En Chiang Mai, nos alojamos en The Empress Hotel, que me gustó bastante, con habitaciones amplias y confortables y un buen bufet de desayunos. Además, fueron muy amables con nosotros y tuvieron varios detalles: nos dieron un bolsito y un llavero decorados con elefantes, una chocolatina y una rosa a las señoras con una puesta en escena muy simpática por parte de los camareros.
En cuanto a la ubicación, también sin quejas. Aunque fuera del casco histórico amurallado, está en el centro de la ciudad, muy cerca del mercado nocturno, y se llega a la puerta de la muralla en unos quince minutos andando. Otra cosa es la aventurada tarea de cruzar las calles. Mejor en tuk-tuk o taxi. Pero eso ya lo contaré, que esta etapa es nocturna y son pocas las fotos que me salieron algo decentes.
En cuanto a la ubicación, también sin quejas. Aunque fuera del casco histórico amurallado, está en el centro de la ciudad, muy cerca del mercado nocturno, y se llega a la puerta de la muralla en unos quince minutos andando. Otra cosa es la aventurada tarea de cruzar las calles. Mejor en tuk-tuk o taxi. Pero eso ya lo contaré, que esta etapa es nocturna y son pocas las fotos que me salieron algo decentes.


Después del viaje en autobús, tenía ganas de caminar, así que en cuanto dejé la maleta en la habitación salí a dar una vuelta. Mi objetivo era llegar al casco histórico amurallado, adonde decidí ir a pie, guiándome por Google Maps. Estaba empezando a anochecer.

Con una población de más de un millón doscientos mil habitantes, Chiang Mai es la segunda ciudad más grande de Tailandia, solo superada por Bangkok. Está situada entre las montañas más altas del país, a orillas del río Ping, el afluente más importante del Chao Phraya. Fundada en 1296 por el rey Mengrai, sucedió a Chiang Rai como capital del reino de Lanna. A su alrededor se construyeron murallas y un foso para protegerla de las incursiones birmanas.

Siguiendo el navegador, me metí por callejuelas secundarias hasta llegar a un puente sobre un canal muy chulo (Mae Kha), que crucé. En ambas orillas había instalado un mercado. Tuve que ir con cuidado porque los coches y las motos circulaban a toda velocidad y en algunas zonas no había aceras.

Cuando llegué frente al foso, el asunto fue a peor, pues ni los pasos de cebra ayudaban a cruzar la calle. Poco a poco fui ganando destreza y, finalmente, conseguí llegar sana y salva a Tha Phae Gate, una de las cuatro puertas abiertas en la muralla, de la que se conservan varios tramos. Había bastante ambiente.]No llevaba ningún plan de visita para esa tarde, entre otras cosas porque ignoraba qué templos estaban abiertos, solo quería pasear y ver el panorama en general. Caminando por Rachadamnoen Road, pude ir más tranquila porque el tráfico era mucho menos denso.

En Chiang Mai, hay más de trescientos templos, así que pronto empecé a divisar sus fachadas iluminadas. Algunos estaban abiertos y otros, no. Me resultaron muy llamativos.



La descripción de los templos la dejo para las etapas en las que narro las visitas de día. Ahora solo pondré algunas de las fotos que hice, en casi todos los casos sin saber dónde me hallaba, aunque sí es cierto que uno de los templos, donde tuve que pagar para entrar, me llamó especialmente la atención.





Terminé en otra de las puertas de la muralla, Chiang Mai Gate, donde paré un tuk-tuk para regresar al hotel. Ya de noche, no me apetecía volver a sortear cientos de coches y motos para cruza las calles. Me pidió 150 bahts; le ofrecí 120 y le pareció bien. Tardamos unos diez minutos en llegar. Pese a que también conducen de esa manera, me di cuenta de que ir en tuk-tuk por Chiang Mai no era la actividad de alto riesgo de Bangkok. Habría que tenerlo en cuenta para moverse por una ciudad muy grande, pero no tan caótica como la capital.