![]() ![]() Cuba. Diez días de enero. ✏️ Blogs de Cuba
Visita de La Habana y un poquito de las zonas occidental y central.Autor: Artemisa23 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (28 Votos) Índice del Diario: Cuba. Diez días de enero.
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Etapas 7 a 9, total 11
Bien temprano emprendimos viaje desde Santa Clara a Topes de Collantes, unos 70 Km. de distancia, por unas carreteras complicadas pero de paisajes preciosos. Por fin, parecía que se alejaba el frente frío que nos había traído locos todos aquellos días. Y dentro de lo que cabe no podíamos quejarnos porque el día anterior había estado lloviendo mucho en Topes de Collantes y si nos llega a pillar nos hubiese estropeado la caminata que teníamos prevista.
![]() La carretera que va desde Santa Clara se interna en la Sierra de Escambray, subiendo hasta 700 metros de altitud, en un itinerario final vertiginoso que da vueltas y revueltas, con un paisaje maravilloso, cubierto de exuberante vegetación, y bohíos (cabañas campesinas) increíblemente encaramados a los riscos: ![]() ![]() Había zonas en muy mal estado más todavía teniendo en cuenta los días de lluvia anteriores. Tardamos más de dos horas en hacer el recorrido (para los que vayáis desde Trinidad, son apenas 30 minutos aunque la carretera es igualmente retorcida y empinada). Se para en un mirador con estas soberbias vistas, con el embalse de Hanabanilla muy al fondo.
![]() ![]() Hicimos la caminata denominada “centinelas del río melodioso”, en el parque Guanayara, de cinco kilómetros de longitud, tres horas de marcha. El día era estupendo porque había nubes y sol y soplaba un poquito de brisa fresca, la temperatura ideal. Con más calor, el bochorno hubiera sido sofocante.
![]() Llegamos hasta el balneario, cerca del cual hay un centro de recepción de visitantes. Allí tomamos un antiguo camión ruso, que nos llevó hasta la zona donde se inicia el sendero a pie.
![]() Hasta aquí no se puede llegar en coche; o bien se va andando (una caminata muy larga) o se va en estos vehículos contratando la excursión en el propio parque. Además, la pista estaba embarrada por las lluvias, sin ese peculiar vehículo hubiera sido imposible pasar.
![]() ![]() ![]() Desconozco su precio porque lo llevábamos incluido. Hay otros senderos para hacer, quizás más accesibles y baratos si se va por libre. Nos acompañó un guía de ecoturismo, un hombre que conoce todos los secretos del lugar, realmente encantador. Estamos muy acostumbrados a hacer senderismo y casi siempre sin guía, en esta ocasión nos gustó la experiencia: que te vayan explicando de manera super amena qué es cada planta, cada árbol, cada flor, descubriendo los pájaros escondidos en las ramas, que de otro modo no acertarías a ver… realmente resultó una experiencia muy grata. No sabría explicar qué me gustó más, pero la verdad es que localizar en una rama al bonito tocororo, el pájaro con los colores de la bandera nacional cubana, fue muy emocionante; igual que encontrarnos con los diminutos colibrís (aunque a éstos ya los habíamos visto en Viñales).
![]() Caminando entre la espesa vegetación de la selva tropical, cruzando pasarelas de madera suspendidas sobre el río, llegamos a preciosa cascada llamada Salto del Rocío.
![]() ![]() ![]() ![]() También muy bonitas las pozas del Venado, en donde es posible bañarse y tomar un cóctel típico en su pequeño bar. Nos dejamos olvidado el bañador, pero yo metí los pies en el agua y no está tan fría como a lo que estamos acostumbrados aquí en los ríos de montaña. ![]() ![]() ![]() Nuevamente, el paisaje es encantador, parece que estás en una película de aventuras, con el boscaje con lianas a estilo “tarzán”, sobre todo las zonas de altísimos bambús y cuando casi tuvimos que sacar el machete para pasar entre las ramas porque el sendero se había encenagado por las lluvias de los días anteriores, jaja, en plan aventura y todo.
![]() ![]() ![]() Al final, después de tres horas, llegamos al final del camino (o comienzo), porque el sendero fue casi circular, donde está enclavado el restaurante “La Gallega”, en el que almorzamos, devorando todo lo que nos pusieron pues teníamos un hambre canina.
