Aschelo nos recogió para llevarnos al aeropuerto de Gondar donde cogimos un vuelo directo para Lalibela. La despedida no fue tan triste como la que tuvimos con Guecho, quizá porque no nos dio tiempo a cogerle tanto cariño, pero a pesar de eso, es un profesional como la copa de un pino y lo recomendamos totalmente.
El aeropuerto de Lalibela es súper pequeño. Al bajarnos del avión, las maletas estaban en los típicos carritos donde las sacan y tuvimos que ir nosotros a recogerlas, ni siquiera había una cinta.
El trayecto del aeropuerto a Lalibela es por una carretera de tierra llena de curvas con constante pendiente para llegar hasta los 2500 metros en los que se encuentra la ciudad y se tarda algo más de media hora.
El motivo por el que todo el mundo viene a Lalibela es para visitar sus famosas iglesias talladas en la roca, pero están cerradas de 12 a 14 y no nos daba tiempo a verlas al llegar, así que el chofer nos dejó en el hotel para venir a recogernos después con el guía de habla hispana que teníamos contratado.
El Top 12 hotel, tiene un jardín con mesas en las que te puedes sentar mirando al valle. Hacia un día precioso así que nos pedimos un par de Habeshas bien fresquitas y nos quedamos tomando el sol un rato hasta la hora de comer.
El restaurante que escogimos para comer fue el Seven olives, situado en el centro del pueblo y a 10 minutos andando de nuestro hotel. Es un local bastante turístico pero muy agradable, con un montón de árboles y jardín para comer a la sombra. Este fue el primer sitio en el que no vimos ningún local, pero a pesar de eso la comida era típica etíope y estaba bastante buena.
A las 14 en punto vino el chofer con el guía a recogernos para ir a ver las iglesias.
Salomón se presentó en castellano pero con acento cubano. Habla bastante bien, ya que estudio en La Habana cuando era joven.
La entrada al reciento de las iglesias estaba incluida en el tour, pero creo que ronda los 50 euros y te da derecho a visitarlas durante 5 días todas las veces que quieras.
Hoy sí que había bastantes turistas, el primer día en todo el viaje. Había grupos de muchas nacionalidades diferentes y cada uno llevaba guía en su idioma.
La primera que visitamos fue la casa del salvador. El templo es un monolito tallado en la roca y vaciado por dentro. La decoración interior no se parece en nada a las iglesias que vimos en Bahar dar o Gondar, esta es mucho más pobre y apenas cuenta con un par de cuadros modernos que en mi opinión chocan bastante con el resto del conjunto.
Lalibela es patrimonio de la humanidad por la Unesco y lo que normalmente sería algo bueno, según parece se ha convertido en lo contrario. Resulta que para evitar la degradación de la iglesia por la erosión de la lluvia, la Unesco puso hace unos años una especie de súper paraguas de acero el cual es una auténtica aberración. Metálico, brillante, lleno de tornillos
No hay manera de sacar una foto sin que se vea, pero eso no es lo peor. Según parece lo pusieron para X años y después la Unesco debía quitarlo; pero no ha sido así y ahora los etíopes lo quieren quitar, pero no tienen dinero para hacerlo. Ellos mantienen que no sirve absolutamente para nada y que encima les hace perder el dinero del turismo.
Salomón nos pidió que publicásemos las fotos en internet y nos quejemos para que la Unesco lo quite o al menos ponga algo más camuflado con el entorno.
Para llegar a la segunda iglesia, tuvimos que pasar por una cueva excavada en la piedra. Todo el conjunto de iglesias está unido por una red de túneles y pasadizos.
La iglesia de Santa María sí que estaba un poco más decorada por dentro, pero aun así seguían siendo muy pobres.
En la tercera iglesia, la de la Cruz, había un Diacono que pareció decirle algo a Salomón y después entro en la sacristía y nos enseñó la famosa cruz que da nombre esta iglesia.
La tercera y cuarta iglesia de las que no recuerdo el nombre, estaban cerradas por obras, pero de nuevo el mismo Diacono le dijo a Salomón a ver si queríamos verlas.
Había una puerta de madera cerrada para evitar el acceso de las personas y el misterioso hombre le hizo saltar a un chaval un muro enorme de más de 4 metros para que nos abriese desde dentro.
