![]() ![]() Rocosas de Canadá (más Seattle y Glacier National Park) 2016 ✏️ Blogs de Canada
Relato de un viaje circular por Seattle, Vancouver, parques de las Rocosas de Canadá y Glacier National Park en los meses de agosto y septiembre de 2016.Autor: Lou83 Fecha creación: ⭐ Puntos: 4.9 (29 Votos) Índice del Diario: Rocosas de Canadá (más Seattle y Glacier National Park) 2016
01: Introducción
02: Día 00: de Palma a Madrid
03: Día 0: De Madrid a Seattle con escala en Chicago
04: Día 1: Seattle
05: Día 2: Cruzando a Canadá, North Vancouver y Stanley Park.
06: Día 3: Vancouver: Capilano Suspension Bridge, Lynn Canyon y Grouse Mountain
07: Día 4: Wells Gray Provincial Park y sus Moul Falls
08: Día 5: Wells Gray: Helmcken Falls, Dawson Falls y pasando por Mount Robson
09: Día 6: Jasper: Patricia, Pyramid, Maligne, Medicine... y Robson otra vez
10: Día 7: Jasper: Patricia, Pyramid, Angel Glacier, Valley of the Five Lake y SkyTr
11: Día 8: Icefields Parkway: Athabasca Falls, Tangle Creek Falls y Parker Ridge
12: Día 9: Athabasca Glacier, Waterfowl Lakes, Field y Golden
13: Día 10: Lake Louise y el Plain of Six Glaciers
14: Día 11: Lake O'Hara & Oesa, Peyto Lake y Takakkaw Falls
15: Día 12: Emerald y Moraine Lake, ¿cómo elegir?
16: Día 13: La fallida excursión de Sunshine Meadows.
17: Día 14: Johnston Canyon, Vermilion Lakes y un baño caliente
18: Día 15: Tunnel Mountain, Minnewanka Lake y rumbo a Nanton
19: Día 16: Waterton Lakes y sus Bertha Falls
20: Día 17: Osos y jorobas en Waterton Lakes
21: Día 18: Llegamos a Glacier National Park... bajo la lluvia
22: Día 19: El impresionante Grinnell Glacier Trail
23: Día 20: Hidden Lake Overlook
24: Día 21: Regreso a Washington desde Montana
25: Día 22: Día de compras
26: Día 23: Gas Works Park, descanso en Londres y a casa que ya es hora
27: Presupuesto
28: Vídeos
29: Making of
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Etapas 16 a 18, total 29
6 de septiembre de 2016
![]() Mapa de la etapa 13 Nuestra primera mañana en las calles de Banff arranca con un buen despertar. El silbato que los trenes siguen haciendo sonar hasta bien entrada la noche quedó asimilado rápidamente y no nos impidió conciliar el sueño. Aunque llevemos en pie desde algo más tarde de las 6:00 no es hasta las 7:30 cuando bajamos las escaleras y nos dirigimos al comedor principal, a la búsqueda de ese desayuno que Freda debe tenernos preparado. Nos encontramos una mesa con platos y cubiertos suficientes para acoger a un grupo de ocho o diez huéspedes, pese a que por lo que sabemos somos los únicos comensales para esta mañana. Acompañan a vajilla y cubertería todo un banquete a base de rollitos de canela, cereales, fruta fresca, mermelada, pan de molde, queso, jamón y alguna cosa más. Siguiendo las preferencias que le comunicamos el día anterior, Freda nos ha dejado preparadas jarras con leche, zumo de naranja y té pero ha omitido el café. Sorprendentemente y contra todo pronóstico, no hay bacon por ninguna parte. En el preciso instante en el que llegamos al comedor creemos oír a su marido salir por la puerta trasera de la cocina para pasear al perro, alimentando nuestras sospechas de que no tienen ningún interés en cruzarse con los huéspedes. A las 7:50 ya estamos de nuevo en nuestra habitación con la única meta de hacer tiempo hasta salir de casa. ![]() El banquete de Freda No tardamos mucho más en salir de casa, y es que a las 9:00 debemos estar presentes en la terminal inferior de la estación de esquí de Sunshine Village situada a unos 20 kilómetros de aquí. Lo que nos espera al llegar es un autobús lanzadera que, al igual que para el caso de Lake O’Hara, traemos contratado previamente por Internet. Sin embargo las diferencias son muchísimas, siendo mucho más sencillo conseguir plaza para subir a las Sunshine Meadows que conseguir un asiento para llegar a la celosamente protegida zona de Lake O’Hara. No obstante siguen repitiéndose las señales y consejos de los empleados para que respetemos los alrededores, caminemos solo sobre los senderos y pasarelas señaladas y tengamos presente lo que a estas alturas nos parece ya un mantra canadiense además de un muy buen eslogan: “Take only pictures, leave only footprints” (llévate solo fotografías, deja solo pisadas). El frío y las nubes son de las que asustan cuando aparcamos junto a una estación de Sunshine Village ahora desolada, sin el ajetreo de gente cargada de equipo que debe concentrarse aquí durante la temporada de esquí. El interior es acogedor y gracias a esa falta de público está muy tranquilo, con apenas media docena de turistas incluyéndonos nosotros paseando de aquí y allá. Canjeamos en el mostrador de venta de tickets nuestra reserva del autobús, viendo que podríamos haber esperado hasta el último momento para reservar ya que no hay problemas de aforo. Bueno es saberlo cuando el tiempo es tan inestable, ya que de no haber tenido el pasaje reservado podríamos haber esperado hasta el último momento para decidir llevar a cabo la visita o no en función de la meteorología. Tras unos pocos minutos que pasamos contemplando con terror como la nieve y la niebla protagonizan las imágenes de las cámaras en directo que muestra un televisor, llega el autobús escolar que nos llevará hasta las alturas. ![]() Las imágenes en directo no invitan al optimismo Son las 9:05 cuando empezamos a rodar, circulando enseguida a un ritmo muy lento por una empinadísima carretera de montaña. Sobre nuestras cabezas quedan colgadas las cabinas del teleférico de la estación, las cuales precisamente ayer se activaron por última vez hasta la próxima temporada. Cuando a las 9:30 alcanzamos la terminal superior Chris, nuestro conductor y el único realizando el servicio de autobuses durante el día de hoy, nos da un estupendo repaso informativo sobre las excursiones disponibles tanto para visitantes de un solo día como gente que piense pernoctar en las cabañas de la zona. La terminal superior puede parecer desangelada pero los baños y el “Mad Trapper’s Saloon & Restaurant” estarán abiertos para por lo menos dar servicio de bebidas y comidas calientes hasta la tarde, cuando a las 16:30 el último autobús de regreso vuelva a la estación inferior. Empezamos los cuatro gatos que somos a dirigirnos a la zona de arranque de excursiones, siguiendo todos el mismo camino que lleva al altiplano en el que empiezan a aparecer las bifurcaciones. Los senderos de la estación están bien señalizados, indicando en todo momento cuál es el giro correcto