![]() Si sobra un poquito de tiempo en una visita a la zona de Trinidad, para los amantes de la naturaleza resulta imprescindible hacer alguno de los senderos de Topes de Collantes. ![]() Etapas 7 a 9, total 11
PLAYA ANCÓN.
La carretera desde Topes hasta Trinidad es corta, unos 14 Km., pero empinada y tortuosa, y deja buenas vistas de la sierra, la costa y de la ciudad. Trinidad y la bahía de Ancón al atardecer: ![]() Nuestro alojamiento estaba a unos 10 kilómetros de distancia, en la playa de Ancón, situada en la península del mismo nombre, donde se contemplan bonitos amaneceres y puestas de sol, como pudimos comprobar. ![]() ![]() ![]() El hotel en el que nos alojamos fue lo más cutre de todo el viaje. Un todo incluido de estilo soviético, en teoría remodelado ![]() ![]() ![]() ![]() TRINIDAD. Después del desayuno, volvimos a Trinidad (donde habíamos estado ya la tarde-noche anterior), encantadora ciudad colonial, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que precisamente este año de 2014 celebra el 500 aniversario de su fundación. Y eso era bueno y malo a la vez para nuestra visita. Bueno, porque la ciudad lucía espléndida, remozada y embellecida; malo porque todavía quedaban retoques por dar y algunos edificios estaban cerrados, pendientes de finalizar su restauración, la ubicación de los muebles y dar la última mano de pintura. En estos trabajos parecía involucrada toda la población, muchos de sus habitantes en plena calle colaborando cada cual como mejor podía y sabía. ![]() Por eso fue imposible acceder a alguno de sus habituales puntos altos para obtener buenas vistas de la ciudad: ni la torre de la Iglesia de San Francisco (con andamios), ni la del Palacio Cantero, ni otras similares, todo cerrado al público. Vi a una pareja canadiense, que había ido a hacer un reportaje fotográfico, suplicando el favor del acceso a alguno de esos lugares, no sé que pasaría al final. Por lo demás, Trinidad lucía sus mejores galas. Lo considero uno de los lugares imprescindibles en Cuba. El tema de los jineteros y vendedores que acosan a los turistas, simplemente hay que decir “no, gracias”, y se acabó. Si te abordan para venderte collares u ofrecerte alguna otra cosa, no hay que pararse a curiosear o darles carrete si no se desea comprar porque entonces lo llevas crudo. Si ven que realmente no quieres nada, te dejan en paz enseguida. ![]() Como en casi toda Cuba, es habitual ver largas colas de personas para entrar en las tiendas oficiales a comprar productos; aquí esperan pacientemente sentados en la acera: La Plaza Mayor es una postal mágica, detenida en el tiempo, sus bellas casas de colores brillando al sol. ![]() ![]() Uno de sus edificios más insignes, el Palacio Brunet, sede del Museo Romántico, estaba cerrado, así que visitamos el cercano museo de Arte Colonial que conserva entre otras cosas una curiosa ducha del siglo XIX. ![]() ![]() ![]() Próximos también están la iglesia y convento de San Francisco (la que sale en casi todas las postales de Trinidad), la Casa de los Conspiradores, la iglesia parroquial de la Santísima Trinidad, el Palacio Cantero… Toda Trinidad es una obra de arte, amenizada por la música de sus cantantes callejeros entonando el himno al Che. ![]() ![]() ![]() Estuvimos en la Canchánchara, ubicada en un edificio del siglo XVIII, tomando su típico cóctel y escuchando a un grupo tocar y cantar; y vimos la Bodeguita del Medio que ha abierto sus puertas en un edificio cercano. ![]() Y la casa de la música, al final de la famosa escalera. Entramos a visitar una casa particular, de una señora muy mayor, que nos la mostró orgullosa de su herencia. No se puede uno imaginar la belleza que encierran esos muros algo faltos de mantenimiento pero con detalles encantadores como los cojines de ganchillo, la lámparas, el precioso patio interior y la inevitable mecedora. ![]() ![]() ![]() También estuvimos en una escuela de primaria, viendo a los niños en su clase, los colores de sus uniformes según su edad, siempre con la