![]() ![]() Etiopía. Tribus del sur, iglesias del norte y mucho mas ✏️ Blogs de Etiopia
15 días de sur a norte visitando las tribus del sur y los monumentos del norteAutor: Bilbaino82 Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (11 Votos) Índice del Diario: Etiopía. Tribus del sur, iglesias del norte y mucho mas
01: Introducción e itinerario
02: Día 1 (6 octubre, sábado, 2018): Bilbao – Addis Abeba
03: Día 2 (7 octubre, domingo, 2018): Addis Abeba - Lago Langano
04: Día 3 (8 octubre, lunes, 2018): Lago Langano – Arba Minch
05: Día 4 (9 octubre, martes, 2018): Arba Minch – Turmi
06: Día 5 (10 octubre, miércoles, 2018): Turmi - Tribu Karo – Tribu Dassanech-Turmi
07: Día 6 (11 octubre, jueves, 2018): Turmi – Mercado Key Afer – Jinka
08: Día 7 (12 octubre, viernes, 2018): Jinka – Tribu Mursi – Konso
09: Día 8 (13 octubre, sábado, 2018): Konso – Awassa
10: Día 9 (14 octubre, domingo, 2018): Awassa – Bahar Dar
11: Día 10 (15 octubre, lunes, 2018): Bahar Dar
12: Día 11 (16 octubre, martes, 2018): Bahar Dar – Gondar
13: Día 12 (17 octubre, miércoles, 2018): Gondar – Montañas Simien – Gondar
14: Día 13 (18 octubre, jueves, 2018): Gondar – Lalibela
15: Día 14 (19 octubre, viernes, 2018): Lalibela
16: Día 15 (20 octubre, sábado, 2018): Lalibela – Addis Abeba – ¿Por que Etiopia?
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Etapas 4 a 6, total 16
La primera noche en la tienda de campaña fue bastante buena. Guecho nos proporcionó colchonetas y almohadas y si no fuera por los ruidos nocturnos, habría dormido como un bebe. Si por el día se escuchaban pájaros, por la noche se oían todo tipos de insectos que parecían haberse puesto de acuerdo para cantar al unísono y amenizarnos la noche cual orquesta sinfónica. Así que mi primer consejo de este viaje será que os traigáis tapones para dormir porque el nivel de decibelios es realmente alto.
Tengo que deciros que aunque nos pareció raro, ni al anochecer ni al amanecer vimos ningún mosquito, y menos mal porque el repelente estaba todavía en Frankfurt. Nos pusimos el despertador muy temprano porque queríamos ver el amanecer, y la verdad que valió la pena. Después de desmontar la tienda, subimos al bar a desayunar en su soleada terraza con vistas al lago y tengo que reconocer que fue mucho mejor que la cena. De nuevo en el coche, pusimos rumbo a Arba Minch. Hoy era lunes, así que por el camino nos cruzamos con cientos de niños que salían de sus tukules para ir al colegio. Tienen unos uniformes muy coloridos y es muy curioso ver como van solos por la carretera a pesar de su corta edad; no era extraño ver como niños de 5 o 6 años, llevaban a sus hermanos pequeños de la mano e incluso a su espalda. Después de un rato de coche, paramos a tomar un café en el pueblo más grande y en la mejor cafetería de todo el arcén jaja. Este fue nuestro primer contacto con la Etiopia rural y he decir que la experiencia nos gustó un montón. Cuando llegamos al local, no había sillas para nosotros y de pronto la gente se levantó y nos cedió su sitio. Hay que señalar que esta fue la tónica general durante todo el viaje y que los etíopes son muy educados y amables. La sensación en la cafetería fue rara porque la gente no nos quitaba la vista de encima y cada vez que venía alguien nuevo y veía a unos blancos sentados flipaba, pero en ningún momento nos sentimos incómodos; supongo que será una sensación parecida a la que tiene alguien famoso cuando entra a un local público. El paisaje fue cambiando pasando de la llanura de la sabana a zonas montañosas mucho más verdes y arboladas. Queríamos hacernos unas fotos con los tukules y le dijimos a Guecho que parara un momento. Los niños salieron de sus casas para saludarnos y en ese momento nos acordamos de que teníamos con nosotros un montón de bolis y cuadernos que habíamos traído de España. En cuanto abrimos la bolsa, fue como si sacáramos los donetes de la mochila. Empezaron a venir un montón de niños de todas partes y empezaron a gritar y empujarse entre ellos. Al final se los acabamos dando a un adulto que se acercó por allí y el los repartió de manera más ordenada. Nuestra siguiente parada fue en una aldea de casas Alaba. Son tukules normales, pero tienen la particularidad de tener la fachada y el interior pintados con diferentes tipos de dibujos. Nos dejaron entrar para verlas por dentro y la verdad es que impresionan un montón. Son mucho más amplias de lo que cabría pensar al verlas por fuera. Dentro hay espacio para