistas desde Umeda Sky y de cómo estaba el tiempecito
Bajamos y volvemos hacia la estación, pero ahora la del metro, que está pegada a la JR. Compramos los billetes hasta Namba con ayuda de una señora japonesa que pasaba por allí y cogemos la línea roja cuatro paradas. Ya estamos en Namba. Buscamos la salida 14, que nos deja a las puertas de Dotombori. Sigue haciendo frío, pero aquí sí que hay ambiente... Multitud de japoneses, muchos de los cuales con un look, digamos, especial, pasan a nuestro alrededor. Decidimos tomarnos un café para entrar en calor y ver a la gente pasar, ya que es un espectáculo: crestas de colores, chicas vestidas estilo “romántico”, mucho encaje (les encanta! Vimos hasta bolsos y zapatos con encaje), chicos con ese peinado tipo “Tokyo Hotel”, teñidos de rubio (japonés y rubio no son palabras que me peguen mucho....), de todo, vamos...
Es hora de dar un paseo por la zona. Recorremos las calles cercanas empapándonos de esa estética tan diferente, del destello rojo del famoso cangrejo, las voces de los japoneses que en medio de la calle intentan atraerte hacia su restaurante, de los irasahimase sin descanso de las tiendas (entramos a una de deporte y era una auténtica locura con los tres dependientes gritando a la vez), del aroma de las bolitas de pulpo cocinadas en planchas a la entrada de algunos restaurantes, y por supuesto de las luces multicolores de los neones. No hay duda, estamos en Dotombori.
A pesar del embobamiento que produce el ambiente del lugar, nos despierta el frío, que cada vez más intenso, y decidimos con pesar que la cena en Osaka quedará para mejor ocasión. Volvemos a la estación y cogemos un Rapid Service de vuelta, tras dejar pasar un par de ellos que iban abarrotados. Al salir nos espera una sorpresa.... Nieva en Kyoto....
Cenamos en nuestro querido Porta de nuevo, unos udon con curry para entrar en calor (mamma mia, qué buenos estaban!!! Y por menos de 1000 yenes...), y volvemos al Matsubaya a recuperarnos bajo el edredón...y soñar con que mañana salga el sol....