Nos lleva una hora y veinte llegar hasta Eco Valley. Nos recogen con una furgoneta que va dando tumbos. Casi nos caemos porque el terreno es irregular y el señor tampoco conduce maravillosamente. Llueve mucho y hay mucho barro. Nos reímos mucho, eso sí. Por el camino de subida vemos unos arrozales de las mujeres jirafa.

Una vez llegamos al recinto nos dan ropa de cuidadores. Hay de varios colores. Yo me pongo vestido de color rojo(lo que suelen coger las mujeres).
Hay taquillas para dejar las cosas y algunas duchas para cambiarse si hace falta. Mucha gente se pone el bañador debajo.
Una vez cambiados, y habiendo tomado ya una bebida, nos vamos con el guía que nos acompañará este rato y nos irá dando explicaciones (en inglés).
Nos recibe una elefanta muy mona. Nos hacemos fotos y le damos calabaza. Va acompañada de su mahout, su cuidador. Se nota que está entrenada.
Vamos al museo, donde nos espera el esqueleto de un elefante.
También aprendemos a distinguir un elefante asiático de uno africano.
El asiático mide unos dos metros de altura, seis metros de largo y llega a pesar 5.000 kilos, mientras que el africano alcanza los 3,5 metros de alto, siete de largo y 7.000 kilos. Con este tamaño, el elefante africano es el mamífero terrestre más grande que existe.
El asiático tiene las orejas pequeñas y redondeadas, mientras que el africano las tiene más grandes, tanto que le cuelgan. Pensemos en Dumbo (salvando las distancias).

El asiático tiene solo un lóbulo en el extremo superior de la trompa, como un dedo. Es con lo que coge las cosas. El africano tiene dos, uno arriba y otro abajo.
En África machos y hembras tienen colmillos. En Asia las hembras no tienen y los de los machos son enormes. Eso lo pudimos ver claramente, con seis hembras (una bebé) y un macho de colmillos exagerados.
La cantidad de dedos de sus patas es otra característica que les diferencia: el elefante asiático tiene cinco dedos en las patas delanteras y cuatro en las traseras. El africano puede tener cuatro o cinco dedos en las patas delanteras y tres en las traseras. Además, la cola del asiático es proporcionalmente más larga y su espalda es distinta.
Una vez visto esto, nos vamos a hacer las actividades. Ojo. Terreno embarrado y muy resbaladizo.
La caca de elefante huele a hierba y parece paja. Con ella hacen papel. Podría ser peor. En Sudáfrica hacen ginebra. Nos enseñan el proceso y Javi y yo lo intentamos. No da tanto asco como pueda parecer.
Luego nos explican los tratamientos medicinales y les hacemos un snack. Ponen arroz, zanahoria y otras cosas en un recipiente y con un artilugio de madera que manejas con los pies lo vas aplastando mientras otro remueve. Muy rudimentario pero divertido. Després hacemos bolas del tamaño de mi puño o algo menos. Algo así como hacer albóndigas.

Nos acercamos a su recinto. Tres elefantas nos esperan con ansia, sobretodo una. Nos dicen una palabra para hacer que abran la boca. Yo me atrevo a ponérselo en la lengua. Aunque imponen respeto no me dan miedo. La calabaza y platanitos se los damos en la trompa.
Una elefanta, por cierto, se escapó de su mahout (su cuidador) y fue rapidísimo hacia donde sabe que le daremos algo de picar.
Los elefantes comen raíces, hierba, fruta y corteza, y lo hacen en grandes cantidades. Pueden ingerir más de 100 kilos de comida al día. Para ellos lo que les hemos dado es como para nosotros comer una galleta. O como comer unas pipas.
Y tocó el momento del baño con elefantes. Dos de ellas se meten en la charca para que los turistas froten sus lomos (están tumbadas de lado) y les echen agua con cubitos. En un determinado momento se ponen de pie de golpe (anda que si te pisan) y rocían de agua con la trompa. Yo no me metí. Y de hecho dicen que para entrar en el agua hay dos escalones que no se ven. Tuve miedo de caerme o de que la piel se me pusiera mal con el agua (el mero roce de cualquier cosa ya me hace daño). Además, ya baño a menudo a dos criaturas, mis dos hijos.