dormir una familia entera, lo hacen encima de paja y sobre esta ponen piel de vacas a modo de sabana bajera. Tienen una zona para cocinar e incluso una pequeña cuadra para el ganado, pero desconozco donde harían sus necesidades, porque allí no había nada que se pareciera a un Water. No tienen ni luz ni agua corriente por supuesto y la iluminación es a base de velas; las paredes interiores están decoradas con dibujos de animales en su mayoría, aunque también había pintado un autobús; al verlas, uno no puede evitar que se le vengan a la mente las pinturas rupestres de una cueva prehistórica. Al haber ganado, dentro suele haber pulgas, así que tened cuidado porque Ana se sentó un momento en una de las “camas” y salió llena de picaduras. Reemprendimos la marcha y un buen rato después Guecho nos dijo a ver si nos apetecía ir andando por la carretera para estirar las piernas. El paisaje era súper bonito y estábamos un poco cansados de tanto coche, así que nos pareció una idea estupenda. El paseo de aproximadamente 2 km fue súper divertido. Empezaron a salir niños de sus casas y la poca gente que nos cruzábamos en sentido contrario, se paraban para mirarnos y saludarnos. Parecíamos el flautista de Hamelin; cuanto más andábamos, más niños llevábamos detrás. Mientras caminábamos, íbamos jugando con ellos y dándoles sustos. Al llegar a un pueblo, nos coincido con la salida del colegio ¿os lo imagináis? Guecho tuvo que venir con el coche a todo correr para rescatarnos de las hordas de niños que corrían hacia nosotros. ¿Was yur name? ¿War yu from? Nos moríamos de la risa. Llego la hora de llenar el estómago y paramos en Sodo, una ciudad situada en la ladera de una montaña. Comimos en el jardín de un hotel del que no recuerdo el nombre. Hacia una temperatura exquisita, lástima que la comida no lo estuviera tanto, picaba demasiado, pero nada que dos Habeshas no pudieran solucionar; para entonces ya se había convertido en nuestra cerveza favorita. Pagamos 400 birr, fue una pena que nos sobrase tanta comida, pero es que en este país las raciones son una salvajada hasta para un bilbaíno como yo. Siguiendo hacia el sur y siempre en paralelo al lago Abaya, llegamos al parque Nechisar, justo debajo de Arba Minch. Cogimos al scout y nos adentramos en una selva húmeda llena de árboles centenarios. Vimos babuinos, monos Colobo que saltaban de árbol en árbol y otros monos más pequeños. Había también niños bañándose en unos pequeños lagos alimentados por el agua de 40 fuentes naturales que dan nombre a la ciudad, que en Amhárico se traduce como Arba Minch. Lástima que la zona de las fuentes estuviera vallada por obras y no pudiéramos ver nada. La visita a la selva duro aproximadamente dos horas y después de 3 días en Etiopia, este fue el primer lugar en el que vimos turistas, 4 para ser exactos. Custodiando la selva desde lo alto en el borde de un precipicio, se encontraba nuestro hotel, el Paradise Logde. En cuanto llegamos quisimos ir a la piscina, pero yo no tenía bañador, así que intente ponerme uno de los calzoncillos nuevos que había comprado el día anterior; y digo intente, porque era tan pequeño que no había manera humana de que me entrara, jaja; tranquilos, le pegue unos cortes y listo, menos mal que no había mucha gente en el hotel, porque se me salía todo ![]() La piscina tiene unos jardines preciosos llenos de flores, pero sin duda lo mejor del hotel es el restaurante, la terraza tiene la mejor panorámica que os podáis imaginar y parece que estas comiendo suspendido en el aire. Lástima que el día no estuviera del todo limpio. Hoy estábamos muy cansados, por lo que decidimos no cenar nada y comer unas almendras en la habitación, son tukules súper bien decorados. Quisimos darnos un capricho y cogimos una de las suits con vistas a los lagos. Mientras Ana se duchaba, estuve haciendo pruebas con la cámara y con los diferentes objetivos, y cuando fui a cargarla ![]() Probé en diferentes enchufes de la habitación, pero nada. La noche anterior deje la camara cargando en el chiringuito del lago; Etiopia sufre cortes de luz constantemente y posiblemente algún pico de tensión durante la noche al volver la electricidad pudo originar la rotura de mi cargador, por lo que debéis tener cuidado y cargar solo cuando sea estrictamente necesario. Etapas 4 a 6, total 16
El día amaneció lloviendo por lo que hoy tampoco pudimos disfrutar del todo las vistas a pesar de que la niebla le diera un punto chulísimo a la situación.
