Los viajes de Rona ✏️ Blogs de Global

Llegamos a La Habana a medianoche, una calurosa y espesa noche. Nos esperaba Nelson, el taxista que nos había facilitado Maritza, nuestra anfitriona en la ciudad, y a cuya casa nos llevó en su chevrolet azul del 51. Así fue nuestro primer contacto con el olor predominante de La Habana: gasolina y aceite de motor.

Tras pasar por casa de Maritza,(casamaritzaymanolo.wordpress.com/) en la calle San Miguel, en Habana centro, fuimos a nuestro primer alojamiento en casa de la Sra Elvira (www.destinohabana.com/ ...lvira.html) en la calle Espada, donde nos enfrentamos a seis interminables tramos de escalera.

El sacrificio valió la pena, ya que llegamos a un acogedor apartamento con un coqueto balconcito desde el que se veía el mar, el Hotel Habana libre y el monumento de la plaza de la revolución. Dos habitaciones dobles (en este viaje éramos cuatro)cada una con su baño completo y aire acondicionado así como un pequeño salón y una cocina con nevera a nuestra disposición.

Allí pasamos nuestros primeros 5 días en la Habana.[img]http://[/img]

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Desde nuestro alojamiento en la calle Espada (centro Habana), se podía bajar hasta la Habana vieja por Neptuno, San Miguel o San Rafael. Neptuno era la calle mejor asfaltada y con más comercios, como el pequeño bar-restaurante Come y calla, donde sirven unos estupendos cócteles y jugos naturales por menos de un cuc ( equivale a un euro) y CON AIRE ACONDICIONADO.

Bajando por cualquiera de las tres calles se llega al parque central, con el monumento a José Martí. Si bajas por San Rafael llegas directamente al hotel Inglaterra donde se puede cambiar divisa sin ser cliente del hotel y sin hacer cola , a veces demasiado larga en las cadecas. Aunque el cambio es algo desfavorable, nos mereció la pena.

El parque central es el lugar de inicio de las líneas de autobus que llevan a las playas del este (5 cucs ida y vuelta) y el bus turístico (10 cucs todo el día hasta las 18 h)

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En el parque central se encuentra una estatua de José Martí, que parece observar todo desde su pedestal.

Calurosa mañana de julio en el parque central de La Habana. Pasan las maniseras canturreando -“maniii la maniseraaa llegoo” con sus blancos cucuruchos de papel. Cuando oí la cancioncilla sonreí a la vendedora y ella me devolvió la sonrisa con un “anda cómprame un cucuruchito de maní”.

Aparcados enfrente del capitolio están los taxis antiguos, en su mayoría descapotables, esperando a los turistas. Viajar a Cuba es como retroceder en el tiempo 30 o 40 años y más si nos fijamos en sus coches,la mayoría de ellos de origen americano. Más de medio siglo después de su época de esplendor, esos Cadillac, Chevrolet o Pontiac siguen rodando por las carreteras de la isla.

Tener un coche en Cuba implica ser mecánico y de los buenos. Es casi milagroso ver a algunos de estos coches renqueando por las calles y carreteras de Cuba, una muestra del ingenio y tesón de los cubanos.
Atravesando el parque entramos en La Habana Vieja,y nos encontramos con los almacenes de la Feria Fin de Siglo,un mercadillo de tenderetes con artesanía propia, souvenirs, libros, lienzos…a mejores precios que en otros lugares.

La calle Obispo, peatonal ,bajando en dirección al mar, en esta calle se encuentra el mayor número de comercios, bares, restaurantes.... En casi todos los locales de hostelería nos deleitan con música, bailes y sones de la isla, pequeños grupos de risueños artistas.

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