sonrisa dibujada en sus caras. Pero al margen de todo esto, de los monumentos y los edificios, lo mejor de Trinidad es pasear por sus calles, fijarse en las coloridas fachadas de sus casas, las puertas (a menudo una puerta central con otras más pequeñas recortadas para entrar), en sus ventanas casi tan grandes como las puertas, con rejas y adornos de hierro forjado o con barrotes de madera las más antiguas, y con contraventanas en vez de cristaleras, para dejar pasar el aire pero no el sol. Toda una galería en la que resulta difícil escoger escenario para la fotografía. ![]() ![]() ![]() ![]() Una visita a Trinidad puede durar una hora, un día o tres, depende de cada cual, pero siempre valdrá la pena. ![]() ![]() Y también hay algo más para ver al margen del bonito centro de la pequeña ciudad, una Trinidad más pobre, pero que sabe conservar los colores brillantes en sus maltrechas fachadas: ![]() En el trayecto de Trinidad a Cienfuegos recorrimos la carretera que va por el sur de Cuba, con el mar Caribe de fondo a la izquierda y las elevaciones de la sierra de Escambray a la derecha. ![]() Plantaciones de arroz: ![]() CIENFUEGOS. El centro histórico de Cienfuegos también es Patrimonio Cultural de la Humanidad. La ciudad fue fundada en 1819 por colonos franceses y sus calles presentan un trazado en de cuadrícula neoclásica. Cuenta con un conjunto de edificios coloniales realmente significativos, con soportales y hermosas fachadas, los que están restaurados lucen realmente muy bonitos. Tiene un paseo del Prado incluso más largo que el de La Habana y la esencia marinera se percibe yendo a la entrada de la bahía, dominada por el castillo de Jagua y el puerto pesquero de Perché. ![]() ![]() Alrededor de la plaza Mayor, que tiene en su centro el parque Martí, se encuentran construcciones muy significativas, por ejemplo el Teatro Tomás Terry, construido entre 1886 y 1889, que pudimos visitar. Muy bonito su interior. ![]() ![]() ![]() ![]() Punta Gorda era el barrio aristocrático de la ciudad a principios del siglo XX, se encuentra en el extremo sur de la bahía y conserva estupendos edificios, como el suntuoso Palacio del Valle, con una decoración neomudejar impresionante, el palacio azul, que actualmente es un hotel y el edificio del Club Naútico, construido en 1925 y hoy restaurado para fines turísticos. Comimos precisamente aquí, mirando al mar. ![]() ![]() ![]() Me gustó bastante Cienfuegos. Es muy diferente a Trinidad, pero me pareció una visita de las que se pueden recomendar si se tienen unas horas libres y pilla de paso. Después largo regreso de viaje a La Habana, vía Varadero. Vimos tierras de cultivo, arrozales, cítricos, caña de azúcar... Lo que no me gustó demasiado fue Varadero, pasamos también por Matanzas, pero ya era de noche y no vimos nada. Etapas 7 a 9, total 11
Estábamos alojados en el Hotel Sevilla, a un paso del Paseo Martí (más conocido como Paseo del Prado, que fue diseñado a imagen y semejanza de su homónimo madrileño), así que movernos por La Habana Vieja, la Habana Centro y la zona del Malecón era sumamente fácil y cómodo, se llega andando a cualquier sitio. Luego, el callejeo por las diferentes zonas te lleva todo el tiempo que quieras dedicarle y más.
Paseo del Prado:
![]() ![]() ![]() La tarde que volvimos de Viñales la aprovechamos para recorrer el Paseo del Prado hasta el Malecón; junto al castillo de San Salvador de la Punta se tiene una espléndida vista de la zona del Vedado, pero a esa hora de la tarde el sol daba de frente y decidimos seguir en dirección contraria por la Avenida del Puerto, paralelo al Canal de entrada a la bahía, con el castillo del Morro y la fortaleza de San Carlos de la Cabaña al otro lado, iluminados por el sol. Vimos el Monumento al General Máximo Gómez, una curiosa fuente de Neptuno sin agua, el puerto, el edificio de la Aduana, la plaza de San Francisco, una iglesia ortodoxa con cúpulas de oro… Y vimos por todas partes los coches americanos, que inevitablemente tanto nos llaman la atención.
