![]() ![]() Embarque Libre a Tailandia ✏️ Blogs de Tailandia
Diario de nuestro viaje a Tailandia en Julio de 2012Autor: Gatuka Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.6 (11 Votos) Índice del Diario: Embarque Libre a Tailandia
01: Introducción a nuestro viaje a Tailandia
02: Bangkok
03: Bangkok
04: Rio Kwai-Ayutthaya
05: Ayutthaya-Lopburi
06: Sukothai-Chiang Rai
07: Chiang Rai
08: Chiang Mai
09: Phuket
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Etapas 1 a 3, total 17
Del primer pie que puse en suelo tailandés recuerdo la humedad, el calor asfixiante al que rápidamente me acostumbré y que iba inevitablemente unido a ese mosaico de fortísimos olores, que hoy ambos rememoramos con añoranza.
Habíamos leído mucho acerca de este país, imaginándonos un viaje que ninguna agencia nos podría ofrecer. A su vez, recorrer todo Tailandia por nuestra cuenta disponiendo tan sólo de 17 días, era una auténtica quimera. Tras un año especialmente difícil, no nos sentíamos con fuerzas para enfrentarnos a las vicisitudes del viajero que sale de Europa por primera vez, con lo que, finalmente, la opción de que alguien preparara todo por nosotros no nos pareció tan mala como en un primer momento. Así, y por vez primera, dejamos nuestra aventura en manos de una agencia. Nuestro carácter curioso no nos permite ir sentados en un autobús como maletas, así que a lo largo de todo el viaje tratamos de exprimir al máximo las tardes en las que nos dejaban “sueltos”. Así, queremos desmitificar la creencia de que un viaje organizado no es un viaje. Como siempre, son los ojos del viajero los que miran, reflexionan y aprenden. Por nuestra parte, y casi un año después de nuestro viaje a Tailandia, estamos deseando volver, esta vez sí, por nuestra cuenta y sin rumbo fijo. Etapas 1 a 3, total 17
Amanecemos en un lugar extraño. Abrimos bien los ojos, miramos a nuestro alrededor y sólo entonces, recordamos: estamos en un avión rumbo a Tailandia, rodeados de un montón de gente tapada con mantas moradas, cortesía de Thai Airways.
Por suerte los horarios del vuelo son muy buenos: llegaríamos a Bangkok al amanecer, lo que nos ha permitido dormir durante todo el viaje. Y es que, en previsión, tratamos de llevar el horario tailandés instaurado desde España. El viaje por carretera hasta el aeropuerto de Barajas se había convertido en una odisea por mantenernos despiertos. Yo ya había desistido. Armando conducía, sin parar, hasta que hubo que echar gasolina y, como íbamos bien de tiempo, decidimos parar a descansar un ratito, lo justo para no ponernos en riesgo. Una vez en Barajas no nos costó mucho encontrar la terminal, facturamos rápido y tras un tentempié para hacer tiempo, embarcamos. Ahora llevamos 11 horas de vuelo y todo eso nos parece lejano, casi ajeno. Ya vamos a aterrizar, así que nos abrochamos los cinturones todo lo fuerte que podemos, esperando que comience nuestra aventura tailandesa. La comida a bordo del avión Una vez recogidas las maletas esperamos a que vengan a buscarnos para llevarnos al hotel. El viaje en autobús se nos hace interminable. La guía es muy simpática, pero no para de explicarnos cosas y enseñarnos palabras en thai, mientras que nosotros sólo queremos mirar por la ventanilla del autobús y empaparnos de todo lo que vemos. A pesar de haber dormido la mayor parte del tiempo estamos demasiado cansados y emocionados como para recibir tanta información. Llegando a Bangkok [img] ![]() Tras el trayecto desde el aeropuerto llegamos a nuestro destino. La entrada al hotel es impresionante, muy lujosa. El personal va vestido con prendas brillantes, nos reciben con el saludo típico tailandés: las manos juntas, palma con palma, a la altura de la cara y una ligera inclinación de cabeza: Sawasdee khaa o Sawasdee krap en función de si es una mujer o un hombre quien se dirige a ti. Mientras esperamos desesperadamente que nos den la habitación para poder dejar las cosas y ducharnos, nos explican el funcionamiento de las excursiones. Nosotros