Cuando salen, una posa con nosotros. De nuevo se nota lo entrenadas que están. No es muy normal que un elefante te abrace con la trompa.
A otro grupo les tocó bañar a macho con colmillos enormes y a elefantita de cinco años, hija adoptiva de una de las mayores.
Hay dos elefantas embarazadas. Uno nace en diciembre y otro el año que viene.
El embarazo de las elefantas dura más que el del resto de mamíferos, casi 22 meses. Las elefantas suelen dar a luz una cría cada dos o cuatro años. Al nacer, los elefantes ya pesan unos 90 kilogramos y miden un metro de alto.
Existe la posibilidad de ducharse (rudimentario pero efectivo).
Comemos allí. Pad thai (de pollo o gambas), rollitos, pollo, sandía y plátano con leche de coco. La verdad es que está bastante bueno. Empieza a diluviar. Mientras vemos cómo una de las elefantas embarazadas pasa una pata por encima de la minivalla de madera con la intención, no de escaparse, sino de rascarse la ingle. Luego hace lo mismo con el culete.
Al terminar, nos regalan a cada uno un marco para fotos hecho con caca de elefante.
Muchos se preguntarán si está actividad con elefantes es ética. En Internet dicen que el dueño de este recinto y de otro donde se monta a elefantes es el mismo. Lo que nos cuentan es que van cambiando paulatinamente el negocio en función de lo que la gente demanda. Es evidente que montarlos con silla les hace daño. Muchos estudios lo avalan. En nuestro caso está clarísimo también que tienen un entrenamiento. Un elefante no te abraza o abre la boca cuando se lo pides. Eso sí, aquí no les haces daño y es mejor cuidarles que obligarles a pintar un cuadro con la trompa.
Yo no los vi sufrir en ningún momento y parecían muy bien cuidados, Es más, coincidimos con la veterinaria.
Después de comer volvemos a la furgoneta del parque de nuevo. Vaya movimiento ...Bajamos y hay mucho barro. Sigue lloviendo.
Bajamos una cuesta resbaladiza con cuidado y vamos al poblado de las mujeres jirafa. En este caso vienen de Birmania para trabajar (este grupo no es de refugiados) pero no son birmanos ni tailandeses. No obligan a los niños a ir al cole. Hablan otra lengua.
Los anillos se los ponen por belleza pero no es obligatorio. Algunas jóvenes se van y se los quitan.
Las padaung forman parte de los Karen, etnia tibetobirmana. Los anillos de latón van presionando poco a poco la clavícula hacia abajo mediante la adición de anillos, haciendo que parezca que tienen el cuello más largo. Yo me puse unas anillas (no tantas como llevan algunas) y la verdad es que pesan mucho y llevarlas debe ser agobiante. Puede llegar a pesar varios kilos y tener una longitud de unos 30 centímetros.

Los motivos por los que empezaron a llevar los aros no están claros. Hay una leyenda que dice que se lo pusieron a una mujer de la tribu para hacerla fea a los ojos de un rey que quería llevársela. Otras creencias dicen que lo hacen para tener aspecto de un dragón, principalmente porque los Kayan o Karen tienen la creencia de que son originarios de una dragón hembra y un ángel híbrido de humano. Una tercera dice que lo hacen para estilizar más sus cuellos y diferenciarse de los hombres. Algunas teorías apuntan a que los aros simbolizan la pureza y la belleza de las mujeres, o que sirven para alejar a los espíritus malignos o a los posibles enemigos. Otras hipótesis sugieren que los aros son una forma de identidad cultural o de resistencia frente a la opresión. A saber.
¿Y los hombres "jirafa"?. Pues ellos visten normal y no llevan nada. De hecho, apenas se les ve (a uno vimos tallando una cuchara de madera). La mayoría estaba trabajando (algunos lo hacen en campamentos de elefantes, por ejemplo).
Hay niños y bebés. Les damos galletas (porque nos dicen que se las llevemos, aunque sean una bomba de azúcar). Yo le di a una niña un poco más mayorcita, con sus pinturas en la cara y sus aros, una caja de lata de galletas danesas. Se emocionó y todo. Me dijo thank you un montón de veces.
Cobran 500 baths entrada por persona. Además, venden sus artesanías (que no pudimos ver por lo que llovía).
Se ha criticado mucho que estas mujeres tengan que exponerse como atractivo turístico y, de hecho, muchas organizaciones piensan que se les priva de sus derechos.
Volvemos a Chiang Mai. Visitamos un taller de sombrillas que no pudimos ver el día anterior. También pintan abanicos y ahora fundas del móvil de los turistas por 100 THB.

Compramos abanicos (90 THB) y una sombrilita (185 THB).
Vamos al hotel. De 16 a 17 horas cada día hay en el hall un Happy hour de chocolate (con fuente) y chuches.