Castillo de los Tres Reyes del Morro:
![]() Fortaleza de San Carlos de la Cabaña: ![]() ![]() ![]() ![]() Como se estaba haciendo de noche, preferimos no meternos por calles pequeñas, ya que no las conocíamos y haber visto la oscuridad de la primera te hace recelar un poco al principio. Así que bajamos hasta la Avenida de Bélgica para volver por una calle amplia hasta el Parque Central. Según íbamos caminando, ganábamos en confianza. La iluminación no es semejante a la de las calles españolas, pero no tardas en alejar cualquier idea de inseguridad. Allí cada uno iba a lo suyo, y lo único que se podía temer era la insistencia de los chicos de las bici-taxis ofreciendo sus servicios. Con un “no, gracias”, asunto arreglado. …Después de semejante paseo (a lo tonto a lo tonto, varios kilómetros), volvimos al hotel y ya no nos apeteció salir, así que cenamos de nuevo unas tapas en el patio andaluz, escuchando a un grupo cubano que cantaba de maravilla. Para el primer día completo que íbamos a pasar en La Habana, había quedado con un guía local de los que se recomiendan en el foro. Era la primera vez que contrataba a un guía y le di muchas vueltas, por eso de estar todo un día con una persona que no conoces. A mi marido no le hizo mucha gracia la idea, pero a mi me apeteció probar en parte por el recelo que me produjo el tema de los jineteros (tampoco es para tanto) y, también, por si podía ver una ciudad tan peculiar como La Habana de un modo diferente. No voy a insistir más en el asunto del guía porque no se trata de hacer publicidad, simplemente decir que para visitar La Habana no hace falta una persona que te guíe sino un buen plano, información, saber lo que quieres visitar y guardar las precauciones normales que en cualquier parte. Sin embargo, también reconozco que fuimos a lugares a los que no hubiéramos ido solos, no por nada, sino porque si no los conoces, los pasas por alto; al final, vencidos los recelos iniciales (nosotros no somos de los que se enrollan fácilmente) terminamos conversando de todo, como si nos conociéramos de toda la vida y el guía parecía un amigo cubano que nos estaba enseñando su ciudad, sin alardes enciclopédicos (que no deseábamos) sino más bien en cuanto a la vida habitual. Una experiencia bastante positiva. Caminamos por el Paseo del Prado hasta el Parque Central, descubriendo los edificios que lo bordean y la zona en que se reúnen los cubanos para debatir de todo, vimos relucientes coches americanos aparcados frente al Teatro Nacional (ahora en obras). La zona en torno al Capitolio (también está en obras, con andamios y no se puede visitar) está rodeada de edificios notables, de una arquitectura espléndida, muchos de ellos pertenecen a hoteles y restaurantes y están rehabilitados: el Hotel Inglaterra, el Hotel Plaza, el Centro Asturiano, el Centro Gallego ![]() ![]() ![]() Llegamos hasta las proximidades de la curiosa puerta con techo de pagoda, un regalo de China a Cuba, que realza la entrada al barrio chino, que ahora de chino tiene poco, por cierto. Allí cogimos un taxi colectivo, de los que utilizan los cubanos para desplazarse. Va subiendo y bajando gente que se dirigen a la misma zona por unos pocos pesos nacionales. Como el transporte público es muy deficiente, no hay metro y los autobuses vienen tarde, mal o nunca, los habaneros se mueven mucho en este tipo de taxis, muy viejos y maltrechos, que a menudo van completos. Nosotros íbamos a la Plaza de la Revolución. ![]() ![]() Hacía un calor agobiante y el sol pegaba muy fuerte en un lugar tan abierto. En la Plaza de la Revolución se encuentran varios edificios gubernamentales, uno de ellos el Ministerio del Interior, que cuenta en su fachada con el famoso rostro en hilo de bronce del Che. También está allí el monumento a José Martí, con una torre de 109 metros de altura en forma de estrella, una estatua del héroe nacional y un museo. Se pagan entradas diferentes por visitarlo de cerca, por entrar a la exposición (no fuimos) y por subir a lo alto de la torre para ver las vistas. Lamentablemente, la torre estaba cerrada porque no funcionaba el ascensor, por lo que nos conformamos con las vistas desde la base, que tampoco están mal. Vimos el asiento desde donde Fidel pronunciaba sus interminables discursos y dimos una vuelta por los alrededores. La plaza me pareció enorme, muy fría y distante, todo lo contrario que otras zonas de la ciudad, como La Habana Vieja, el Vedado o Habana Centro. ![]() ![]() En otro taxi colectivo, este tipo camioneta, compartimos el viaje con una familia con un par de niños preciosos, para regresar a la zona del Capitolio, en cuyas inmediaciones siempre hay llamativos coches antiguos de todo tipo y estado para alquilar.