para cada destino y la distancia restante para alcanzarlo. El que a nosotros nos interesa es el Rock Isle Trail, un recorrido que de algo menos de cuatro kilómetros entre ida y vuelta que permite alcanzar un lago en las alturas con excelentes vistas panorámicas. O ese sería el caso si el tiempo acompañara, ya que según avanzan los minutos nuestras esperanzas por que el cielo se abra empiezan a desvanecerse. Parece que esta vez nuestra racha de suerte ha terminado y ya desde los primeros pasos nos acompaña una ligera nevada acompañada de una falta de viento que anticipa que no será fácil que esas persistentes nubes que nos cubren por completo desaparezca en el corto plazo. ![]() Preparando el inicio frente al Mad Trapper's ![]() Los alrededores de la terminal superior ![]() La cuesta que lleva al comienzo de todos los senderos ![]() Caminando bajo la niebla El ascenso ya considerable hasta el altiplano tiene continuidad cuando tomamos al desvío a Rock Isle hacia la derecha. Recibiendo de frente una nieve cada vez más intensa, alcanzamos el cartel que nos avisa de que estamos cruzando bajo nuestros pies la divisoria continental que marca la frontera entre dos vertientes hidrológicas. Como otras veces, se remarca el hecho de que si derramásemos agua en este preciso punto la mitad fluiría hasta el Pacífico en dirección al oeste y la otra mitad, tras 2.500 kilómetros, alcanzaría la bahía de Hudson acercándose ya a la costa este canadiense. ![]() La visibilidad no hace más que empeorar... ![]() ... y no somos los únicos que se preguntan qué hacemos aquí ![]() La división continental, explicada Alcanzamos en un tiempo mucho menor de lo previsto el Rock Isle Lake, fruto de haber apretado el paso y apenas habernos detenido ya que la densa niebla y nula visibilidad no incitan a ello. Y cuando llegamos aquí, la situación es peor que nunca. A duras penas vemos el lago, y no digamos ya el paisaje que debería rodearlo. La comparación con las imágenes que habíamos podido ver en directo a través de Internet cuando el sol lucía en Banff es deprimente. Nos hacemos fotografías que constituyan prueba de nuestro infortunio e intercambiamos impresiones con los dos matrimonios que han decidido realizar nuestra misma excursión, uno de Delaware y el otro de Alabama. ![]() Lo que debería ser el flamante Rock Isle Lake ![]() Esto será lo mejor que podremos ver el lago... ![]() ... ya que la niebla, lejos de irse, comienza a descender Dado lo rápido que hemos llegado, que todavía no son las 11:00 y que tampoco parece que vayamos a tener nada mejor que hacer, decidimos por lo menos hacer un poco más de esfuerzo realizando el regreso a la estación por la vía larga, la que supone unos cinco kilómetros ganando un poco más de altura antes de iniciar el descenso hasta el punto de inicio. Aunque la visibilidad vaya a ser nula por lo menos los diez metros a lado y lado que podemos distinguir no serán los mismos que durante la ida. Nos encontramos por el camino alguna llamativa vegetación que rompe los verdes y marrones del resto, y una serie de puentes y pasarelas heladas sobre los que extremar la precaución para no caer con cómico pero doloroso resultado. Cuando el camino se adentra en la densa vegetación alzamos la voz a menudo como prevención adicional a la aparición de osos, si bien Chris ya nos ha advertido de que la posibilidad es muy remota ya que a estas alturas de la temporada suelen haber abandonado esta zona en busca de prados que les faciliten más el sustento. ![]() Seguiremos por aquí ![]() Un poco de colorido para un día gris ![]() Ningún rincón se libra de la nieve... ![]() ... mucho menos los puentes hoy poco transitados Para qué nos vamos a engañar, nos acompaña durante todo el camino un sentimiento de frustración. No es que el recorrido por Sunshine Meadows fuera la razón única para realizar este viaje, pero tras investigarlo y hacer los trámites necesarios para visitarlo a nadie le gusta que su experiencia quede truncada por culpa de la meteorología. Pero ya no hay forma de remediarlo, así que hacemos acopio de positivismo e intentamos ver el lado bueno de las cosas: no todos los días recorremos siete kilómetros en compañía de copos de nieve que por momentos tiñen nuestra ropa parcialmente de blanco. ![]() No es fácil, pero intentamos ver el lado positivo ![]() I'm Walking on Sunshine, oooooh... Lógicamente la visibilidad mejora algo cuando iniciamos el descenso de regreso hasta la estación, pero sigue sin aparecer señal alguna de que la situación vaya a mejorar en las próximas horas. Así que entramos a las 12:15 en el Trapper’s Saloon con el único objetivo de informar de que nos interesa regresar en el autobús de las 12:30, aprovechar la conexión a Internet gratuita y conseguir sendos chocolates calientes a tres dólares la unidad para acompañar las porciones de pizza que traemos encima. Sí, chocolate con pizza, nunca es tarde para descubrir nuevas delicatessen. A las 12:30 y alcanzándolo antes de que termine de dar la vuelta porque ya iba a marcharse sin nosotros, nos subimos al bus escolar de Chris para dar por zanjada nuestra visita a Sunshine Meadows. No descartaríamos repetir el desembolso del desplazamiento otra mañana si esta viniera con mejor visibilidad, pero la previsión no es muy halagüeña. En resumen, lo que hemos visto parece indicar que es un gran sitio para el excursionismo en días despejados pero el riesgo de sufrir las mismas inclemencias que nosotros es constante. ![]() Empezamos a bajar... ![]() ... hasta alcanzar de nuevo la terminal superior ![]() Las góndolas, de vacaciones hasta la próxima temporada ![]() Nos despedimos de un Sunshine Village... ![]() ... que nos ha enseñado la peor parte de Canadá Son las 13:30 cuando estamos ya de vuelta en nuestra habitación de Odenthal’s desde la que trazamos nuestro plan para las primeras horas de la tarde. Dado que las calles de Banff también siguen cubiertas por el manto de nubes lo mejor que podemos hacer es perder ahora las algo más de dos horas que supone lavar la ropa sucia acumulada tras los últimos días. Salimos a las 14:00 en dirección al 317 de Banff Avenue donde algo escondida en el sótano de un pequeño centro comercial –casi cada manzana de Banff Avenue tiene uno en su interior- y cerca del supermercado que descurimos ayer se encuentra la Cascade Coin Laundry. A razón de nueve dólares por una lavadora de triple carga y entre tres y cuatro dólares por el secado nuestra ropa dará aquí vueltas durante algo