![]() ![]() Lo peor fue que había dejado la camiseta en la terraza para orearla un poco porque después de 3 días con ella ya le hacía falta, pero la lluvia me la mojo entera, así que tuve que ponerme una camiseta de Ana ![]() Tenía la esperanza de que funcionara el cargador en los enchufes del restaurante, pero para mí desgracia seguía sin encenderse la lucecita. Subimos al coche de Guecho y en media hora llegamos a un embarcadero a orillas del lago Chamo para subir en un bote y ver cocodrilos e hipopótamos. Tras 20 minutos de navegación, avistamos el primer hipopótamo en la lejanía. Apenas se dejaba ver porque todo el rato se sumergía y al emerger, solo se le veía la parte superior de la cabeza. Muy cerca de allí estaba el cocodrile market. Que el nombre no os lleve a engaño, porque de mercado no tiene más que el nombre; es un pequeño saliente de una isla donde los cocodrilos se ponen a tomar el sol. Había un montón y pudimos verlos desde apenas 5 metros. ![]() De vuelta al embarcadero vimos otro par de hipopótamos, pero no hubo manera de verlos de cerca sin que se zambulleran. Teníamos puestas muy altas las expectativas en torno a la excursión por el lago y quizás por eso nos defraudo un poco. Los hipos apenas se ven y el mercado de cocodrilos está bien, pero no es lo que uno espera después de ver los documentales de la 2. Después del lago debíamos seguir hacia el sur, pero hoy se suponía que llegaba mi mochila a Arba Minch en el vuelo de las 12, por lo que tuvimos que quedarnos allí a esperar. Aprovechamos las dos horas que nos quedaban, para buscar por la ciudad un cargador para la cámara. Había montones de pequeñas tiendas de móviles y electrónica; cada vendedor que no tenía el cargador, nos mandaba a la tienda de su amigo porque era seguro que si lo tendría y así hasta visitar más de 20 establecimientos en los nunca estaba el ansiado cargador. A partir de aquí iba a ser imposible encontrarlo, por lo que tuvimos que utilizar la cámara a la antigua usanza; teníamos que imaginarnos que tenía un carrete de 24 fotos y disparar solo en los momentos claves del viaje para no gastar la batería que le quedaba. Tanto visitar tiendas nos dio hambre, así que fuimos a comer a un hotel que estaba en el centro de la ciudad. Sin comentarios de como estaba la cabra y sus costillas, una imagen vale más que mil palabras. 300 birr por cabra para 3 personas. ![]() En 5 minutos llegamos al aeropuerto y por fin nuestra suerte empezó a cambiar, la mochila salió puntual. Miriam había gestionado todo desde Addis e hizo que mandaran la maleta desde Frankfurt a Arba Minch a pesar de que Lufthansa no opera en este aeropuerto. Siguiendo hacia el sur, la carretera discurre entre el lago Abaya y plantaciones de plátanos y mangos. Esta es la imagen de la África que todos nos imaginamos en nuestra mente; tierra roja, arboles de un verdor que casi duele a la vista y hombres con machete llevando sobre su cabeza los racimos de plátanos para cargarlos en un camión. ![]() Pero no todo iba a ser bueno y es que este tramo de carretera entre Arba Minch y Konso, es asfaltado pero con unos baches no aptos para todas las espaldas. La carretera está destrozada, llena de gente pastoreando su ganado y para colmo, hay que vadear varios ríos que hacen muy lento y difícil el avance. Tendréis que armaros de paciencia, tomároslo con filosofía y pensar que si fuera una autopista no tendría ningún tipo de gracia, ¿no? Al llegar a la ciudad de Konso paramos a tomar un café en un local regentado por una amiga de Guecho. ![]() Nos sentamos junto a unos chicos que estaban comiendo Khat -la droga nacional- y nos dieron un poco para probar. El sabor es amargo y bastante desagradable, pero allá donde fueres haz lo que vieres. Durante toda la provincia de Konso nos encontramos por el camino a un montón de niños que se ponían a bailar en el medio de la carretera y después pedían dinero. Al no haber apenas tráfico rodado, se circula muy rápido y la verdad que dudo bastante que alguien pegue un frenazo