El pobre chico tuvo que trepar y tardo un buen rato en conseguirlo, pero valió la pena porque allí estábamos nosotros, viendo dos templos de casi 1000 años y los teníamos para nosotros solos. Por dentro eran igual que los demás, columnas de piedra talladas en la roca, decoración escasa y muchas alfombras.
Se me había olvidado comentar que hay que descalzarse para entrar y que todo el suelo de las iglesias está cubierto por alfombras. Os cuento esto porque al salir de las dos iglesias, me encontré los calcetines llenos de pulgas.
Nosotros ya lo habíamos leído en internet y tomamos nuestras precauciones antes de empezar la visita, pero los calcetines por encima de los pantalones, collares antipulgas de perros en los tobillos y Goibi para para un tren, no fueron suficiente para detenerlas.
Después de quitarnos las pulgas y tras despedirnos de nuestro amigo misterioso, salimos por una puerta secreta
y tras bajar unas escaleras, allí estaba antes nosotros, la joya de la corona.
La iglesia de San George, es una iglesia monolítica en forma de cruz, fue construida aproximadamente en el año 1200 y es el monumento más visitado de Etiopia.
Nos la esperábamos un poco más grande, pero eso no le resta ningún mérito porque este templo tiene algo mágico que hace que no puedas dejar de mirarlo.
Cuesta bastante creer que el ser humano fuera capaz de hacer esto hace casi 1000 años.
La comunidad científica sostiene que las 11 iglesias fueron construidas por el rey Lalibela en aproximadamente 20 años, pero no explican como fueron capaces, así que los habitantes de la ciudad sugieren que los templos y sus pasadizos fueron tallados por miles de fieles con la ayuda de los ángeles, como así está plasmado en las actas escritas en su día.
Que cada cual piense lo que quiera, pero yo he visto las herramientas que usan en el sur de etiopia en el año 2018 y opino que es imposible que hace casi un milenio pudieran hacer semejante maravilla sin la ayuda de los que bajan del cielo. ¿los Anunnaki tal vez?
Terminamos la visita encantados y nos fuimos dando un paseo hasta el hotel. Cuando llegamos a la habitación, dejamos la ropa en la terraza por si hubiera pulgas que no entraran dentro, pero ya en el baño, me quite los calzoncillos para pegarme una ducha y ¡sorpresa! resulta que tenía 3 pulgas más en el interior, que se pusieron a saltar como locas por el suelo del baño.
Cenamos algo en la habitación y nos fuimos dando un paseo al centro donde está el Torpido.
Es un local oscuro pero con una decoración tradicional muy bonita; esta todo lleno de mesas en los que se sienta la gente a beber Tej y a bailar música tradicional etíope.
La cosa se empezó a animar a partir de las 9 de la noche. Estaba todo lleno de grandes grupos de chicos y chicas de entre 30 y 40 años y salvo una pareja de franceses, nosotros éramos los únicos extranjeros del local.
Hay dos músicos y dos bailarines que cantan y bailan por las mesas y van sacando a la gente a medida que el Tej va haciendo su efecto.
La danza es una especie de movimiento espasmotico de cortejo en la que solo se mueve el tren superior al ritmo del tambor.
Hubo un momento en el que paro la música y el cantante decía cosas a la gente y estos se morían de la risa, después alguien del público le decía una palabra y el parecía inventarse alguna frase graciosa con ella. Hablaban en Amhárico y no nos enterábamos de nada, pero nos dio muchísima envidia porque parecía ser súper gracioso. La gente lloraba de la risa y todo.
La experiencia estuvo genial, bailamos un montón y nos alegramos muchisimo de haber ido. Siempre que viajo, me gusta ver como se divierte la gente local y sin duda el ambiente aquí es fabuloso.
Estuvimos allí hasta las 11 de la noche y antes de marcharnos le preguntamos a la camarera si era seguro que bajáramos andando solos hasta el Hotel, ya que el camino estaba totalmente a oscuras y no había nadie por la calle. Nos dijo que no había ningún problema así que nos ahorramos el taxi y nos dimos un paseo para bajar las dos jarras de Tej que nos bebimos cada uno. Riquísimas por cierto.