más de hora y media. ![]() Odenthal's Bed and Breakfast Aprovechamos los periodos de tiempo en los que poder dejar la lavadora desatentida para pasear por las calles comerciales cercanas. Volvemos a salir cargados de tiendas de souvenirs con alguna bolsa y estudiamos a fondo un restaurante mejicano frente al que pasamos ayer y que hoy es firme candidato a servirnos la cena. Cuando volvemos al centro comercial de la lavandería disfrutamos en la planta baja de la conexión a Internet y pasan ligeramente las 16:30 cuando finalizamos el trámite con la ropa seca cargada en nuestra maleta de mano. Por desgracia el tiempo en Banff no ha mejorado. Hacemos una parada en la Liquor Depot, la mayor tienda de bebidas alcohólicas de cuántas hemos visitado hasta ahora y que tiene el detalle de ofrecer latas sueltas, librándonos por una vez de la obligación de llevarse un pack de seis. Configuramos nuestra pequeña selección de cervezas locales y volvemos al coche, donde sopesamos durante unos minutos cuánto sentido tiene visitar alguno de los lagos que tenemos en la agenda con las circunstancias actuales. Tras consultar nuestras notas -que incluyen qué momento y qué condiciones son las mejores para ver un lugar u otro- concluimos que la respuesta es que no tiene sentido alguno. Visitar ahora lagos como Vermillion o Minnewanka solo conseguiría un efecto similar a lo que ocurrió en Herbert Lake días atrás, cuando todo lo que nos aguardaba era una extensión de agua sin nada destacable ni contexto apreciable por culpa de las nubes. Por ese motivo decidimos regresar a casa con el plan de volver a salir un poco más tarde y realizar un nuevo paseo por las calles de Banff, lo único que parece tener sentido en un día como hoy. Llega ese “más tarde”, y alrededor de las 19:00 volvemos a dar con nuestros pies en Banff Avenue. Miramos escaparates, curioseamos en alguna tienda que todavía no nos había acogido y alcanzamos el mismo supermercado IGA con el que ya hemos topado varias veces. Entramos a reponer nuestras reservas de agua mineral y vemos que la oferta de comida caliente es mucho mayor que ayer, probablemente debido a ser una hora más temprana y al decrecimiento de público tras el alboroto del Labor Day. Mientras nos cruzamos por los pasillos con más gente castellanoparlantes que nunca decidimos renunciar al restaurante mejicano en favor de otra comida de “deli”, con cosas por aquí y por allá que nos permitan probar de todo a un precio contenido. Cuando llegamos a casa y disponemos todo sobre la mesa nos damos cuenta de que se nos ha ido la mano configurando el menú. Tenemos dos piezas de quiche de jamón y queso, unos nuggets de pollo, un “corn dog” –perrito caliente rebozado y servido en un palo-, una bandeja de sushi picante y una muy generosa bandeja de patatas fritas cortadas en gajos. Por si fuera poco añadimos una crepe de fresa, banana y nata bañada en sirope de arce que hemos sumado al festín durante el camino a casa. Sobra decir que acabamos rodando pero cómo lo disfrutamos. Con lo temprano que es, queda tiempo de sobras para ducharnos con tranquilidad y disfrutar de una noche de TV conectando nuestro portátil al cable HDMI originalmente enchufado al decodificador de televisión. Un nuevo capítulo de Braindead nos espera antes de dar por zanjado un día de lo más discreto debido al temporal pero que tras la excursión de la mañana nos ha permitido descansar y disfrutar de otros placeres menos saludables -traducción: cenar como cerdos-. ![]() Un festín... ![]() ... de postín Mañana, si con un poco de suerte la previsión del tiempo se mantiene, tendremos una tregua en forma de varias horas de nubes y claros suficientes para visitar Johnston Canyon, el otro plato fuerte antes de dejar atrás Banff. El resto del día, con una previsión menos optimista, está por ver si nos permitirá visitar otros puntos pendientes como Tunnel Mountain o los citados lagos de Vermillion y Minnewanka. Antes de que nos demos cuenta estaremos abandonando el bestial Parque Nacional de Banff –tan grande que parece tener pequeños subparques en su interior- para seguir nuestro rumbo al sur. Etapas 16 a 18, total 29
7 de septiembre de 2016
![]() Mapa de la etapa 14 El atracón de anoche provocó que antes de las 22:00 tuviéramos las luces del dormitorio apagadas, así que esta mañana a las 6:00 ya nos estamos desperezando. Aprovecho el silencio de la noche para afeitarme, descargar algunos capítulos nuevos en previsión de ratos muertos y escuchar por la ventana como los trenes no cesan en su empeño de hacer sonar el silbato. Según nos explicó Freda ayer el sonido no va tan dirigido a las personas como a los animales, ya que no sería la primera vez que un tren choca con un oso despistado. No es hasta las 8:00 cuando bajamos a ver qué desayuno nos ha preparado esta vez nuestra anfitriona. Tras pedirle prestado un abrelatas que necesitaremos más tarde para preparar nuestro almuerzo, nos sentamos a la mesa donde hoy tenemos algunas diferencias respecto al desayuno de ayer. Por ejemplo, en lugar de rollos de canela hoy nos esperan panecillos calientes que poder untar con queso y mermelada de arándanos. Y en lugar de cookies, tenemos una impresionante tarta casera de ciruela que casi nos terminamos entre los dos –bueno, sobre todo yo-. ![]() A Freda hay que quererla Tras felicitar a la cocinera y regresar al cuarto aprovecho los 30 minutos que cada día L se da de margen para asegurar que el desayuno no le provoca problemas de estómago y hacer una pequeña escapada en solitario. A escasos diez minutos a pie de nuestro hogar se encuentran los Cascade Gardens, punto de origen de una de las fotografías más famosas de Banff: la de Banff Avenue perdiéndose en el horizonte donde le esperan los 2.998 metros de altura de Cascade Mountain. Tras un breve y muy agradable paseo cruzando un gran puente alcanzo unos jardines que por desgracia no lucen todo lo que deberían a causa de unas obras que mantienen el estanque vacío y provocan ruido constante de maquinaria. Tampoco la vista es la ideal: el momento óptimo para estar aquí es entre las 14:00 y 16:00 de un día despejado, cuando la fachada de Cascade Mountain queda completamente iluminada por el sol. Yo me la encuentro en sombra y con la cima cubierta por unas testarudas nubes que se resisten a dejarse llevar con el viento al igual que hacen sus demás compañeras. De todos modos el paisaje merece la pena incluso en estas circunstancias y la nula afluencia de turistas, siendo los operarios