para darles algo. Está totalmente desaconsejado darles dinero porque descubren una vida fácil y después no van a la escuela. La sensación tan bonita que teníamos al principio cuando los niños venían a saludarnos sonrientes, se perdió aquí completamente. Estos bailarines ponían hasta mala cara si no parabas y se hacían tan pesados que llegaba incluso a molestar. Konso tiene un paisaje montañoso, verde y lleno de cultivos en terraza muy peculiares. Despues de media hora bajando por un puerto de montaña lleno de curvas, llegamos a un puente que cruzaba sobre un rio en el que había un peaje que nos indicaba que entrabamos en el Valle del Omo. Fue un momento emocionante, porque tras 3 días de carretera, por fin llegábamos a nuestro destino. Tras cruzar el rio, el paisaje se tornó completamente y de pronto, nos encontramos en una inmensa sabana rodeados de miles de acacias. La carretera paso a ser de tierra y para nuestra sorpresa, no había muchos baches; incluso me atrevería a decir que se circulaba más rápido que por las asfaltadas. Hoy teníamos programada la visita al mercado tribal de Dimeka, pero el retraso por la espera de la mochila en Arba Minch hizo que no pudiésemos verlo. Para cuando llegamos al pueblo ya era tarde y solo pudimos ver a las tribus que volvían por la carretera para llegar a sus casas. La verdad que no nos importó demasiado, porque a cambio de llegar tarde, pudimos ver la puesta de sol en la sabana. Imaginaros nuestro coche circulando solo por una carretera polvorienta, con el sol de espaldas y cruzándonos continuamente con tribus a las que yo solo había visto en algún documental. ![]() La mayoría eran mujeres, pero cuando ya era casi de noche, vimos a lo lejos un grupo de hombres que venía andando en sentido contrario al nuestro. Guecho nos dijo que bajásemos a hacernos unas fotos con el atardecer y con el disimulo verles a ellos desde cerca. Fue un momento que quedara par siempre grabado en nuestra retina. Cuando llegaron a nuestra altura, se quedaron parados junto a nosotros, serios, sus miradas eran tan penetrantes que daba miedo mirarles directamente a los ojos. Por suerte, esta tensión increíble se rompió cuando uno de ellos saco su móvil y quiso hacerse una foto con nosotros jaja, menos mal, ya pensaba que de esta no salimos vivo... ![]() Al final resulto que no eran tan fieros y pudimos reírnos con ellos un rato, incluso hacerles nosotros a ellos una foto. Para cuando llegamos a Turmi era completamente de noche. Hoy íbamos a dormir en el campamento mango en nuestras tiendas de campaña, pero como allí no tienen luz, Guecho hizo unas gestiones y alquilamos una habitación en un hotel local. Nos dieron la llave que abría el candado de la puerta y unas cerillas para encender una vela. La habitación estaba bastante limpia y tenía agua a corriente, aunque la cama era pequeña y la mosquitera estaba rota. Tras pegarnos una ducha con agua fría, cosa que se agradecía por el calor que hacía, nos fuimos con Guecho a tomar algo a un bar. Era una terraza muy grande con mesas y algún billar, pero la iluminación era a base de velas. Turmi es el pueblo desde el que salen todas las excursiones a las tribus del sur, pero a pesar de eso no tiene ni electricidad ni agua a corriente. La luz que tienen en algunos hoteles es a base de generadores y el agua que llega a los grifos proviene de depósitos cargados con camiones cisternas, por lo que hay que ser responsables con el agua y gastar lo menos posible. Es curioso que antes de servirte la cerveza, te dan el botellín para que lo toques y decidas si está lo suficientemente fría. La temperatura nocturna en Turmi era súper agradable. El clima es seco y con una manga corta se estaba en la gloria. Etapas 4 a 6, total 16
La noche no fue demasiado placida. Hacia muchísimo calor en la habitación y para colmo, a partir de las 4 de la mañana empezaron a cantar unos gallos. Había varios y como no era un ruido constante hacía imposible acostumbrarse a su sonido y cada vez que cantaba uno me despertaba.