decidimos no apuntarnos a ninguna, ya lo haríamos por nuestra cuenta. Sí que contratamos un masaje tailandés, pues vienen a la misma habitación a dárnoslo y parecen de fiar. Una vez finalizadas las explicaciones, vamos al lobby lounge a tomar unos refrescos, pues estamos sedientos. La siempre original presentación tailandesa: Así, a las 12 del mediodía, conseguimos entrar en la habitación. Nos damos una ducha y nos disponemos a conocer las calles de Bangkok. El primer recuerdo que guardo es el olor a cilantro. Después se me agolpan una mezcla de olores de coches, gente, especias y leche de coco. El tráfico es caótico, no sabemos por donde cruzar la calle y nos resulta muy difícil orientarnos por cómo están dispuestos los carteles de las calles. Las aceras están copadas de gente pasando, gente sentada, gente vendiendo comida en puestos callejeros… no hay por donde caminar. Y a nuestro lado pasan coches y motos a toda velocidad. El primer impacto es grande y eso que vamos bien informados, pero creímos ser capaces de manejar mejor la situación. Por miedo a perdernos y no saber llegar a tiempo para el masaje comemos en el primer centro comercial que vemos, en un McDonalds, que nos parece lo más seguro para empezar. De vuelta al hotel esperamos que lleguen las masajistas. Como el ascensor funciona con una tarjeta especial, Armando tiene que bajar a buscarlas mientras yo espero en la habitación. Cuando llegan nos cubren con toallas. Comienzan a sacar cremas de sus maletines, para posteriormente esparcirlas por nuestro cuerpo. La sensación de frío al contacto con la piel es de agradecer, dado el calor que habíamos pasado en la calle. Nos empiezan a dar vueltas, ahora boca arriba, ahora boca abajo, a estirar extremidades, el crujido de nuestros huesos resulta dolorosamente placentero. Tanto que nos quedamos dormidos. Cada vez que necesitan que cambiemos de postura nos despiertan entre susurros. Al cabo de dos horas terminan el masaje, y medio dormidos les pagamos y acompañamos de nuevo al lobby. Aprovechamos para dormir un poco, pues hemos contratado una cena crucero por el río Chao Phraya y pronto vendrán a recogernos. Al despertar, nos duchamos y bajamos a esperar al lobby, aprovechando la consumición que nos habían regalado al llegar al hotel. Nos llevan al muelle en una furgoneta con aire acondicionado. Allí esperamos a que llegue el barco mientras hacemos fotos a los lujosos hoteles a orillas del río, elegantemente iluminados. La cena es a bordo de una barcaza de arroz tradicional, decorada en madera de teca. Cada mesa tiene escrita el nombre de los comensales y está decorada con coloridos manteles y flores perfumadas. Según nos sentamos nos hacen entrega de un libro, estilo carta de restaurante, escrito en español, donde se detalla claramente todo lo que podremos ver a lo largo del crucero, tanto en una orilla como en la otra. La cena está amenizada por música tradicional tailandesa y acompañada por una bailarina que, ataviada con el traje típico, danza al compás de las agudas notas. Si bien la calidad de la comida no es de lo mejor del viaje, ver los principales templos iluminados desde el río es una experiencia increíble. Wat Arun iluminado [img] ![]() Terminado el crucero nos llevan de vuelta en la furgoneta. Como estamos descansados y el hotel está muy cerca del mercado nocturno de Patpong, decidimos salir a visitarlo. Ya más acostumbrados a la ciudad, disfrutamos del ambiente: muchísima gente, luces de neón, tráfico imparable… paseamos hasta que estamos tan cansados que nos vamos a dormir. Las vistas desde nuestra habitación Etapas 1 a 3, total 17
Ya habíamos descubierto el calor que se podía llegar a pasar en Bangkok, así que decidimos levantarnos temprano para aprovechar bien el día evitando las horas más sofocantes. Bajamos a desayunar y nos quedamos maravillados con la cantidad y variedad de comida que hay, especialmente en lo relativo a las frutas, muchísimo más dulces de lo que nos habíamos imaginado.