tras de mí mis únicos vecinos, me permite pasar unos agradables 15 minutos. ![]() Cascade Gardens... y algunas nubes ![]() Haciendo lo que se puede ![]() Banff Avenue y Cascade Mountain ![]() El edificio que preside Cascade Gardens ![]() Puente de ida... ![]() ... puente de vuelta... ![]() ... y las vistas desde él ![]() No solo desde los jardines se puede ver la montaña Regreso ya al encuentro de L, quien parece estar en plena forma y lista para la acción. Alrededor de las 9:15 salimos rumbo a nuestra primera y esperamos que no única parada del día, ya que nos hemos marcado como objetivo exprimir al máximo la buena previsión meteorológica de hoy para compensar los problemas del día anterior. Conducimos 25 kilómetros en dirección noreste para alcanzar Johnston Canyon. Llegamos al aparcamiento pasadas las 10:00, todavía con bastante espacio disponible. Para variar nos encontramos unas instalaciones con unos baños completos que cuentan con electricidad y fontanería a diferencia de los habituales “hoyos” que suelen aguardar tras una modesta caseta de madera. Avanzamos unos metros y pasamos de largo la pequeña villa junto al aparcamiento de autobuses donde los visitantes tienen a su disposición un restaurante, una tienda de regalos y un puesto todavía cerrado de zumos y helados. Echamos a andar por el único –o por lo menos, el único anunciado- sendero posible y enseguida vemos que hemos escogido el día y momento perfecto para visitar la zona. ![]() Primeros pasos junto al Bow River Johnston Canyon es un cañón por cuyo interior atraviesa un río bravo que, entre otros saltos de agua, protagoniza dos cataratas de cierta entidad a las que muy originalmente han decidido llamar Lower y Upper Falls. Tanto ambos saltos como el resto del río pueden visitarse gracias a un camino y una serie de pasarelas colgantes perfectamente acondicionadas para cualquier tipo de público. Por eso se trata de una de las atracciones más populares de Banff, siendo capaz de acumular tal densidad de público que el tránsito por dicho sendero se asemeja más al de un paseo por una calle comercial. ![]() El río Bow atravesando el cañón ![]() Pequeños tramos donde el agua gana velocidad Sin embargo ya desde nuestros primeros pasos vemos que la afluencia de gente es totalmente soportable y permite pasear junto a los primeros tramos de río con total tranquilidad. Para rematarlo este es un lugar que conviene visitar en horas en las que el sol no incida directamente sobre el cañón, ya que de lo contrario la combinación de luces y sombras hace complicado tomar fotografías equilibradas. Y eso es lo que hemos hecho: antes de que sean las 11 y con el sol sin alcanzar todavía el punto más alto podemos ver todos los matices de las paredes del cañón sin entrecerrar los ojos. En un santiamén –que en nuestra unidad de medida equivaldría a 1,1 kilómetros con apenas 30 metros de elevación- alcanzamos las Lower Falls. Una pequeña pero vistosa cascada que ofrece a su derecha un pequeño túnel con un último mirador a escasos metros de ella y en cuyo acceso se guarda turno debido al poco espacio disponible en éste. Pasamos los minutos de rigor viendo como el agua cae y sigue su curso, tras lo cual retomamos el sendero para afrontar ahora los algo más de dos kilómetros y ascenso de 120 metros que llevan a las Upper Falls. ![]() Las Lower Falls... ![]() ... y la cola para poder verlas Pero antes tenemos una misión que cumplir. En alguna parte de este Johnston Canyon, y mediante un acceso no anunciado entre las Lower y las Upper Falls, se esconde una pequeña cueva secreta. Lo sabemos porque en búsquedas de imágenes del cañón en Internet no es difícil que las primeras páginas muestren ya alguna espectacular imagen de dicha cueva, desde cuyo interior se puede disfrutar de un balcón a un pequeño meandro que el río rodea tras aparecer previamente a través de una pequeña catarata. Tras nuestras investigaciones todo lo que sabemos es que de un modo u otro desde el sendero oficial puede verse claramente una vía fuera de ruta, pero lo más detallado que hemos encontrado es que esta vía aparece “tras 30 minutos subiendo desde la catarata inferior”. No es una información muy precisa, así que tras unos pocos minutos empezamos a escudriñar con la mirada todo lo que pueda parecer un camino que nazca a nuestra derecha y en cada candidato me avanzo unos metros para averiguar si es lo que andamos buscando. ![]() Seguimos acompañando al río La misión nos supone pasar nervios y algún disgusto. Los tres o cuatro primeros intentos me llevan por rutas que a cada paso más parecen caminos que descienden hasta la orilla del río pero abruptamente terminan en un precipicio unos diez o doce metros sobre el nivel del agua. Además el primer intento tiene lugar por una fuerte bajada de tierra húmeda en la que resbalo, consiguiendo evitar el descenso en modo tobogán al agarrarme por instinto a una raíz de un árbol. Me llevo para el recuerdo el susto y un buen montón de tierra pegado al pantalón. Sigo intentando dar con el camino acertado pero con un cabreo creciente. Y entonces todo empieza a mejorar. Pasada la señal que anuncia que faltan solo 900 metros para las Upper Falls y cuando ya creemos que no encontraremos la cueva, se abre a la derecha un nuevo camino con buen aspecto. Tampoco tenían mal aspecto los anteriores, así que comienzo a andarlo con esperanzas moderadas. Pero avanzo, avanzo y entonces veo claramente que es aquí. El meandro que espero alcanzar está frente a mí desde hace varios segundos sin que me diera cuenta, y cuando a mano izquierda asoma una amplia orilla con ruido de agua cayendo por su extremo izquierdo ya no me cabe duda. Regreso para avisar a L de que debe seguirme e iniciamos el descenso, que se complica ligeramente más por el barro y algunas piedras mojadas que por el desnivel en sí. Pero aquí estamos. Hemos llegado a la cueva y, aunque no tan secreta ya que encontramos aquí a un solitario fotógrafo y una pareja, si está lo suficientemente escondida para ser obviada por el grueso de los visitantes. ![]() Y encontramos la cueva El lugar se merecía el esfuerzo invertido para encontrarlo. El meandro, de dimensiones reducidas, recuerda a esos grandes pilares de piedra del planeta nativo de los protagonistas de Avatar. La catarata a la izquierda, aunque no muy alta, tiene una amplitud considerable y el caudal se encarga de elevar su vistosidad. El río continúa cuesta abajo tras rodear la roca dando sensación de simetría. Nos