Antes de emprender la marcha, fuimos a desayunar a una cafetería que está en la calle principal. La comida estaba buenísima y encima éramos los únicos extranjeros del local, así que ellos se entretenían mirándonos a nosotros y nosotros mirándoles a ellos. Turmi es un pueblo súper tranquilo rodeado de aldeas Hamer, por lo que es muy fácil ver por aquí paseando a gente de la tribu y también algún que otro Dassanech. No hace falta ir a verles a ninguna aldea porque mientras desayunábamos en la calle vimos un montón de ellos pasar andando e incluso alguno se tomó algo a nuestro lado. La primera aldea tribal de nuestro viaje sería una aldea Kharo a orillas del Omo. El camino hasta aquí son 80 km por una pista de tierra entre acacias y los llamativos termiteros que llegan a alcanzar hasta 5 metros de altura. También había una planta extrañísima que parecía tener mangos colgando. Le había comentado a Guecho que me encantan y cuando la vio, paro el coche y me dijo que lo probara. Quería tomarme el pelo porque el árbol se llama falso mango, pero la jugada le salió mal porque no consiguió engañarme. Guecho se moría de la risa y a partir de aquí empezó a llamarme George Mango. Por este camino no se ven ni coches, ni burros y tampoco gente; es prácticamente un desierto en el que de vez en cuando un Adenium obesum rompía con la monotonía del paisaje. La rosa del desierto es un árbol precioso que nos coincidió en plena floración. Choca muchísimo ver como de la nada sale un arbolito con unas flores de un rosa tan intenso. Al llegar a la aldea fue el primer momento del viaje en el que vimos algo de turismo. Curiosamente era un grupo de unos 10 españoles que volaron todos juntos en nuestro avión desde Frankfurt. Al bajarnos del coche tuvimos sentimientos encontrados. La ubicación del pueblo sobre el rio Omo, las casas y la forma de vestir de la gente te trasportaba a otro siglo, puede que incluso milenio, es una sensación increíble para todo amante de la aventura; pero esa misma gente que tanto nos llamaba la atención hizo que la visita resultara bastante incomoda. No habíamos puesto un pie sobre la tierra y ya estábamos rodeados de gente que lo único que quería era, que les hiciéramos fotos -por supuesto pagadas-. Queríamos las instantáneas sí, pero primero quisimos conocer el pueblo y ver cómo es su día a día fuera del objetivo de los turistas, así que le dijimos al guía que nos asignaron al llegar, que nos llevase a ver el pueblo. Llegamos a una zona donde había un colegio y coincidió con la hora de recreo, por lo que vimos a un montón de niños, algunos jugando a volleyball y otros en una especie de columpios que tenían. Pedí permiso al guía para jugar con ellos, pero en ese instante sonó diana y todos salieron corriendo para volver a sus clases. Este momento fue muy especial, porque los niños pequeños nos cogieron de las manos y nos llevaron a ver sus aulas. Ana, entro en una donde tenían unos colchones tirados en el suelo y todos los niños empezaron a saltar en ellos para que ella los viera. En esta zona no había turistas y pudimos jugar con ellos todo el rato que quisimos sin que nos pidieran nada a cambio; fue muy emotivo y divertido a la vez. De vuelta a la zona donde estaban las casas, decidimos empezar a hacer fotos. Te cobran 5 birr por cada persona que fotografíes, pero puedes hacerles todas las fotos que quieras; no es 5 birr por foto como habíamos leído en algunas guías. Se adornan más de lo que lo harían en un día normal y se ponen en los puntos más fotogénicos del pueblo para que les saques las fotos. Es una sensación fea pero totalmente entendible por parte de ellos. Es dinero fácil y teniendo en cuenta la zona y las condiciones en las que viven, creo que todos preferiríamos hacer de modelos a trabajar en el campo en pleno desierto. Quizá si ningún turista les hiciéramos fotos, el pueblo volvería a ser más autentico y puro; pero entonces seguramente no nos dejarían entrar para que los viéramos, al igual que la gente en Europa no abrimos las casas para que se metan