![]() ![]() 22 días: Aventuras y desventuras en el sudeste asiático (Tailandia) ✏️ Blogs de Tailandia
Mujer sola aventura buscaAutor: Macruzca Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.3 (3 Votos) Índice del Diario: 22 días: Aventuras y desventuras en el sudeste asiático (Tailandia)
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Uno de agosto. Todavía había trabajado aquel día. La tarde la había pasado ultimando los detalles de una mochila de apenas 10 kilos. ¿Por qué quieres correr riesgos innecesarios? - Me preguntó un amigo que vino a recogerme para llevarme al aeropuerto.- ¿Riesgos? ¿Quién iba a correr riesgos? Me dió unos candados (yo nunca sé dónde los guardo de un año para otro) que utilicé a conciencia. De hecho, el año anterior había viajado a China y no me había preocupado de cerrar la maleta, pero la idea de que me pudieran ver extranjera y sola y que me metieran algo en el equipaje era lo que más me preocupaba de esta mini aventura. Me regaló también una pequeña navaja, que por cierto, adquiriría su pequeño protagonismo en los días siguientes, y así, a las 22h, llegábamos al aeropuerto de Barajas.
La fila de AEROFLOT ya contaba con un montón de gente. Al menos esta vez el avión no olerá a comida china -pensé, satisfecha-. Rodeada de rusos, vislumbré un par de chicos cuyas mochilas delataban su destino: sudeste asiático. Subí al avión, ocupando una butaca junto a dos asientos vacíos. Al momento Miguel y Jaime - Jaime y Miguel me saludaron: hola Macruzca! Me habían llamado por megafonía unos minutos antes de embarcar y debían haber oído mi nombre. Efectivamente, los tres teníamos por delante 18 horas de vuelo hasta Hong Kong. Y comenzó el viaje.
Debían ser las 10 de la noche cuando arribamos al húmedo HK. Intentábamos comprar los billetes del AIRPORT EXPRESS cuando se nos ofreció un conductor (que no un taxista) para llevarnos a nuestros hoteles por un módico precio a los cinco. Y digo a los cinco porque en el trayecto habíamos conocido a una pareja, Cris y Ricard, madrileña y alicantino respectivamente, que, como nosotros, tenía HK como punto de partida en tierras asiáticas.
De pronto nos encontramos en una cómoda furgoneta de luxe con aire acondicionado, que lograba aislarnos del sofocante calor de la noche oriental. Uno a uno nos fuimos despidiendo y, a las 12 de la noche, llegaba yo a Fortress Hill, en la misma isla, donde me aguardaba una habitación que había reservado con un par de meses de antelación. Entré en aquel edificio que de alguna forma me recordaba a los suburbios de San Francisco. No se equivocaba la Lonely Planet al asegurar que los edificios de la zona carecían de cualquier medida de seguridad. En efecto, aquello era una ratonera. Los cables estaban por todas partes, al alcance de cualquiera, y había velas encendidas en el suelo que iluminaban los angostos y laberínticos pasillos que lograron inquietarme. Al fin encontré la puerta de entrada al YES INN HOSTEL. Rogué para que me abrieran aquella noche. La calle estaba desierta y no era momento para ir buscando otro alojamiento. Me abrieron. Mi reserva era conforme. Cobraron por adelantado y de pronto me vi rodeada de chinas en un espacio diminuto. Ya empezaba a rememorar el olor a pato cocido cuando sonó mi móvil: ESTAMOS EN LA ZONA DEL SOHO. EN LA MISMA ISLA. EN D’AGUILAR STREET. No me lo pensé dos veces: me pegué una ducha rápida y cargué, de nuevo, con mi riñonera de Coronel Tapioca que tantos kilómetros ha hecho conmigo. Paré el primer taxi que vi y le indiqué: D’AGUILAR STREET, PLEASE. Me miró. Parecía no comprender. Pensaba que los taxistas de HK hablaban inglés, pero me tocó el chino mandarín. A través de una llamada a la central de taxis y después de repetírselo a la señorita cuatro veces (D of Denmark, A of ANGOLA, etc.) parece que me entendió y el taxi cambió el rumbo. De repente, recostada sobre el sillón, disfruté pensando que me encontraba al otro lado del globo, en un taxi a la 1 de la mañana, en dirección a no sé qué lugar a tomarme una copa (o las que fueran). Llegué a la susodicha calle. Lo supe porque encontré ingleses borrachos, alemanas vestidas de tirolesas (verídico), suecas escotadas y atractivos australianos. Yo llegué con mis bermudas y mis chanclas. No sé si se notaba el contraste pero cuando vas de guiri todo es aceptable. Subí la calle y allí estaban. Aquella noche de agosto el Bombay Saphire sabía como nunca.
Me levanté a las 2 de la tarde. Tenía un dolor de cabeza horrible y en mi habitación sólo quedaba una china. ¿Habría venido a HK para estar todo el día delante del portátil? Me pegué una buena ducha que me recordó alguna que otra de Bologna, donde los pisos, igual que en este hostel, solían combinar wc con ducha y para lavarte el pelo prácticamente tenías que sentarte en el wc… en fin. Al menos era mejor que los agujeros de China.
Salí del hostel, cogí el metro (tenía una parada enfrente) y me dirigí a la península de Kwonloon. A Tsim Sha Tsui, centro neurálgico de HK. Caminé durante horas por tiendas, mercaditos y grandes malls. Los centros comerciales hongkoneses son impresionantes. Nunca he visto tanto lujo por metro cuadrado. Pero lo más asombroso no es eso: lo más asombroso es que todos están repletos! Y de chinos! Me perdí entre la multitud sin rumbo fijo. Cruzaba las calles siguiendo a la masa, que me guiaba en dirección a ninguna parte. Llegué a la arteria principal de la península, Nathan Road, caminé por Salisbury Road y bajé al paseo de las estrellas. Después de unas horas andando bajo el sol me tomé un respiro en el Starbucks frente a la bahía. Allí me sentía una más. Vistas estupendas hacia la isla y un buen frapuccino. Con mucha nata. Y el sol pegándome en la cara. Agosto. Pasé la tarde en el barrio de Jordan, Mongkok y visité el popular Lady’s Market. Realmente se trataba de una extensión de la China continental y no me impresionó demasiado. De nuevo, los olores, los peces, vivos, en el barreños con agua, listos para ser cocinados. Frescos. Los ventiladores ahuyentando las moscas del pescado y marisco, y la gente, aprovechando que el calor amainaba, cenando en medio de la multitud. Sin más. Cogí el Star Ferry de vuelta a la isla. Había caído la noche. Increíbles las vistas sobre el Skyline de HK. Y la gente agolpada para retratarse. Para inmortalizar sensaciones. Para retratar lo vivido, retratar lo sentido. Para inmortalizar el momento. Eso es. Yo, agotada, ya sólo pensaba en dormir... con aire acondicionado. 📊 Estadísticas de Diario ⭐ 4.3 (3 Votos)
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