instalamos en el punto de vista más elevado que el interior de la cueva permite y pasamos largo rato observando y tomando toda fotografía y video que se nos ocurre. La poca afluencia de gente y lo respetuoso de su comportamiento completan la escena con un silencio que te permite disfrutar el lugar con todos los sentidos. ![]() La cueva secreta en todo su esplendor ![]() El agua que aparece a mano izquierda ![]() Hay que aprovechar cada segundo ![]() Hasta él ha sabido encontrarla Todo debe tener un final y la visita a “Cueva secreta” no es una excepción. Remontamos la altura perdida con menos dificultad de la esperada gracias a unas rocas que hacen las veces de escalones y continuamos en dirección a las Upper Falls para completar la excursión. Para poder ubicar mejor el acceso al escondido lugar, justo tras haberlo superado encontramos un nuevo mirador al río y unas escaleras con la señal que indica que las Upper Falls aguardan 100 metros más lejos a mano derecha. Decidimos primero tomar el camino izquierdo que, tras 300 metros de subida, nos permitirán asomarnos a esa misma catarata pero desde su nacimiento. Tomamos las fotos de rigor y empezamos a bajar, desechando la posibilidad de ampliar la excursión con cinco kilómetros más que nos permitirían ir y volver junto a un notable desnivel a los Ink Pots, una serie de lagos en altura que preferimos descartar para poder dotar de más variedad a la jornada. ![]() Si alcanzas esto, ya te has pasado el desvío ![]() Un pequeño salto del agua antes de alcanzar las Upper Falls ![]() Y en las Upper Falls, saltan de verdad Al descender nos asomamos al mirador inferior de las Upper Falls, pero su altura y forma puede apreciarse mucho mejor desde el balcón superior. Deshacemos el camino hasta haber superado los siete kilómetros previstos entre ida y vuelta, y cuando son alrededor de las 13:30 aprovechamos la pausa en el aparcamiento para comer la pasta con atún y salchichas que traemos preparada. Algo antes de las dos de la tarde y con una agradable temperatura de 17 grados decidimos aprovechar la supuesta ventana de tiempo ideal para hacer un segundo intento, esta vez conjunto, de observar Cascade Mountain desde los Cascade Gardens. ![]() Cosas extrañas en el camino de vuelta No hacemos pleno de circunstancias óptimas pero nos acercamos lo suficiente. Tras aparcar en la zona superior de Cascade Gardens y descender a pie hasta el mirador nos recibe una Cascade Mountain que estaría iluminada si las nubes no se interpusieran entre ella y el sol. Por lo menos, esas nubes quedan ya lejos de la cima permitiéndonos ver toda la montaña. Nos conformaremos con eso. Pasamos aquí unos minutos durante los cuales nos saluda otro turista procedente de Seattle y regresamos al coche con tal de hacer una nueva visita: la de Vermilion Lakes. ![]() Cascade Gardens, mejor que unas horas antes Los Lagos Vermilion son una serie de superficies inundadas al norte de Banff, literalmente junto a la carretera principal que pone rumbo a Jasper. Una de sus principales características es que dichos lagos se extienden durante cinco kilómetros hacia el oeste junto a una carretera construida a propósito, la Vermilion Lakes Road, a lo largo de la cual los visitantes puedan apearse y disfrutar de varias zonas de picnic habilitadas en la orilla. No recibimos exactamente el espectáculo que esperábamos. Como ya sabemos por experiencia el mejor momento en el que visitar cualquier lago canadiense es a primera hora por la mañana, justo cuando la niebla se disipa y el viento diurno todavía no ha hecho aparición permitiendo que el agua continúe estática para generar el reflejo de las montañas que lo rodean. Como ha pasado ya mucho desde eso, en Vermilion encontramos las aguas en movimiento por el viento. Termina de estropear la escena una nueva tormenta procedente del noroeste que empieza a ganar terreno a algunas de las cumbres del horizonte. Llegamos hasta el final de la carretera y la deshacemos con alguna parada por aquí y por allá desde la que poder distinguir los patos pero no invertimos en la zona más de 20 minutos. ![]() Vermilion Lakes ![]() Mount Rundle, tras las nubes ![]() Un paisaje desmejorado ![]() Último vistazo a Vermilion Lakes Pasan ligeramente las 15:00 y, con esa nueva tormenta en camino y la certeza de que ningún lago volverá a estar en calma hasta la mañana siguiente, nos encontramos con la agenda libre de propuestas viables. Decidimos volver a nuestra casa en Odenthal’s para estudiar un poco qué hacer hasta la hora de la cena. En una nota al pie de nuestro dossier de viaje tenemos apuntada la existencia de las Banff Upper Hot Springs, unas piscinas termales a pocos minutos de aquí que sabíamos que podrían sernos de ayuda en momentos de indecisión. Dado que la tormenta no parece que vaya a durar eternamente –y aunque así fuera- la idea de un relajante baño en aguas turbias nos suena muy bien para cerrar la jornada de hoy, así que nos preparamos y cuando pasan unos minutos de las 16:00 nos dirigimos hacia ellas. Solo cuatro kilómetros de empinada carretera nos separan de las Banff Upper Hot Springs. Llegamos a su aparcamiento muy cerca del de otra atracción que seguramente no disfrutemos: la del “Banff Gondola”, un teleférico que sube a la cima de Sulphur Mountain para ofrecer vistas a Banff y sus alrededores desde allí. Llevamos ya demasiado presupuesto del viaje invertido en teleféricos y esperamos en cualquier caso poder disfrutar de vistas panorámicas a Banff de un modo más económico más adelante. Caminamos hacia el edificio de las Hot Springs todavía no convencidos, ya que sabemos que presentan un problema: consiste de una única piscina y la afluencia de público es grande. La dirección el recinto admite un aforo, supongo que en un intento de maximizar beneficios, superior a los 200 bañistas, pero probablemente con más de 100 la sensación ya empiece a ser de agobio. Así que antes de entrar nos asomamos al mirador superior desde el que se puede ver toda la instalación y... bueno, podría ser peor. Efectivamente hay gente y el espacio disponible no es excesivo, pero no parece haber riesgo de no tener dos metros cuadrados en los que apoyarse y, lo más importante, parece que el público presente entiende eso del respeto y el espacio vital ya que mantiene el volumen de sus conversaciones muy bajo, lejos del infernal alboroto que podríamos encontrar en, no sé, otros países y culturas... ![]() Banff Upper Hot Springs, desde fuera Nos decidimos y bajamos al