Pedimos en recepción que avisaran a un taxi para ver los principales templos. Comenzamos por el Wat Pho, el templo del buda reclinado, que nos parece impresionante, aunque muy reducido para la afluencia de gente que hay. Siguiendo las costumbres tailandesas nos descalzamos para entrar y recorremos el templo en silencio, haciendo fotos a cada detalle. ![]() El Wat Pho alberga el mayor buda reclinado de Tailandia, con 46 metros de longitud y 15 de altura, de ahí que nos pareciera que quedaba muy poco espacio para el tránsito de los visitantes. Es, además, el más antiguo centro de educación pública del país. Detalle de los pies del Buda Reclinado (Wat Pho) ![]() Tras la visita al Wat Pho, tenemos previsto ir al Gran Palacio, lo que nos cuesta bastante debido a que no conseguimos que nadie nos ayude sin tratar de llevarnos a la tienda de su primo-amigo-vecino en el que nos harán un gran descuento por comprar ropa de “good quality”. Tras dar varias vueltas por el mercado de amuletos cogemos un taxi que nos lleva al palacio. Una vez allí conseguimos esquivar a todos los “listillos” que pretenden que creamos que el palacio está cerrado, pero la verdad es que no están muy alejados de la realidad, porque al entrar nos encontramos con un cartel que indica que ese día el Wat Phra Kaew (templo del Buda Esmeralda) está cerrado al público, por lo que decidimos dejarlo para otro ocasión en que pudiéramos ver el recinto al completo. En la infructuosa visita al Gran Palacio aprovechamos para sacar unas fotos ![]() Frustrados porque todo el esfuerzo (y el dinero gastado en el taxi) ha sido en vano, tratamos de poner rumbo al templo del buda sentado, enfrentándonos de nuevo a los caza turistas que tratan de convencernos de que vayamos a otro sitio, de que nos desviemos para pasar por no sé qué tienda… y nosotros sin aclararnos con las indicaciones de las calles, incapaces de parar a ojear la guía o el plano porque cada vez que lo hacemos nos rodea una masa de tuktukeros y gente ofreciéndonos cosas. Conseguimos llegar al templo pero, con tal torpeza, que no tenemos claro de por dónde se entra, pues está totalmente vacío. Cuando ya estamos tan desesperados que comenzamos a plantearnos si no hubiera sido mejor contratar las excursiones que la guía nos había ofrecido el día anterior, aparece nuestra salvación. Una mujer tailandesa se acerca a nosotros. Se ofrece a ayudarnos y, aunque con desconfianza, decidimos que no tenemos alternativa mejor. Nos lleva a la entrada, y nos muestra el templo, se ofrece a hacernos fotos y nos enseña cómo se ora allí. Nosotros la escuchamos, temiendo qué pediría a cambio de todo aquello. Como si pudiera averiguar lo que pensamos a través de nuestro semblante preocupado, nos cuenta que se llamaba Marie, que está en Bangkok de visita. Suele viajar a la capital de forma asidua porque tiene que acudir al hospital, (que casualmente está ahí cerca) y acude a ese templo a rezar. Además, nos dice, tiene que hacer tiempo y le gusta ayudar a las personas que ve perdidas por allí. De pronto comienza a llover. Marie se encarga de traernos unas sillas para que podamos esperar cómodos ahí dentro a que pare de llover. Mientras esperamos que amaine y, con el repiqueteo de las gotas de lluvia golpeando sobre el techo del templo, varios metros por encima de nuestras cabezas, nos pide el plano que llevamos y nos sugiere cosas para hacer en el día. Comienza a hacer anotaciones, todas ellas bastante claras: “primero tomad un tuk tuk aquí y decidle que os lleve a este muelle. Una vez allí tomad este barco para hacer una excursión por los canales, y después cruzad al Wat Arun”... Nos pregunta por nuestros nombres, intenta pronunciarlos y los escribe en thai. Mientras estamos absortos en la escritura comenzamos a oír unos cánticos, y vemos gente que se acerca, a modo de procesión. Según le entendemos a Marie, es una especie de ritual que llevan a cabo las mujeres en aquel templo. Llevan algo que a lo lejos nos parece una imagen de buda y van rodeando el edificio contiguo mientras rezan. Mujeres en procesión ![]() Cuando por fin deja de llover salimos con Marie del templo. Ahí es cuando descubrimos por primera vez lo variable del clima tailandés, pues luce un sol espléndido y sigue haciendo un calor aun más pegajoso que antes de llover. Queremos dar una propina a Marie, pero no la acepta. Nos acerca a una parada de tuk tuks y le da las indicaciones al conductor para que nos lleve al pier (muelle). Ahí es cuando sospechamos que algún tipo de comisión si debía llevarse por ayudarnos, pero al menos había sido muy amable y nos había explicado un montón de cosas. Llegamos al pier sin incidentes, allí hay barcos de popa larga que hacen recorridos en privado por los klongs (canales). Pagamos exactamente lo que nos había dicho Marie, que nos pareció un buen precio, aunque pagamos la novatada segurísimo. Montamos en la barca y nos dejamos llevar. ![]() Ahí sí se ve la verdadera vida tailandesa. Casas construidas prácticamente sobre el agua, unas muy lujosas, de otras se nota que habían sido construidas por las propias manos de alguien sin muchos recursos, ropa tendida, gente sentada en los porches de madera, lagartos enormes campando a sus anchas. Cada vez que el conductor ve algo que puede ser interesante reduce