los chinos a hacer fotos. Esto es solo una opinión personal mía y además en la siguiente aldea nos enseñarían la solución a este conflicto de sensaciones. Después de una hora de visita aproximadamente, deshicimos el camino para volver de nuevo a Turmi, comer y sobre todo montar la tienda en el campamento Mango donde pasaríamos la noche. Es un camping regentado por Hamers y como su nombre indica es una plantación de mangos en la que puedes dormir debajo en las tiendas de campaña. Mientras construíamos nuestros aposentos, vimos a una señora mayor cocinando algo en un pequeño fuego que había hecho. Le anciana tenia muy mala leche, pero se le paso enseguida cuando le di un paquetito de galletas jeje; fue muy gracioso intentar comunicarme con ella. Terminada nuestra casa, subimos al coche y pusimos rumbo a Omorate, situado junto a la triple frontera entre Kenia, Etiopia y Sudan del sur. La carretera hasta aquí es buenísima, recién asfaltada y sin una sola curva. Son 70 km y se tarda aproximadamente una hora. Al llegar al pueblo pasamos por una zona de control donde tuvimos que enseñar los pasaportes; supongo que esto es debido a la cercanía con la frontera. La agencia pago una tasa de entrada por ir a ver a las tribus y nosotros pagamos 200 birr por cada cámara. Este pago es una especie de barra libre que te da derecho a hacer todas las fotos que quieras en el pueblo sin tener que pagar nada. Ya os adelanto que es una solución buenísima. Después del pago, nos presentaron a nuestro guía, y tras cruzar el rio Omo en una barca hecha con el tronco de un ficus vaciado y dar un paseo de unos 10 minutos, llegamos a la aldea Dassanech. Sus habitantes son muy diferentes a los Karoh, no solo por los adornos y la vestimenta si no por el físico. Estos son mucho más altos y delgados, muy similares a los Masais de Kenia con lo que están en emparentados y curiosamente también enemistados. El pago inicial hizo que la visita fuera súper bonita y divertida. Éramos los únicos turistas y la gente estaba haciendo su día a día sin preocuparse de las cámaras, pero cuando se lo pedias posaban y te regalaban su mejor sonrisa. Cuando les hacíamos fotos, se las enseñábamos en la cámara y se reían muchísimo al verse; pensad que esta aldea era la más humilde de todas y por supuesto no tienen ni espejos. Hubo un momento muy gracioso, porque apareció un turista con un dron. ¿Os lo imagináis? Estaban todos atónitos. Algunos corrían despavoridos y otros se acercaban curiosos a verlo. Seguro que el hombre grabo un video desde arriba que jamás olvidara. En el centro del pueblo tenían una especie de mercadillo donde vendían pulseras, collares y algún que otro souvenir hecho por ellos. Este era nuestro cuarto día de viaje y fue el primer momento en el que pudimos comprar algún recuerdo. 250 birr pagamos por una calabaza que utilizan para almacenar leche y miel. Después de una hora de visita en la que jugamos con los niños, vacilamos con los hombres por ver quién era más alto si ellos o yo e hicimos todas las fotos que quisimos, volvimos a subir al tronco para cruzar de nuevo el rio y llegar a Omorate donde nos esperaba Guecho. Hoy había partido de futbol para la clasificación de la copa África y todos los hombres del pueblo estaban viéndolo en una especie de cine al aire libre donde la pantalla era una tele. Cuando llegamos al campamento, nos habían puesto una luz encima de la tienda. La única bombilla encendida en toda la sabana estaba justo encima de nuestra tienda, menos mal que estaba cerrada ![]() Antes de irnos a dormir quisimos darnos una ducha. Estuvimos 5 minutos debatiendo como hacer la gestión que no era tarea fácil. Solo teníamos una toalla y el camino hasta la ducha era de arena y no había ningún tipo de luz ni percha donde dejar nada. Y de pronto ahí estaba yo, alumbrando con el móvil a Ana mientras se duchaba, sujetando su ropa y sin tocar las paredes que estaban plagadas de hormigas. Cómo eché de menos el lago Langano… Etapas 4 a 6, total 16
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