piso inferior, ese que tiene la recepción para los baños y el acceso a vestuarios. Afortunadamente traemos bañador de casa y la toalla se la hemos tomado prestada a Freda. De no haberlo hecho, el alquiler de cada cosa costaría 1,90 dólares, pero al ahorrarno todo lo que debemos pagar son los 7,30 dólares por persona de la entrada. Hay que hay sumar una moneda de dólar no retornable por cada taquilla de los vestuario que pretendamos usar. La instalación abre entre las 9:00 y las 10:00 y no cierra hasta las 22:00 o las 23:00 en función de la época del año, y pertenece a un compendio de varias piscinas termales y spas repartidos a lo largo de las Montañas Rocosas de Canadá, estando las otras dos “Hot Springs” en Radium y Miette, lejos de nuestro recorrido. Nos separamos para entrar cada uno en su vestuario y en solo cinco minutos nos reencontramos en el exterior. La temperatura fuera del agua es fría pero podría ser mucho peor. Nos sitúamos alrededor de los 15 grados pero los vapores del agua probablemente hagan que los aledaños de la piscina sean algo más cálidos. Las vistas al frente, aunque entorpecidas por los árboles, no desmerecen: nos contemplan varias de las cimas hermanas de la Cascade Mountain con solo una de ellas conservando algo de nieve en lo más alto. A los pocos minutos aparece un arcoíris de tamaño descomunal atravesando las alturas pero para entonces ya estamos dentro del agua. El agua se mantiene siempre entre los 37 y los 40 grados y en este caso un cartel nos informa de que la temperatura que nos recibe es de 39. Hay indicaciones de seguridad por todas partes, algunas de sentido común –no correr, no dejar niños fuera del alcance de un adulto, etc- y otras que entiendes enseguida, como la que aconseja refrescarse e hidratarse tras 10 minutos en el agua. Y es que tras más de esos diez minutos metidos hasta el cuello en las relajantes y muy calientes se te empieza a ir la cabeza y necesitas un poco de fresco para despejarte. En los alrededores, además de una hilera de sillas casi siempre ocupadas, se dispone de una fuente de agua potable y unas duchas de agua muy fría para experimentar el contraste entre frío y calor. ![]() Banff Upper Hot Springs, desde dentro Pasamos aquí, y no es una exageración, unos 90 minutos sin movernos apenas del sitio que hemos escogido en la bancada sumergida en el agua que rodea toda la piscina. Esta tiene una profundidad de 0,6 metros en un extremo y 1,4 en el otro, pero casi nadie permanece en pleno interior. La mayoría de la gente se acumula en ese asiento continuo, desde el que dejar los pies en alto dentro del agua y mantener alternativamente la cabeza o el torso en el exterior según a qué altura te sientes. Durante esos 90 minutos que nos sientan a gloria vemos de todo, incluida una pareja valenciana que pasaba por allí y nos hace el favor de tomarnos unas fotos o un alemán que al salir del agua se enfunda en su toalla con un “Mallorca” en letras grandes acompañando la imagen de un toro y los colores patrios. Ah, El Arenal, qué poco te echamos de menos. Son las 18:30 cuando volvemos al vestuario, donde las duchas no son todo lo cómodas que debieran ya que hay que irlas pulsando alrededor de cada diez segundos para que siga fluyendo el agua. Mucho más práctico es el secador de bañadores junto a los lavabos, con un tambor que gira a toda velocidad y en pocos segundos deja el mojado bañador lo suficientemente seco para que no empape la mochila al guardarlo. Vaciamos nuestras taquillas, nos despedimos del dólar necesario para abrirlas y regresamos cuesta abajo hacia casa, donde tras relajarnos largo rato decidimos que nuestra última noche vendrá acompañada de una cena conseguida en el mismo sitio que todas nuestras noches anteriores en Banff: el “deli” del supermercado IGA. No lo podemos evitar. La variedad, precios y calidad de lo que comimos las dos ocasiones hacen que casi no nos planteemos gastar maás dinero en otro tipo de cena. Para esta ocasión L vuelve a hacerse un “mix” de patatas, alitas y delicias de pollo y yo me lanzo a una de esas barcazas de sushi que ayer estuve tentado de llevarme. Por 11 dólares, lo mismo que en un Carrefour o Alcampo cuesta una pequeña bandeja, aquí me llevo una dosis familiar con un buen puñado de piezas y, sobra decirlo, está bastante más bueno. Lo rematamos con un “frozen yogurt” a granel del mismo establecimiento en el que conseguimos nuestra crepe de la noche anterior. Una pequeña bomba con sabor a algodón de azúcar y aderezada con unos pocos M&M’s, trozos y virutas de chocolate y algún veneno más que cuesta algo menos de diez dólares. Es un exceso en toda regla, pero llevaba varios días encaprichado de alguna bomba dulce para terminar el día. ![]() Pensando en esto desde la noche anterior Nos vamos muy pronto a dormir, tras pasar el rato haciendo zapping entre los cientos de canales del paquete que Freda tiene contratado con la operadora Shaw. Entre la ceremonia de apertura de los juegos paralímpicos, un partido del US Open y otro de béisbol de los Red Sox de Boston los párpados van cayendo hasta cerrarse completamente alrededor de las 22:00. Banff se acaba. Etapas 16 a 18, total 29
8 de septiembre de 2016
![]() Mapa de la etapa 15 Un dulce y reparador sueño llega a su fin cuando arranca nuestra tercera y última mañana en Banff, Alberta. Aprovechamos los minutos previos al desayuno comenzando a empaquetar nuestro equipaje tras dos días sin tener que preocuparnos de ello, y cuando dan las 8:00 bajamos por última vez al comedor de nuestra anfitriona Freda para ver qué nos ha preparado para nuestra última mañana. La novedad de hoy, en sustitución de los rollos de canela del primer día y la tremenda tarta de ciruela del segundo, son unas delicias de manzana y hojaldre. Y ver para creer, son todavía mejores que la tarta. Qué mujer. Le damos ya en este momento los 360 dólares en efectivo acordados por pasar tres noches viviendo en la planta superior de su rústica casa. ![]() Freda deslumbrando hasta el final Empezamos el día con lo que va a ser nuestra despedida de Banff y también probablemente el único esfuerzo físico de la jornada. Todavía con el regusto a manzana y en plena digestión llegamos al aparcamiento superior del sendero que lleva hasta la cima de Tunnel Mountain, de 1.692 metros de altura. De no haber encontrado sitio en este no muy grande apartadero deberíamos habernos dirigido al aparcamiento inferior, que añade 40 metros de desnivel respecto a la cima a los 200 a los