la velocidad y nos acerca para que podamos verlo con mayor detalle y sacar fotos. Es sin lugar a dudas la mejor experiencia que hemos vivido hasta el momento. Una barca para nosotros solos, con espacio de sobra, relajados, sacando fotos sin parar… el dinero de más que seguramente hemos pagado está más que amortizado. Casa en el canal ![]() Nos ofrece dejarnos en el otro lado del río para que podamos ver el Wat Arun, pero nos dice que debemos pagar el precio del pasaje a la persona que hay en el puesto de los trasbordadores públicos, suponemos que para no tener problemas ente ellos. Al llegar a la orilla le damos una propina y nos despedimos. Ante nuestros ojos se alza el Wat Arun o templo del amanecer, que ya nos había impresionado la noche anterior desde el barco. ![]() El Wat Arun es, junto con el Wat Pho y el Wat Phra Kaew, uno de los templos más importantes de la historia de Bangkok. Tras caer Ayutthaya, el rey Taksin creó un templo para proteger al buda esmeralda. El templo se rebautizó con el nombre de Aruna (dios hinduista del amanecer), haciendo así honor a la fundación literal e histórica de la nueva Ayutthaya. Con el traslado de la capital y la imagen sagrada a Bangkok, el Wat Arun recibió su principal característica: la prang (torre) de 82 metros de altura. Detalle de los mosaicos de la fachada del templo ![]() Escalamos (casi literalmente) los peldaños que llevan hasta arriba. Temiendo el momento de la bajada, sólo me atrevo subir hasta el primer nivel, pero Armando, que es todo un campeón a pesar del vértigo, sube hasta arriba del todo, donde las vistas son impresionantes. No aporta documento gráfico porque, por miedo a lo que pudiera pasar, me quedo yo la cámara. Estamos paseando por el recinto cuando de pronto el cielo comienza a cubrirse por completo. La verdad es que casi nos asustamos, pues nunca habíamos visto ponerse un cielo tan plomizo en cuestión de segundos. Claramente se avecina tormenta. Apenas montamos en el ferry de vuelta al otro lado del río, comienza a llover de forma torrencial. El barco se mueve bastante y el agua de la lluvia entra por todas partes ¡y nosotros habíamos dejado los chubasqueros en el hotel! ![]() Llegamos al otro lado y nos resguardamos en la cabañita de madera que hace las veces de embarcadero, restaurante y tienda. Compramos unos ponchos y cuando amaina un poco decidimos aventurarnos a salir a la calle, pues tenemos hambre, el sitio donde estábamos está a tope y no parece haber nada en ese mismo callejón. El aguacero h dejado la calle casi inundada, así que andamos de puntillas para no pisar demasiados charcos. Naturalmente, misión imposible. Giramos la esquina y nos encontramos con varios sitios para comer. Elegimos Arom d’ hostel, un lugar limpito donde sirven comida tailandesa. Ahí probamos por primera vez la Tom Yam Koong, un pollo green curry y una especie de ternera guisada (masaman nua). De postre tomamos una panacotta cada uno. Después de comer decidimos ir al Wat Saket o Golden Mount, desde donde se dice que las vistas son maravillosas. Negociamos la carrera en tuk tuk y según giramos la primera esquina, el conductor para, se baja y nos dice que sólo nos cobrará la cantidad acordada si vamos a la tienda de su amigo, donde “tan sólo” tenemos que mostrar interés por algo, aunque no compremos nada, que así él se lleva un bono para gasolina. Le decimos que no, que eso no era lo acordado y como insiste, nos bajamos del tuk tuk y cogemos otro, que finalmente nos cuesta 100 bahts. Cuando llegamos están a punto de cerrar, pero conseguimos pasear a nuestras anchas y subir hasta arriba, con la suerte de que apenas hay gente. Las vistas no defraudan, una panorámica preciosa de la ciudad, así que el intento de timo por parte del tuktukero ha merecido la pena. No queremos entretenernos mucho allí dentro porque tiene pinta de que esas verjas enormes van a ser cerradas en breve y no queremos quedarnos encerrados dentro. ![]() Caminamos hasta Chinatown, pues tenemos ganas de pasear por allí. Compramos una especie de fanta de uva, que nos deja un regusto extraño y tras, perdernos un rato por las calles del barrio, descubrimos un truco que nos serviría de gran ayuda para el resto del viaje: cada vez que necesitáramos pedir señas de dónde nos encontrábamos o cómo llegar a algún lugar, hacerlo a chicas jóvenes. Así conseguimos que alguien pudiera ayudarnos en inglés y sin tratar de vendernos algo a cambio. Llegamos hasta el metro y ponemos rumbo al hotel, sorprendidos de lo limpio y moderno de los vagones. Chinatown ![]() Tras darnos una ducha decidimos cenar en el restaurante Thai del hotel, pues estamos cansados y al día siguiente empieza el circuito. Vienen a recogernos a las 6 y media, con lo que conviene estar descansados. Respecto al restaurante, toda una decepción: caro y con el aire acondicionado a tope. Por mucho que nos cambiáramos de mesa seguíamos congelados. Cenamos bastante a disgusto, aunque con el ofrecimiento de los camareros de traernos mantas y amenizados por la música de un xilófono tailandés que tocaba, incesable, una local ataviada con ropa típica. Apuramos rápido la comida y subimos a la habitación, dejamos las maletas hechas y nos vamos a dormir. Etapas 1 a 3, total 17
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