El resto del tiempo que pasamos en Bangkok ya lo he contado en las etapas correspondientes a la capital. Como es habitual, nos trasladaron al aeropuerto con tiempo suficiente para facturar y pasar sin problemas los controles de seguridad y pasaportes. Otra vez, tuvimos que tomar el trenecito para ir a la terminal satélite. Me encanta la palabra "Madrid" en tailandés.

Afortunadamente, aunque gigantesco, el aeropuerto de Bangkok también es muy entretenido, con un montón de tiendas de todo tipo y algunas esculturas muy curiosas que, a la vez que te hacen sonreír, te animan a tomar las últimas fotos de recuerdo.



El vuelo de regreso fue también con Iberojet. Salió en hora y, aunque no tuvo incidencias dignas de mención aparte de varios tramos de turbulencias, resultó muy pesado, pues duró 13 horas y 20 minutos, todas ellas de noche. Por lo demás, los mismos comentarios que a la ida. Bueno, una anécdota: todos recordábamos la terrible cena de “pasta” que nos pusieron a la ida; así que el personal empezó a pedir unánimemente el pollo, con lo cual a mitad de las filas se les terminó (estaban alucinados de que todo el mundo pidiera pollo; espero que reflexionen sobre el motivo y lo tengan en cuenta en lo sucesivo): yo fui la última afortunada que lo logró: ja,ja,ja. Pobrecillos, los demás.
Conclusiones.
No voy a eternizarme con las conclusiones, pues ya he ido poniendo qué me han parecido, en general, los sitios que visitamos. Como resumen, Tailandia me ha gustado mucho más de lo que me imaginaba en principio. Claro que quizás influye que ha sido el primer país del Sudeste Asiático que he visitado. Y me alegro de haber tenido esta oportunidad porque, quizás, de haber ido antes a Vietnam, por ejemplo, no habría sido lo mismo.



El trato con los tailandeses me ha resultado muy sencillo. Son muy amables y están dispuestos a ayudarte en todo momento, aunque tampoco hay que volverse loco y confiarse, porque no faltan los intentos de timos, sobre todo en los lugares más turísticos de Bangkok. Ir con un mínimo de información previa lo resuelve casi todo. Lo peor, el tráfico, realmente infernal. Hay que mentalizarse para transitar por las calles sin morir en el intento. Pero se aprende y se sobrevive.



Otro acierto fue la época del viaje. Diciembre resultó ser un mes fantástico. Temperaturas agradables (sobre todo en el norte) y ni un solo día de lluvia. Calor en Bangkok pero sin agobios. En cuanto a la seguridad personal, sin ningún problema. Caminé de noche y de día, a veces sola, sin sentirme insegura en ningún momento. Creo que en otros destinos no me hubiese metido por donde me metí allí.


La comida estaba muy rica, aunque en esta ocasión me alegré de ir en un viaje organizado porque me hubiese resultado difícil alimentarme varios días seguidos con todo el picante que ponen. De este modo, siempre había variedad para elegir, lo que agradecí bastante por mis problemas estomacales crónicos. Podría buscar los nombres de los platos típicos tailandeses (también tomamos chinos y japoneses), pero me da pereza, la verdad. Me costaría mucho copiarlos y mis gustos tampoco tienen por qué coincidir con los de otras personas. De modo que prefiero poner un resumen visual de lo que fuimos tomando según algunas fotos que hice, no de todo, claro está. Probamos bastante comida tradicional, cuyos ingredientes nos iba explicando la guía local. Un día, nos reímos mucho porque, en plan de homenaje, se le ocurrió encargar a un restaurante que nos preparasen “tortilla española”. Increíble, no sé quién la haría, pero no estaba del todo mal, quizás un poco simple porque no llevaba cebolla; pero, vamos, mejor que se dediquen a lo suyo y que nos dejen a nosotros nuestras tortillas.

Para terminar con el tema gastronómico, solamente un par de curiosidades, que no recuerdo si ya las he comentado: los tailandeses no ponen cuchillo para comer, solo tenedor y cuchara, que se utiliza como sustituto del cuchillo. Por ese motivo, los trozos suelen ser pequeños. A veces, teníamos algún que otro problemilla peleándonos con la cuchara. En cuanto a los palillos, solamente los emplean para tomar fideos, para nada más.

Me gustó mucho Bangkok y sus contrastes, y no dudé en sacrificar la excursión al mercado flotante y al de las vías del tren para estar más tiempo recorriendo a mis anchas la capital tailandesa. En cuanto a las compras, no comento nada porque apenas suelo comprar en mis viajes; prefiero dedicar ese tiempo a ver más cosas. Eso sí, lugares para hacerlo había a miles, tanto en los tradicionales mercados callejeros como en centros comerciales, algunos inmensos, para todos los bolsillos, con productos legítimos y “réplicas”.



En cuanto al resto de los sitios, ya he ido comentando lo que me han parecido, así que no me repito. Desde luego, me hubiese gustado que el viaje fuese más largo en duración, pero cuando te embarcas en este tipo de rutas has de aceptar sus ventajas y sus inconvenientes, optimizando en lo posible el tiempo disponible, algo que trato de hacer y a lo que me estoy acostumbrando.



En mis diarios, solamente pretendo contar mi experiencia y dar mi opinión sobre los sitios que he visitado, pero sin intención de recomendar nada en especial, pues cada cual tiene sus gustos y sus preferencias. Siempre he sido de la opinión de que no hay mejor viaje que el que prepara uno mismo, pero las circunstancias mandan y también me he convencido de que con cualquier tipo de viaje se puede disfrutar mucho poniendo interés, ilusión y ganas de conocer lo que se va a ver. Y para eso, lo mejor es informarse.


¡Adiós, Tailandia! Ha sido un placer.