que nos vamos a enfrentar. ![]() Carreteras de Banff ![]() Aparcamiento superior de Tunnel Mountain El inicio es algo duro al sumar el estar todavía fríos, la digestión en curso y lo rápido que ganamos altitud gracias a la notable pendiente y el recorrido en zig-zag del, por otra parte, excelente sendero de tierra compacta. La segunda mitad, cuando la altura empieza a provocar que baje la densidad y tamaño de la vegetación, es mucho más suave y agradecida al ofrecer a lado y lado vistas desde una altura ya muy respetable tanto a Banff como al paisaje opuesto presidido en primer plano por un campo de golf. Alcanzamos la cima tras pasar de largo dos nuevas sillas rojas instaladas estratégicamente para contemplar la ciudad con la espalda apoyada. Por supuesto las mejores vistas las encontramos al coronar la cima, con un paisaje no solo protagonizado por los edificios y calles de Banff si no también por las incontables montañas y bosques que rodean el valle hasta donde alcanza la vista, con nieve muy escasa repartida entre unas pocas cumbres. ![]() Notable pendiente desde el principio ![]() Enhorabuena, has llegado ![]() Banff desde las alturas Compartimos unos minutos aquí arriba con la escasa compañía de un solitario hombre que permanece sentado todo el rato sin girar la cabeza, un par de parejas que se marchan antes que nosotros y un excursionista local que da un recital propio de un guía turístico a una visitante londinense que viaja por su cuenta y se desplaza mediante una compañía de autobuses. Iniciamos el descenso y a nuestro paso por las sillas rojas llega a la ciudad el enésimo tren, permitiéndonos por primera vez observar íntegramente la larguísima longitud del convoy que forma la locomotora y todos los vagones que lleva detrás. Estamos de nuevo en el aparcamiento a las 10:53, dispuestos a deshacer los escasos tres kilómetros que nos llevan de vuelta al centro urbano. ![]() Tunnel Mountain y el hombre impasible ![]() Las sillas rojas justo antes de la cima ![]() El largo convoy, de principio a fin ![]() Un último vistazo al valle Turno para hacer un recorrido póstumo a Banff Avenue, ciñéndonos a entrar en las tiendas donde he localizado en días anteriores los souvenirs que quiero llevar a la familia. Aprovechamos la circunstancia para cumplir otra tradición: la de llevarnos con nosotros un peluche de cada viaje para acumularlo en una sala en la que empezamos a tener serios problemas de aforo. Nace así “Rocki” (por “Rockies”, el modo informal de nombrar a las Montañas Rocosas), un alce abrigado para el frío invierno que se unirá al clan formado por perros, osos, puffins, ardillas e incluso otro miembro de su especie que nos trajimos de New Hampshire. ![]() Despidiéndonos de Banff Avenue ![]() La familia crece No son todavía las 12:00 cuando aparcamos por última vez frente al Odenthal’s Bed and Breakfast. Solo nos queda llevar en varios viajes nuestro equipaje desde el cuarto de la planta superior hasta el maletero del Chevrolet y despedirnos de Freda agradeciéndole su hospitalidad. Sin tener material para compararlo con otras alternativas, su cómodo hogar y el gran atractivo de sus desayunos nos hacen creer que es una opción recomendable para pernoctar en el pueblo a un precio contenido. Nuestro tiempo en Banff está a punto de terminar pero antes haremos una última y no demasiado larga parada. Al este de la ciudad se encuentra el Minnewanka Lake, el mayor –aunque artificial- lago del área y otra de las más populares paradas a lo largo y ancho del Parque Nacional. Llegamos tras unos escasos 10 kilómetros de carretera, pasando de largo desvíos a otros lagos más pequeños como el Cascade Ponds, el Two Jack Lake o el Johnson Lake. El día no se presenta apacible para dar paseos junto a las aguas, así que limitaremos la visita a los alrededores del punto de inicio de numerosos trails junto a Minnewanka y con eso cerraremos esta etapa. Encontramos el acceso a la orilla junto a un aparcamiento preparado para acoger a muchísimo más público del que ha decidido acercarse hasta aquí en esta mañana de jueves, y cuando empezamos a recorrer el lateral izquierdo del lago debemos sumar a la temperatura de ocho grados un viento creciente que hace algo molesta la experiencia. También provoca que sea imposible ver nada reflejado en el agua, pero eso no quita que acercarse a uno de los extremos del embarcadero del que nacen las excursiones marítimas sea una visita obligada aunque insuficiente para hacerse una mínima idea de la ofensiva magnitud de la superfície cubierta por el agua. Caminamos brevemente hasta alcanzar unas nuevas sillas rojas de la red de National Parks y emprendemos la vuelta hasta el coche regados por una tímida lluvia que empieza a caer sobre Banff para despedirse. ![]() El inacabable Minnewanka Lake ![]() Ambiente tranquilo y relajado entre los pocos visitantes ![]() Los ferries no paran de circular ![]() Despidiéndonos del embarcadero ![]() Más sillas rojas ![]() Otro hito a tachar de la lista Se acercan las 13:30 cuando, ahora sí, abandonamos uno de los parques y zonas más populares de las Montañas Rocosas de Canadá. El Banff National Park nos ha dejado satisfechos pese a los reveses que su meteorología nos ha dado y con sumo gusto hubiéramos permanecido aquí un par de días más con la esperanza de poder visitar Sunshine Meadows en mejores condiciones o ampliar nuestra ruta con alguna excursión más. Quizás no supere nuestras sensaciones en Yoho National Park, el cual daba todavía una mayor sensación de estar inmerso en la naturaleza, pero el equilibrio entre servicios ofrecidos y entorno en el que se ubica hacen del Banff National Park una cita en letras mayúsculas para cualquier recorrido por las Rocosas. Tras varios días de recorridos cortos, llega el momento de afrontar un nuevo tramo de tres dígitos. Unos 220 kilómetros nos separan de nuestro próximo hogar que supondrá una parada intermedia en la ciudad de Nanton antes de continuar rumbo al sur. Antes de llegar hasta allí pasaremos junto a la ciudad Calgary, una de las principales urbes de todo de todo el país, circunstancia que aprovecharemos para hacer algunas compras de hipermercado y una pausa para comer. Los primeros kilómetros alejándose de Banff hacia el este son preciosos. Más montañas, más lagos, el cielo mayoritariamente azul y el sol calentando el interior del coche varios grados por encima de los 16 que marca el termómetro exterior. Rocki ve por primera vez las afueras de su pueblo natal mientras