![]() ![]() ![]() ![]() Ya a pie, fuimos al parque de la Fraternidad con el ceibo gigante, el árbol sagrado cubano, rodeado por una verja en la que figuran forjados en hierro los escudos de todos los países americanos y también las estatuas de algunos de sus presidentes:
![]() Y la Fuente de la India: ![]() Recorrimos después bastantes calles en las que se desarrollaba la vida diaria: vimos a los habaneros haciendo colas en las tiendas estatales, con sus boletos (las cartillas de racionamiento), que cada vez incluyen menos productos básicos, sus mercados, casas de comida y cafés, donde solo se venden productos en pesos nacionales, panaderías… un poco de todo. Por la calle Bélgica llegamos hasta la Estación Central, vimos los restos de la antigua muralla, la Iglesia de San Francisco de Paula, que hoy es una sala de conciertos, la casa natal de José Martí; entramos a tomarnos un cóctel al Havana Club, donde también está el museo del ron (no lo vimos).
![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() ![]() No puedes sino fijarte en que no en una, dos o tres casas, sino en muchas, detrás de las fachadas, no hay nada, un espacio abierto al vacío interior. En algunos pisos superiores, solo se conservan los balcones, ya no existen las habitaciones o carecen de tejado, pero el gran número de prendas de ropa tendida hablan muy a las claras de la cantidad de personas que pueden residir allí. Y es que la gente humilde no tiene dinero para reparar las fachadas de unas casas que no quieren abandonar pese a su estado ruinoso porque en ellas se ha desarrollado su vida. Según nos comentaron, el poco dinero que hay da si acaso para arreglar un poco la parte interior de los hogares, pero no para pintar y remozar fachadas. La gente se apiña en las habitaciones que están en mejor estado, abandonando a su suerte las demás, cuyos balcones quedan casi colgando en el aire.
![]() ![]() Esta casa fue la Embajada de España en tiempos republicanos, curiosa paradoja pues la fachada está adornada con las figuras de Reyes de España y su escudo:
![]() Sorteando callejuelas, terminamos en la bonita plaza de San Francisco, una de las cuatro imprescindibles en La Habana Vieja (las otras son La Plaza Vieja, la Plaza de Armas y la de la Catedral), con la iglesia del Santo que le da nombre, la fuente de los leones, la antigua casa de Aduanas, y la lonja del Comercio. Allí está también el Café de Oriente y un curioso cruceiro.
Esta figura representa a un personaje muy querido en La Habana (no consigo recordar su nombre), pero que la tradición dice que se tendrá suerte si se le toca la barba y la mano izquierda, que están desgastados de tanto "sobo". Naturalmente, cumplimos con la tradición. ![]() ![]() ![]() Callejeando por Oficios, Amargura, Lamparilla, Brasil… fuimos a ver la maqueta de La Habana Vieja, aunque en realidad abarca mucho más. Muy interesante poder observar el trazado de la ciudad, con la reproducción fiel de sus casas.
![]() Después fuimos hasta la Plaza Vieja, en uno de cuyos edificios se encuentra la Cámara Oscura que ofrece la fotografía en vivo de una buena parte de la ciudad además de unas bonitas vistas.
Íbamos a comer en el restaurante El Trofeo (que está en el piso de arriba del conocido Los Nardos, frente al Capitolio), pero había problemas con el gas y la cola era inmensa, así que nos fuimos a la calle Obispo, al restaurante El Coco. Buenos platos con guarnición por 6 y 7 cuc. Yo tomé una ropa vieja muy rica y también estaban muy buenos los camarones (gambones) al ajillo que tomó mi marido. La sobremesa se alargó con la charla y por culpa de los fallos de suministro en el gas en La Habana ese día, que retrasaron las comidas. Cuando terminamos, más callejeo (Obrapía, San Ignacio…) hasta que llegamos a la Plaza de la Catedral.
![]() ![]() ![]() Entonces empezó a diluviar. Menos mal que en La Habana gran parte de los edificios cuentan con soportales y pudimos refugiarnos en compañía de Antonio Gades, cuya estatua contempla atentamente la plaza.
Estuvo lloviendo sin parar más de tres cuartos de hora. Cuando paró un poco, nos decidimos a salir: las calles de los alrededores estaban inundadas. Tomamos Empedrado y pasamos por la Bodeguita del Medio, pero no nos pudimos parar porque íbamos empapados. Cuando llegamos al hotel eran las siete de la tarde, ya de noche, los zapatos que llevaba los tuve que tirar. Aunque se nos aguó la fiesta al final, habíamos visto muchas cosas y fue un día bastante agradable.
Etapas 7 a 9, total 11
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