nos dirigimos de lleno hacia una escandalosa tormenta que parece estar descargando en Calgary. El límite de velocidad es de 110 kilómetros por hora pero circulando a ese ritmo todos los coches nos adelantan. ![]() Rocki saliendo del pueblo por primera vez Las buenas sensaciones en la carretera se van al traste según nos aproximamos a la gran ciudad. La inminente hora punta, el fuerte temporal y algunas obras en el arcén provocan un caos circulatorio que nos tiene avanzando a velocidades ridículas durante varios minutos. Tomamos el desvío al sur y, aunque la congestión de tráfico mejora, el temporal sigue sin remitir del todo. Las gasolineras que marcaban precios de 0,99 dólares por litro han bajado ya hasta los 0,92 dólares. Nosotros, horas antes, hemos rellenado el depósito a razón de 1,09 dólares el litro. Debimos haberlo previsto. Pasan ya varios minutos de las 15:00 cuando localizamos el aparcamiento de Walmart, con gente dirigiéndose disparada hacia sus coches cargada con las compras para refugiarse del viento y esa fría lluvia que no para de caer. Quedo congelado durante los minutos que paso localizando nuestra comida de hoy en el maletero: un par de wraps de pavo y una ensalada de patata con “deviled eggs” que sabe a Big Mac. A las 15:30 y a la vista de que las nubes todavía tardarán un rato en dar una tregua, nos decidimos a salir nosotros también a toda velocidad hacia el interior del hipermercado. Por fin encontramos un Walmart que, si bien sigue perdiendo en la comparación, se acerca al nivel de surtido de los establecimientos de la franquicia en el país vecino. Hacemos acopio de algunas proteínas más en forma de bistecs y congelados, nos paseamos por la sección de ropa donde al fin encuentro el peligroso rincón de “moda casual” con cientos de camisetas con motivos de cine, cómic y televisión a precio de saldo y nos agenciamos algo de ropa interior térmica en previsión al infierno helado que al parecer nos espera dentro de tres días en Glacier National Park. Entre unas cosas y otras, se suman otros 80 dólares más al presupuesto del viaje. Al regresar al exterior el clima ha mejorado y nos acompaña plácidamente a lo largo de casi todos los 80 kilómetros que nos faltan hasta llegar a Nanton. Solo durante los últimos minutos vuelven las nubes oscuras y su ya recurrente lluvia. ![]() ¿Eleven? ![]() La obsesión de perder peso en el paraíso de la obesidad A tres kilómetros del destino el navegador GPS nos hace tomar una salida casi clandestina de la autopista hacia una carretera de tierra. Según avanzamos metros nos vamos alejando de toda civilización conocida y nuestra única compañía pasa a ser los verdes prados y alguna esporádica granja muy apartada de la ruta que transitamos. Finalmente llega nuestro giro final y damos con nuestro coche frente a un garaje más allá de la señal de bienvenida. A la izquierda del garaje nos espera una impresionante y bastante nueva RV (un hogar móvil de las dimensiones de un autocar) de la que baja un hombre con cara de bonachón que debe rondar los 70 años. Tras darnos la bienvenida y un apretón de manos nos acompaña al interior de la casa donde espera su igualmente encantadora mujer. ![]() El camino de acceso... ![]() ... a Rendezvous Ranch Nos quedamos boquiabiertos. Resulta que lo que este matrimonio alquila como “Rendezvous Ranch” es en realidad la construcción original de su casa, la única que había levantada en esta parcela antes de que decidieran levantar una versión mucho más grande junto a ella. Con entradas independientes y la única conexión de una puerta entre su cocina y la nuestra, tenemos la vivienda original para nosotros solos al ser los únicos huéspedes para esta noche. Un acogedor salón con televisión con cable que comparte espacio con una cocina completa dónde nos espera un plato de dulces a modo de bienvenida por cortesía de la anfitriona. Y en la planta de arriba, la misma cantidad de metros cuadrados ocupada por un dormitorio con cama de matrimonio, cama individual y un pequeño escritorio. Tras la puerta del fondo, un baño completo en el que llama la atención la bañera de estilo clásico, de esas que se apoyan sobre patas de hierro. ![]() Rendezvous Ranch, el salón ![]() Rendezvous Ranch, el salón (II) ![]() Rendezvous Ranch, la cocina ![]() Rendezvous Ranch, la cocina (desde el salón) ![]() Calorías de bienvenida ![]() Rendezvous Ranch, el dormitorio ![]() Rendezvous Ranch, la bañera Damos vueltas y más vueltas por la casa boquiabiertos y con música de lluvia sonando en el exterior. La ubicación, la soledad, la distribución interior, el contar con una casa móvil para los viajes. Es como mirar a través de la mirilla al y echar un vistazo a lo que querríamos que fuese nuestra vida. Y eso que no hemos visto la construcción moderna en la que viven ellos. Por último, estar aislado del mundo no está reñido con estar incomunicado: la conexión a Internet devuelve unos aceptables 5 Mbps de ancho de banda. Si el tiempo pusiera de su parte incluso apetecería dar un paseo por la carretera superando granjas a lado y lado, pero el frío y la intermitente lluvia nos obliga -una tragedia- a pasar aquí encerrados el resto de la tarde cuando apenas son las 18:00. El desayuno, incluido en el alquiler y cuyo horario hemos acordado con la Sra. Briemon –de nombre Pam- no estará listo hasta las 7:30, así que aunque no debamos dormirnos en los laureles tampoco debemos madrugar de forma particularmente dolorosa. Por supuesto esa bañera no se va a librar de nosotros, y una báscula en el baño –la primera que vemos en lo que va de viaje- nos confirma lo que creíamos: que las excursiones casi diarias han podido más que los excesos gastronómicos, marcando un peso tres kilogramos inferior a con el que salimos de Mallorca. Aprovechamos de nuevo disponer de una cocina completa para confeccionarnos la cena. Un grueso bistec, sopa de champiñones, ensalada césar y un pan que, pese a estar blando como todas las baguette que se venden en este país, tras pasar por el horno queda aceptable. Tras un capítulo más de Masterchef USA tumbados en el sofá, aprovechando la gran idea que fue traer un adaptador HDMI que nos permita conectar el tablet a los televisores que vamos encontrando. Subimos a la primera planta y apagamos las luces. Va a ser una pena disfrutar tan pocas horas de un lugar que parece hecho a nuestra medida, pero no se dirá que no las hemos aprovechado. Etapas 16 a 18, total 29
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